Plantada en la puerta

Era un lunes por la mañana muy temprano. La mayoría del castillo dormía, salvo los profesores, y Emmy estaba plantada delante de la puerta de la oficina del profesor Rogers con su mejor cara de culo. Estaba toda acorsetada en un vestido bordó y negro armado que era muy señorial y el último grito de la moda en 1700, allá cuando la alta sociedad mágica congeló sus gustos de la moda.

Golpeó a la puerta y la abrió sin esperar respuesta. Se metió dentro con el aire de quien se cree dueña del castillo y revisó la habitación de un lado a otro con mirada escrutadora de halcón. Buscaba a su sobrino y no parecía feliz de verlo.

Cerró la puerta tras de sí y le clavó sus ojos azules, con las cejas dibujadas casi juntas. "¿¡Qué hiciste con mi bisnieto!?" Demandó furiosa sin siquiera dedicarle un saludo. El niño era lo único que le quedaba de sus hijos que no hubiera sido corrompido y no pensaba dejarlo en manos de alguien blandengue y amante de los muggles como su nieta y el novio, que de paso era su sobrino-bisnieto o algo así.

Matt estaba bastante cansado y con una resaca padre. Tenía tremendo quilombo en la cabeza entre la culpa de haberse cogido a una alumna todo el fin de semana y los mil problemas personales que tenía con los que no sabía ni qué hacer. Había vagueado en su oficina dando vueltas para no corregir los ensayos que tenía sobre el escritorio. Pensaba ponerles una excusa a los chicos y dejar la entrega de notas para la siguiente clase cuando oyó que golpeaban a la puerta.

Hizo una mueca de dolor. Si no era Nicole, debía ser Steph a esa hora y ninguna de las dos podía ser buenas noticias. Por un segundo, se alegró de estar equivocado cuando la puerta se abrió confianzudamente, pero al ver quien se encontraba del otro lado se le hizo un nudo en el estómago. -Lunes tenía que ser- pensó sintiendo que su dolor de cabeza se intensificaba de manera significativa.

"¡Tía Emmy! ¡Qué sorpresa!" La saludó con una sonrisa enorme de falsa felicidad. Era la última persona que querría ver en ese momento. Al decir eso se había puesto de pie, porque hasta ese entonces, había estado despatarrado en la silla detrás de su escritorio como un adolescente. Al menos ya estaba vestido para ir a trabajar. Un simple traje verde, pero era uno de sus favoritos.

El reclamo de la mujer no le movió ni un pelo. Sabía que no era la más peligrosa de sus tías y que hacía rato que había pasado el mejor momento de su vida. "Lo que corresponde, por supuesto. Lo ubiqué con su madre." Le dijo a la cara, con toda la tranquilidad del mundo. Había manejado todo tipo de mujeres, que ésta fuera vieja, peligrosa y su tía, no cambiaba nada. Se sentía en control de la situación, tanto como ella.

Ella no se molestó en fingir alegría. Estaba furiosa y no quería perder el efecto que eso pudiera llegar a tener en su sobrino. Por eso le saltó directamente con el reclamo cuando él la saludó.

Levantó una ceja inexistente, dibujada con delineador ocre. "¿En el castillo?" Preguntó con una mueca de asco. "Parece que el casamiento entre primos realmente da por resultado chicos idiotas." Le dijo a la cara, como si pensara en voz alta.

"¿Cómo crees que terminará esto cuando el director se entere y el caso de la custodia llegue al Wizengamot?" Le preguntó con frialdad, dejando en claro que el curso de acción de él le parecía estúpido cuando menos.

El efecto de una ceja dibujada levantándose de esa manera en un rostro arrugado le robó una sonrisa divertida a pesar de l día horrible que estaba teniendo. Esperaba morir joven y bello antes que convertirse en un esperpento semejante, pensó. ¿Por qué la vieja bruja no se había muerto hacía añares?

"Efectivamente." Le dijo sin inmutarse. "Pero cuando empeizan a chochear es cuando realmente se convierten en un espectáculo patético." Hablaba con soltura, como si el tema fuera el clima. Después de todo, la opinión de su tía no podía importarle menos, en especial ahora que tenía novescientos problemas más importantes de qué ocuparse.

"Mala suerte para tí, Tía. El director tiene cargos peores por los que llevarme a la corte." Le dijo con seguridad, pensando en Chloe. "Y por más influencias que tengas, ningún mago en su sano juicio separará un niño de su madre para dárselo a una momia decrépita que no puede tener más que unos pocos años por delante, con suerte." Añadió matter-of-factly.

"Ahora, si me disculpas... tengo trabajo que hacer." Dijo buscando su túnica para ponérsela. Estaba en eso cuando se oyó llorar a Revan desde el dormitorio aledaño a su oficina.

Abrió los ojos indignada y apretó los labios en una mueca típica de vieja enojada. Entonces entrecerró los ojos como si fuera a lanzarle una amenaza o un hechizo. "¡Jovenzuelo desvergonzado!" Le respondió furiosa. Siempre le había caído bien pero era una mujer caprichosa y no le gustaba que no le dieran el gusto. Por otra parte, hacía años que se habían alejado.

"Por supuesto que la corte va a darme la custodia. Utilizarás tus recursos e influencia para que así sea." Dio por sentado, como quien está acostumbrado a mandar.

Estaba a punto de protestar cuando oyó llorar al niño y se entrometió entre él y la puerta, dispuesta a invadir también su dormitorio si era preciso. "¡Déjame ver a mi bisnieto!" Demandó. Se metió dentro del cuarto y fue directo hacia la cuna, pero se detuvo en seco al ver el cabello rubio del bebé. No levemente pelirrojo como había esperado, sino casi platinado. Sintió que el estómago se le hundía hasta los piés y se volvió hacia su sobrino, indignada. "¿Qué hiciste con Nicholas!?" Demandó nuevamente.

"Eso dicen por ahí." Le dio la razón con una sonrisa engreída en los labios, pensando en las varias conquistas poco placenteras de viejas que había tenido que hacer para cerrar tratos para su empresa. No las había disfrutado pero se sentía orgulloso de haberlo logrado, como de todas sus demás conquistas.

Matt levantó las cejas como si ahora la conversación se hubiera puesto interesante y estuviera esperando la punchline del chiste en cualquier momento. "¿Ah sí? Pobre tía, debe estar padeciendo de demencia senil..." dijo él también como si estuviera hablando con él mismo, como ella había hecho antes.

"Hay media docena de personas intentando arruinarme la vida." Le informó ahora sí mirándola a los ojos, seriamente, de manera amenazante. "Si vas a amenazarme será mejor que te pongas creativa. No hay mucho más que se me pueda poner en jaque a estas alturas y, sin embargo, aquí me ves, indemne." Se plantó orgulloso frente a ella, con pecho para afuera y expresión engreída.

No intentó detenerla. Que se diera cuenta por sí misma de su propia estupidez. Sonrió con satisfacción cuando ella se detuvo frente a la cuna sin hacer nada. Se cruzó de brazos y esperó a que volviera a hablarle. Se sentía tan superior a esa mujer que intentaba dominarlo, que no pudo menos que sonreír. "Creo que es hora de que te vayas." Le dijo todavía con un resabio de sonrisa en los labios aunque se iba enserieciendo.

Gruñó al escuchar el comentario atrevido de Mattthew. Conocía la fama. Algunas de esas damas eran buenas amigas de ella y le daba asco el solo pensarlo, cosa que no intentó siquiera ocultar.

"Adelante. Juega al Auror moralista si quieres quemarte, niño tonto. No harás más que terminar como tus primos." Le dijo con aspereza, aunque sus ojos delataban tristeza al hablar de la muerte de su hijo y nieto. "Tanto peor para tus hijas cuando tengas un accidente inesperado." El tono era casual pero el brillo en sus mirada era de amenaza. "Les sucede a todos los Aurors tarde o temprano, por más que sean de sangre pura."

Lo siguiente la sorprendió, pero su máscara no lo dejó translucir. No pensaba que estuviera tan hasta el cuello en problemas, pensaba que Laurel había exagerado al comentárselo. "Ni la juventud ni la salud duran por siempre, sabes?" Entonces los interrumpió el niño y ella perdió el hilo de sus pensamientos.



"A hablar con el director." Terminó la oración por él. "De seguro querrá saber que están escondiendo un niño ilegalmente en el colegio." No pensaba cejar hasta no recuperar lo último que le quedaba de su familia.

Rió irónicamente, de manera nasal al recordar cómo casi se había suicidado dos días antes. Claramente, sus hijas a esas alturas de su depresión, eran la menor de sus preocupaciones y no un punto de presión. -Estás demasiado mal informada para este juego, Tía.- Pensó sintiendo algo de lástima por la vieja. Tenía unos elfos que cocinaban galletas execlentes.

"¿Qué te hace pensar que alguien que valora su vida se dedicaría a estudiar Aurismo?" Le preguntó dándole a entender de la manera más sutil que pudo sin herir su orgullo de machote que se la banca, que realmente, le chupaba un huevo y medio si lo mataban.

La miró de arriba abajo. "Sí, se nota. Suerte para mí que moriré joven." Comentó de manera cínica. poniendo su mejor cara de estar haciendo realmente una broma.



"Williams sabe." Dijo con seguridad. No era cierto pero conocía al viejo lo suficiente como para saber de qué lado se pondría. "Y tus hechizos de alteración de memoria no son todo lo buenos que tu piensas." Le dijo con seriedad. "Maureen sabe y basta con su testimonio para que te encierren en Azkaban de por vida. Claro que ella no tiene intenciones de vengarse siempre y cuando se le permita tener una vida tranquila junto a su familia." Le informó casualmente, pero sin quitarle la vista de encima. "Buenos días Tía, Emmy." La despidió esperando que agarrara el hint y se mandara a mudar.

Apretó los labios. El golpe había dado en un lugar sensible y deseó haber sido menos terca y no dejar de hablarle a su otro hijo. Ahora ni siquiera sabía si estaba vivo o no. Eso era punto para él, asumió.

La segunda alusión a su muerte en menos de dos minutos hizo que se preocupara levemente, porque como toda Dark, se preocupaba por su familia, por más que el resto del tiempo, cuando no había problemas, estuviera intentando usar a cada miembro y manipularlo para su propio beneficio. Pensó que eso tenía que decírselo a Laurel. Era algo que le debía, como hermana y como madre. Totalmente al margen del conflicto que tenía ahí con Matthew.

"Con la manera en que te conduces por la vida, seguramente." Le dio la razón de manera irritada. A demás de no salirse con la suya, le molestaba el desperdicio de sangre pura.


"Mientes. No puede consentir a algo así." Conocía al viejo desde la secundaria y dudaba que pudiera ser ese tipo de persona. Pero estaba equivocada.

Palideció involuntariamente al oír las declaraciones de Matt, a pesar de que hizo todo lo posible por que no se le notara el shock. Se quedó un momento ahí parada, sin saber qué decir, hasta que él le dio pie para marcharse y la trajo de nuevo a la realidad. "Que tengas un buen día!" Le espetó de mal modo pasando junto a él a toda velocidad en su camino hacia la puerta.

Le puso una cara de adolescente que escucha el sermón de su madre y le importa tres pitos porque ya tiene una opinión formada al respecto y la cree la única válida.

"¿Por qué no? Ya ves que no tiene inconveniente con tener vampiros, hombres lobos y niños de pecho en el castillo." Lo dijo sólo por molestarla. Ya sabía cómo ganaría la pelea y lo dijo a continuación.

-Check mate- Pensó con una sonrisa complacida mientras la veía palidecer. Se alegró de verla marcharse y se acercó a levantar a Revan de la cuna, quien dejó de llorar en cuanto lo tuvo en brazos. "Buenos días, amigote. ¿Dormiste bien?" Le preguntó en voz baja, pensando con pereza que tenía que ir a a lo de su madre a dejarlo antes de regresar para la primera clase del día. Con el retraso de su tía, tendría que saltarse el desayuno, pero no le importó. La vieja le había quitado el apetito.