La excusa era caminar

Laz estaba vestido de negro, como de costumbre, con su pantalón de cuero ajustado, camisa negra con volados y, encima de todo eso, un sobretodo negro de cuero con tachas que hubiera dado envidia a los cazadores de vampiros más exigentes. Como de costumbre, tenía sus botas llenas de hebillas y pinchos, y su colección de muñequeras, grebas y colgantes de simbolismos mágicos y muggles al cuello.

Llevaba la escoba al hombro como unos días antes, aunque realmente no tenía la menor intención de practicar quidditch. En lugar de ir derechito para el estadio, utilizó una ruta bastante sinuosa que cubría gran parte de los terrenos y tenía la mirada alerta en lugar de ir perdido en sus pensamientos. Giselle le había dicho que a veces iba a donde sus pies la llevaran, así que no tenía manera de encontrarla y no le daba la cara como para hacer lo lógico y buscarla a la salida de una clase. Por eso se paseaba por los terrenos esperando volver a tener suerte.

Giselle había frecuentado más los terrenos en los días siguientes. Había cometido la torpeza de despedirse de Laz sin siquiera intentar arreglar para verse en otra ocasión. No le había preguntado sus horarios, sus materias u otras ocupaciones. "¡Qué tonta!" se decía a sí misma, cada vez que recordaba haber dejado tan cortantemente a la única persona que le generaba interés en ese colegio.

Había circundado los campos de Quidditch, esperando ver a Lazarus con su escoba al hombro, pero no había tenido suerte.

Cuando ya estaba a punto de rendirse ese día, diviso una silueta negra en la distancia. Tenía ese porte inconfundible. Por más que lo había visto sólo una vez, había quedado grabada en su mente esa forma de pararse, de andar.

Se preguntó cómo podía acercarse de manera casual. No tenía la menor idea de cómo hacer esas cosas. Decidió no pensar y caminar hacia él. "Al la una, a las dos, y a las..."

_Hola.

En una situación similar, Laz había decidido que si no la veía para cuando llegara relativamente cerca del campo de Quidditch iba a tener que practicar un rato, al menos para guardar las formas. No quería ir con la escoba al hombro hasta la puerta y después darse media vuelta y marcharse.

Venía escaneando los terrenos con la mirada, pero recién la reconoció cuando la tuvo bastante cerca, por estar mirando justo para el otro lado. Se le formó una sonrisa alegre al verla venir, aunque no dejaba de tener ese algo que lo hacía parecer el dueño del castillo. Puede que Giselle tuviera razón, que estuviera relacionado no sólo con sus expresiones faciales, sino también con su manera de andar y pararse. Él no lo notaba.

"Hey! Selle! ¿Qué se cuenta?" Su saludo, a pesar de demostrar entusiasmo, tenía un aire casual. No era un perrito moviendo la cola y esperando ser aplaudido como el premio anual.

"Selle" resonó en sus oídos. Parte de no tener amigos, era no tener apodos. Era extraño que alguien pudiera ponerle uno con tanta espontaneidad.

_No mucho, la verdad. Paseaba un rato por aquí. A razón de la fiesta de inicio de curso, las féminas están particularmente alborotadas. El castillo apesta a estrógenos.

La vez anterior, Laz había tenido la delicadeza de preguntar si no le molestaba que la llamara por ese nombre. Para él una falta de respuesta era lo mismo que una falta de queja y si ella no se había quejado -y las mujeres se quejaban de todo- debía ser que no le cambiaba.

Enarcó una ceja ante la mención de la fiesta. No veía la conexión. Cuando oyó la explicación, soltó la risa con ganas. El colegio necesitaba más gente como ella. "Que yo lo diga es una cosa, pero que lo digas tú... ¡Vaya!" Dijo divertido. Parecía a punto de volver a tentarse, pero no lo hizo.

Se encogió de hombros.

_Sin importar quién lo diga, es una realidad -señaló-. ¿Entrenabas?

Se sentía un poco tonta de estar ahí para hablando. Se preguntó si a él no le sucedería lo mismo... pero lo veía tan sereno, tan calmo.

Y el que dijera cosas como esa era lo que le gustaba de ella. Decía lo que pensaba y no pensaba como una adolescente hormonal. La miró con una media sonrisa. "Muy cierto."

"Nah, estaba buscando una excusa para hablarte." La miró un momento y después rió despreocupado. "Sí, entrenaba." Miró hacia el frente, al campo de quidditch. "No tendré la habilidad de Ashby, pero pienso ser jugador profesional de quidditch en algún momento." Confesó con seriedad, determinado. La miró con curiosidad. Era algo adivinado por todos pero que no le había dicho abiertamente a nadie y quería ver su reacción a eso.

Cuando dijo que buscaba una excusa para hablarle, su corazón se detuvo un instante, y luego comenzó a latir rápidamente. Eso hizo que se sintiera un poco avergonzada cuando el rió y respondió que entrenada. Se sonrojó y miró hacia donde estaban los campos de Quidditch para distraerlo de su vergüenza. Seguramente las chicas que pasaban su adolescencia de ligue, se veían venir ese tipo de bromas. Tonta ella que adivinaba el final del libro de tramas más intrincadas, y no podía distinguir un simple chiste.

_¿Jugador profesional? Interesante. Hubiera imaginado otra cosa.

La gente valiente, decía lo que pensaba como Giselle; los cobardes, se guardaban los sentimientos bien adentro para no salir lastimados. Laz era un cobarde valiente y las medias tintas eran su pan de cada día. No se hubiera atrevido a decir algo así seriamente, pero tampoco bromear sobre ello hubiera sido una traición a él mismo. Y Laz se era muy fiel en todo sentido. Para él era algo obvio a pesar del tono utilizado. Si hubiera querido jugar hubiera volado al campo de quidditch directamente. La vuelta anterior necesitaba el paseo previo para limpiar su mente tras una riña con Alex.

Su curiosidad se hizo más evidente. "¿Como qué?"

Ladeó la cabeza en busca de una respuesta. Lo miró a los ojos, y expresó:

_No lo he pensado detenidamente, pero supongo que esperaba algo más... mental. Si me detengo a pensarlo, tienes cierto ahora de soberbia y virilidad que tranquilamente pueden ser indicio de una persona competitiva, capaz de dejar el alma en el campo con tal de conseguir el triunfo. Supongo que de ser así te iría muy bien -hablo monótonamente, casi con indiferencia. Como si en vez de hablar de la personalidad de él, estuviera describiendo los terrenos.

No se puso a pensar que tal vez era algo muy personal... que podía incluso sonar agresivo.

Los puntos que Giselle había perdido con llamarlo un bárbaro poco intelectual y un soberbio, los había recuperado cuando las palabras "virilidad", "capaz" y "triunfo" entraron en juego. Una variedad de micro-expresiones desfilaron por su rostro hasta llegar a su típica sonrisa desfachatada. "Así que un macho bruto pero triunfador, ¿eh?" Bromeó. Todavía no estaba seguro de cómo interpretar todo eso y el tono monocorde de ella no era de mucha ayuda. En el peor de los casos, si se hubiera querido enojar, ya hubiera saltado como leche hervida.

"Nunca pensé que diera esa imagen." Después de esa confesión rió un poco. "Según tu descripción debería tener cuando menos un club de fans. ¿Cómo puede ser?" Era un cuestionamiento totalmente en broma, claro está.

Se encogió de hombros. No tenía una respuesta certera, porque no lo había dicho como insulto ni como elogio. Para ella decir que se lo imaginaba en algo más "mental", había sido un halago y sin embargo la cara de él había mostrado por unos segundos que no se lo tomaba de tal forma.

Para Giselle, en cambio, la virilidad no era exactamente una ponderación. Tampoco era un insulto. Era un concepto que podía entender y distinguir, pero no estaba del todo familiarizada con ello.

_Yo puedo desarrollar casi cualquier actividad por mis estudios, y sin embargo, tampoco soy un receptor de admiraciones. Supongo que lo que admira y persigue el común de la gente sigue siendo un enigma.

Después de toda una vida de ser insultado de maneras tan variadas como coloridas por su apariencia bastante más andrógina que el común de sus compañeros, la palabra "virilidad" había sonado como un halago a pesar de que una persona más bien "mental" como él generalmente la despreciaba. Era una cuestión de perspectiva.

Se mostró sorprendido. Esa respuesta era muy coherente y no se le hubiera ocurrido a él ni de casualidad. "Tienes razon." Admitió. Rió un poco. Eran dos palabras que salían de sus labios en muy contadas ocasiones por una cuestión de orgullo, pero ella no parecía necesitar de su fachada para respetarlo. "Mejor. No doy autógrafos!" Bromeó.

Por un momento caminó en silencio, sin pensar a dónde iba pero acercándose al campo de quidditch por pura inercia. No era un silencio incómodo al menos por parte de él. "Así que a ti tampoco te gustan los bailes... Interesante." Pensó en voz alta. Eso le recordó la conversación que habían tenido la vez anterior y sonrió con entusiasmo, disfrutando por anticipado como quien trama una travesura.

"¿Y? ¿Estudiaste para la lección de hoy?" Le preguntó de repente, con la misma desfachatez que había mostrado antes.

_¿Lección? -dejó de caminar rápidamente. No le gustaba ser evaluada en líneas generales. Se la había evaluado rigurosamente toda su vida. Sentir de golpe esta presión le causó sorpresa-. ¿Qué lección?

Laz volvió a estallar en risa por la reacción de ella. "Te estoy cargando, pava." Aclaró. Le resultaba bastante gracioso que se lo hubiera tomado tan a pecho.

"Sólo venía andando por los terrenos y pensé que podríamos aprovechar, hacer algo divertido, ponerte un poco al día con la vida." Explicó. Se daba cuenta de que podía sonar ambiguo pero ya se había explicado la vez anterior como para tener que volver a hacerlo ahora y eso lo calmó lo suficiente como para no avergonzarse.

((me fui a dormir. que tengas buena noche))

Giselle, en su ingenuidad, interpretó eso como duelos de a ver quién escupe más lejos, patinar en el lago y todas esas cosas que Laz había mencionado en su encuentro anterior. Pero no tenía posibilidades de adivinar a qué se refería puntualmente. Lo que sí sabía es que si él esperaba que ella se subiera a la escoba y volara, era un caso perdido. No en vano se había molestado en conseguir un certificado médico sobre un problema en la espalda, para no tener que volar en clase.

Enarcó las cejas.

_Supongo que vas a proponer algo... -no incitó.

((Qué más querría yo, pero no... sigo con el trabajo! Que descanses!))

((¡Uy! ¿Qué hacías roleando? ¡Rata! Ojala hayas podido terminar bien.))

Parece que la inocencia de Giselle le había pegado bastante cerca a lo que Laz tenía en mente. La falta de bromas a su costa o al menos miradas raras como había habido la vez pasada, dejó al chico más tranquilo.

"Voy." Confirmó y caminó en silencio un rato, pensando en cuál sería la mejor opción para empezar. Tras pensarlo un poco, sus labios se curvaron en una sonrisa complacida. "Ya sé." Declaró. Apuró el paso en dirección al estadio de quidditch, pero no la entrada de los jugadores sino a una de las que el público utilizaba para acceder a las tribunas. "Tengo el juego perfecto para ti." Decidió.

((¿Cómo que qué hacía? ¡Distender! Si no, me duermoooooo. Cuento con tu presencia esta noche, porque si no va a ser tu culpa que repruebe por haberme ido a dormir temprano (?) ))

El hecho de que fueran hacia el campo de Quidditch, hizo que los pies e Giselle de golpe parecieran más pesados. Su voluntad contrariada la hacía caminar más lento. No quería volar, no se animaba a hacerlo. Pero tampoco quería arruinar ese momento.

Por otro lado, Laz tampoco había hablado de volar... era demasiado temprano para sacar conclusiones.

Estaba ansiosa, y cuando se detenía a analizar lo que estaba haciendo, sentía un cosquilleo en el vientre. ¿A dónde iban? ¿Qué herían?

_¿Qué es lo que tienes en mente? -preguntó tratando de no sonar preocupada.

((Jajajaja. Válido. Esta noche tengo una cena. Volveré tipo 1, calculo. Asumo que hasta esa hora podés tirar con café.))

Laz, por el contrario, parecía tan tranquilo como siempre. Su actitud de amo y señor del castillo no tenía nada de sentido en un hijo de muggles como él cuando había tanto sangre pura* en el castillo con más derecho a pavonearse, pero a él le importaba un bledo. Si su coraza de soberbia lo había llevado hasta ahí, continuaría protegiendo su universo interno del resto del mundo.

"Solo un pequeño juego mental." Dijo con aire misterioso. Había un brillo de complicidad en sus ojos, pero se negaba a arruinarle la sorpresa. "Creo que te gustará."

Al acercarse más al campo de quidditch, se fue haciendo evidente que su idea era subir por las tribunas más que entrar a la arena de juego, aunque ahora que lo pensaba, sentarse en la arena bajo los aros hubiera sido una idea más inteligente. Había más lugar.







((*Nota al pie: hace un par de años se decidió en el (antiguo) foro que el Ministerio cambiara las leyes. Ahora "sangre pura" es una persona con 8 bisabuelos, 4 abuelos y 2 padres mágicos, independientemente del resto del árbol genealógico. Se cambió la definición para no aceptar que hoy en día todas las familias son mestizas. Por eso se ven tantos personajes de sangre pura.))

((Tranca que hasta las 5 le pego derecho... ))

A pesar de su bien nutrido intelecto, no tenía la menor idea de lo que Laz planeaba hacer. Se sentía bastante tonta. Estaba demasiado acostumbrada a saber qué hacía y por qué lo hacía, que esa situación en la que sólo podía dejarse arrastrar, la hacía sentir estúpida e insegura.

No le gustaba que las cosas no estuvieran bajo su control.

Pero algo dentro suyo le pedía que continuara, algo en ella quería descubrir cosas nuevas a pesar de los riesgos. Se sentía como al borde de un abismo en el que tenía que dar un salto a ciegas directo al vacío. Por más que estuviera en el castillo, por más que estuviera a salvo... le temblaban las piernas.

((Whoa. Tanto no sé si te voy a poder acompañar, pero unas horitas seguro.))

Como muchos otros hombres y mujeres antes que él, Laz tenía una leve adicción a la adrenalina y cualquier cosa que lo hiciera sentir ese vacío en el estómago similar al vértigo le ponía una sonrisa en los labios. Estar interactuando con alguien que, para variar, le caía bien, entraba dentro de esa categoría pero en una medida mucho menor a la de Giselle. Después de años de haber probado cualquier cosa que le destrozara los nervios, hacía falta un estímulo bastante fuerte para ponerlo a temblar.

El silencio de Giselle era un poco ennervante, pero Laz no se hacía problema por anticipado. Podía haber media docena de factores que la inclinaran al mutismo. Para matar el rato, sacó la varita y, como la vez anterior, desapareció la escoba de vuelta a su dormitorio en vista de que no la estaría necesitando. "Al final no pude ver tu pelo enrulado por la lluvia el otro día." Pensó en voz alta mientras se acercaban al estadio. Tenía la vista fija en los postes con banderines de colores y una expresión indefinida en el rostro.

((Sin compromisos... a mi no me queda más remedio))

Ella, que caminaba ensimismada en sus pensamientos, se sorprendió un poco al oírlo hablar. Obviamente era demasiado inexpresiva para que se notara. Seguían avanzando, no sabía a dónde iban, y Laz había despachado a su escoba. Esta precisamente analizando qué se podría hacer en un campo de Quidditch sin una escoba, cuando el mencionó su cabello. En su rostro comúnmente inmutable, se dibujó una sonrisa tierna, casi aniñada.

_Habrá más lluvias.

Y volvió al silencio.

((Está todo bien. En serio.))

"Cierto. Cortesía del hermoso clima de Escocia." Completó la frase. Tenía una sonrisa jocosa en los labios y parecía de buen humor, despreocupado como la vez anterior; en su elemento.

Cuando llegaron a la entrada para público, la que daba a las gradas, Laz se detuvo un momento frente a las rejas de la entrada. "Disculpa si las damas no van primero esta vez." Bromeó. Enseguida comenzó a trepar las rejas con la habilidad de quien tiene práctica en ese tipo de actividades. Al llegar arriba, pasó una pierna con cuidado al otro lado de los pinchos y descendió un poco más, lo suficiente como para dejarse caer sin peligro.

Aterrizó parado gracias al movimiento en sus rodillas que le hizo de amortiguador. La miró a los ojos con una sonrisa engreída de oreja a oreja que tenía la suficiente calidez como para hacerlo parecer un crío. "Tu turno." Anunció.

Al ser tan flaca y de mediana estatura, trepar no le era difícil. Su cuerpo no le resultaba pesado. Pero la altura no le gustaba para nada. Por eso sus primeros pasos fueron seguros y certeros, pero al pasar una pierna del otro lado su cuerpo flaqueó un poco. Los nervios tampoco ayudaban. Finalmente, estuvo del otro lado.

_¿Y ahora?

Laz la observó treparse con bastante más firmeza de la que hubiera esperado y eso lo impresionó en un buen sentido. Se rió un poco cuando ella quedó a mitad de camino. "Intenta bajar unos pasos como por una escalera... luego te dejas caer." Indicó. "Pero no te preocupes. En el peor de los casos, yo te atrapo." Prometió.

Se le escapó una risita. No porque creyera que era imposible que el la atrape, sino porque visualizó la situación de ella cual princesa cayendo en brazos de su príncipe. Era muy divertido sustituir la fantasía de hadas con las figuras de ellos.

Una vez que terminó de bajar, aguardó expectante.

"¡Muy bien!" La felicitó impresionado. "Casi como si te escaparas de tu casa seguido." Bromeó. Al menos para él, ese era el caso. Se había escapado de todo tipo de lugares y metido en una larga lista de otros. "Ven." Giró sobre sí mismo y comenzó a andar los tres o cuatro metros que lo separaban de las sinuosas escaleras que llevaban a las gradas. Al llegar a éstas empezó a subirlas de dos en dos como si no le costara nada, con la misma despreocupación de siempre. "Son solamente doscientos cincuenta mil escalones." Bromeó.

Giselle efectivamente, se escapaba seguido de su casa. Pero era más tradicionalista: usaba la llave y la puerta. Sus padres no consideraban que ella fuera capaz de intentarlo, con la cual no vigilaban nada de eso. De todos modos no lo dijo, y prefirió el silencio. Miró los escalones, efectivamente parecían muchísimos. sin embargo, el interrogante de qué harían, era más fuerte que cualquier necesidad de diálogo.

No dijo mucho más hasta no llegar arriba. El viento soplaba fuerte en las gradas a varios pisos de altura del suelo. Laz había llegado algo agitado a pesar de lo tranquilo que había comenzado la subida y agradeció mentalmente el viento fresco en la cara.

Se detuvo un momento a mirar el campo de juego, algo a lo que no estaba acostumbrado desde ese punto de vista, y después se sentó en las gradas, mirándola a ella como esperando que hiciera lo mismo. Entonces sacó la varita y conjuró una bolsita de cuero marrón dentro de la cual había un variado surtido de caramelos. Sacó una cajita similar a la de grajeas de todos los sabores y se la mostró a ella a ver si la reconocía. Eran unos caramelos bastante sosos con la particularidad de que hacían que la persona que los ingiriera pudiera ser como poseída por el animal en que estuviera pensando. Los chicos magos las conocían a la perfección y eran algo bastante de moda en Inglaterra por lo menos. "¿Los conoces?" Preguntó con entusiasmo.

Negó con la cabeza, mientras se sentaba junto a él. ¿Caramelos? Parecía todo completamente inofensivo. No volarían, y no parecían estar a punto de hacer algo adrenalínico. Comer caramelos no parecía justificar que subieran hasta allí... a menos que...

_¿Tienen droga? -preguntó sin siquiera notar que Laz no entendería sin la conexión de los pensamientos que ella acababa de hilar.

Después de oír semejante pregunta, Laz no pudo menos que largar la carcajada. Por más que tuviera sentido desde el punto de vista lógico de una chica que claramente no estaba al día de las golosinas del mundo mágico, lo había tomado por sorpresa.

"Ok." Dijo al calmarse. "Eso eso fue un no." Todavía parecía divertido, como si pudiera tentarse a volver a reír en cualquier momento. Al menos sería algo novedoso para ella. Se preguntó si sería de ascendencia muggle, demasiado antisocial o simplemente esas golosinas no las hacían fuera del Reino Unido.

"No, no tienen droga. Dime un animal. Te voy a mostrar lo que hacen. Después te explico el juego."

_¿Un animal? -se asombró, eso de verdad no lo esperaba. Sin embargo simplemente pensó unos segundos y dijo-. Pantera. Una pantera negra, macho, adulto.

Laz abrió el paquete y sacó un caramelo. Eran todos bastante cuadrados y grises. Se deshacían en la boca en cuestión de veinte o veinticinco segundos y no eran la gran cosa en cuanto al sabor tampoco. Parecían hechos únicamente de azúcar.

Tomó un caramelo de la cajita e inspiró profundamente, como para concentrarse. Entonces se puso de pie y se alejó unos pasos de ella. "Una pantera..." Tenía los ojos cerrados cuando se llevó el caramelo a la boca. Al segundo siguiente había una pantera negra en las gradas, en el mismo punto en que antes había estado Lazarus. El animal clavó en Giselle sus ojos ambarinos y bufó de manera amenazadora. La pantera sustuvo la mirada de la muchacha con un brillo inteligente del que carecían los ojos animales, pero luego tiró las orejas hacia atrás y tensó su cuerpo como si fuera a saltar sobre ella. Al final, sólo volvió a transformarse en Laz, quien tenía una sonrisa de autosuficiencia en el rostro que le daba un aire infantil. "¿Y? ¿Qué te parece?"

Giselle abrió los ojos bien grandes con asombro. Sabía bastante sobre transformación animal, pero no sabía que había golosinas que lo hicieran de una manera tan real. Lo primero que dijo fue:

_Si sabía que eso iba a pasar, decía algo más gracioso... no sé, un pez. A ver cómo te las ingeniabas para respirar... -y rió.

Laz también rió. "Te hubiera pedido que eligieras otro... funciona según lo que piensas." Explicó. "El juego consiste en pensar cada uno en un animal y a la cuenta de tres, transformarse. El animal que logra intimidar al otro gana. Puede ser un ratón asustando un elefante, no sé... lo que se te ocurra." Continuó explicando.

Se acercó a la caja y tomó otro caramelo antes de ofrecerle el paquete a ella. "Cuando tu digas."