Dos libros con la misma portada

Mike llevavba suficiente tiempo sufriendo a su madre biológica diciéndole por todo medio de comunicación posible que hablara con su hermano gemelo ahora que se había reencontrado toda la familia.

En un principio, él no había querido saber nada con nadie de ese grupo, pero tanto había insistido la vieja, que eventualmente, descubrió lo que el resto de la familia ya sabía: que era más fácil darle bola y evitar escucharla que tener que padecerla.

Por eso, le había escrito a su hermano gemelo con la intención de encontrarse para tomar unas cervezas en el caldero chorreante.

Era la primera vez que se verían a solas, sin el resto de la familia, desde que tuvieran siete años, pero Mike no estaba ni un poco nervioso. Las veces que se había cruzado con Matt le había parecido un pollerudo de la madre que no tenía nada que ver con él y cómo manejaba su vida. Estaba convencido de aunque se vieran iguales, eran muy diferentes, pero una cerveza no iba a matarlo... y después de un largo día de trabajo en el hospital, le vendría bien de todas formas.

Matt no le dio tanta vuelta al asunto. Le parecía raro que su hermano lo citara, porque no había mostrado demasiado interés en él ni en nadie de la familia durante las pocas reuniones en que habían coincidido, pero pensó que tal vez ahora se le diera por aclarar las cosas... o hablar de lo que sea que dos gemelos separados durante toda una vida pudieran tener que hablar, y que quisiera hacerlo lejos de las narices del resto de los Roger/Dark.

También cabía la posibilidad de que su madre hubiera metido la zarpa en medio, pero Mike parecía muy cambiado y poco dispuesto a dejarse manipular por la señora de la mafia y el tráfico de bienes mágicos no comerciables de clase XXX en adelante. Pero no creía que fuera factible. Parecía que el tiempo había revertido la situación y ahora él era el hijo mimado y el polleras de la madre mientras que Mike era el independiente y rebelde, por muy doctor que fuera. ((Uhh ¡¡van a estar en bandos opuestos cuando se desate el quilombo!))

No se hacía ni problemas ni espectativas de esa noche. Las espectativas se las había hecho la noche en que lo había reencontrado y se había llevado la decepción de su vida, de manera que ahora que había digerido y enterrado el momento detrás de capas y capas de orgullo, ya nada le cambiaba... al menos, de la boca para afuera.

Entró en la taberna y buscó con la mirada la cabeza de huevo a la que se había acostumbrado, la manera de la vida de recordarle que jamás se rapara. 

—Mikey! —Saludó con efusión después de acercarse a él para darle uno de esos abrazos de hermano y palmearle la espalda. A pesar de las decepciones, prefería tener a su hermano vivo antes que muerto.

—¡Matt! —Le devolvió el saludo con igual entusiasmo aparente y sonrisa default. Ambos sabían ser carismáticos y compradores cuando hacía falta, y caer bien venía dentro de las habilidades en ese combo. Tampoco él sentía afecto y la desilusión al reencontrarse había sido mutua. Mike no traía toda la mochila de ilusiones de Matt encima, pero sí esperaba alguien que fuera como él, que se aburriera de estar ahí y no quisiera saber nada con la familia esa. En cambio, se encontró con el perrito faldero de mamá y papá y el nene dentro de él lo odió por sacarle el lugar.

Ahora que había visto más de la familia, se sentía agradecido por ello. Su infancia había sido tan mala como la de su gemelo, o más bien peor, siendo el sujeto de experimentos de Nutter, pero dentro de todo ahora que era un adulto podía hacer lo que quería y llevaba una década siendo el dueño de su propia vida. Parecía que Matt no podía decir lo mismo.

((Era la idea, que estuvieran en bandos separados... pero la idea era que se quisieran. Vamos a tener que trabajar bastante en est me parece.))

—Ven, siéntate —le dijo ofreciéndole el asiento frente al suyo con un gesto y volviéndose a sentar. Le hizo una seña al mozo que les trajo dos cervezas, como él ya había arreglado antes. —No hemos tenido oportunidad de ponernos al día con tanta gente en esas reuniones, hermanito —dijo en tono burlón pero carismático.

—¿Cómo estás, colega? —Le devolvió el saludo de manera animada. Él también era un excelente mentiroso y disimulador, aunque había eledigo "colega" a propósito porque como un hermano no lo sentía. Jax era más hermano suyo que Mike hoy por hoy.

Sonrió tan brillantemente como siempre que estaba poniendo un show para alguien o intentaba caer bien. Desde afuera debía verse de lo más simpático. Dos tipos lindos, muy parecidos, casi idénticos, pero con distintos estilos, bastante felices de verse; todo sonrisas y atenciones el uno con el otro.

Aceptó el ofrecimiento y se ubicó frente a Mike en la otra silla. Sonrió y agradeció al dueño del bar por traerles las bebidas.

—Es verdad —admitió al pasar— uno nunca tiene mucha oportunidad de hablar bien con nadie en esas reuniones. Son un tremendo caos, pero mamá insiste en mantener a toda la familia junta —explicó como si fuera natural, casi sin darle importancia. —Pero cuéntame de ti —pidió seguro de que sobre él ya habría leído suficiente en el diario para formarse una opinión, por más que probablemente no fuera favorable. —Ya bastante te debe haber hablado mamá de mí como para que no quieras volver a escuchar otra palabra en el resto de tu vida —bromeó con un dejo de complicidad. Sabía lo pesada que se ponía la vieja y había notado la poca gracia que sus atenciones le causaban a su hermano, así que asumió que su mejor opción ahí era ganárselo hablando no tan bien de su madre que, por otra parte, no era ninguna santa.