Atardecer sobre el lago

Rió nasalmente por la ironía que ella planteaba.

—Eso mismo pensé yo cuando me enteré. Pero es típico de Tess el autosabotearse y hacer las cosas más impensables. Creo que eso es parte de lo que a Jax le gusta de ella: le da algo de emoción a su vida rutinaria. Imagino que si se hubiera quedado con Tarja hubiera llevado una vida más tranquila, con menos sobresaltos, pero no sé si hubiera podido ser feliz. Se me hace que hubieran terminado como una de esas parejas que se pasan las noches leyendo en la cama —opinó sinceramente. Con ella podía darse ese lujo como con nadie más. Sabía que no le iría a nadie más con el cuento.

—Y así y todo tampoco creo que vaya a funcionar con Tess si hay chicos de por medio. La relación de ellos es perfecta cuando pueden juguetear, bromear y molestarse como niños ellos mismos. Encuentran el uno en el otro la válvula de escape a las presiones de las responsabilidades laborales, pero si su relación se vuelve llena de responsabilidades...

—Sí, Tessa espera mellizos. Aunque es muy probable que uno o ambos no lleguen a término. —Explicó. —Pero aunque Jax parezca muy interesado, en realidad él está pendiente de ella justamente. Si es que se convierte en un padre y se ve enfrentado con un montón de responsabilidades que ya no son tan divertidas como bromear con Tessa y esas pequeñas discusiones que parecen gustarles tanto, entonces comenzará a ver que en realidad es una vida que nunca quiso para sí y no hay forma de que eso acabe bien para ninguno de los involucrados.

Sonrió con una mezcla de lástima y resignación. Ella no tenía idea de cómo había sido la relación de Jax con Tarja, pero la mujer era su única amiga cercana en el castillo y le dio pena que Jax no pudiera estar con ella, incluso si Tessa sonaba como una mucho mejor opción y había visto en carne propia lo bien que Jax y ella se veían juntos. Claro que podía imaginar con facilidad lo que Matt decía porque conocía a Tarja, pero aún así sintió pena por ella.

Se sorprendió y lo miró inquisitiva, esperando a que se explayara. Asintió cuando Matt terminó de explicar todo aquello. Era una situación bastante complicada, pensó. 

—¿Tu crees que acabarán separados si ella no pierde a los mellizos? —Preguntó con una mueca de desagrado. Ninguna de las posibles opciones le parecían buenas.

—Hay una altísima probabilidad de que así sea, sí —admitió con cierta tristeza. —Si se tratara de una empresa, invertiría en sus acciones —informó para que supiera el grado de convencimiento que tenía. —Para variar, no sé qué aconsejarle. No hay nada que pueda hacer salvo dar lo mejor de sí y esperar a ver qué sucede —opinó.

Mientras, iban caminando hacia el castillo, lento pero seguro.

—¿Qué hay de tí? ¿Alguna novedad interesante para contar? —Le preguntó conteniendo una sonrisa. Le estaba tomando el pelo porque sabía que no era muy sociable. No podía tener chusmeríos para él.

—Ya veo —dijo a falta de algo mejor para decir, con la mirada en el suelo unos metros por delante de ellos, cerca de las ruedas del cochecito. 

—Supongo que no. No depende de él ni de ella ni de nadie. Son cosas del destino —dijo simplemente. 

Caminó en silencio junto a él hasta que Matt volvió a hablar y ella también sonrió divertida. Comprendía la broma, pero había un brillito de sagacidad en sus ojos, como de quien tiene un secreto o va a hacer una travesura. Esta vez ella también tenía información que compartir. 

—¿A demás de que me terminé todos los libros que traje conmigo? —Bromeó. —En realidad sí —añadió luego, conforme con ella misma, con un toque de orgullo en su voz. —Tarja está absolutamente devastada por el compromiso entre Jax y Tessa aunque pretende que no le importa. Pobre mujer —pensó en voz alta. —Para compensar por eso está intentando armar un grupo con las otras profesoras poco populares. O al menos eso creo. Me entré de que fue a visitar a Miss McFarland y tengo entendido que pretende verla de nuevo.

Dejó pasar el tema del destino para no comenzar una discusión desagradable con su ex. Nunca habían logrado ponerse de acuerdo sobre el tema de si uno decidía por sí mismo en la vida o había un camino ya trazado que se debía seguir inevitablemente. Como era natural, la idea de no tener control sobre su propia vida aterraba a Matt y, por eso, lo calificaba de ridículo.

Se sorprendió abiertamente de que ella le dijera eso.

—¿En serio? Debe ser una excelente actriz, porque si hay algo que no parece es ex novia celosa... o devastada o lo que sea —aclaró luego porque le pareció que lo de celosa podía sonar a histérica y cargosa, que no era a lo que apuntaba.

Sabía que Tarja tenía todas las cualidades para convertirse en una solterona incurable, por lo que calló y la dejó hablar. Ella seguramente tendría mejores cosas para decir sobre su situación que él, que sólo podía burlarse. No tenía compasión para los tímidos que no se atrevían a salir en busca de una pareja y no quería arruinar las cosas con Steph hablando mal de su amiga.

Se le escapó una sonrisa algo irónica. Un club de rezagados. La idea era graciosa, pero intentó contenerse y recompuso su rostro.

—Al menos McFarland podrá acompañarla a un pub los fines de semana. En vista de que solo puede salir de noche y anda más histérica que gato encerrado.

Era más fácil hablar mal de la persona que Steph no conocía. Él, en cambio, estaba podrido de tener que acompañar a la vampireza y traerla de vuelta. Como era el profesor de Defensa, le tocaba más a menudo que al resto.

Rió brevemente por el comentario de Matt. 

—No. En realidad solo es muy tímida —la excusó. —Le avergonzaría tanto que se enteraran de cómo se siente que lo guarda todo adentro para mantener las apariencias. Viene de un pueblo de gente muy poco acostumbrada a compartir su vida privada. 


—¡Siempre eres tan malo! —Le dio un empujón en el hombro mientras se sonreía y hacía un esfuerzo por fingir enojo. Claro que con la poca fuerza de ella y el tamaño de él, sería casi gracioso de ver. —¿Cómo puedes decir eso de esa pobre mujer? Se pasa días enteros encerrada en las mazmorras sin tener una conversación normal con un adulto. ¿Sabes lo alienada que debe sentirse? 


Aunque lo estaba retando, parecía divertida por las cosas que él había dicho, como si en el fondo le encantara que fuera malo y chismoso, que era precisamente lo que sus ojos delataban.

—¿Y de casualidad no hay nada de sangre finlandesa en tus antepasados? —Se burló porque, según él, ella hacía exactamente lo mismo con sus problemas.

Rió por la reacción de ella. Más bien, del hecho de que su mejor esfuerzo a él no lograra ni hacerlo tambalearse. Luego escuchó la explicación y asumió que Steph también proyectaba de sí misma en ese juicio de valor. Seguramente ella también se sentía sola en el castillo. Incluso se lo había insinuado, pero si no fuera el caso, aquella noche misma era la prueba de lo sola que estaba su ex.

—¿Y tu estás de acuerdo con formar parte de un grupo donde uno de los participantes se alimenta precisamente de gente como tú? —La pregunta era más bien a modo de broma, porque intentaban dejar los temas serios atrás y, si aparecían al menos él tenía la intención de tomárselos a la ligera.

Fanny sonrió por el comentario de él, los ojos brillando en apreciación al chiste. —No sabría decirte. La mayoría de las familias de sangre pura están relacionadas entre sí de una manera u otra —observó con tanto orgullo como lo hubiera hecho Matt mismo. A pesar de ser una squibb, era squibb que venía de familia de sangre pura, y su padre había sido muy insistente al respecto. Después de todo, no es que no pudiera hacer magia: es que no podía controlarla.

Como la mujer de la que estaban hablando, Steph se hizo la tonta, como si el comentario no la incluyera a ella y su soledad, si bien el tema de los libros la dejaba bastante al descubierto tratándose de alguien que sabía cuánto le llevaba leer un libro y había visto cuántos tenía: simplemente podía hacer el cálculo. 

Le llamó la atención la pregunta y lo miró un momento a los ojos, intentando ver si realmente estaba jugando o le preguntaba en tono de broma algo que realmente quería saber. No consiguió estar satisfecha con lo que pudo ver en él como para conjeturar. 

—¿Honestamente? Nunca formé parte de un grupo de nada en mi vida. Podría ser un grupo de arpías, vampiros y hombres lobo y aún así insistiría en participar si me aceptaran. —Le dijo sin rodeos.

Matt levantó las cejas, impresionado de la respuesta que su esposa —ex esposa, se recordó— le acababa de dar. Era como si ese tiempo que habían estado separados la había hecho crecer y madurar... al menos a la parte de ella que era capaz de hacerlo. La parte infantil que a veces la poseía seguiría existiendo, fijada para siempre en una edad temprana. Le gustaba esta nueva Steph que era capaz de enorgullecerse de su sangre en lugar de mortificarse por no poder controlar su magia. Incluso si ahora perdía el control más seguido por estar en un ambiente donde pasaba más estrés, también tenía más oportunidades de ejercitar su autocontrol y de compartir lo que siempre se había guardado para ella con sus alumnos. Era como terapia. Y veía los resultados. Un montón de niños squibb habían logrado lo que muchos médicos no habían conseguido con sus años de experiencia y toda su magia.

—¿De dónde salió este repentino amor a la estirpe? —Continuó en tono de molestarla en broma. —No es común en tí, pero tengo que admitir que te queda de maravilla —la elogió con una de sus sonrisas irresistibles.

Bajó la mirada. Entendía lo que ella decía y era bastante triste. Él siempre había sido parte del grupo popular allí donde fuera y la había llevado con él. En esa oportunidades, Steph había pertenecido pero solo por extensión. Nunca había tenido oportunidad de tener su propio grupo, alejada de los amigso de él... con amigos que fueran solo de ella y que no hubiera familia involucrada, que pudieran hablarle solo por lástima.

—Entonces esperemos que a McFarland no le gusten los AB negativo —bromeó.

Soltó una risita como quien se siente culpable de una travesura en la que ha sido atrapada. 

—Bueno... digamos que pasar todo ese tiempo trabajando con muggles y viviendo entre y como ellos me abrió los ojos a lo que mi padre y tú han estado diciendo todo este tiempo. No voy a decir que vaya a llevarlo al extremo de tu madre, porque ya sería mucho, pero creo que comienzo a entender la importancia de mantener el mundo mágico separado del muggle y por qué la junta de padres está tan preocupada por mi presencia en el colegio —admitió ahora que estaba lúcida. Era como si se estuviera riendo de la ironía que era el estar en contra de la posición en la que estaba, porque ahí se encontraba cada día un poquito más cómoda. 

—Quiero decir... incluso la magia simple que soy capaz de hacer hace una diferencia tan grande en mi vida que no entiendo cómo haría para arreglármelas como muggle. Si algún día llego a tener un nivel de control relativamente normal sobre mi energía mágica, tal vez las niñas puedan ser restauradas en su status de sangre —dijo las palabras que jamás pensó que saldrían de su boca, porque había pasado demasiado años peleando en contra. Tal vez la edad y la vida, ahora que había tenido experiencias fuera de sus almohadones de algodón, la estaban empezando a cambiar. 

Rió de la broma de él, todavía colgada del su brazo. —Eso espero, porque me cae bien Tarja y realmente voy a seguir adelante con esto que me hace bien, aunque a ti te cause pena. —Se refería a la manera en que él la había mirado. No le respondió con irritación ni nada, simplemente le dejó saber con tranquilidad y una pequeña sonrisita que haría lo que quería.

Levantó las cejas impresionado de que ella finalmente viera las cosas como él, que había cambiado bastante su modo de pensar y ampliado su óptica como para llegar a cuestionar lo que antes considerba la verdad absoluta. Ahora tenía más compasión por los squibb y los muggle en general, si bien tampoco se había convertido en un amante y defensor de la causa.

Sin embargo, era defensor acérrimo de una causa y esa era ella, así que protestó.
—Oh, vamos, Steph. Hasta la persona más necia tiene que admitir que, considerando que la nueva casa es una realidad, no existe persona más idónea que tú para estar al mando de ésta.

Volvió a mostrarse impresionado de que ella estuviera diciendo aquello, como si realmente importara. No que a él no le diera lástima que no pudieran tenerlo, pero pasando tiempo con ellas y viendo lo geniales que eran sus hijas, no podía menos que aceptar que la sangre pura no lo era todo. Las amaba con locura y no las cambiaría por ningunas otras con sangre purísima.

—Si es lo que tu quieres —aceptó con tranquilidad, aunque mentalmente temía este repentino cambio de forma de pensar en ella. Lo preocupaba un poco. —Pero las niñas son perfectas tal y como son. No es algo que necesiten. Si tu quieres hacerlo para mejorar tu control sobre tu magia o alcanzar el status de bruja, está bien. Pero creo que ellas pueden ser perfectamente felices como son —le aseguro ocultando sus propios miedos respecto a ella.

—Nadie dijo que yo no estuviera de acuerdo —se defendió pretendiendo estar ofendido, pero no en broma, sino por orgulloso, por guardar las formas.

Notó que a él todo parecía sorprenderlo. Se imaginó que si Matt se dignara a ser honesto y a abrirse con ella, también Fanny se encontraría con algún que otro cambio importante en su personalidad debido a la maduración lógica de las personas a lo largo de los años. La idea le dio miedo y prefirió no pensar en ello. ¿Qué si los cambios eran para peor? Le gustaba Matt como lo recordaba. No quería una nueva versión y ya bastante preocupación tenía de que él fuera a criticar esta nueva versión de ella a la que tanto le levantaba las cejas. 

—No puedo estar de acuerdo con eso, Matt —insistió con la mirada baja. La humildad era y siempre sería una de sus muchas virtudes. 

—Por supuesto que son perfectas, pero creo que tu lado de la famila las aceptaría más si pudieran recuperar su estatus de sangre... y ya sabes lo mucho que quieren caer bien a sus primas y abuela. Ahora no es tan grave, porque no entienden del todo lo que sucede, pero ¿qué pasará cuando sean adolescentes y las diferencias en el trato para con ellas que no son de sangre pura por parte de la abuela que tanto aman se hagan evidentes? Les ropertía el corazón... —negó con la cabeza y luego miró a Matt con determinación en sus ojos verdes. —Necesito aprender a controlar esta magia y convertirme en bruja, Matt. Fracasar no es una opción para mí. Quiero lo mejor para mis hijas. 

—Oh, vamos. Te conozco la mirada... —le reprochó.

Suspiró pesadamente. —Bueno, tal vez con algo de tiempo puedas llegar a ver la magnitud de tu trabajo. Todas las razones por las que crees que eres inadecuada para él son las que te hacen la mejor calificada... por más ridículo que parezca.

Sintió algo de hostilidad hacia ella porque se estaba metiendo con su familia y el enorme nene de mamá detestaba que se metieran con su familia. Sin embargo, tenía que admitir que el comportamiento de su madre era en general bastante indefendible, sea sobre el tema que fuere.

—Son estupideces de vieja, Steph. Mi madre ha cambiado mucho su manera de ver el mundo —dijo bastante convencido de algo que no era del todo cierto. —Dale algo de tiempo y verás que para cuando las niñas sean algo mayores ya no habrá diferencia alguna en el trato que le da a ellas o a sus primas.

—En serio no me molesta que te juntes con Tarja y Miss McFarland —protestó con fingida indignación, aún protegiendo su orgullo.

En eso entraron en el castillo y Fanny tomó el camino de las escaleras sin siquiera pensarlo. Sus aposentos se encontraban en una de las torres, cerca de la torre de la sala de profesores. No pensaba en lo que hacía, sus pies recorrían el camino que en un par de meses se le había grabado en la memoria, puesto que era a donde más seguido se dirigía. 

—Mira, no creo que nunca vaya a pensar que una asesina sea la persona mejor calificada para educar niños, haya o no habido dolo en el caso —le aseguró por lo bajo, con tono terminante y mirada grave, decidida. 

Frunció el ceño irritada como siempre que él defendía a su madre. 

—Entonces la menopausia debe haberle pegado muy de joven, porque son las mismas mañas que ya tenía hace cinco años —le recordó algo irritada ella también. Era un tema en que nunca lograban ponerse de acuerdo, por supuesto. 

—A demás, para ese entonces tal vez Berenice y Emily hayan entendido el mensaje de que son superiores y les hagan desplantes a mis hijas. Por más que no me gusten las discusiones, no pienso dejar que nadie lastime a mis niñas, ni siquiera su propia familia. 

Esta vez Fanny fue quien suspiró pesadamente. —Prefiero no discutir al respecto, si no te importa. Es algo que tengo decidido y no te incumbe. Creo que ninguna de las dos mujeres forma parte de un complot contra mi vida por mi condición de squibb, así que no veo el problema en pasar tiempo con ellas. 

Dijo eso porque, si no era su seguridad, no se le ocurría qué otra excusa podía tener para no querer verla relacionarse con esas mujeres. No era como si ella aún frecuentara la alta sociedad a la que no tenía acceso sin estar ligada a su difunto padre o ex esposo para que toleraran a una squibb como ella, tuviera o no dinero. Y en vista de que eso estaba perdido... al menos iba a pasarla bien con gente a la que le importaba de veras en lugar de un montón de extraños que le sonreían solo para hablar mal de ella a sus espaldas.

—Está bien. Piensa lo que quieras, pero te equivocas —la contrarió orgulloso como siempre, determinado a no ceder donde creía tener razón. Le habló con tranquilidad, pero desde arriba de un pedestal... un pedestal con cariño pero condescendiente al fin.

—Steph, no necesitas ser irrespetuosa —la retó con calma, pero claramente no contento. —Mi madre no ha hecho más que cuidar de Jade en estos últimos años, incluso antes de que yo supiera que seguía con vida y ahora se desvive por ella y por Ruby tanto como por mis sobrinas. Deberías verlas jugar a todas juntas. Realmente es...

—No podemos saber en qué van a convertirse ninguna de ellas dentro de diez años, Steph. ¿Por qué preocuparnos? ¿Quién te dice que Jade y Ruby no terminen siendo más populares o lo que fuere y no sean ellas quienes acaben dándole la espalda a Berenice y Emily? —Le preguntó con total honestidad.

—Está bien. Está bien. Toda mujer tiene derecho a sus secretos —dijo en un tono que daba a entender que no estaba para nada bien. —Pero te equivocas si crees que esto se trata de tu seguridad —le advirtió. —Nada más estoy preocupado por la imagen que pueda dar una de las mujeres más ricas dele mundo mágico asociándose con una profesora extranjera y una vampiresa que nadie quiere en el castillo...

—Pues no estoy de acuerdo, así que estemos de acuerdo en que no vamos a ponernos de acuerdo y ya —respondió con cierta tensión en su voz, haciendo algo de presión excesiva en el grip que tenía del brazo de él porque la conversación la estaba poniendo tensa. 

—Preferiría no hacerlo —lo interrumpió. —Ella tampoco necesitaba ser irrespetuosa todas las veces que me insultó cara a cara en frente de toda tu familia —le recordó irritada. Le molestaba tanto que esa mujer lo tuviera tan cegado a sus defectos que tenía que hacer un esfuerzo por controlar su magia siempre que el tema surgía. 

Hizo un mohín pero dejó de protestar. —En eso tienes razón. Las cosas podrían evolucionar de cualquier manera y no hay forma de predecirlo, pero aún así, me sentiría más tranquila sabiendo que he hecho todo lo posible por que no sufran —insistió con terquedad.

Estaba a punto de protestar cuando Matt explicó sus motivos para estar en desacuerdo. Entonces se rió levemente. 

—Creo que mi imagen pública terminó de ser aplastada para siempre cuando mi foto apareció en todos los diarios bajo el encabezado de asesina serial enseñaría en Hogwarts —ironizó. —¿Qué más da si me convierto en la mejor amiga del rey de los hombres lobo o el conde drácula?

—Fine —concordó porque cuando Steph se ponía en terca, era preferible eso y quedarse irritado con ella a continuar discutiendo y que los argumentos lógicos de la mujer acabaran por hacerle perder la discusión. Le gustaba más cuando ella estaba en uno de sus trances infantiles y se comportaba más sumisa. Por eso intentaba siempre evitar los temas controversiales aunque a veces su naturaleza le jugaba en contra y no podía más que abrir la boca de todas maneras.

Hizo un par de falsos comienzos y al final se quedó callado hasta poder ordernar sus pensamientos. Recién cuando lo hubo logrado, habló.

—Eso fue hace años, Steph. Ella es una persona diferente ahora. No digo que vaya a ser pro derechos de los squibb en el futuro cercano, pero creo que el pasar tiempo con Jade la dio otra visión del mundo que no se esperaba... o tal vez el rechazo de Chael le pegó más fuerte de lo que pensábamos... o quizás solo se esté poniendo sentimental con la edad. No estoy queriendo decir que ella deje de hacer... bueno las cosas que todos sabemos que hace, pero sí creo que está empezando a comprender el verdadero significado de lo que es una familia, más allá de la sangre —le dijo con vehemencia.  —¿Sabías que fue ella la que insistió para que dejara el divorcio de lado y me limitara a exonerarte de todos los cargos y ponerte a salvo para que sus nietas no sufrieran el trauma de perder a su madre? No digo que seas su persona favorita en el mundo, pero creo que está pudiendo ser más objetiva que antes —la defendió como siempre.

No pudo menos que reír él también por el comentario de ella, pero luego recobró la seriedad.

—Sabes muy bien a lo que me refiero. La gente tiene poca memoria para este tipo de cosas. Una figura pública como tú debería continuar adelante con la cabeza en alto y salir de este tipo de situaciones con toda la dignidad posible, como tu padre siempre nos enseñó.

Se contentó con que él le diera la razón en que no iban a ponerse de acuerdo. Al menos así se ahorrarían una discusión inútil. 

Soportó con paciencia las explicaciones de Matt sobre su madre, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no revolear los ojos en círculo ante la sarta de ridiculeces que estaba oyendo. No le creía ni un poco. Algo era seguro: a él la edad no lo había afectado, seguía siendo el mismo pollerudo de siempre. 

—¿Ah sí? Pues seguramente no querría que perdieras el control de Dalton Enterprises —opinó honestamente. —Que sus nietas no salgan traumadas por la muerte de uno de sus progenitores es solo uno de los perks, me imagino. 

—Matt, ¿podemos no hablar de ésto? —Rogó. —Realmente estoy intentando que nos llevemos bien a pesar de todo lo que sucedió y del divorcio. Yo sé que tu madre es un tema sensible y que ninguno de los dos es objetivo al respecto, pero, mientras ella siga siendo parte de la mafia familiar y de una secta anti muggles, yo no puedo tomar en serio nada de lo que haga o diga, por mucho que te moleste o te duela. Así que por favor, dejemos el tema de lado. ¿si? —pidió de la manera más civilizada posible. 

—Sí, pero después de toda una vida finalmente descubrí lo que es tener verdaderos amigos que se preocupan por ti y no te dan la espalda aunque los diarios o el radiopasillo te esté calumniando y creo que prefiero ese tipo de relación honesta a que me sonría todo un salón lleno de ricachones que una vez al mes se sienten con ganas de hacer caridad para poder dormir por las noches —le dijo honestamente. —Toda la junta de padres y maestros me detesta. Lo mismo puede decirse de la mayoría de la población mágica. Hay un grupo de gente que pasa por el mismo tipo de rejection todos los días y que se preocupan por mí como persona cuando estoy mal y festjean conmigo cuando algo sale bien. ¿Por qué debería importarme mi imagen pública? ¡Qué piensen que soy una loca si quieren! Es lo que han hecho todos estos años mientras me sonreían ¿no es verdad?

Lamentaba que la química que habían tenido más temprano se estuviera esfumando tan rápidamente, pero tomó nota mental de evitar esos temas complicados en el futuro cercano, al menos, hasta que se sintiera más seguro establecido en una relación menos pasivo-agresiva con ella.

Suspiró cansadamente. —Está bien. Piensa lo que quieras, pero te juro que mi madre tiene otras cosas en la cabeza a demás de dinero últimamente.

Asintió, concordando mentalmente en que era la mejor idea no hablar del tema. —Sí. No quería upset you —admitió más molesto con él mismo que otra cosa, por haber arruinado el trabajo de earlier esa noche.

—¿Tal vez porque si no reestableces tu buena imagen pública nunca será seguro para ti abandonar el castillo? Pero haz lo que quieras. Solo se consciente de las consecuencias que dejar de hacer lobby pueden llegar a tener en la situación presente. Supongo que si te interesa tanto el estatus de sangre de las niñas, no querrás que las dejen de lado por lo que se cuenta sobre su madre.

Finalmente encontró la manera de manipularla por donde él quería. Él tampoco quería una Steph diferente. Le gustaba la que recordaba, si bien era inevitable que ambos hubieran cambiado. Él se negaba a aceptarlo como posibilidad siquiera.

Ella, por el contrario, lamentaba su momento de debilidad cuando era claro que inevitablemente regresaban siempre a este tipo de discusiones, que antes no habían existido porque ella se guardaba sus opiniones o las expresaba una sola vez y luego se iba al mazo en lugar de defenderlas. Pero estaba mejor. El tener que vivir sola y arreglárselas había hecho que tuviera muchos menos episodios de infantilismo o fuga y fuera más persona normal, lógica como todo virgo.

—Si tu lo dices. 

En ese caso, no se había ido al mazo, sino que quería evitar más discusiones porque tenía demasiado en la cabeza y necesitaba estar sola para poder pensar bien.

Ella también asintió y decidió dejar atrás el tema controversial. No disfrutaba siquiera pensando en la familia de él, mucho menos en la parte más desagradable de todo el clan. 

Se sorprendió abiertamente y luego recuperó la compostura. Entendía completamente a lo que apuntaba él y apretó los labios irritada de verse forzada a algo que no quería. Antes, lo acompañaba a todos lados y disfrutaba su compañía y el hacerlo quedar bien, pero hacer lobby sola la espantaba, como mínimo. 

—Supongo que tienes razón. No había pensado en eso —admitió. —Tendré que hacer un esfuerzo —pensó en voz alta.

Conocía bien ese tono y no le gustó que le diera la razón para no discutir, pero de todas maneras lo dejó pasar, determinado a seguir con su plan hasta el final y a evitar todo lo que pudiera meterse en el camino del mismo.

Reprimió una sonrisa self-important y orgullosa.

—Lo lamento, pero creo que eso puede llegar a ser tan nocivo como lo otro —se excusó sin sentirlo. Y por lo otro se refería a lo que ya no discutirían.

—Lo sé y tienes razón. No sería bueno que todo el colegio les diera vuelta la cara del primer al último año que pasen aquí. 

Ella había tenido la esperanza de que, en caso de no llevarse bien con sus primas, al menos podrían hacer amigos, pero si ella misma cerraba esa puerta...

Anduvo un rato en silencio, metida en sus pensamientos y cuando su mente ya no dio para más, se puso a pensar en el juego de té de porcelana con que entretenía a sus muñecas  y a las de sus hijas. 

—Oh, creo que invitaré a Mr.Patches a tomar algo. Me vendría tan bien un té —dijo en un tono de voz totalmente distinto. Su postura y su andar también habían cambiado, perdiendo la gracia y la gallardía.

Estaba a punto de romper el silencio cuando ella salió con eso y Matt suspiró profundamente. No sabía si le irritaba, preocupaba o aliviaba que ella estuviera en ese estado. Al menos ahí no habría lugar para discusiones.

—De seguro a Mr.Patches le gustará sentarse a conversar un rato —le siguió el juego con tono cansado, como lo hubiera hecho con sus hijas.

Se encontraban relativamente cerca de la base de la torre de ella, aunque todavía faltaba un tramo para llegar. Ella iba colgada del brazo de él, ya no tomada, y caminaba como una niña entusiasmada. 

—Te invitaría a ti también, pero creo que Mr.Patches preferiría tener un tiempo a solas conmigo. Después de todo, hace días que está trabajando y no tiene tiempo para mí —protestó con un puchero. 

La verdad es que la que había estado demasiado ocupada para jugar a la fiesta del té era ella.

—Oh, no es ningún problema, corazón. Tu ponte al día con Mr.Patches, que yo continuaré con mi libro —informó al pasar.

Caminó en silencio hasta la puerta de ella, frente a la cual se detuvo.

Ella, en cambio, fue contándole un montón de estupideces sobre sus muñecos y la ropa que vestían, entre otras idioteces de niños. 

También Fanny se detuvo frente a la puerta y miró a Matt con ojos enormes y llenos de inocencia. 

Parecía avergonzada, como si hubiera pasado de niña de cinco años a virgen de doce varios siglos atrás, avergonzada de hablar con un caballero mayor. 

—Gracias por el paseo —musitó muy por lo bajo y apartó la mirada como colegiala avergonzada ante su primer amor imposible.

Escuchó a medias las estupideces que ella comentaba sobre sus juguetes, preocupado por demasiados asuntos serios para interesarse sinceramente por la salud de un montón de muñecas.

Notó el cambio en ella y se sintió incómodo. Las ganas lo quemaban y recordó su promesa. No hacía falta que se lo hubiera pedido. Todo su matrimonio se había basado en él aprendiendo a contener sus sentimientos y necesidades, anteponiendo las de ella cuando se encontraba en ese estado.

Utilizó la excusa de acomodarle un mechón de cabello detrás de la oreja para poder acariciarle suavemente la mejilla, al pasar, como si fuera casualidad.

—Anytime —le aseguró con seriedad. Le dolía el pecho de no poder besarla. —Que tengas buena noche —saludó con la intención de marcharse antes de que la tentación continuara lastimándolo.

Se ruborizó profundamente y mantuvo los ojos bajos ante el gesto de él, pero ante la perspectiva de que se marchara, juntó coraje para besarle la mejilla y luego desaparecer detrás de la puerta de su dormitorio sin responder a su saludo, como lo hubiera hecho una inexperta mojigata. 

Luego se pasó la noche jugando con las muñecas propias y de sus hijas. Incapaz de pensar en todo lo que debía haber estado analizando.

El beso lo tomó por sorpresa a tal punto que se quedó mirando la puerta cerrada un rato largo, perdido en sus pensamientos hasta que encontró el camino de regreso a la realidad y a su propio dormitorio.