Fuera de lugar

Al no era un hombre amante de la lectura. La evitaba siempre que podía ya que le parecía aburrida e innecesaria. ¿Para qué tomarse la molestia si uno podía convencer a otro para que se tomara el trabajo y le pasara la versión resumida? Cuando uno se veía bien como él y tenía una actitud ganadora que le granjeaba la admiración de las damas, el hacer trabajo duro no era algo que pareciera demasiado agradable.

De todas maneras, su investigación actual había alcanzado un punto muerto y, debido al carácter confidencial de la misma, se veía obligado a hacer el trabajo sucio personalmente, a tomarse la molestia de investigar por sí mismo.

Entró en la biblioteca e inmediatamente buscó a la bibliotecaria, esperando que estuviera buena. Para su decepción, se trataba de un hombre y, repentinamente, el lugar perdió el poco interés que podía tener para él. Molesto, sacó la licencia de Auror, la mostró al muchacho y se encaminó a las estanterías en busca de información.

A ella tampoco le gustaba leer. Su trabajo no lo requería y ella tampoco lo hacía en su tiempo libre. No lo disfrutaba. Se quedaba dormida sobre los libros a las pocas páginas de haberlos comenzado y era lo suficientemente madura como para aceptar que la internet muggle suplía la mayoría de las necesidades de información que pudiera llegar a tener.

Estaba allí por otro motivo. Era un lugar donde la gente no conversaba, lo que significaba que la dejarían en paz cuando así lo deseaba. En ese momento, necesitaba la tranquilidad de no estar hablando con nadie pero al mismo tiempo detestaba estar sola y no quería quedarse encerrada en su departamento. Por ese motivo, la biblioteca resultaba ser el lugar casi perfecto para poder conseguir tener paz y a la vez contacto con otras personas que satisficiera su necesidad social. El único problema es que requería que estuviera leyendo algo.

En eso andaba cuando notó a Albert entre las estanterías. -¡Mierda!- pensó. No tenía ganas de tener que soportarlo precisamente a él de entre todas las personas. No era que las cosas hubieran quedado raras entre ellos, porque a ella bien poco le importaba eso, simplemente no tenía la paciencia para tolerar a uno de los más grandes ególatras del mundo en ese momento.

Vio a Elizabeth de camino a la estantería con la etiqueta del tipo de libro que él venía a buscar, uno sobre arithmancia que le permitiera considerar nuevas opciones sobre unos números encontrados en una escena del crimen de donde habían aprehendido al último sospechoso. Su rostro se iluminó de inmediato con una sonrisa ladeada al ver que la biblioteca volvía a tornarse mágicamente interesante. Puede que ya se hubiera rendido con Dalton, pero siempre cabía la posibilidad de que ella accediera a pasar un buen rato con él y todo el mundo sabía que Albert Ashdown jamás se negaba a pasarla bien con una mujer. Después de todo era algo que ya habían hecho antes y a él le daba lo mismo tenerla como amiga, colega, amante o novia. Ella siempre resultaba entretenida de tener cerca, incluso fuera de la cama. Al menos podía hacerlo reír, cosa que pocas mujeres lograban. -Eso es porque es uno de los pibes- se dijo a sí mismo a la vez que se acercaba a ella rápidamente.

"Hey Redd. ¿Desde cuándo ya no saludas a los viejos amigos?" Le preguntó divertido, sonriendo de esa forma engreída que era tan habitual en él.

Liz había intentado huír discretamente pero no llegó a tiempo. Cuando él la saludó se quedó clavada en el lugar antes de voltearse a verlo, con la cara más inocente de la que fue capaz. No era que no le cayera bien Albert, pero generalmente lo relacionaba con sexo casual. Como amigo él era un desastre y como novio una pesadilla que jamás dejaba de hablar de sí mismo, si bien en grupo podía llegar a ser entretenido. No era alguien con quien quisiera pasar quality time o compartir una conversación fuera del trabajo por más que lo apreciara. Simplemente no eran compatibles a nivel intelectual.

"Oh, Embry. ¡No te había visto!" She lied with a straight face, sonriendo como si realmente estuviera relativamente feliz de verlo. "¿Qué haces tú en un lugar como éste?" Le preguntó descaradamente. Sabía perfectamente que él odiaba la lectura tanto como ella, pero él sabía que ella iba a ese lugar a descansar del mundo cuando necesitaba paz, incluso cuando no tenía nada para leer y simplemente se sentaba allí, en la sala de lectura, a mirar por la ventana.

Como Albert no estaba buscando o esperando una mentira de parte de ella, la creyó sin problema. Después de todo, ella tranquilamente podría haber estado perdida en sus pensamientos, de modo que no le dio mayor importancia.

Rió ante la acusación tan cierta de ella. Era tan egocéntrico que no le importaba que estuvieran en una biblioteca. "Pues a decir verdad, por mucho que no me guste la lectura, a veces no tengo otra opción." Confesó con una sonrisa divertida. Encontraba gracioso el tener que admitir eso en medio de una biblioteca, donde la mayoría de los presentes de seguro tenían alguna clase de fanatismo secreto por la lectura, algún trastorno mental que explicara por qué perdían su tiempo en un lugar como aquél.

Elizabeth sonrió ante su comentario tan sincero. "Suele pasar." Admitió. "¿Algo con lo que te pueda ayudar?" Preguntó no porque realmente se sintiera repentinamente caritativa hacia él, sino porque si se ponían a hablar de trabajo las posibilidades de que el encuentro terminara bien se multiplicaban exponencialmente. En cambio, si se ponían a debatir sobre la vida y la posición del hombre en el cosmos, lo más probable es que él acabara diciendo algo que la sacara de quicio y la hiciera marcharse a la mitad de la conversación.

Por otra parte, el conversar con él la entretendría más que estar ahí sentada mirando llover por la ventana y ella sabía que el tener tiempo para deprimirse era algo que le hacía muy mal.

"En realidad, sí." Dijo con una sonrisa, aprovechando que ella se estaba ofreciendo tan gentilmente. "Tengo una pista escrita en runas. Es probable que no sea nada, pero tengo que investigarlo para quedarme tranquilo." Le explicó. "No hice Runas Antiguas en Hogwarts, así que no tengo la más mínima idea de por dónde empezar, la verdad."

Para peor, las runas y lso idiomas eran algo que lo aburría de manera particular, y el tener que ponerse a investigar al respecto, incluso si venía a colación de un trabajo que le gustaba, no le hacía gracia. Él quería la adrenalina de perseguir a los sujetos y pelear contra los magos tenebrosos, no hacer el trabajo de detective de novela negra.

Ella levantó las cejas sorprendida. Ya no recordaba la última vez que había visto algo escrito en runas y, para comenzar, ni siquiera sabía leerlas. No enseñaban esas cosas inútiles en Salem. Ella había tenido alquimia, pociones, encantamientos sin varitas, teoría de la mágia y vaya uno a saber qué otras cosas más.

"Pues puedes comenzar por preguntarle al hermano de Chase. Tengo entendido que uno de ellos estudia Runas Antiguas en la universidad y estoy segura de que podrá ayudarte mejor que una pila de libros viejos." Le dijo con una sonrisa ladeada. Al menos eso la dejaba más tranquila. Sentía que lo había ayudado sin tener que tomarse la molestia de hacerle el trabajo sucio, que probablemente era lo que él quería si es que ella lo conocía tan siquiera un poco.

Como Albert vivía en su propio mundo y no sentía especial interés por América ni su modo de educar a los jóvenes magos, no tenía idea de que ahí no se enseñaba a leer runas antiguas.

"Excelente." Sonrió encantado. "Mucho más divertido también. Son bueno chicos, divertidos." Comentó de mucho mejor humor. "Pordía invitarles una cerveza y divertirme un rato a demás de descubrir si la pista es válida." Explicó por amor a oír su propia voz.

Pareció recordar algo repentinamente y la miró con el ceño fruncido, como sospechando. "¿Y qué haces tú en la biblioteca?" Le preguntó de modo acusador. Conocía pocas personas que compartieran su aversión a los libros al nivel en que ella lo hacía.

Lizzy sonrió contenta de verlo mejor encaminado, en un proyecto que no la involucraba ni a ella ni a los libros viejos. "Sounds like a plan!" Comentó. 

Todo su buen humor se desinfló con la pregunta de él. "I'm staying clean." Admitió finalmente, de mala gana. Al siguiente momento levantó la mirada hacia él, desafiante, como advirtiéndole que no se riera de ella.