Buscando un mueble viejo (abierto)

El año anterior había sido en verdad bastante difícil para el pobre joven nórdico ((añadamos: hombre lobo, millonario, anticuado y cuantos otros adjetivos se le puedan aplicar, jajaj)).

En principio, el golpe cultural que había recibido al ingresar al colegio todavía no terminaba de sanar. No que fuera una herida, pero sinceramente esperaba que el mundo fuera de una manera muy distinta a lo que se había encontrado.

Los jóvenes no perseguían sueños de gloria y las jóvenes distaban mucho de ser castas y refinadas. Todos fumaban, tomaban, faltaban a clases, se besuqueaban en cualquier esquina del colegio, descuidaban sus tareas, etc. Todo esto lo había llevado a entablar relación con muy pocas personas, fuera de su círculo intimo reducido a aquellos que vivían con o cerca de la granja de los Moxley.

Además, su condición de hombre lobo hacía que fuera todavía más complicado el parecer normal a los ojos de la comunidad mágica. Ya suficiente era con haber entrado al colegio apenas dominando el idioma y con 16 años. La torre Este había sido su lugar de confinamiento durante sus transformaciones y la había tomado como una especie de lugar de asilamiento.

Tanto para bien propio como para el de los demás... todavía recordaba las impresiones que le había dejado ese intento de las autoridades de llevarlo al bosque prohibido las noches de luna llena. Confiaba en que la torre Este era bastante más segura pero había deseado que fuera aunque sea un poco más acogedora.

En pos de este fin, se encontraba buscando entre los distintos cuartos algún mueble que le resultara útil para las noches en que se encontraba encerrado en aquella parte del castillo.

Otro poco podía decirse del premio anual, otro gigantón de casi dos metros, que entre los dramas familiares y los dramas personales/sentimentales, había sufrido una apaleada bastante grave. Lo más divertido, es que lo que se le venía en los próximos meses iba a ser todavía peor. 

De momento, tenía suficiente con una novia que no era el amor de su vida... y el amor de su vida, que no era más su novia y había dejado de hablarle después de una acaloradísima discusión que habían tenido el primer o segundo día de clases. 

A raíz de ésto, John venía en busca de un lugar aislado donde poder sentarse a pensar un poco en qué hacer. Tenía dos opciones claras delante suyo: O intentar conformarse con lo que tenía ahora, o tragarse el poco orgullo que tenía e intentar volver a retomar la relación con la mujer que lo había engañado con todo el colegio y algunos estudiantes de intercambio... entre otras cosas.

Estaba muy al fondo de una de las últimas habitaciones de la torre, tirado panza abajo sobre un diván de patas rotas, con la cabeza apoyada en las manos y la mirada perdida. Llevaba varias horas ahí sin encontrar respuesta a sus preguntas, que cada vez eran más.

Los cuartos por los que iba pasando tenían de todo un poco, y si bien no sabía bien qué buscaba en particular, estaba seguro que lo reconocería al encontrarlo.

Vagar por esos corredores lo había puesto a pensar en la cantidad de cosas innecesarias que guardaban los magos. Parecía ser una característica inherente a poder usar magia. Incluso sus padres tenían montones y montones de cuartos llenos de mobiliarios, alfombras, libros y demases que pocas veces visitaban, pero que por alguna razón no salían de sus vidas.

Había sillas de todo tipo, planchas de madera, mesas, mesitas, pupitres, otras cosas que parecían columnetas con una apariencia realmente antigua. Algunas camas o al menos partes de camas. Durante el recorrido iba tomando nota mental para saber luego de donde sacar cada cosa.

La sala común de Hufflepuff tenía muebles muy cómodos y no se veían en mal estado como todos estos, pero le daban una idea de las cosas que necesitaría para estar levemente cómodo durante su encierro.

Sumido en estos pensamientos se sintió un poco perplejo cuando encontró a John acostado en un diván en uno de los últimos cuartos que tenía para revisar. Su amigo parecía realmente perdido en sus propias cosas, por lo que dudó un poco si entrar y saludar o hacerse notar primero para no resultar inoportuno.

Optó por lo segundo, puesto que le pareció lo más cortés y correcto. Aunque John fuera lo que podía llamar como su mejor amigo, no quería molestarlo cuando estaba durmiendo, reflexionando, o simplemente pasando su tiempo libre sin que nadie lo molestara.

Carraspeó un poco con la garganta y esperó la respuesta apoyado de manera casual en el umbral de la puerta.

El joven comenzaba a cansarse de darle vueltas a los mismos conceptos sin que nada nuevo apareciera y estaba comenzando a contemplar la idea de marcharse si no aparecía "nada nuevo" en los siguientes minutos cuando oyó un carraspeo y se sorprendió. Lo primero que imaginó, viviendo en ese castillo y considerando el ala en que se hallaba, era alguna parejita de idiotas que no sabían que él era el Premio Anual y que pretendían que desocupara el sillón para que ellos pudieran entretenerse manoseándose un rato ahí. Lo segundo: que a demás fueran de Slytherin y supieran quién era pero quisieran ponérsela difícil. También podía haber sido su hermano Sy, pero eso no se le ocurrió. 

Volteó con cara de pocos amigos, esperando tener que sermonear a alguien y se quedó un segundo azorado de ver que había errado tanto. Entonces se le suavizó la expresión y sonrió de manera amistosa. 

—Pasa, pasa. No está muy bien decorado, pero es todo mío... —bromeó sentándose y abarcando el lugar con un gesto, como si aquella fuera su casa. Como lo habían desheredado y no tenía un cobre, bien podía haberlo sido. 

—Pensé que sería alguna parejita intentando echarme —confesó mientas se estiraba.

Entró inmediatamente después de que su amigo lo invitara, viendo agradecido que su forma de proceder había sido poco invasiva y a la vez bien recibida por John.

—Un reino digno de un emperador, claramente— dijo copiando un poco el tono de broma en el que se había apoyado anteriormente su amigo.

—Doblemente errado colega, y hasta podría decir que triple si nos agarramos de la parte de "parejita".— se rió un poco por lo bajo ya que con él podía tener ese tipo de intercambio que no le nacía con casi ninguna otra persona. Tal vez con Lex el año anterior, pero las cosas habían cambiado significativamente entre ellos después de las vacaciones y ella seguramente todavía le guardaba rencor por haber desaparecido tanto tiempo sin comunicarse.

Se acercó un poco más a John y agarró una silla que parecía segura para sentarse. La emprolijó desempolvando un poco la superficie y la enderezó para comprobar que tuviera las cuatro patas en su lugar. Acto seguido se sentó con cuidado, distribuyendo su peso estratégicamente mientras esuchaba la madera quejarse por el peso del tremendo cuerpo que tenía encima.

Rió de manera breve al recordar la mansión de sus padres. —Por comparación, entonces, la casa de mis padres vendría a ser como un planeta aparte... —pensó en voz alta, todavía con tono jocoso. El resentimiento con su familia se había enfriado bastante de su parte después de varios años de no vivir con ellos. Parecía una pesadilla lejana más que su niñez y estaba cómodo y agradecido por la posibilidad de vivir y trabajar en la granja de los Moxley. —Me quedo con mi reino de polvo y piedra... todos los días —concluyó acomodándose en el sillón como si realmente fuera su trono, en una postura más cómoda que digna, pero el Premio Anual también se sentía "en familia" frente a su amigo, de manera que se tomó sus propias libertades. 


Primero levantó las cejas y después levantó las manos para medirlo con los pulgares y los ojos entrecerrados, como imitando a un artista. 
—No es por ofender, pero tranquilamente pasas por dos en estos días. Al menos de ancho —bromeó con despreocupación. Sus problemas ya los había enterrado ahora que estaba con alguien más, como hacía siempre. A esa edad y con lo que ambos comían y el tipo de contextura del nórdico, uno hasta podría sospechar que a demás de comida se metía alguna que otra poción para ensancharse el lomo. No que a John le cambiara mucho a decir verdad. Él mismo había mejorado su físico y su postura al trabajar ayudando en el campo del tío de su amigo. Tal vez a Christoff le había sucedido algo parecido, si bien lo más probable era que se tratara de una cosa de los hombres lobo y su desarrollo.



—No que sea mi deber de prefecto preguntar —continuó bromeando— pero ¿qué estás haciendo en la peor pesadilla de los alérgicos? —Así era como Ly siempre había llamado a la torre Este.

—Hey, no soy gordo, solamente fuertecito— había esuchado la expresión el año pasado de un estudiante de tercero o cuarto. La había guardado mentalmente porque le parecía divertida y a la vez sincera al menos en su caso. El autor original había sido un colorado rollizo, con la boca llena de pastel de papas a la hora del almuerzo.

Se rió internamente por su chiste y procedió a ponerse un poco más cómodo ahora que había verificado que la silla podía aguantar su peso. Aún así la madera volvió a crujir cuando estiró un poco las piernas hacia adelante, apoyando solo los talones de los zapatos en el piso y pasando el brazo por detrás del respaldo.

—A decir verdad estaba buscando algunos muebles para amenizar mi alcoba mensual aquí en la torre. El año pasado no quería tocar nada para no contrariar a ninguna autoridad, pero éste decidí que no hacía falta estar incómodo solo por estar recluido — había llegado a esa conclusión luego de leer algunos artículos sobre prisiones muggles en Noruega y Suecia. Allí los prisioneros contaban con comodidas semejantes a lo que sería un hotel barato en un país primer mundista.

El tiempo en que se sentía un monstruo por ser hombre lobo había pasado, dejando lugar a la comprensión y la aceptación, al menos de a ratos. A este tipo de pensamiento había contribuido John, aunque en su mayor parte se lo debía a Lex y a sus gruñidos motivacionales. Si otra gente podía quererlo a pesar de todos sus defectos, por qué no podía hacer él lo mismo?

John, que compartía una buena dósis de los amigos muggles de Lex y Giz en Cumbria, rió con ganas del chiste antes de preguntarse lo lógico. —¿De dónde sacaste eso? —Le preguntó con curiosidad. —No te veo cursando Estudios Muggle —añadió medio en broma. Él sí cursaba dicha materia.

Él se había acomodado de manera similar unos momentos antes, lo que le trajo recuerdos de su infancia, jugando un juego tonto con sus hermanos donde una parte imitaba lo que hacía la otra de forma espejada. No lo mencionó.

Levantó las cejas y luego de bajarlas, sonrió ampliamente. —Me alegra oírlo. Siempre dije que tus aposentos temporales carecían de comodidad y buen gusto —bromeó. Apenas había estado en ellos un par de veces y de pasada, pero le había bastado para hacerle notar que podía tener más que eso.  Los chicos en ese colegio se tomaban tantas libertades que las autoridades ya no se molestaban en intentar incentivarlos en ese sentido. Christoff, en cambio, siempre se había tomado demasiado pocas a criterio de John. 

—Creo que tengo algunos almohadones con los que contribuir si me lo recuerdas en el dormitorio. Uno de mis hermanitos se unió al club de costura... —dijo con una expresión rara, entre avergonzado y abochornado— y me regaló media docena de ellos. En realidad no están nada mal. Tienen relleno ergonómico y toda la bola. 

No le hacía problema que Lex y Giz se dieran mutuamente, pero prefería que su hermano se hubiera inscrito ahí para hacerle levante al sinfín de chicas que había. 

—También tengo varias frazadas extras, pero si estás buscando floreros y cortinas, será mejor que le preguntes a alguien con pollera... algún escocés por ejemplo —añadió en plan de hablar puras tonteras.

—Hablando de eso —pareció profetizar un cambio de tema— ¿Ya viste al nuevo guardabosques? —Preguntó con complicidad. La mayoría de la gente no lo habría notado, pero él había visto a Christoff demasiado a menudo como para no reconocerlo. —Escuché que tiene a muchas alumnas suspirando por los pasillos. Parece que los hombres peludos van a ser la moda este invierno.

—Se lo escuché decir a un gordinflón en la comida — rió esta vez un poco para afuera puesto que la anécdota ya podía ser compartida, luego escuchó los chistes y comentarios que le hacía su amigo, poniendo una expresión bastante similar a la de John al escuchar que su hermano se había vuelto costurero.

—Club de costura? Ni siquiera sabía que existiera uno— trató de hacer memoria pero de verdad no le venía a la mente alguien que perteneciera a dicho club. Inmediatamente después se acordó que sabía realmente muy pocas cosas de la vida general del castillo, así que probablemente fuera lo más normal y a él se le había pasado por alto por pura ignorancia.

Al escuchar las características de los almohadones no pudo más que hacer una mueca de asentimiento un tanto desorientado. Los almohadones siempre le habían parecido ese tipo de cosas que las mujeres mantenían de a centenares sobre sus divanes y camas, mientras que para él solo eran estorbo en el medio de un buen descansar.

—Lex no tiene polleras, y francamente la sola imagen de verla con algunas me hace gracia... no amigo, estaba pensando en superficies más que nada. Mesa, cama, sillas, algun estante, no mucho más — le contestó haciendo memoria de su lista mental y luego riendo por el pequeño chiste del escocés.

—No me digas. No lo he visto aún, pero dudo que las mujeres puedan llegar a estar dispuestas a considerarme a mí de moda. Mucho menos por los pelos, a no ser que sea temporada de caza tal vez.

Levantó las cejas y asintió una vez como si lo encontrara interesante. 

Asintió con la misma expresión rara y después se encogió de hombros con una sonrisa torcida y resignada. Cada uno... pensó. Por otra parte, sus hermanos eran todos unos personajes... por un motivo u otro.

—Hay tantos que es fácil perderse. Yo estoy en el de whittling, pero tengo amigos que están en el de música, dibujo, teatro, pintura, canto, ajedrez... —el tono de voz daba a entender que la lista seguía pero no tenía ganas de seguir pensando y esos eran los ejemplos que le venían a la mente más rápido. 


—Perdón entonces. Cuando dijiste que no tenías por qué pasar incomodidad, pensé que tu idea de amenizar las instalaciones incluía algún tipo de colchón sobre los tirantes de la cama —le tomó un poco el pelo. —Lo sugerí porque son espaciosos y creo que un perro grande podría hasta estar cómodo... pero si no te interesa, allá tu espalda... —se hizo el tonto que iba a seguir de largo a otra cosa y por eso sacó lo del guardabosques. 



Él también había tenido tiempo de crecer y madurar, lo que en John también se traducía en quererse más. Haber pasado dos meses y todo el verano sin Maureen hacía que hubiera empezado a tenerse más consideración que antes y a expresar sus opiniones un poco más seguido, al menos entre quienes le eran de confianza. Ahora caminaba más derecho y se defendía más de la gente que intentaba usarlo como alfombra como siempre había sido.

Rió un poco del chiste de su amigo y agregó: —Pues yo que tú no me acomodaría demasiado aquí en la torre. ¡Si se le llega a prender fuego la cabaña podrías llegar a tener compañía!

—Woah! Eso son muchos clubes! La gente de verdad se junta para hacer eso? Dónde se juntan? — se dio cuenta casi de inmediato  que estaba haciendo muchas preguntas respecto del tema, pero le había picado la curiosidad sobre algo que desconocía y casi siempre que era así intentaba acopiar información lo más rápido posible. No sabía todavía si quería unirse a alguno de esos clubes, pero su mera existencia le daba un poco de intriga.

—Ahora que lo dices, te he visto cada tanto con la navaja y los pedacitos de madera. Pensaba que era más que nada un pasatiempos, no tanto una tarea o actividad de grupo — al decir esto pensó que podría ser un limitante el tema de los grupos compartidos. Mucha gente no congeniaba con él, y le costaba bastante desenvolverse con desconocidos.

Le puso una mueca al reconocerse objeto de burla de su amigo. — Sí, supongo que algún colchón no vendría mal — acotó tratando de no ser cortante, pero como para dejar los chistes un poco de lado y ver si se ponía manos a la obra o no con el tema de la selección de muebles.

—Ya que estás tan cómodo en ese diván, tal vez podríamos llevarlo para mi cucha junto con esta silla y alguna que otra cosa que vi por allí. Vamos arriba — lo invitó poniéndose de pie y tendiéndole la mano para ayudarlo a salir de su letargo. — mientras puedes contarme un poco más del nuevo guardabosques.—

—Sí, hay casi demasiados. Es una buena forma de conocer gente. Me sorprende que el ni Marduk ni Varanen lo hubieran mencionado —dijo sinceramente. A él le taladraban la cabeza con que a los nuevos había que insistirles para que se unieran a algún club. Personalmente, John a muchos no les veía ni la razón de ser siquiera, como el que estaban intentando abrir sobre videojuegos muggle, por ejemplo. 

—Se organizan en las aulas vacías, después del horario de clase. Las aulas, los días y los horarios se van repartiendo según la disponibilidad y las necesidades de los otros clubes con más antigüedad. Si te interesan, tal vez deberías mirar la cartelera de anuncios generales en el Hall de entrada. —En esa, los anuncios se ponían a disposición de la gente de las cuatro casas a la vez. 

—Era un pasatiempos... hasta que decidí fundar el club —sonrió con orgullo, algo que rara vez se veía en él. —No somos muchos, pero es divertido poder compartirlo con otra gente. Sorprendentemente, la mayoría son de Slytherin y ni siquiera me caen mal. —Y eso ya era decir algo. —Hay una muchacha que te puede hacer las miniaturas más inimaginables sin siquiera usar magia.

Amplió la sonrisa que tenía al ver la expresión de Christoff. —Con dos de esos lo tienes resuelto... si puedes tirarle algo encima para tapar los estampados horrendos —comentó. Él los usaba para tirarse a leer en la cama, que siempre le quedaba chica y no encontraba posición cómoda. O al menos uno usaba para eso, el resto le ocupaban espacio en el baúl hasta después de un reduccio.

Ahora le tocaba a él ponerle mala cara. La idea de levantarse cuando finalmente tenía un rato tranquilo no le agradaba, pero era pecesito y se levantó nomás con la ayuda de su amigo, agradeciendo el gesto con un asentimiento leve. 

—¿Qué te puedo decir que no veas en el espejo cada mañana? Es alto, ancho, peludo... y se pone lunático cuando da paseos a la luz de la luna —bromeó sabiendo que en realidad, no eran tan parecidos y Christoff hasta era bastante más alto y ancho.

—Yo me fijaría primero que no tenga huevos de doxy o algo así. Sería de lo más desagradable encontrarse con una sorpresa así en ese estado y no poder hacer magia para aplacarlas. 

Se inclinó sobre el diván como para examinarlo pero no pareció encontrarle irregularidades. —Parece estar bastante entero. ¿Lo llevamos?

Al escuchar que el club de tallado en madera lo había iniciado él no pudo más que levantar las cejas y hacer aquella seña con la mano que indica que algo anda bien o que se hizo algo de manera satisfactoria. Por supuesto, los césares romanos lo hacían ver bastante dramático, mientras que a los jóvenes actuales les salía de manera casual y despreocupada. Cuando Toff lo hacía el gesto parecía un poco tosco y de alguna forma fuera de lugar, pero realmente lo intentaba.

Luego de la leve inspección que John le dio al sofá se acercó y se preparó para levantarlo con las manos. Justo antes de hacer palanca se frenó en seco y se volvió para mirar a su amigo. Toff estaba muy acostumbrado a hacer las cosas sin magia, puesto que a ésta la destinaba a situaciones más serias, o que ameritaran algún tipo de logro académico. Esto había sido en parte una de las grandes sacudidas culturales que había tenido al entrar al colegio, donde hasta las mochilas se llevaban a veces por medio de hechizos levitadores.

—No se tú, pero yo pensaba levantarlo y moverlo, pero si quieres nos evitamos la fatiga y simplemente lo flotamos.— esta consesión la hacía solamente porque su amigo venía de estar tranquilamente tirado y no quería hacerlo trabajar para él.

Su sonrisa se amplió y se hizo más simpática al ver que su amigo aprobaba o llegaba todo lo cerca de felicitarlo que podía. Para él había sido algo importante el hacer ese paso, si bien después tendría que dejar el liderazgo en manos de otra persona para poder hacerse cargo de su vida y otros problemas.

John también tenía una tendencia a hacer las cosas más o menos complejas sin magia, porque básicamente, apestaba mucho en encantamientos... y en todas las demás materias que no fueran cuidado de criaturas mágicas y tal vez estudios muggle.

—Si tú sabes moverlo, sería genial. Yo soy tan malo en encantamientos que podría acabar lanzándoselo a alguien por la cabeza o haciéndolo explotar —confesó con una risita avergonzada de su falta de capacidades mágicas. 


Miró a Toff como para saber si ponerse en la otra punta y levantar el sofá o mirarlo hacerlo levitar hasta la otra habitación. —¿Qué habitación tienes elegida para este año? —Preguntó con curiosidad.

—Nah, tu ve de aquel lado y lo levantamos.— La respuesta fue casi inmediata, ya conocía las capacidades mágicas de John por haberlo visto en clase. Como mago era realmente un muy buen amigo. No lo criticaba por ello, Toff tampoco era muy bueno a decir verdad. Las cosas que sabía se le daban por naturaleza, como el cuidado de las criaturas mágicas, o tal vez historia de la magia, pero sus proezas académicas no iban mucho más allá.

Se acomodó para hacer fuerza y esperó a que John hiciera lo mismo. Mientras tomaba posición se quedó pensando, la verdad no tenía por qué ser la misma habitación que le habían asignado el año pasado, pero era una de las más despejadas y las ventanas tenían buenas vistas.

—Creo que será la misma que el año pasado. No por cariño ni nada, pero no tengo ganas de cambiar mi pequeña pensión.— dijo por comentar algo simpático.

—Perfecto. Es lo más saludable —comentó visiblemente aliviado. Se posicionó del otro lado del sofá y comenzó a levantarlo. No le pareció que hubiera punto en esperar hasta contar a tres cuando los dos tenían bastante físico para arreglárselas con un sofacito. Ahora que lo miraba, le parecía endeble. 

—Genial. Así no me perderé por el camino —era capaz de perderse yendo a la esquina por el mismo motivo en que era un inoperante en clase: apenas si pasaba el test de IQ para ser normal y, como bien se había dicho antes, su cualidad más sobresaliente era la de ser un buen amigo, a lo que podría agregarse, ser una pareja con mucha pero mucha paciencia y una alta tolerancia a las mentiras. 

—Acá es donde vendría bien que mi hermana Claire no hubiera egresado —comentó mientas transportaba el sofá—. Ella solía hacerle a los muebles unos hechizos fortalecedores para que no cedieran ante el peso de... bueno, cualquiera de nosotros. Todos mis hermanos y yo somos bastante enormes.

Podía escribirle pidiendo las indicaciones, pero de ahí a que pudiera llevar a cabo el hechizo...

Soportando tranquilamente el peso del diván, comenzó a moverse hacia la entrada de la habitación, corriendo con el pie algunos trastos que podían ponerse escabrosos si uno llegaba a pisarlos al no poder verlos. Más que nada intentaba hacerle un favor a John, que por estar del lado trasero del avance seguramente no vería ese tipo de objetos.

Al llegar al umbral se dio cuenta de que así como su amigo entraba perfectamente cómodo y estirado en el diván, iban a tener que girarlo para que pasara por la puerta, además de tener que maniobrar un poco para que las patas no se rompieran.


—Gira un poco hacia tu derecha, unos pasos, para que yo pueda irme a la izquierda y sacar las patas por fuera de la habitación. — ahora que lo pensaba, tranquilamente podría haber hecho un "reducto" en los muebles que quería mover y llevárselos bajo el brazo, pero ahora tenía que decirle esta idea a John y tampoco quería incomodarlo haciendo despliegues ni nada. Además, era divertido este tipo de mini puzzles mentales que se presentaban a la hora de mover muebles.

—Entendiste? Puede que me haya explicado mal, sabes que derecha e izquierda son conceptos que muchas veces me evaden...— dijo como para hacer un poco más entretenida la acción.

((me voy a dormir en un ratin así que leo tu post mañana, si?))

((En realidad lo que había puesto en el primer post es que las patas la tenía todas rotas, pero no importa, no es grave, lo edito. Lo achaco a que tenías sueño. Yo me había ido a dormir también.))

John lo siguió levantando la parte trasera del peso del mueble. Iba mirando a los lados para no chocarlo con nada que pudiera romperlo más todavía, pero cierto era que lo que había abajo del sofá no lo veía. 

Se detuvo al llegar a la puerta y ver el mismo problema que su amigo había encontrado. Con ese placard enorme en el medio, justo al lado de la puerta, formando un ángulo con la otra cómoda, no había ángulo cómodo para pasar el diván así como venían.

Amagó a arrancar hacia la izquierda y después se movió hacia la derecha. Levantó la mirada para confirmar que nadie hubiera visto su paso en falso y justo Christoff le dijo eso. Se sintió como el rey de los idiotas. —No, sí... te entendí. Se ve que a mí también me evaden —y bastante seguido, pero él nunca había sido consciente de eso hasta ese momento. En realidad, la mayoría de los conceptos lo evadían gran parte de las veces. 

—Igual no sé si va a pasar... —pensó en voz alta. —Tal vez deberíamos inclinarlo verticalmente un poco y pasar una punta por encima de la cajonera...

Pensó que tal vez se estaba enroscando demasiado. Hasta se había imaginado pasarlo con las patas para arriba para evitar que se rompieran y todo, pero era complicarse mucho.

((que las patas estén rotas no quiere decir que estén totalmente desintegradas No sé, por ahí justo las partecitas que sobresalían del cuerpo principal del diván joden lo mismo que si tuviera patas más largas, no creo que haga falta editar))

No notó en ningún momento que su compañero hubiera dado algún paso en falso, y si así hubiera sido tampoco notó un cambio en el peso del mueble, así que no se hizo problema en ningún momento. Lo que sí le saltó a la mente fue la alarma de que probablemente John tuviera razón y aquel diván no tuviera las proporciones adecuadas para pasar por aquel umbral.

—Antes de estar malabareando tal vez sería mejor hacer un poco más de estrategia, no? — le dijo comenzando a bajar lentamente el diván hasta terminar de apoyarlo en el suelo. Luego de esto se enderezó un poco y se desempolvó el sweater de lana que traía, ahora lleno de peluzas por haber estado en contacto con la vieja tapicería.

((No me pareció life changing, así que no me tomé la molestia. No te preocupes.))

—Se lo dices a alguien que ha sido expulsado del club de gobstones por falta de estrategia, colega —bromeó a costa de sí mismo. Si para jugar a las bolitas te faltaba estrategia, que no era el ajedrez ni mucho menos, estabas bastante al horno. 

De cualquier modo, lo siguió y dejó el mueble apoyado en el piso momentáneamente. —Te diría de usar un hechizo gelatinificador, pero la última vez terminé en la enfermería por tres días...

Continuó mirando el sofá como si la idea perfecta fuera a aparecer sola. —¿Y si movemos los otros muebles para atrás y simplemente lo pasamos por la puerta cuando no haya más un ángulo forzado? —sugirió no muy convencido de que pudieran moverlos de todas formas.

Se rió un poco por el club de gobstones puesto que siempre le había parecido un juego muy infantil, aunque a veces los participantes se entusiasmaban tanto que daba ganas de pispear por qué era tanto alboroto.

— Ya veo, y por despecho decidiste armarte un club en el que fueras presidente y todos tuvieran que seguir tus órdenes? — le guiñó un ojo divertido, imaginándose una estatua totalmente tallada en madera de su querido amigo John. Aunque con sus habilidades de escultor seguramente parecería más una palmera que cualquier otra cosa.

Mientras se palmoteaba la ropa para despejar el polvo echó una leve ojeada al ambiente para ver si había alguna otra posibilidad de sacar el diván. Las ventanas parecían mucho más chicas que la puerta, y siempre estaba la posibilidad de elegir algún otro mueble más pequeño.

—Creo que lo mejor sería probar algún hechizo reductor, como "Reducio" o "Diminuendo", pero la verdad es que no se me dan muy bien las transfiguraciones... no es algo que haya practicado mucho ni el año pasado ni en mi castillo— y decía la pura verdad. Si hubiera tenido algo de habilidad en ese tipo de magia su vida de hermitaño en el castillo de sus padres no habría sido tan complicada.

John ni se molestó con el polvo. Entre lo que andaba tirado en los jardines y el patio interno cuando no llovía ni nevaba, y el tiempo en que estaba cargando libros viejos o tirado en lugares como ese, su ropa siempre estaba llena de polvo y de peluzas y nunca había parecido importarle. En realidad, no es que le molestara la higiene personal, le molestaba estar pulcro como sus padres y hermanos, a quienes evitaba parecerse hasta en las cosas más estúpidas.

Rió por las acusaciones de su amigo. —¡Calumnias! —protestó en broma— ¡Ya bastante tengo que estarle diciendo qué hacer a los de los primeros años todo el santo día, para encima querer más gente buscando mi opinión antes de hacer cada pequeño cambio en una estatua! ¿Puedes creer que no saben si deben subrayar los títulos o no? ¡Como si a alguien le importara! —Comentó ahora que tenía oportunidad de hacerlo. Esas cosas no pasaban antes, con un plantel de profesores mejor plantados.

—Creo que hasta un reducio me animo —dijo con un grado decente de confianza, examinando el diván como si fuera un animal que pudiera resistírsele si él intentaba hechizarlo.

—La mayoría del tiempo yo no sé qué hacer en clase, así que no me mires a mí —  le dijo haciendo un poco de memoria sobre si tenía que subrayar o no algo de lo que dictaban los profesores en clase. En cierta medida también le costaba mucho seguir el ritmo de algunas materias, porque a veces se le confundía el lenguaje, a veces la pluma le tiraba manchas desagradables, a veces se perdía en pensamientos internos añorando estar afuera.

— Vamos por el reducio entonces. Creo que era un movimiento de varita como en "V", si todo sale bien tendríamos que tener algún tipo de luz violenta- por supuesto, el pobre nórdico quería decir violeta, pero algunas veces su lengua le jugaba malas pasadas y de todas formas nunca hablaba mucho de colores como para tener la palabra practicada.

Acto seguido sacó su varita de dentro de su manga y practicó el movimiento para "sentir" si era el hechizo adecuado.

Rió por lo bajo. —Qué poca creatividad, colega. Si no te gusta prestar atención y tomar apuntes, siempre se puede hablar, molestar, garabatear el pergamino y dormir la siesta —sugirió como alternativas a lo que podía llegar a hacerse en una clase.

Asintió. Lo habrían puesto en una posición de líder, pero John era un seguidor nato y le resultaba más fácil acatar órdenes antes que darlas. Incluso lo prefería así.

Frunció el ceño. Estaba seguro de que había oído algo diferente sobre ese conjuro pero no se podía acordar de qué era.

—Ok, entonces... una V y una luz violenta... —pensó en voz alta e imitó a su amigo en la práctica del movimiento. Entonces, apuntó a un mueble cualquiera del cuarto, un perchero en una esquina, y le lanzó el hechizo. No había querido probar de entrada con el mueble que necesitaba su amigo.

Una luz violeta salió en dirección del palo de madera y éste deaspareció de la vista de ambos al quedar escondido detrás de una cómoda a causa de su nuevo tamaño.

Miró a Christoff en busca de confirmación. —¿Crees que funcionó?

Sabía que las sugerencias de su amigo estaban hechas en caracter de broma y que por tanto debia reirse, pero por alguna razón la sola idea de dormir en clase o molestar le parecía totalmente fuera de lugar. Si Toff se perdía y se quedaba en la nada mirando alguna mancha en la túnica del profesor de turno no molesaba a nadie, pero interrumpir una sesión académica no le parecía del todo mal. Aún así, mirando un poco para atrás en su memoria se reconoció culpable de una de esas sugerencias...

—Yo dibujo animales y espadas en los pergaminos que no hay que entregar... de hecho creo que dibujo cualquier cosa en cualquier pergamino cuando no sé qué hacer.— esta vez y ante el recuerdo sonrió con un poco de diversión.

Bajó la cabeza en asentimiento a las palabras del prefecto y esperó que lanzara el hechizo con esas instrucciones.

El resultado le pareció altamente satisfactorio, aunque no estaba seguro de la luz que había salido de su varita. —Creo que el trabajo fue estupendo, podrías hacer lo mismo con el diván?—  preguntó más que nada por estudiar un poco más su hechizo que por vago.

Rio por lo bajo, de manera nasal. —Uhhh, le voy a decir a Varanen —bromeó. De seguro, la blandengue jefa de casa que tenían, le diría que hacía lindos dibujos y que tenía un futuro ilustrando libros o algo por el estilo. No se la podía imaginar enojándose con alguien. Era del tipo que contenía no del que retaba y aparentemente, había caído en Hufflepuff en el momento justo.

—He de admitir que yo a veces me quedo dormido —confesó—. No a propósito, por supuesto, pero las obligaciones de los prefectos son tantas, que a veces tengo que quedarme hasta tarde para terminar con toda la tarea... —se paró una mano por la cara como si quisiera despejar el recuerdo de todas esas trasnochadas de su cabeza.

Se asomó por encima de la cómoda a mirar qué había sido del perchero. Ciertamente, se había reducido, pero la expresión de John seguía siendo dubitativa. 

—No lo sé... la luz no parecía ser muy violenta... —dudó.

Entre que uno se confundía con el lenguaje y el otro no tenía muchas luces como para darse cuenta... —¡A ver si crece de repente y nos rompe algún hueso! Hay un trabajo de Astronomía para mañana. ¡No puedo pasarme la noche en la enfermería! —Se preocupó de antemano.

Pensó en la profesora Varanen y por alguna razón que todavía desconocía le surgió una pequeña sonrisa. No sabía si era porque los dos venían de Finlandia, o algo en el tono de voz. Por algun motivo le caía bien, pero todavía no le había dado demasiada cabida a ese tipo de pensamientos.

—No, no lo harías. Te conozco un poco y si algo no eres es un soplón. — Le guiñó un ojo cómplice y luego agregó con un tono un poco más conspirador — además, tendrías que justificar tus pequeñas siestitas si lo hicieras.

Se dirigió hasta donde estaba el perchero y lo levantó de su lugar. El peso se había reducido también, así que decidió utilizarlo como señalizador de cualquier tipo de peligro. —Mira, si algo hubiera salido mal, el hechizo tendría que desvanecerse pronto. Pongamos el perchero donde podamos verlo y lo usaremos de campana. Si el perchero vuelve a su tamaño soltamos el diván rápido antes que nos aplaste.—

También había pensado que si el diván se reducía lo suficiente tal vez pudieran empujarlo con el pie sin preocuparse mucho, pero habría que esperar los resultados del hechizo nuevo. —Esta vez intenta que sea violenta—. El consejo era sincero, pero esta vez, algo le dijo que no sonaba del todo bien después de haberlo dicho.

John asumió que la sonrisa se debía a su broma y lo dejó pasar. Luego él también rió brevemente por el tema de confesar dormirse en clase, pero sonrió con seguridad —Te olvidas de que yo no curso Adivinación, colega —le recordó. Él cursaba estudios muggle y cuidado de criaturas mágicas.

—Hmmm—consideró con los labios hacia adentro mientras observaba él también el perchero. —Es un buen punto. Tal vez podríamos ponerlo al final del pasillo como para saber si algo sucede... —No se le ocurría otro lugar para ponerlo, aunque el pasillo era curvo, por lo que tampoco resultaba una solución del todo efectiva.

John asintió. Estaba acostumbrado a seguir los consejos y directivas de los demás cuando se trataba de hechizos, que no eran su fuerte, realmente. Historia de la magia y cuidado de criaturas mágicas sí, pero no las materias clásicas que hacían a un buen mago.

Intentó nuevamente el hechizo, esta vez sacudiendo un poco más la varita y visualizando una luz violeta en la cabeza al hacerlo. Se lo lanzó al diván. ((Tiro los dados y dejo la interpretación de las consecuencias de la violencia a tu criterio))

El miembro 'John Russell' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

'10 Caras' :

Se encogió de hombros con las cejas un poco levantadas en señal de que realmente no tenía idea de qué clases le correspondían a quien, quién las daba, en qué horarios o en qué aulas. Francamente lo poco que había podido acostumbrarse al castillo y sus organigramas se lo habían descompaginado todo este nuevo año.

—Hagamos eso entonces. — agarró el perchero y lo llevó hasta el extremo más lejano en que todavía les resultaba visible, aunque un poco de intuición le decía que no tendrían problemas con ninguno de los muebles.

Desde donde estaba, el hechizo de John había sido un éxito rotundo: Una luz brillante comenzó a salir de la punta de su varita, seguido de un poco de humo y por fin un fuerte estallido que expulsó una barahunda de espesas volutas violetas. Al principio Toff no podía ver nada, pero imaginaba que John estaría bien, no lo había escuchado gritar o algún cuerpo cayendo fulminado.

—Amigo! Creo que no podría haber salido mejor. Esa sí que fue una luz violenta!— estaba realmente contento por cómo había salido el hechizo, pues se ajustaba mucho a sus espectativas de lo que tenía que ser violento. Tanteando entre el humo encontró un reducido diván, aproximadamente la mitad de grande de lo que había sido anteriormente. El hechizo de John en efecto había resultado efectivo, aunque todavía le faltaba un poco de refinamiento.

—¿Necesitas copiarte mi horario? —Ofreció. La profesora Varanen debía haberle dado uno al comienzo de la cursada como a todo el mundo, pero conociendo a su amigo, que apenas sabía dónde tenía la cabeza, lo más probable es que lo hubiera traspapelado.

Asintió y esperó a que Christoff regresara para sonreír conforme. El plan venía marchando bien. Si había algún problema con el perchero, ya se enterarían y podrían dejar rápido el diván de lado para evitar lastimaduras. 

A John, que había visto reducios más discretos, le pareció un poco demasiado violento, pero como el mueble se achicó después de todo, no se preocupó demasiado. Lo único que le  hacía ruido era que no se hubiera reducido tanto como el perchero y se quedó un momento dudando al ver el resultado de su conjuro. 

—Creo que pudo haber sido demasiado violenta... —dudó— no se encogió tanto como el perchero. ¿Será porque tiene más masa? —No sabía mucho de física, pero había escuchado a Gipsy y a Mags hablar de la masa de los objetos mil veces en transfiguración y en encantamientos y ahora repetía como loro sin saber de lo que hablaba.

—¿Pesa menos al menos? —Quiso saber con cara de preocupado. Se sentía responsable por el resultado de ese hechizo y el destino del mueble.

—No es una cuestión de no saber los horarios y eso. Es que tanto cambio de profesor y materias me tienen muy mareado. Son las primeras semanas, de seguro que el mes que viene ya lo tendré más asimilado.— Tal y como se había imaginado John, Chirstoff había recibido el horario y lo había guardado dentro de su morral junto con otros papeles. Los mismos seguramente seguirían ahí dentro hasta el final de curso  y solo los descubriría cuando vaciara totalmente su contenido para hacer algo de limpieza.

Respecto a los aspectos más técnicos del hechizo, Toff levantó los hombros levemente poniendo cara de circunstancia. No tenía idea si se veía exactamente lo que debían hacer, pero el resultado era lo que le interesaba y le parecía mucho más portable que lo que tenían antes.

Se acercó un poco más al diván y probó levantarlo con las dos manos y haciendo bastante fuerza como había hecho un tanto antes con el mueble de tamaño completo. Se llevó una pequeña sorpresa y trastabilló un paso hacia atrás, pero luego sonrió contento.

—No pesa casi nada, es como una caja llena de libros. Ven vamos, antes que me aplaste o lo que sea. — Dicho esto comenzó a caminar hacia la sala que estaba preparando, abriendo la marcha ya que ahora podía mirar tranquilo a las cosas que tenía al frente. El perchero de momento no parecía haberse inmutado, pero seguro ya no tardaría en volver a su tamaño normal.

Puso cara de quien comprende la situación a la perfección y la ha padecido en carne propia. —Eso tienes que agradecérselo a la universidad, que se robó a la mitad del plantel... y a Williams ¡que para asignar los puestos se puso a jugar a la lotería! —Bromeó—. Hubieras visto lo que fue la primera reunión de prefectos... —revoleó los ojos sin agregar más nada. 

Él ladeó la cabezota como respuesta y dejaron la cuestión ahí. Ya se enterarían de si la masa era o no correcta para el poder del hechizo cuando murieran o no aplastados por el diván.

John sonrió divertido al ver lo que pasó cuando su amigo intentó levantar el mueble. 

—Si —dijo de manera automática y tomó el mueble por el otro lado, como para cargar con la mitad del peso. Estaba más acostumbrado a seguir ordenes que a darlas y eso de seguir le salía casi de manera automática.

Anduvo por el pasillo sin quitarle la vida de encima al perchero, con cierto miedo de que el hechizo les saliera mal.

El camino hacia el cuarto que ocupaba durante su transformación estaba totalmente libre, aún más, se hacía realmente sencillo el transitar con un mueble mucho más pequeño. Tal vez habría sido más fácil con un simple wingardium leviosa, pero eso no habría solucionado el tema de la puerta y el pequeño espacio que ya habían sorteado.

Al llegar a destino Toff empujó un poco la puerta para abrirla y decir que rechinó sería poco. El sonido que emitió fue mucho más grave y a la vez entrecortado, como si la madera se negara a ceder al peso que le permitía girar sobre los goznes. Éstos a su vez parecían tener muy pocas ganas de cooperar. Claramente ese lugar del castillo no había sido reacondicionado en muchos años. Quizá cientos.

—Mi casa es tu casa — dijo riéndose un poco mientras ingresaba, puesto que estaba casi seguro que John nunca había estado allí, o al menos no cuando Toff se convertía en lobo. — Ahora, dónde dirías que quedaría mejor? — era una pregunta un tanto engañosa, ya que en el cuarto no había más que telas de araña, un colchón viejo y bastante maltratado y algunos lugares con pilas de cosas no del todo identificables. Incluso las ventanas contenían una pequeña superficie de polvo, salvo en un pequeño círculo que Toff había usado alguna vez para espiar un poco el exterior.

John ayudó a abrir la puerta desde más atrás, girando un poco hacia el costado con el mini sofá y todo para poder alcanzar la pesada madera que se resistía. La pateó con su larga pata, de manera torpe pero no bruta. 

—Creo que vas a necesitar un poco de aceite. Estoy seguro de que deben haberlo escuchado en el tercer subsuelo —bromeó. Se le ocurrió que de seguro los elfos domésticos debían tener idea de dónde conseguir aceite o tal vez pudieran hasta entregárselo a ellos. 

Se le quedó mirando divertido un momento. —Y después me dice que unos almohadones lo harán ver afeminado —le habló a un amigo imaginario, como si estuviera ahí con ellos. Era parte de la broma también. Incluso había señalado a Christoff con un leve movimiento de cabeza. 

—Veamos... —dijo llevándose una mano al mentón en un gesto sobreactuado y girando sobre sí para poder observar todo el lugar. —Si fuera una mujer... ¿dónde pondría un sofá? —Continuó tomándole el pelo. 

Entonces encontró un lugur escondido entre un par de cómodas que soportaban varias otras cajas y pedazos de muebles viejos. El nicho estaba justo en frente de  una ventana, pero lejos de ésta. 

—Probablemente allí —indicó. —Los muebles te esconderían de la vista de invitados indeseables y de las corrientes de aire, y tendrías una vista del cielo el lago bastante decente.