Ruta de escape, Beta Test.

Las manos le temblaban un poco, oculta en las sombras de la noche en ese pasillo. Había hablado con Laz sobre la ruta y un posible punto de partida, pero no habían sido concretos. Luego de eso, la discusión los había separado de manera infantil y terca. Ninguno de los dos quiso dar el brazo a torcer.

De todos modos ella era la que tenía las entradas y pensaba escapar de Hogwarts para ir al recital. Sin importar lo que Lazarus decidiera hacer, ya tenía la información de las rondas de guardia, el camino elegido y le tocaba hacer la prueba de qué tan bien funcionaba.

Volvió a mirar el pergamino y analizar su ubicación. Esperaba que todo saliera bien.

No podía ver nada, pero a pesar de que el pergamino dijera que no habría nadie allí, escuchaba pasos en el corredor.

Laz se había pasado gran parte de la tarde volando de un lado a otro de los terrenos sin un rumbo fijo. Nada más quería despejar su mente y acelerar más allá de lo prudente para dejar el mundo atrás. Después de eso, se duchó, subió al comedor para la cena y se pasó un largo rato tirado en un sofá de la sala común intentando tomar una decisión. En el "top ten" de los más orgullosos del castillo, Laz competía de cerca con Lex, Keshi Ito y Maurie; así que le tomó por lo menos tres horas decidir si iría o no al encuentro que había arreglado para esa noche. No es que no quisisera, pero la idea de ser plantado por una mujer le erizaba los pelos de la nuca y le hacía hervir la sangre. Finalmente, llegó a la conclusión de que no tenía sentido no haberle ladrado todo lo que tenía en la cabeza esa tarde si después no iba a aparecer a la noche y salió de la sala común lo más silenciosamente posible aunque ya no quedaba mucha gente.

Anduvo por el pasillo, subió las escaleras hasta la planta baja y llegó al hall de entrada. Para ese momento, sus ojos se habían acostumbrado a ver en la penumbra y distinguió una silueta que asumió, o mejor dicho rogó, que fuera Giselle. Con el pulso acelerado ante la idea de ser descubierto, se arriesgó. "¿Selle?" Preguntó por lo bajo.

Giselle sintió que se le erizaba la piel al escuchar su apodo, el único que tenía, de labios de la única persona que se lo había dicho.

Había dado por descontado que él no iría, que todo había terminado, que había sido una pequeña amistad que había llegado a si fin. Parte de no tener amigos, era realmente no saber cómo tratar con ellos, cómo solucionar problemas, y sobretodo, que hay cosas que entre amigos se dejan pasar.

Se emocionó tanto al oírlo, que le dio un arrebato de emoción y se le colgó del cuello en un abrazo torpe y tenso.

_¡Oh! ¡No sabes cuánto siento lo de esta tarde! -exclamó en un susurro casi inaudible.

Durante una fracción de segundo, Laz se pegó el susto de su vida al sentir que alguien se le tiraba encima. Enseguida racionalizó que un profesor en su sano juicio no haría eso y atinó a rodearle el talle con un brazo. "¿La parte en me metí a opinar donde no me llamaban o en la que te ignoré como un maleducado cualquiera?" Logró susurrar a pesar de la sorpresa. Era su modo de pedir disculpas. Estaba contento de que hubiera aparecido a pesar del desacuerdo que habían tenido esa tarde, aunque todavía no se recuperaba del exceso de adrenalina causado por el sobresalto... y por el hecho de que nunca había estado tan cerca de otra persona físicamente. Era una situación que no sabía manejar. La oscuridad a su alrededor era lo único que lo separaba de ponerse muy nervioso.

"No te preocupes. Acabas de darme un infarto. Estamos a mano." Bromeó en voz muy baja. Aunque no tenía ganas, se alejó un poco de Giselle para que la situación no se pusiera incómoda y buscó la mano de ella en la oscuridad. "Larguémonos de aquí antes de que nos agarren." La condujo de la mano hacia la puerta de salida del castillo. En la oscuridad, le había parecido lo más efectivo para no perderse.

A medida que él hablaba y ella iba confirmando que estaba con él, comenzó a caer en la realidad. El arrebato iba quedando atrás y una sensación de incomodidad la iba invadiendo como plaga. Cuando Laz se alejó un poco, sintió calor brotando en sus mejillas y agradeció que la oscuridad lo ocultara.

Ni siquiera había prestado atención a las disculpas de Laz. Estaba tan turbada que no entendió lo que él dijo, pero que la hubiera rodeado con el brazo la reconfortó tanto como las más sinceras y explícitas disculpas.

Sintió la mano de él tomando la de ella y se dejó llevar en la oscuridad. Habían analizado las variables juntos y Giselle sabía que Laz estaba al tanto de a dónde tenían que ir.

En ese preciso momento Laz no recordaba mucho de lo que habían discutido sobre las posibles salidas. Estaba demasiado confundido por el gesto de ella para poder pensar con claridad. Lo que sí se acordaba era haberse decidido por la Casa de los Gritos, lo que implicaba tener que pasar por debajo del Sauce Boxeador. Durante el día no se le había ocurrido una solución a ese detalle en el plan de escape, pero ahora, adrenalínico como estaba, calculó que con petrificarlo bastaría. Era algo tan simple que se sintió tonto por no haberlo pensado antes.

La condujo por los terrenos de la mano, correteando pegado a la pared del castillo para no ser vistos desde las ventanas de los pisos superiores del mismo en caso que hubiera algún profesor con insomnio. Al llegar al punto complicado en que ambas guardias se cruzaban, Laz miró alrededor buscando algún lugar donde pudieran esconderse hasta que pasara el momento de tensión. Prefería esperar el rato que hiciera falta para asegurarse de ver el cruce de profesores, que correr por ahí pensando que no venía nadie y delatar su posición.

Señaló con un movimiento de cabeza los invernaderos a la izquierda de ambos. Dudaba que Giselle hubiera visto el gesto pero un segundo después la guió dentro del que estaba más cerca. Las paredes de vidrio les permitirían ver quien venía mientras que la espesa vegetación los escondía. Una vez dentro, buscó la mirada de Giselle con la suya, para ver que estuviera entera. El correr lo había dejado con la respiración entrecortada, así que se limitó a dirigirle una mirada inquisitiva. Tampoco quería arriesgarse a ser oído.

Laz había vivido muchas cosas meas que Giselle, a quien se le erizaba la piel con sólo tenerlo de la mano. Se había dejado guiar en la oscuridad, con el corazón acelerado palpitando con fuerza. La brisa fresca de la noche había sido revitalizante, pero poco duró ya que tuvieron que meterse en los invernaderos que curiosamente todavía guardaban algo de calor del día.

Y ahí estaba Giselle... parada sobre sus piernas, que le temblaban un poco de los nervios. En la oscuridad, tomada de la mano de Laz. El silencio sólo era roto por sus respiraciones entrecortadas. Tal vez fuera sólo su imaginación, pero sentía el calor del cuerpo de Laz a su lado, mezclarse con el calor que había juntado con la corrida.

Durante unos minutos, o tal vez fueron solo segundos, no se atrevió a mirarlo. Después lo miró, y descubrió que sus ojos inquisitivos ya estaban dirigidos hacia ella. Sintió una nueva descarga de adrenalina, y le apretó meas fuerte la mano de manera instintiva.

La pequeña aventura de prueba en que estaban organizando venía saliendo bien de momento, aunque ambos parecían estar internamente al borde de un ataque de nervios. Si eso no era ponerse al día con las emociones que generalmente se asociaban con la adolescencia, nada lo era. Incluso para Laz, que se había metido en otro tipo de problemas varias veces antes, aquello resultaba nuevo y emocionante. Había intentado mantener la cabeza despejada y su concentración en llevarlos a ambos a salvo fuera del castillo para no prestar atención a la cercanía de ella, que de no ser por el riesgo de ser atrapados que estaban enfrentando, lo hubiera dejado tanto o más turbado como a Giselle. En cierto modo, sentía que era su responsabilidad que no se metieran en problemas, porque había sido él quien había sugerido que ella se pusiera al día con las travesuras, por más que esa salida en particular hubiera sido idea de ella. También estaba el asunto del orgullo, que no le permitía admitir hasta qué grado el estar ahí encerrados en la oscuridad a solas lo afectaba.

Sonrió y le devolvió el apretón de mano. Luego hizo un gesto con la cabeza para señalar el vidrio delante suyo y se quedó mirando a través de éste con atención. Estaba bastante seguro de que verían la luz de las varitas de los profesores antes que a éstos mismos, pero por un momento temió que se les diera por vagar los terrenos en la oscuridad y ellos fueran a quedarse ahí esperando indefinidamente. Un par de minutos más tarde, los terrenos comenzaron a iluminarse al otro lado del vidrio y Laz se agachó para que la vegetación lo cubriera, estirando de la mano de Giselle para que lo imitara. Mantuvo la vista fija en el cristal casi conteniendo la respiración de los nervios, pero los profesores no tenían por qué revisar ahí. ¿Verdad? Oyó voces al otro lado e imaginó que deberían estar intercambiando información sobre la ronda o tal vez un simple saludo.

Se acercó a Giselle para buscar en la oscuridad la porción de cabello que estuviera cerca de su oído. "Contemos hasta doscientos para estar seguros y vamos." Indicó en un susurro apenas audible. Eso debería darles tiempo de alejarse lo suficiente como para no verlos.

Mientras Laz la hablaba al oído su corazón dio un vuelco. No por esa situación, sino porque había visto una sombra extenderse en el piso del invernadero. Una silueta humana. Al mirar hacia atrás, vio que por la puerta trasera del invernadero, había alguien a punto de entrar. Sacudió una mano temblorosa y le dio a Laz unas palmadas en el brazo para alertarlo.

Acto seguido anduvo a gatas y se metió bajó una mesa llena de macetas con unas plantas cuyas delgadas ramas con hojas, llegaban hasta el piso de manera llorosa.

Agazapada en su escondite, miró hacia atrás a ver si Laz la había seguido, al tiempo que la puerta del invernadero se abría bruscamente, rompiendo el silencio de la noche.

Con el rostro vuelto hacia ella, Laz no había percibido la sombra, pero se tensó de inmediato al sentir las palmadas de Giselle en su brazo. Instintivamente, se arrastró también por el piso en dirección a la mesa. Por un momento pensó en doblar en dirección a las macetas enormes y vacías donde podía meterse con facilidad, pero por las dudas que no alcanzara el tiempo, siguió a Giselle debajo de la mesa con la cortinas de ramas.

Laz estaba en cuclillas, con la cabeza mirando al suelo, para que su cabello negro le tapara el rostro y ocultara la palidez de su rostro que podía llegar a llamar la atención. Las manos estaban escondidas también en los pliegues de su ropa. Nunca le había venido mejor vivir vestido de negro. Esperó en silencio, aguantando la respiración a la espera de que la situación se desenvolviera.

Al ver que Lazarus estaba con ella se sintió más tranquila. Como ella también era excepcionalmente pálida, imitó su gesto y se cubrió con el cabello.

Seguramente todo transcurrió en unos pocos segundos, pero para Giselle fue una eternidad. Sentía a esa persona entrar y recorrer el lugar, caminando, haciendo ruido con cada paso. En un momento estuvo junto a la mesa bajo la cual se ocultaban y no sólo aguantó la respiración, sino que sintió como si todo su cuerpo se quedara completamente tieso, como si repentinamente se hubiera vuelto de concreto. Sentía su corazón latir y parecía que cualquiera podía escuchárselo. Sentía también su propia sangre recorrer el cuerpo.

Pero ni un suspiro dejó escapar.

Al mirar los pies del extraño, vio que se trataba de calzado de hombre. El sujeto se alejó de ellos, y salió del invernadero. A pesar de que ya no estaba ahí, Giselle no podía respirar, seguía conteniendo la respiración, y lo hizo durante varios segundos más. Cuando consideró que todo se había calmado, se giró a Laz nuevamente para ver cómo estaba.

Intentó espiar entre sus mechas para ver si Giselle lo había imitado, pero tenía el cabello demasiado grueso como para poder ver a través de él. Si un rato antes había dicho que ella lo había infartado, ahora le parecía un chiste en comparación con el nivel de alarma en que se encontraba. Al igual que ella, estaba completamente inmóvil y aguantando la respiración de manera instintiva. Estaba en puntas de pie, abrazándose las rodillas de forma tal que le quedaran las manos bajo los brazos y con la cara enterrada en su pecho, cubierta por la melena. De haber tenido uñas largas, se las habría estado clavando terriblemente contra las palmas de puro nervio.

La falta de oxígeno le quemaba en los pulmones para cuando finamente se dignó a salir de esa posición y espiar. Había dejado pasar bastante más tiempo que ella porque quería estar totalmente seguro de que no lo estaban induciendo a una falsa sensación de seguridad antes de atacar. Había esperado a que pasara cierta cantidad de tiempo después de que los pasos se alejaran antes de levantar la cabeza, pero cuando lo hizo, buscó a Giselle con la mirada de manera instintiva. La miró preocupado pero no dijo nada. Algo después, se animó a salir debajo de la mesa y se acercó a la puerta para asegurarse de que no hubiera nadie afuera. Así y todo, miró con cuidado por la rendija entre las plantas que había utilizado antes para quedar oculto.

((Recién llego, alta fiesta))

Giselle lo siguió con la mirada, pero se quedó en su lugar, aguardando a alguna señal de él antes de salir de su escondite. Laz la hacía sentir segura, de alguna manera. Por más que sabía que ambos habían pasado por un ataque de nervios bastante marcado... estando con él era diferente.

Siguió esperándolo, en silencio.

((Y me fui a dormir aunque sea una hora...))

((¿Un jueves a la noche? Buena onda =))

Laz observó por la ventana durante un par de minutos antes de convencerse de que ya nadie saldría por ahí y recién después de eso volvió a buscarla. La miró inquisitivamente buscando saber si estaba bien después de ese encuentro cercano con vaya uno a saber qué profesor. Le tendió una mano dispuesto a sacarla de la escuela como pudiera.

((Se, fiesta de fin de año. Nos firmaron las libretas y fuimos a bailar. Así es como trabaje hoy :Q_________. Che, tengo un problema, porque me está costando no manejar a tu personaje. Quiero poner que lo sigue a Lazarus fuera de los invernaderos, pero no puedo porque él no salió todavía, nomás le tendió la mano. Problema de inexperta, ya le voy a agarrar la mano al asunto este del rol ))

Tomó la mano de Laz, con más confianza que veces anteriores. Antes, cada vez que él le tendía la mano, era como si todos sus pensamientos se evocaran a ese hecho. Como si su mano fuera de golpe el único lugar de su cuerpo. Conforme enfrentaban situaciones juntos, más aun si implicaban una aventura adrenalínica, se iba acostumbrando a que el chico realmente existía y permanecía allí con ella. Poco a poco dejaba de sentir que era todo un sueño y que él de golpe desaparecería en el aire haciéndola despertar.

Ayudándose de la mano de él, salió del escondite, y lo siguió.

((Con mi permiso podés manejarlo tranquila en este tipo de detalles que son insignificantes y todos sabemos a dónde está yendo la intención de ambos personajes. Por eso puse que él tenía la intención de sacarla del castillo, para que se entendiera que tenías mi autorización de decir que lo siguió por los terrenos o hasta cualquier punto en que salieran de éstos. Como ahí que vos me das autorización para guiarla diciendo que lo sigue.

Para casos más confusos, siempre podés manejar al otro personaje un poco cuando es obvio que se pondría denso tener dos o tres mensajes de ellos viajando a X lugar y poner en fuera de personaje algo como "Perdón. Apuré un poco. Cualquier cosa avisá y edito." que es lo que se suele hacer en estos casos. Entonces viene la otra persona y te dice que no hay drama y listo. Lo peor que puede pasar es que alguien te pida que edites, y tampoco es tan grave.))

Laz la guió por los terrenos en una línea bastante recta hacia el Sauce Boxeador. Pasado el cambio de guardia, no deberían tener más encuentros con profesores en teoría. Cuando la ruta se hubo alejado un poco de la pared del castillo, miró hacia las ventanas de ese lado para asegurarse de que no hubiera luz en ellas. En caso de que algún profesor aún estuviera despierto, tendrían que ser mucho más cuidadosos para no ser vistos.

((Tiro a ver si había luz en las ventanas.))

El miembro 'Lazarus Jones' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

'Una de cuatro' :

Como no había luz, Laz decidió arriesgarse y correr a través de los terrenos hacia el sauce, con la intención de petrificarlo en cuanto estuvieran a una distancia prudencial, salvo que a Giselle se le ocurriera alguna otra idea brillante para acceder al pasadizo en una sola pieza.

((Yo sé cómo, pero la verdad es que no estoy segura de que Giselle lo sepa. Es decir, ¿es un secreto a voces que para que se paralice el sauce hay que apretar el nudo del tronco? ¿O sol lo saben Harry, Ron y Hermione. De entrada, me imagine que Giselle se aprovechaba de que es extremadamente flaca, y se arrastraba hasta ahí... pero después me entró la duda de si sabe que es así, y que si lo sabe, cómo se enteró. Chau, estoy muy rígida hoy, se me fue toda la fluidez))

((Hmm, me parece que es algo de los personajes principales de HP, porque la mayoría de los alumnos de Hogwarts eran menos quilomberos y no se andaban escapando tanto. Andá a dormir un rato. seguro estás re muerta de anoche.))

((Ya está, tengo una idea, te la paso por MP))

Cuando llegaron frente al Sauce Boxeador, Laz se detuvo. Sacó la varita y le lanzó un 'petríficus totalus' con la mayor confianza, pero el hechizo no funcionó. La corteza del árbol era demasiado gruesa para que un simple hechizo como ese lo paralizara. Laz tendría que haber sido un mago adulto excepcional como Snape para que su conjuro lograra traspasar la corteza del Sauce. Terco como era, lo intentó de nuevo con similar resultado.

Masculló una interesante combinación de insultos. Aquello arruinaba sus planes para la noche y amenazaba con hacer lo mismo con la salida del fin de semana. Fustrado, Laz pateó lo primero que tenía a mano, una piedra que salió volando por los aires para ir a estrellarse en algún lado entre las raíces del árbol.

Giselle era nueva en el colegio y no había contemplado nunca la fiereza del Sauce. Tomó una rama seca del piso, y la acercó a una de las llovidas extremidades del árbol. La tocó apenas, y no pasó nada. La golpeó un poco y nada ocurrió. Miró a Laz, intrigada. Ella no había probado ningún conjuro porque de más tenía por sabido que no era una bruja lo suficientemente poderosa para su edad. Pero, aparentemente, el conjuro de Laz había funcionado... ¿o no?

_Está inmóvil... parece que lo conseguiste -murmuró despacio.

Laz se sorprendió al ver lo que había pasado. Tenía siete años de ver a ese árbol moverse independientemente del viento como para saber que algo raro había, pero estaba seguro de que sus hechizos habían fallado. ¿Podía ser que sin querer hubiera hecho algo con esa piedra? No tuvo mucho tiempo de ponerse a pensar en eso porque enseguida su atención se centró en Giselle, que se acercaba peligrosamente al árbol. Temió que fuera a hacerle algo pero la acción de ella lo tomó tan por sorpresa que no atinó a decir o hacer nada más que mirarla. Al menos ahora estaban seguros de que el árbol no se movía, pensó.

"Pero mis hechizos no funcionaron..." respondió confundido. Observó un momento más al árbol antes de decidir que no era seguro que se quedaran ahí de todas formas. "Tenemos que investigar eso más tarde. Vámonos." La volvió a tomar de la mano y se acercó al árbol para examinar sus raíces con más atención. Tuvo que soltar la mano de Giselle cuando encontró el hueco que era la entrada del pasadizo, pero una vez que se había deslizado dentro y encendido la varita, descubrió que el mismo se ensanchaba más adelante. "Adelante es más ancho." Informó levantando la voz lo suficiente como para que lo oyera desde afuera. "Sígueme." Comenzó a andar en cuatro patas por el pasadizo.

_Está bien, pero si caemos durante varios minutos, y luego hay un conejo blanco con un reloj... no lo sigas -bromeó en su usual tono monótono, preguntándose si el pillaría el chiste. Después de todo, no conocía a muchas personas que leyeran tanto como ella.

No puso objeciones a nada, y sin temor, lo siguió en la oscuridad. Mientras se deslizaba perdió un poco el equilibrio y cayó mal. Se torció el tobillo izquierdo, pero no hubo mayores daños.

Rió de manera nasal. Laz tenía una madre muy muggle... y muy madre. Le había leído la mayoría de los clásicos muggle de chico aunque él no quisiera escuchar algunos de ellos y la resintiera por no haber sido bruja y enterarse recién de adolescente de los cuentos de Beedle el Bardo.

Cuando llegaron a la parte en que el túnel se hacía más ancho, Laz dejó de andar en cuatro patas y se incorporó para darle descanso a su espalda. Recién ahí pudo darse vuelta para ver si ella lo seguía y en qué condiciones estaba. "¿Todo bien?" Preguntó. Tenía la espalda vuelta al túnel pero en el fondo podía verse un atisbo de luz un par de cuadras más adelante.

Giselle respondió primero con un asentimiento, y luego recordó que con tal oscuridad seguramente él no lo habría notado. Entonces, de manera algo tardía respondió:

_Sí -no mencionó el tobillo, aunque le dolía bastante. No quería parecer una niñita.

Como sus ojos estaban acostumbrados a la oscuridad, notó la luz y comenzó a caminar hacia ella. Quiso tomar al Laz de la mano, pero a escasos centímetros de hacerlo le dio vergüenza, y decidió algo un poco menos personal: lo tomó del brazo para continuar.

((Pego una acelerada, si te jode avisá y edito))

Caminaron el trecho restante, pendientes de su entorno. Tanto paredes, como piso y techo eran muy irregulares y por eso necesitaban agacharse, saltar algún hueco o incluso, pasar de a uno por algún lugar. Llegaron al final y vieron que la luz provenía de una puerta de madera cuadrada que estaba justo sobre ellos. Debía pertenecer a alguna parte del piso de la Casa de los Gritos, según dedujeron. Estaba mal cerrada, y por eso se filtraba bastante luz. Acusaron el oído para asegurarse de que estaban solos, y luego, empujaron la puerta.

((No. Está perfecto.))

Con más luz de por medio o tal vez en un espacio más abierto, Laz quizás hubiera notado el tema del tobillo de Giselle, pero de momento no tenía manera de saberlo. De lo contrario, hubiera intentado hacer la marcha más lenta para no fatigarla ni causarle incomodidades innecesarias.

Al sentir el brazo de ella engancharse al suyo, Laz sonrió. Era un buen signo de que ella estaba dejando de ser el producto estrella de una institutriz excepcional para parecerse más a una chica de su edad, aunque a su criterio, todavía le faltaba un largo camino por recorrer.

Laz miró alrededor para asegurarse de que no hubiera algún otro peligro que no pudiera oírse y después entró en la casa de los gritos. El lugar estaba bastante venido a menos, pero a pesar de eso, no estaba sucio y algunos de los muebles parecían haber sido reparados. Sonrió para sí, pero no hizo comentario alguno de lo que le había pasado por la cabeza porque su acompañante seguramente no conocía a los implicados. Se preguntó si Christopher ya habría dado el siguiente paso con Geezer o seguiría nada más mirándola con ojitos.

Miró su reloj y tomó nota mental del tiempo que les había tomado llegar desde el encuentro hasta ahí, porque recordaba la hora que era cuando había salido de la sala común de su casa. "Nada mal. ¿Eh?" Le dedicó una mirada de complicidad.

Giselle miraba alrededor concentrada. Cada vez que llegaba a un lugar nuevo, lo repasaba detalladamente con los ojos tomando nota mental de cada ínfima característica.

_Algo anda mal -dijo súbitamente, ni siquiera había prestado atención a lo que Laz había dicho.

Miró el piso y la mesa. Deslizó la vista nuevamente por la pared más cercana, y después por el piso.

_Esta casa no está abandonada -sentenció completamente segura-. Los rumores populares dicen que lleva mucho tiempo abandonada, y que está embrujada. Pero esa mesa tiene tres patas oscuras y arruinadas... pero la cuarta es de otra madera y está prácticamente nueva. Los bordes del piso están cubiertos por una espesa capa de polvo, que se va disipando hacia el medio... está bien, no soy una experta, pero si nadie entrada hace mucho ¿no tendría que estar todo el polvo por igual?

Había visto más cosas, pero no creyó necesaria decirlas.

Laz se tensó ante las palabras de Giselle y le dedicó una mirada preocupada un momento antes de volver a escanear el cuarto con la mirada. Al oír su explicación un momento después, sonrió y se relajó. "Tendría... pero no deberías creer en todo lo que se dice por ahí." Bromeó. Su sonrisa se ensanchó y su rostro reflejó una expresión de picardía casi infantil. "Además, hoy estamos a salvo. No es luna llena." Le sostuvo la mirada un momento, con complicidad. Después volvió a pasear la vista por el cuarto. Eso le dio una idea.

"¿Quieres jugar a algo? Ya que nos tomamos la molestia de escapar del castillo..." Se encogió de hombros.

Giselle dudaba que hubiera algo a qué jugar ahí. Luego pensó que estaba en una casa dada por abandonada, en medio de la noche, con un chico que le ponía los nervios de punta con tan solo tomarle la mano. Sí, pensó entonces que de seguro había muchas cosas consideradas "juegos" que se pudieran hacer. Pero no podía conectar a Laz con ninguna de ellas, él se había mostrado prudente y respetuoso con ella en todo momento.

Relajó los hombros, e intentó no mirarlo con desconfianza al decir:

_¿A qué?

Demasiadas opciones acudieron a la mente de Laz a la vez. Como buen fanático de los juegos mentales y matemáticos que era, tenía media docena de nerdadas de ese tipo en la punta de la lengua, pero le pareció que no eran exactamente el tipo de actividades que la llevarían por el camino de la vida normal de un adolescente, así que descartó la mayoría de los juegos de lógica. Obviamente, se le ocurrían otra clase de juegos más similares a los que Giselle tenía en mente, pero se había pasado demasiados años diciéndose superior a la mayoría de sus pares faltos de modales y respeto por las chicas como para rebajarse a su nivel. Sobre todo cuando ella le caía bien y no quería dejar de verla por una cosa así.

"No lo sé... la ouija, gobstones, poker, verdad o consecuencia, pictionary, tutti frutti, batalla naval..." Enumeró. "¿Alguna preferencia?"

Le sonrió. Había juegos de los que nunca había oído hablar, pero otros los manejaba bastante bien. El Pictionary se le hacía demasiado eufórico. A menudo le sucedía cuando lo jugaba en grupos, que adivinaba el dibujo antes que los demás, pero no se animaba a decir la palabra y menos lo suficientemente fuerte como para que la escucharan. Su prima Lyra escuchaba cuando ella decía la palabra en tono inaudible, y la decía más fuerte, haciéndose oír. No lo hacía con el objetivo de llevarse su mérito, pero cuando le felicitaba, tampoco aclaraba que no había sido ella la que había adivinado. Eso generaba una fea situación para Giselle, que terminaba siendo la persona que nadie quería en su equipo. No le importaba demasiado, Giselle sabía cuáles eran sus cualidades y se sentía satisfecha sólo con poder adivinar la palabra correcta a gran velocidad.

No sabía qué era la batalla naval o el gobstones. El poker la aburría muchísimo, tanto como cualquier juego de cartas. Verdad o consecuencia nunca le había gustado. Le parecía un gran motivador para que los adolescentes hicieran el ridículo al elegir consecuencia, y como no le gustaba, siempre elegía verdad. Pero sus verdades a todo el mundo le resultaban terriblemente aburridas. "¿Has besado a alguien?" "No." "¿Qué es lo más lejos que llevaste con un chico?" "Hablar." "¿Puedes narrar una fantasía sexual?" "No, no puedo.". Esa era Sarah Adams. Demasiado monótona al hablar y al vivir.

Frunció el entrecejo al pensar en eso. No era lo que quería para ella.

_Verdad o consecuencia -eligió con seguridad.

Se preguntó si ella conocería alguno de esos juegos, considerando la poca infancia que había tenido. Tal vez le había complicado la existencia dándole a elegir entre juegos de los que no estaba del todo segura. La preferencia personal de Laz generalmente se inclinaba por los gobstones en ese caso, un juego mágico bastante similar a las bolitas muggle, donde se tiraban canicas dentro de un círculo con la intención de sacar las piezas del adversario de la zona de juego. Algo así como una partida de sumo entre bolitas de vidrio. Era bastante bueno pero ese lugar lleno de muebles y agujeros en el piso no era el lugar idóneo para ello ahora que lo pensaba más fríamente.

Enarcó levemente las cejas al oír la elección de Giselle. Se hubiera esperado algo que justamente no fuera a poner en evidencia su falta de infancia y adolescencia. Así como podía ser de serio y orgulloso, también era lo suficiente payaso para los dos si la situación lo requería, pensó. Tal vez pudiera hacerla reír. En ese sentido seguramente estaba bastante atrasada en sus lecciones de vida. En cuanto a las verdades, Laz tampoco tenía mucho para contar como para sentirse cómodo con ellas.

"Ok." Recorrió la habitación con la vista, en busca de un lugar donde poder acomodarse si iban a pasarse ahí un rato. Encontró la famosa mesa de la pata rara y se le acercó. Se sentó en ella con naturalidad, como si en su casa lo más normal fuera sentarse en las mesas y no a las mesas, y cruzó las piernas como los indios. "¿Verdad o consecuencia?"

Giselle hubiera esperado una sonrisa de complicidad, y la respuesta monosilábica la desalentó un poco. Sin hacer demasiado aspaviento, se sentó en el piso.

_Consecuencia -eligió. Sí, haría el ridículo si la situación lo requería. Ya lo había decidido.