El tarado de turno

Bella se sentía rara. Tenía demasiada información en la cabeza. Toda del tipo que uno necesita digerir primero. Por un lado, Sus sospechas sobre la maldición que pendía sobre ella parecían confirmar sus peores temores y, de ser así, el futuro para ella sería muy negro. Si realmente se estaba instalando en su sistema nervioso central, como ella temía, entonces sería una larga pelea contra su propio cuerpo hasta que éste dejara de responder por completo. Conocía el ciclo de su maldición, había vivido toda su vida con ella y eran viejas enemigas. Cuando no le estaba causando mala suerte en general, a forma de golpes, caídas, desmayos y cortes, se le instalaba en algún lado y la hacía padecer de alguna enfermedad durante algún tiempo, hasta que ésta cumplía su ciclo u obtenía tratamiento para la misma en San Mungo. Pero era una ruleta rusa. Si llegaba a caer en una enfermedad lenta y progresiva, y para peor incurable, no habría manera de desenfocarla de allí hasta que ella muriera. Al menos con el conocimiento científico que había hasta la fecha. 

Por otra parte, la charla con Knightley la había dejado bastante desanimada a pesar suyo. Como primogénita de cuatro, siempre se había puesto a sí misma en último lugar, pero también había acudido sin dudar al médico cada vez que su maldición se convertía en una enfermedad concisa. ¿Realmente era egoísmo de su parte el intentar vivir lo más posible? Nunca se había considerado egoísta, pero ahora que alguien le había plantado el bichito de la duda, la había hecho sentirse realmente mal.

Entró en el cuarto y se tiró de panza en su cama, la cual rechinó bajo su peso. Un suspiro cansado escapó sus labios y su cuerpo se relajó mientras que su mente comenzaba a hervir de ideas poco placenteras. Tenía que considerar sus opciones. Podía seguir investigando por su cuenta o consultar con algún médico. Pero la idea de los médicos la devolvían al tema de Knightley y su padre el doctor... y la opinión que el chico tenía sobre la medicina en general.

Cassie había estado sentada en su cama con tres almohadones detrás suyo y un grueso libro en sus manos. Era un típico libro de autoayuda, de esos que leen las viejas y que no sirven para nada. El volúmen parecía, a demás, tener varias décadas desde su publicación. Iba por la mitad y murmuraba para sí mientras sus ojos pasaban sobre las letras. Tenía las cortinas de su cama corridas. No quería interrupciones.

Oyó la puerta de la habitación abrirse y luego pasos y el chirrido de una cama. Había una sola cama en la habitación que chillaba de esa manera y la persona que solía tirarse en ésta con fuerza para entretenerse con el ruido era ella. "Bells?" Preguntó dejando el libro de lado. Si Miss Simpatía había hecho chillar la cama, seguramente no estaba teniendo un buen día.

Se sentó en la cama, sus pies asomando debajo de la cortina, la cual corrió antes de levantarse. Anduvo hasta la cama de su amiga y se sentó en el borde. La extrañó verla ahí tirada como hacían ella o las otras chicas cuando estaban desanimadas. Isabella siempre se mostraba feliz. Frunció el ceño, enojada con lo que la estuviera poniendo así de mal. "This is not like you." Obviedades, uno de los temas de conversación favoritos de Cassie. "What thorn is tearing your heart apart?" Estiró un dedo con el que recorrió a su amiga desde la nuca hasta la bajo cintura, pasando por toda la espalda. "Where does it hurt now?" A esas alturas, ya debía haber ganado el bingo de partes del cuerpo en cuanto a dolores varios.

No estaba llorando, pero sentía ganas de llorar. Tenía los brazos cruzados delante suyo y la cabeza escondida dentro del nido que éstos generaban. Por lo demás, estaba tirada en la cama en diagonal, con los zapatos del colegio todavía puestos. 

Ignoró el llamado de su amiga, tenía tanto en qué pensar que ni siquiera lo registró conscientemente. Su inconsciente lo había rechazado antes de que llegara a ser procesado. "I know." Su voz salió toda distorsionada por tener la cara contra el cubrecamas y dentro de sus brazos. Suspiró. Cassie tenía razón. Era un tema del corazón, pero no necesariamente romántico. Le rompía el corazón el pensar que no podría hacer las cosas que los demás sí. Claro que tal vez estuviera equivocada y se estuviera haciendo problema por nada, pero no tenía a quién acudir. No quería molestar a sus padres que ya tenían suficientes problemas con sus hermanos y el negocio, que iba de mal en peor. 

Finalmente decidió que no podía seguir dejando que el mal humor la venciera y giró sobre sí para quedar boca arriba, mirando a su amiga. "En ningún lado, Cass..." Parecía a punto de seguir hablando pero no encontró las palabras. A ella tampoco la iba a cargar con sus problemas. "Knightley fue rudo conmigo. Eso es todo." Mintió con un tono de cansancio que lo hizo sonar convincente. Cansada estaba.

Cassie pestañeó un par de veces, intentando disipar la neblina en que el láudano sumía su mente, pero fue en vano. "Oh, ya veo. Como siempre eres amable con todo el mundo, no te esperabas que alguien pudiera ser rudo contigo sin un motivo." Nuevamente: lo obvio, damas y caballeros. ¿Qué mas se podía esperar de una mente como la de ella?

Su rostro se iluminó con una idea. "¿Quieres que vaya a hechizarlo? Podría colgarlo de las patas en uno de los ganchos de donde penden las macetas." Ofreció sonriendo al imaginar a una persona cualquiera, colgando de los pies, de uno de los portamacetas en el techo de la sala común. "Sería tan loco..." dijo con tono ausente. Era un estado mental tan lindo cuando no tenía que pensar en nada que la lastimara. Cuando un par de traguitos la alejaban de sus problemas. Se quedó colgada un rato, con la mirada perdida y la mente vacía a causa de los estupefacientes, con una sonrisa boba en el rostro.

"¿Cuál es Knightley?" Preguntó después de unos largos minutos, cuando finalmente pareció recordar que estaban conversando.

No se sorprendió. Era amiga cercana de Cassie desde primer año, a esas alturas ya le conocía casi todas las manías, aunque todavía no sabía por qué era que andaba tan volada últimamente. Era demasiado inocente como para sospecharlo, si bien el tema la preocupaba y pensaba en ello a menudo sin sacar ninguna conclusión lógica. Cassie y sus obviedades, una de las cosas más de la vida. Eran casi tiernas y no le hacían mal a nadie. "Supongo." Dijo vagamente, mirando el techo de la cama de modo pensativo. 

La oferta le robó una risita y negó con la cabeza rápidamente, pero con una sonrisa en los labios. Cass siempre podía hacerla olvidarse de sus problemas, cuando los tenía y no podía hacerlo sola. "Está bien. Creo que en realidad me molesta que tenga razón." Explicó. Todavía estaba demasiado divertida por la ocurrencia de su amiga como para demostrar lo fastidioso que era admitir eso. 

Otra risa volvió a atacarla cuando Cass le preguntó aquello. Bella se sentó en la cama, repentinamente más animada. La vida todavía tenía cosas buenas que podía disfrutar, después de todo. "¡Eres tan graciosa, Cassie! ¿¡Cómo pensabas hechizarlo si no sabes cuál es Knightley!?" Bella volvió a reír. 

"Es el oriental, a propósito. ¡Pero no le hagas nada!" Se apresuró a decir tentada, como si fuera a volver a reírse en cualquier momento. "Creo que tiene bastante tortura con estar en su propia compañía todo el día..." dijo ya más seriamente, al darse cuenta de que probablemente fuera verdad. Alguien con pensamientos tan oscuros no podía estar pasando un buen momento.

"Oh..." Su decepción parecía desproporcionada. Todas sus reacciones lo eran. "Es una lástima. Realmente me divertí con Clifford." Admitió recordando ensoñadoramente la manera en que había castigado al ex-novio de Arabella después de que éstos discutieran porque él la dejara plantada en pleno baile para irse con otra... por cometer el error de beber demasiado y no recordar después el hecho de que tenía novia y que había ido al baile con ella. Lo había colgado de los porta maceteros colgantes de la sala común, pero a demás de eso lo había transformado en un enorme perro rojo y, otro día, incluso lo había transfigurado en mandrágora y lo había plantado en uno de los invernaderos.

"¿Eh?" La miró perdida. "Preguntando se llega a todos lados, Bells." Le respondió con una sonrisa boba.

"Oh... el oriental... ¿El de nuestra casa? Me gusta el de Ravenclaw. Tiene una linda sonrisa. Parece una buena persona. Oh, wow, Bells... ¡me gusta la gente que sonríe!" Descubrimiento del siglo.

"¿Quieres ir a dar un paseo? Hay un libro que tengo que buscar de la biblioteca." Su mente pareció regresar a la realidad momentáneamente.

Volvió a reír al escuchar los desvaríos de Cassie. Que lo hiciera sonar como si hubieran estado saliendo o jugando juntos al ajedrez mágico era demasiado cómico. "¡Creo que te divertiste más tu con él que yo!" Bromeó. "Me dio lástima que se quedara ahí plantado tanto tiempo, pero no puedo decir que no se lo mereciera." Puso cara de enfurruñada, pero todavía se estaba riendo un poco. 

"Hum. Tienes razón." Cada tanto, las estupideces que Cass decía, tenían bastante sentido. Luego se puso a hablar sola de esa manera y ya supo que la había perdido para conversar. 

Esperó a que su tren de pensamiento se descarrilara en paz y le sonrió con lastima. "Bien por ti, Cassie." En ese momento volvió a preocuparse por su amiga por enésima vez en ese último tiempo. Se había acostumbrado a su nueva forma de ser, pero le parecía antinatural y demasiado extraña a veces. No comprendía qué podía haberle pasado para cambiarla así y sus preguntas sólo habían obtenido evasivas. Tal vez estaba maldita como ella, pero no lo quería admitir. ¿Por qué más se negaría a hablar del tema cuando claramente tenía algún que otro problema grave? Salvo por el hecho de que parecía incapaz de hablar seriamente de ningún tema por un período lógico de tiempo. "¿Así que te gusta Ito?" Intentó llevar la conversación a algún tema coherente, que ella pudiera seguir. 

Sacudió la cabeza con énfasis, todavía mirándola con lástima. "No. Ve tú. Yo estoy cansada."

"Oh, wow, Bells. ¡Es cierto!" Concordó. Parecía ser un descubrimiento agradable para ella. 

"Es la justicia divina." Dijo luego más seriamente. Hablaba lento, con la mirada perdida en una expresión que la hacía parecer completamente loca o ausente. "Él te dejó plantada a tí primero y luego se quedó plantado él." Siguió mirando la nada después de haber terminado de hablar.

"No. Me gusta la gente que sonríe. Me gusta Lance y me gustas tú, y me gustan Gipsy y su novio Toff..." y así siguió enumerando la mitad del colegio durante un rato, con entusiasmo pero los ojos desenfocados.

"Oh, está bien." Se puso de pie dispuesta a marcharse. "Nos vemos más tarde entonces." Se despidió antes de marcharse.

Dejó pasar el comentario. No la alegraba, si bien tampoco le generaba celos. Solamente le recordaba una persona que la había lastimado y que prefería olvidar cuanto antes. 

Sonrió tentándose un poco, pero al final le ganó la pena. Clifford también había sido el primer muchacho en acercársele y tratarla bien, en mostrar interés en ella como mujer y no sólo como la pobre maldita del curso a la que hay que ayudar porque no puede hacer nada sola. Aprovechó que Cass estaba en uno de sus momentos de fuga para no tener que hablar más del tema y se sintió agradecida de que luego empezara a hablar de algo totalmente distinto. 

"Ok. Ok. Creo que ya entendí." Dijo en algún punto de la enumeración. Sonriendo levemente pero cansada de escucharla hablar de eso. 

Asintió. "Nos vemos en el comedor para la cena." Le recordó en un intento por que dejara de evadir las comidas y le metiera algo de combustible a su sistema.

A la mención de la cena, la cabecita de Cass comenzó a carburar a doscientos por hora. Si se quedaba con ella ahora podía aprovechar la hora de la cena para ir a buscar el libro a la biblioteca y así evitar el tener que fingir que comía.

"Oh, pero aún falta mucho para la cena..." Se lamentó con tono infantil y la voz distorsionada por estarse mordiendo una uña con zaña. "Voy a extrañarte hasta la cena Chiming-Bells." Regresó al lugar que había ocupado antes. 

"De todas formas la tarea de Historia es para pasado mañana y el aire en el dormitorio es tan exquisito." Explicó con una sonrisa brillante. Miraba a su alrededor como si realmente pudiera ver algo maravilloso en el aire. 

"Ahora, ¿vas a decirme qué es lo que te tiene tan desinflada?" Le preguntó de la nada.