Responsabilidades legales (abierto)

Llegada la edad de 17 años y debido a su nacionalidad Christoff debía afrontar nuevas responsabilidades que su tío Erik había tomado para poder ayudarlo.
Sus terrenos en Finlandia, extensos y en su mayoría boscosos, habían entrado en una especie de limbo fiscal en el cual los gobiernos habían empezado a tomar un poco de partido tratando de confiscar o al menos recaudar.

Por más de 5 años no se había hecho ningún tipo de declaración jurada de patrimonio, impuestos, o cualquier otro trámite de esos que solo los adultos más aburridos pueden hablar durante horas y horas.

La cuestión es que parte de sus terrenos eran reservas ecológicas, otras estaban escondidas a los ojos muggles (no que muchos muggles se aventuraran tan al norte y tan lejos de cualquier tipo de ruta conocida), y otros habían entrado en disputa con Noruega y Rusia, más que nada por el incumplimiento antes mencionado.

Durante las vacaciones había comenzado a firmar papeles y planear algunas cosas con su tío, y ahora que el año escolar lo había alejado de su lado, debía mantenerse en contacto para estar al tanto de la situación de sus terrenos.
Por este motivo, subía rítmicamente las escaleras de la torre, contento de poder ver a su halcón Lokki y de poder llevarle algunas tiritas de carne seca que tenía en el bolsillo.

Del había zafado de ese tipo de dilema por ser el segundón de la familia. Incluso si sus padres morían, su hermano heredaría todo, según la ley de Inglaterra. Tampoco le preocupaba su futuro a decir verdad, se sabía suficientemente carismático como para arreglárselas de alguna manera. Lo que lo preocupaba era tener que estar ahí, en la lechucería, llevándole comida a una espantosa lechuza que sus padres le habían encajado cuando escribió a Louis, su hermano, contándole que su ratoncito había pasado a mejor vida. 

El regalo no era lo que esperaba. En busca de contención y algunas palabras de aliento, se encontró con una nueva mascota con la que, no solo no quería tener nada que ver, sino que era el tipo de animal que se alimentaba de las ratitas que él tanto amaba. Le pareció que sus padres eran o muy estúpidos, o muy crueles en su sentido del humor, o ambos. 
 
En todo caso, subía también los escalones de la lechucería a desgano, con los bolsillos sin su ratita peluda y llenos de golosinas para lechuza. Para peor, el ave mordía, porque percibía su antipatía. 

Al llegar arriba, vio que alguien más entraba en la lechucería y, por eso, apenas estuvo bajo techo, saludó de manera automática. Años de vivir con embajadores, en medio de lujos innecesarios, cortesías hipócritas y modales excesivos lo habían hecho un tipo educado. 

—Buenas... 


Entonces reconoció al otro chico. —¡Christoff! ¡Hey! ¿Cómo estuvo ese verano? —Preguntó con una risita al pensa que en Francia, verano eran playas nudistas y en Inglaterra la gente se agarraba hipotermia si entraba al mar sin traje de neoprene.

((ejeeey!! Long time no see!! de verdad , jaja))

Al entrar en el cuerpo principal de la lecucería se tomó un poco de tiempo para acostumbrar los ojos a la penumbra. Sabía que era innecesario buscar con los ojos entre las incontables aves, puesto que si su halcón estaba cerca de seguro lo reconocería antes que él pudiera llamarlo.

Mientras esperaba que sus pupilas se abrieran un poco más oyó que alguien saludaba. Al darse vuelta levemente para indentificar al otro estudiante tuvo una grata sorpresa, no era otro que su conocido/amigo Edward, al que recordaba por tener una ratita muy simpática.

-Del? Qué haces en la lechucería?

La pregunta había salido disparada casi inmediatamente, puesto que no recordaba haberlo visto por aquellos lares en casi todo un año de cursada juntos. Aún así se acercó presto y le tendió una mano vigorosa, acompañada de una sonrisa amable y genuinamente alegre.

((De posta. Hará mil años que no te "leía". Espero que andes bien.))

La pregunta de Christoff le sacó una risita, y una sonrisa ladeada que sus ojos no reflejaron. Todavía recordaba con cierto dolor el pasaje de su mascota a mejor vida, pero seguía siendo cómico si uno lo pensaba desde el punto de vista de que él no había pisado ese lugar más que una o dos veces en todos sus años en el castillo.

—Cuando Cascabel se murió, me encajaron una lechuza —resumió con una mueca de resignación y desagrado, la cual se deshizo en simpatía cuando estiró su mano él también para corresponder al saludo del otro muchacho. Ya venía de buen humor porque le estaba escribiendo a su flamante novia, que lo tenía (todavía) caminando en las nubes, encontrarse con alguien que le caía bien no hacía más que mejorar su día. 

Cualquier nacionalista que hubiera entrado en ese momento se hubiera tapado los oídos entre tanto Inglés mal pronunciado. 

—Es bueno verte, mate —dijo en un acento que hacía sonar bizarro el coloquialismo. 

En ese momento, una lechuza blanca muy vistosa bajó volando hacia ellos y se le posó en el hombro, desde donde emitió unos sonidos bastante poco amistosos. De hecho, parecía que iba a tirar el picotazo a la primera de cambios que Del intentara moverse. —Hablando del diablo...  —masculló en dirección a Christoff intentando estarse lo más quieto posible.

El apretón de manos que se dieron fue casual pero no por eso poco efusivo. El año anterior habían conversado bastante y se habían vuelto relativamente cercanos. Al menos para Toff, puesto que cualquier persona que le hablara ya pasaba a formar parte de el muy reducido grupo que lo hacía. La mayoría de los estudiantes del colegio ya tenían un grupo de amigos y si no tenían ningún tipo de problemas entre ellos era poco probable que ampliaran sus horizontes.

La noticia de la ratita de Edward hizo que Toff arqueara un poco las cejas y bajara la cabeza en forma de lamento. Sabía lo que era perder animales queridos, y no quería imaginarse lo que había sido para él que siempre llevaba su roedor en el bolsillo

—Que triste noticia amigo. Lo lamento mucho.
A pesar de que no eran desconocidos no supo si era correcto darle un apretón en el hombro, abrazarlo o simplemente darle su pésame, pero tampoco quería dejar el asunto como si fuera algo menor. Por tanto, aprovechando que todavía tenían las manos unidas, apretó un poco más la mano que saludaba y apoyó la otra sobre el dorso de la de Edward, subiendo y bajando una vez para reafirmar su dicho.


La lechuza que bajó luego de entre las otras aves cortó el gesto que había tenido con sus amigos y le dio el espacio como para alejarse un poco y contemplarla mientras se posaba en el hombro de Edward.

—Tu nuevo encaje? — preguntó haciendo referencia a la lechuza, obviamente todavía luchando con los sustantivos y adjetivos del lenguaje. Había mejorado mucho en un año de práctica, pero ciertos términos, tiempos verbales y otras menudencias todavía escapaban de su acento nórdico.

Del era abierto y carismático, pero a pesar de eso tampoco tenía un grupo de amigos marcado por culpa de la famosa enemistad entre Ingleses y Franceses. Por eso le había dedicado al nórdico una de sus mejores sonrisas, al menos, hasta que recordó a su difunta mascota. Le había llevado tres años empezar a sobrellevar el tema de su hermana y que muriera el ratoncito le había revivido bastantes de esos sentimientos, pero ahora tenía algunas cosas buenas en su vida en las que concentrarse y por ello mejor plantado.

—Tuvo una buena vida.... —Era lo que siempre se decía para consolarse, pero no sonaba muy animado.

Respondió al gesto de su amigo con una leve sonrisa resignada y un asentimiento, devolviendo el apretón extra con uno propio, al menos, hasta que apareció la intrusa emplumada. 

—El mismo —respondió antes de meter una mano en el bolsillo para sacar un puñado entero de golosinas para lechuzas. Temía que con un soborno menor a ese, el ave fuera a sacarle un dedo o algo así. No le gustaban los animales que comían ratas. —Te presentaría, pero no me molesté en ponerle nombre. Espero poder encontrarle dueño pronto —confesó mientras la lechuza picoteaba golosinas y dedos por igual. 


—Ow! —Protestó pegándole un poco en el pico (o al menos intentándolo) después de un picotazo especialmente fuerte. 



La verdad era que había intentado ubicar al pájaro antes, pero la mayoría de la gente no quería aceptar algo así de caro de regalo y tampoco podían pagarlo. Para mejor, no querían problemas con los embajadores y que los acusaran de ladrones. 


—¿Y tú? ¿Escribiendo a casa? —En las veces en que ambos chicos habían hablado, la situación familiar del grandote nunca había salido a colación y Del no era del tipo chusma. Por otra parte, el que fuera de otra casa hacía que los datos no fluyeran tan fácilmente. Sobre todo siendo que Christoff no se hablaba con mucha gente.

No quiso tocar más el tema del fallecido roedor, así que observó un poco como Del batallaba por mantener sus dedos a salvo de la lechuza blanca que tenía en su hombro. Le dio un poco de gracia, pero trató de mantenerlo en el fuero interno, ya que seguramente sería descortés reirse de su amigo por aquello.

—Parece que necesita un poco más de entrenamiento. O tú un par de guantes— este último dato se le ocurrió a últimomento, recordando que su halcón a veces podía ponerse terco o agresivo y clavaba fuerte las garras o el pico en señal de protesta.

Ante la pregunta del francés Toff volvió a dirigir la mirada hacia el resto de los nidos, buscando esta vez con mayor intensidad. Su halcón ya tendría que haber volado hasta donde estaba si es que se encontraba en la lechucería. Si estaba de casa podría haber estado realmente alejado, por lo que tendría que salir a llamarlo con silbidos hasta que apareciera.

Mientras rebuscaba con los ojos y algunos giros de cabeza le contestó casualmente —Sí, tengo que ver si hay algunas novedades que mi tío tenga respecto de unos temas legales que se vuelven un tanto tediosos. Pero pareciera ser que no tengo suerte de encontrar a mi correo personal—

—O una molida a palos... —acotó entre una sugerencia y la segunda—. O guantes, sí; también puede funcionar. No se me había ocurrido, por tonto que parezca.

Durante unos momentos, Del continuó luchando con su mascota hasta que se dio cuenta de que no habría manera de que fueran a congeniar lo suficiente como para que hiciera un recado por él. —Parece que hoy no está de ánimo. ¡Mujer tenía que ser! —Dijo medio en broma, medio en protesta, y se sacudió el ave de encima para buscar a la lechuza del colegio que tuviera mejor pinta. No quería que Agatha recibiera una carta en un esperpento emplumado. Pensó que entre los cambios de humor de la lechuza y los de su novia, hubiera sido adecuado que la llamara Agatha, pero se guardó el chiste interno porque le daba vergüenza estar pensando así de ella... aunque ciertamente el que cada vez que se veían le hiciera más de una docena de desplantes en menos de tres horas, comenzaba a darle cierta cantidad de motivos para tenerle poca paciencia. Pero tenía novia después de dos años. No iba a dejarla porque fuera un poco... inestable.

Enarcó las cejas. Alguien tan formal y bien educado como Christoff no podía, en la mente de Del,  pertenecer sino a una familia tipo donde todo estaba bien. Si andaba teniendo temas legales con el tío, no debía andar del todo bien y tomó nota mental de no volver a tocar el tema. 

—Las cosas que tienen que pasar los primogénitos en este país,  ¿eh? —Bromeó. En Francia, él hubiera heredado en igualdad de condiciones con su hermano. ¿Aquí? Nada y Louis no dejaba de refregárselo por la cara. Si el grandote estaba haciendo trámites legales, de seguro tenía que ser el hijo mayor... ¿o acaso lo estaría adoptando su tío como heredero? Había escuchado que los Británicos hacían ese tipo de cosas a falta de hijos varones, pero no quería creerlo. Era demasiado estúpido para ser cierto, incluso de un inglés.


—Te prestaría el mío, si se dejara... —ofreció echándole una mirada de reojo a la lechuza que ahora se acicalaba las plumas de lo más tranquila en el poyete de la ventana. —O tal vez contigo se deje... si estás dispuesto a intentarlo —se encogió de hombros. Nunca había visto a Agatha al ave interactuar con otra gente como para poder comparar.

El comentario de la molida a palos le hizo soltar un pequeño resoplido divertido. Del claramente era del tipo de dueño que se encariña más con las mascotas pacíficas y hervíboras, más que con aquellos animales que tienen el instinto de la agresividad, la caza y los estratos más elevados de la cadena alimenticia.

—No es tampoco tan importante — dijo en referencia a lo del primogénito y el préstamo de la lechuza. — no es que necesite las noticias de inmediato, solamente quiero mantenerme al tanto porque algo podría salir mal y perdería la tenencia de algunos terrenos que mis padres cuidaban mucho. No quiero ser descuidado con ese tipo de cosas...—

Pensar en sus padres tendía a ponerlo melancólico, pero el saber que finalmente estaba haciendo algo de utilidad que los pondría orgullosos le daba algo de paz mental. Trataba de no ponerse triste y de estar un poco más del lado activo de los recuerdos, haciendo cosas por ellos o recordando los buenos momentos. 

— Intentarlo seguro, se me da bastante facil el trato con los animales — acto seguido, chasqueó un poco la lengua contra los dientes en un llamado que la lechuza pudiera reconocer o que captara su atención. Cuando ésta giró la cabeza le mostró uno de los pedacitos de carne que tenía para su halcón.

La lechuza voló hasta donde estaba Toff y éste le prestó su brazo para que se apoyara en él, manteniendo la carne alejada del ave hasta que ésta no se quedó realmente quieta en su posición. Luego de esto le dio la carne y le acarició suavemente detrás de la cabeza mientras la lechuza tragaba su premio.

—A menos que seas el segundón —añadió a modo de broma irónica. Era la parte que le tocaba a él pero confiado como era, sabía que algo iba a salir mágicamente y las cosas se encajarían solas. Todo antes que trabajar en el Ministerio con sus padres y hermano. La sola idea lo enfermaba. Otra hormiguita trabajadora en el montón.

Luego se enserieció por el tema de perder la tenencia de las tierras. Eso sonaba serio y el contexto también sonaba bastante nefasto. No, ciertamente no volvería a preguntar por su familia. —Ciertamente, sería una lástima perder el derecho sobre algo tan importante por un descuido. 

Al menos él no tenía que ocuparse de esas cosas. No tener dinero venía con sus privilegios también.

—A mí también, como has podido comprobar —dijo ladeando la cabeza en dirección a la lechuza con cierta hilaridad. Imaginó lo graciosa que debía haberse visto su pelea con el bicho desde afuera. 

Observó los avances de Christoff hacia su mascota y el éxito instantáneo que el otro muchacho tenía con el ave. Se quedó totalmente azorado.

—Me tienenes que estar de broma —pifió el francés, que también peleaba todavía con el lenguaje. —¿¡En serio!? —Le reclamó esta vez a Ágatha. —Nah... ya está... ¿a ésta la vendo por dos knuts mañana al mediodía! —se dirigió nuevamente a su amigo. —Entretanto —añadió más calmado —al menos podrás tener tus noticias a tiempo.

—¿Tienes un criadero de lechuzas en tu casa o algo? —Preguntó con la intención de no sentirse tan tarado si le decían que sí.

Esbozó una sonrisa por los comentarios respecto de los trámites legales que tenía en proceso y levantó un poco un hombro como descartándolos o restándoles importancia.

Le hizo gracia también la ironía respecto de los conocimientos animales de Del, mientras, seguía acariciando la cabeza de la lechuza con tranquilidad. El animal todavía no había terminado de tragar el bocado que le habían dado, por lo que parecía relativamente tranquilo.

—Las lechuzas, águilas, halcones, y aves de presa en general son agresivas por naturaleza. Pero eso no quita que también sean muy leales y confiables, sobre todo después de entrenarlas. Es cuestión de constancia y paciencia más que nada.

Se acercó un poco a la lechuza y le susurró algunas palabras tranquilizadoras, en un tono bajo y acompasado. Todas estas cosas las había aprendido tanto por experiencia propia como por algunos libros que habían caído en sus manos.

— Si quieres te doy algunos consejos para que puedas tratarla un poco más, o al menos no perder las puntas de los dedos cuando intentas mandar una carta — le dijo a modo de broma, esperando que el francés no lo tomara como una ofensa, sino más bien como un chiste inocente.

Del rió de manera nasal al escuchar lo que se requería. —... que casualmente encabezan la lista de cualidades de que carezco —le explicó el quid de la cuestión cuando se trataba de su problema con la mascota nueva. 

Hizo una mueca. —No lo sé. Tal vez el problema es que la veo como otra manera en que mis viejos intentan convertirme en alguien serio, como ellos. La gente seria no tiene ratones como mascotas. Tiene lechuzas que cuestan quince galleons y un riñón de dragón. 

Revoleó los ojos. —No pienso ser un abogado, así termine viviendo abajo de un puente y no me puden comprar con regalos caros. 

Sí, obviamente ese era el problema con la lechuza. Una cuestión de principios casi.

—Ya que no he encontrado compradores y no me permiten devolverla, me vendrían bien —admitió. —Sobre todo porque necesito mis dedos para escribir —bromeó.

El muchacho aún no desistía de su incansable obsesión con la poesía, obsesión que había desarollado tras la muerte de su hermana y que seguía creciendo constantemente con cada decepción amorosa.

Escuchó pacientemente las quejas que tenía Del respecto del animal y de sus padres, mientras seguía acariciando la cabeza de la lechuza ritmica y animadamente. Trataba también de transmitirle un poco de tranquilidad y de ver si había algo en el ambiente que pudiera alterarla, además del obvio rechazo que sentía el dueño por su nueva y encajada mascota.

—No veo nada malo en convertirse en abogado u otras profesiones, salvo que te quieran forzar a ello. — pensándolo un poco más Toff pensó que no sabía qué esperaban sus padres de él, o qué les hubiera gustado que hiciera o dejara de hacer, así que solamente podía confiar en sus instintos o encaminarse hacia donde mejor le pareciera... no había nadie para juzgarlo, y eso de cierta manera tampoco era del todo bueno.

—Supongo que tus padres solamente quieren que estés bien y no te falte nada, en especial los dedos, jaja — el chiste le vino a la cabeza casi de inmediato por lo que había dicho anteriormente. — No lo sé, es una linda lechuza como para andarla regalando o vendiendo. Si realmente no la quieres está bien que intentes buscarle un nuevo dueño. Los animales tienen sentimientos y no sería lo mejor que tú la tuvieras a desgano constantemente...—

Mientras decía esto iba haciendo una lista mental de personas a las que les gustaría tener lechuzas o que pudieran apreciarla más que su nuevo dueño. También barajaba la posibilidad de instruirlo para que no le resultara una molestia y por lo menos la apreciara por lo útil que podía llegar a serle.

— Está en tí obviamente —le dijo presentándole la posibilidad de elegir sobre el destino de la lechuza que tenía en el brazo. Luego le convidó un nuevo trozo de carne. Le restaban tres más, pero quería ver si encontraba a su halcón antes de gastarlos todos en el animal de su amigo.

—Lo mismo digo yo —concordó con él. Lo que no entendía era por qué sus padres querían que fuera empleado del Ministerio como ellos cuando él claramente quería ser poeta o, a lo sumo, traductor de Runas Antiguas. Que su flamante novia estuviera de parte de su familia, no hacía las cosas más sencillas para él, que quería darle el gusto a todo el mundo. 

Rió por la parte de los dedos, pero estaba seguro de que sin los dedos, al menos estarían tranquilos de que no malgastaría más su tiempo escribiendo estupideces. No lo dijo. No le pareció apropiado considerando lo que ya había escuchado sobre la familia de él y lo que había adivinado a medias. 

—Es hermosa —admitió— pero caza ratones como Cascabel —y esa era la otra parte del problema. —Yo sé que ella puede sentir mi hostilidad. Por eso intenté reubicarla, pero parece imposible. La persona que la quiere, no la puede mantener, y si yo la mantengo por ella, mi novia acabará por enterarse y entonces sí que preferiría haber perdido los dedos —bromeó.

—Supongo que tendremos que aprender a congeniar —es la conclusión a la que siempre llegaba, pero después se encontraba con el ave en algún lugar y empezaban las peleas, las malas caras y las recriminaciones sobre la alimentación... a las que el animal respondía a picotazos.

La lechuza parecia haberse tranquilizado luego de sus iniciales ataques hacia Del, por lo que Toff decidió hacer el intento de pasarsela. Cuidó de acariciarle constantemente la cabeza de manera rítmica, y poco a poco fue levantando el brazo y moviéndolo hacia su amigo.

—Verás, a las aves de presa les resulta complicado el hecho de que alguien haga las cosas por ellos. Como el tema de la alimentación y demás. Tienen mucho orgullo.— mientras hablaba le hizo una señal de que se acercara un poco más para que el traspaso no fuera tan brusco.

—Lo normal sería que durante dos semanas, cuando menos, tengas la constancia como para enseñarle a estar cerca tuyo. Para eso debieras conseguir que se acerque, como hice con la comida y luego atarla a tu guante o tu muñeca. Parece cruel, pero ayuda a generar una especie de vínculo. Eventualmente aprenderá a confiar en tí y a esperar más tranquila las ordenes que tengas. Hasta podrías hacerla comer cosas que no fueran ratones.— esto último era un poco complicado de conseguir, puesto que si el animal tenía hambre iba a buscar comida donde fuera.

Extendió un poco más el brazo y esperó que su amigo se acercara para depositar el ave en el de él.

Aunque intentó parecer tranquilo, el pánico se dejó entrever en sus ojos ante el movimiento de acercarle la lechuza. Nunca se habían llevado bien, pero Del estaba convencido de que era porque él siempre se le había acercado de mala manera y la había agredido verbalmente. Ahora que lo pensaba, tal vez le hubiera herido los sentimientos y tenía sentido que lo quisiera matar a picotazos. Él mismo se enojaba y ponía violento ante cualquier provocación reaccionando de la peor manera. Ella tenía todas las razones para odiarlo.

—Se les nota en la postura —pensó en voz alta, para distraerse del hecho de que pronto tendría que volver a enfrentar al "bicho ese" como le decía. Pero si iban a llevarse bien, quería ponerle un nombre en serio, no una broma sobre el mal carácter de su novia. 

—Eh... creo que necesita un nombre —La miró un largo momento intentando imaginarla como una mujer. Alta, pálida, rubia y de ojos orgullosos, casi cautivadores. —Helena... —murmuró acercándose  Christoff y al ave con algo más de decisión.

Iba a preguntar cómo enseñarle a estar cerca suyo cuando Christoff lo explicó y Del asintió. Extendió el brazo con miedo. No quería ni ser lastimado, ni que su caro sweater de pelo de conejo se viera afectado por las garras de la bestia. —Helena... te pido perdón por tratarte mal... —Intentó con voz dudosa, porque no estaba seguro de que fuera a comprenderlo. En la otra mano, tenía una golosina para lechuzas como ofrenda de paz.

—Helena es un lindo nombre. — se acercó un poco más a la lechuza y le murmuró algunas cosas al oído mientras soltaba poco a poco las garras de sobre su brazo y hacía que se envolvieran levemente sobre su dedo índice y mayor. Una vez hecho esto estiró un poco y apoyó la pata sobre el brazo que Del estiraba.

—Bien bien, es importante dejar las asperezas atrás y entablar la relación con un poco más de confianza. — sabía que el francés era por sobre todas las cosas un buen chico, y que si no quería a las lechuzas era solamente porque se alimentaban de criaturas más indefensas como sus amados roedores. Aún así, había pensado bien en tratar de hacerle ver que las lechuzas, por más depredadoras que fueran, también tenían sentimientos.

Poco a poco la recientemente llamada Helena se fue soltando del brazo de Toff y pasó a pararse sobre el de Del. Primero un poco reticente y finalmente aceptando el traslado una vez que reparó en el premio que Del sostenía con su otra mano.

—Ahora, no le des el premio hasta que no permanezca tranquila y quieta sobre tu brazo. Tiene que aprender el protocolo para recibir premios. Si se llega a poner agresiva cierra el puño sobre el premio, que no lo vea más. — dijo rápidamente para que Del tuviera tiempo de hacerle caso.

((che me rajo a dormir un toque. Lo seguimos mañana, dale?))

Del sonrió con un brillito en los ojos, como si estuviera pensando en alguna picardía. En este caso, pensaba en que la lechuza le había inspirado ese nombre por la retorcida mujer homónima que había dado lugar a la guerra de Troya. En vista de que desde que había llegado ella y él habían estado en constante disputa por SU culpa.

El muchacho hizo un esfuerzo consciente por no cerrar los ojos cuando le pusieron el ave encima. Temía que en cualquier momento le fuera a picotear un ojo o algo por el estilo. Sintió las afiladas garras de su mascota encajada, clavándose un poco en su brazo, con más presión de la que le hubiera gustado, pero no sabía si era normal o no, porque no tenía demasiada experiencia con esos animales. —Oye, ya te pedí perdón —protestó de todas formas, pero sin levantarle la voz—. No es mi culpa que te hayan elegido para mí cuando saben que me gustan los ratones. 

A la mención de ratones, el ave mágica paró la cabeza como prestando atención y Del frunció el ceño —¿Quieres ésto? —Le mostró el premio que tenía en la mano y el ave lo miró hipnotizada, impacientándose sobre su brazo. 

Siguió la indicación de Christoff y escondió la golosina en su mano. —No. Estate quieta, y nada de hacerle ojitos a los ratones. 

Helena protestó ululando y chasqueó el pico pero se quedó en su lugar. —Eso es. Nada de ratones. Cómete una lagartija, tres salamandras, ocho serpientes... —Le seguía mostrando el cuadradito de carne seca, que acabó por ofrecerle agarrándolo apenas por la puntita, para mantener los dedos lo más al margen posible de la situación. 

Fiel a su costumbres bruscas, Helena pegó un picotazo rápido y se lo sacó de las manos, pero al menos sus dedos estaban a salvo, si bien tenían algunos cortecitos del primer ataque... y del día anterior en el desayuno... y del anterior...

—Christoff tiene una carta para tí. ¿Crées que podrías llevar el recado para él que tanto ama a las lechuzas y te trató tan bien? —Le preguntó totalmente resignado a usar una de las del colegio.

Podía ver que la actitud de Del hacia la lechuza no iba a cambiar de inmediato y hasta dudaba que fuera a hacerlo alguna vez, pero por lo menos podía ayudarlo con algunas instrucciones básicas. De momento, el francés parecía estar siguiendo sus consejos y mal no le había resultado. La lechuza ya un tanto apaciguada y con el estómago más completo, parecía haber perdido un poco de su fiereza inicial y se quedaba quieta sobre el brazo del muchacho no del todo obediente, pero al menos no pendeciera.

—Bien bien. Mientras mantengas esa actitud aprenderá a tenerte un poco más de respeto y cual es su lugar adecuado cuando espera algún tipo de premio.—
Al escucharlo pedirle que entregara su carta, se acordó que la tenía en el bolsillo y que tendría que despacharla con algún otro animal si es que Lokki no se aparecía pronto.

—Tal vez consigamos que Helena entregue ambas misivas. Después de todo debe tener el corazón más contento con esos regalos, o no linda?— al decir esto se acercó de nuevo a la cabeza de la lechuza acariciandole levemente el pico y después la nuca. A veces podía parecer muy meloso con los animales, como esas ancianas que se dedican solamente a sus mascotas y dejan que les den lengüetadas en la cara y demases.

Antes de eso, Del simplemente metía los premios entre él y el ave a modo de distancia y distracción y acababa todo picoteado pero el ave recibía los premios igual. Tal vez ahora entendía que tenía que morderlo para ser premiada, vaya uno a saber. 

—No quisiera ver la cara de tu tío al leer mis poemas si llegara a cruzar las direcciones por error —bromeó. Por otra parte, un viaje largo era una buena excusa para meditar qué hacer con el animal en adelante. Ver si podría mantener el trato más o menos amistoso cuando estuvieran a solas y no se sintiera avergonzado de sí mismo. 

—Yo no tengo ningún apuro. Envía tranquilo tus papeles y ya regresaré más tarde a intentar un segundo acercamiento con Helena... de Troya —añadió esta vez sin poder resistirse. El ave levantó levemente las alas como encrespándolas en señal de protesta y se impacientó en su brazo, que, por falta de práctica, se le estaba acalambrando un poco. Probablemente hubiera notado el tono, porque dudaba que comprendiera las palabras. ¿O acaso las lechuzas mágicas entendían lo que uno decía? i se había molestado en averiguar. Chasqueó el pico comenzando a irritarse nuevamente. 

Del miró a Christoffer con cara de quien pide socorro cuando le preguntó —¿Y ahora qué estoy haciendo mal? 

Temía que le fuera a clavar las garras en el brazo o algo por el estilo. Ya bastante maltratados tenía los dedos para agregarle desgarro en el brazo.

—Shhh, tranquila Helena, solamente estamos decidiendo si mandarte con las dos cartas o con una sola.— le explicó a la lechuza en el momento que vió que comenzaba a impacientarse. Acto seguido, trató de apaciguarla acariciandole debajo del pico con un poco de fuerza y apoyando su otra mano en la parte superior de su cabeza.

La presión que ejercía le daba un cierto disconfort a la lechuza, pero estaba pensado para que sea como una especie de juego con el que Helena pudiera entretenerse. Ella presionaría hacia arriba y haría subir y bajar su garganta para desembarazarse de los dedos que ahí apretaban.

—Entonces mandaré mi carta primero para que veas que se comporta bien. De todas formas, mis cartas no tienen nada interesante como poesía... y a decir verdad a mi tío seguramente le gustaría leer algo de poesía.— dicho esto, sacó su carta de un bosillo y le acercó el sobre al ave. — qué te parece linda?—

Del miró el gesto y cómo Christoff posicionaba las manos como para aprender, aunque dudaba poder hacer eso si tenía al animal en un brazo. Tal vez cuando se parara en la mesa del desayuno a revolverle todo el plato, como hacía por las mañanas, la cosa fuera más fácil.

—Sí, creo que es una buena idea —concordó. Dudaba que si él intentaba darle órdenes en ese momento, Helena fuera a obedecerlas, por más que parecieran estar comenzando a hacer las paces. Le parecía que había un largo camino hasta que pudieran llegar a llevarse como un dueño y mascota normales.

—Tampoco es que mis escritos sean la gran cosa —dijo sinceramente. Se preguntó qué tipo de persona se ocupaba de asuntos de negocios y al mismo tiempo tenía amor por la poesía. De la familia que él venía, parecían dos ideas irreconciliables. Eso le dio bastante para pensar, sobre, por ejemplo, por qué en su caso y en su casa, las dos cosas no podían ir de la mano. A qué se debería y cómo podía solucionarse sin que nadie fuera perjudicado ni le hiciera una escena, al menos.

El ave parecía llevarse bien con Christoff y dejarse hacer por él tan dócilmente como si de su mascota se tratase. Era una manera de ser completamente distinta a la que tenía con Del, a quien hasta miraba mal cuando no lo atacaba ni nada... si es que una lechuza podía mirar mal a alguien.

Ante el acuerdo de su amigo, decidió darle finalmente la carta a la lechuza. Viendo que probablemente apretaría mucho el brazo de Del al tomar vuelo, prefirió empujarla un poco hacia un descanzo de piedra y así aminorarle el dolor al pobre muchacho.

—Bueno pequeña, allá vas. Que tengas un viaje seguro.— le dijo cariñosamente y le dio una palmada en la cabeza antes de que el ave despegara y se confundiera con las nubes blancas y grisáseas que constantemente abovedaban el castillo.

—Probablemente a la vuelta tenga mucha hambre, así que preparate con muchos premios. Tente confianza y sé un poco más firme. Ya verás que de a poco comenzarán a llevarse mejor, y si no se gustan al menos te tendrá mas respeto y tu todos los dedos enteros. — le hizo un pequeño gesto con la mano como para indicar los mordiscos que tenía.

—Muchas gracias por prestarme tu lechuza, y no seas tan duro con tus escrituras. La gran mayoría de los grandes artistas no se consideraban buenos, mientras que aquellos que se creían mucho no llegaron a nada. — le guiñó un ojo mientras caminaba hacia la puerta, pensando que no tenía mucho más para hacer allí. Su gesto indicaba una leve invitación a salir del recinto de las lechuzas, aunque no sabía si Del querría seguirlo o no.

—Gracias, amigo —dijo con alivio cuando le quitó la lechuza del brazo que había comenzado a acalambrársele. Se lo comenzó a fregar con la mano derecha para desentumecerlo, tomando nota mental de sostener la lechuza en el otro la próxima. A ver si cambiaba en algo.

Si es que hay una próxima vez... pensó temiendo la hora del desayuno en que Helena regresara y probablemente comenzara a asesinarle la comida en el plato como si nada.

Rogó que la lechuza se portara bien por esa vez y no perdiera la carta importante de su amigo, aunque dudaba que fuera el caso, porque con él parecía comportarse como las demás lechuzas amaestradas que veía por ahí.

—Intentaré tenerle un pollo entero preparado con tal de que deje de picotearme. Cada vez que voy a la enfermería a pedir extracto de Dittany la enfermera me mira peor. ¡Debe pensar que estoy buscando excusas para ir a verla! —bromeó. Hubo un momento de su vida en que así era, y todavía le gustaba la enfermera del colegio, pero ya no era una prioridad en su vida. Prefería tener los dedos enteros, por supuesto. 

Eran las desventajas de tener una enfermera que parecía modelo en un colegio lleno de adolescentes... y una lechuza con mal carácter.

—No es nada, colega. Lo mío no tiene apuro —le aseguró. Y prefería enviar una lechuza del colegio antes que volver a enfrentarse solo con Helena. En la mesa del desayuno almenos habría comida para ofrecerle.

Asintió de manera leve y salió de la lechucería para emprender el largo descenso de la torre. Afuera se había levantado algo de viento y Del se arrebujó en su túnica del colegio. —Nunca voy a terminar de acostumbrarme a este clima —protestó.

La perspectiva de un pollo entero le hizo darse cuenta que tenía un poco de hambre, o tal vez había sido el hecho de subir las escaleras para llegar hasta la lechucería, de todas formas comenzaba a sentir su bestia interna gruñendo.

—Si sueles dar ese tipo de premios a quienes te picotean los dedos, te los mordisqueo ya mismo— rio un poco de buena gana. — Además, el año pasado ya la visitabas con cualquier excusa, qué cambiaría ahora? No quieres que te deje un labio partido o un ojo morado así se te acerca bastante? — Recordaba bien, ahora que él lo había mencionado, el pequeño idilio que se le había formado al francés con la excitante enfermera. Toff no era de "enamorarse" como lo hacía Del, pero ciertamente esa mujer le prendía una cierta hoguera en el estómago y lo hacía sentirse acalorado cada vez que tenía que curarle algo. Él sí era bastante propenso a tener que visitar la enfermería, pero trataba de no mirar ninguna parte del cuerpo de la enfermera y siempre era muy cortés.

Miró un poco las nubes frondosas y se lamentó levemente por el pobre francés. —Ven bajemos, mientras puedo relatarte las bellezas insondables de un invierno en la punta más nórdica de Finlandia, lejos de toda civilización o posibilidad de armar un fuego decente.— le dijo riendose. Le pasó un brazo enorme por encima de los hombros y lo arrastró de a poco hacia la salida.

Lo miró con una ceja levantada, como si estuviera diciendo puras tonterías después de demasiado champagne. Aún así, sonreía divertido de las payasadas del grandote. Rió cuando metió a la enfermera en la conversación de los golpes y mordiscones, cambiando a mitad de camino el comentario que tenía pensado hacer por uno que se le ocurrió a último momento —No creo que a mi novia le guste demasiado eso...— dijo con una sonrisa que era en parte de complicidad y en parte de orgullo. Él que había sido el amigo de todas las chicas más codiciadas del colegio y novio de nadie más que la hija de un traficante de órganos y una prostituta, ahora tenía una novia hecha y derecha. —¡A que ésa no te la esperabas! —él todavía ni se lo creía.

Frunció el ceño y lo miró ofuscado. —¿Qué bellezas? ¡Me agarran sabañones de pensarlo! —Dijo bastante más en serio que en broma a pesar del tono que usó para ello. De todas maneras lo siguió escaleras abajo. Hubiera protestado por tener a otra persona tan cerca cuando él era tan "asquerosito" como sus adinerados padres, pero sinceramente se moría de frío y de todas formas ya lo llamaban puto por ser francés. Mucho no podía empeorar que lo vieran así con el grandote.

—Mejor deja que te cuente de los veranos en las playas nudistas de Lyon —ofreció con tal de no hablar de lugares fríos e inaccesibles. Por mucho que aceptara a todos con el trasfondo que tuvieran, a él que estaba acostumbrado a las comodidades más caras de la vida, no le gustaba ni la idea de lugares alejados de la civilización.