Debate por la mañana

Ella había dormido como un bebé, con la mente de una niña toda la noche y se había despertado nuevamente sintiéndose como ella, con los recuerdos de la noche anterior persiguiéndola al punto en que le dio miedo bajar a desayunar.

Cuando el hambre ganó, porque no había cenado, se atrevió a bajar y encontróse con su amiga en la mesa, que estaba bastante vacía aún porque muchos de los profesores habían salido. De modo que, a solas, se sentó junto a ella y la miró como quien tiene un gran chuemerío para contar. 

—¡Ay Tarja! —Comenzó por lo bajo. —¡Tengo tanto para contarte! —Dijo aferrándose a ambas manos de su amiga, como si fueran ambas adolescentes.

Tarja miró a ver quién había llegado a desayunar tan temprano. Tenía que ser una de sus pocas amigas que tenían tan cero vida como ella, obviamente, de lo contrario no se hubiera atrevido a mirar abiertamente. Sonrió al encontrarse con los ojos de Fanny y más aún al ver la complicidad en ellos. Asumió que había buenas noticias de algún tipo, por esa complicidad femenina que te hace saber las cosas antes de las palabras.

Se sentó más dura en su asiento, muriéndose de curiosidad, pero demasiado nórdica como para expresarlo. Estrujó las manos de su amiga con fuerza y la miró con una sonrisa sincera. Ciertamente, Tarja era una persona que fácilmente se alegraba por la felicidad ajena, sobre todo la de aquellos a quienes apreciaba.

—Pues, yo tengo toda la mañana para oírte —respondió con una sonrisa cómplice mientras soltaba una mano para servirle el desayuno que tomaba más a menudo.

Rió nerviosa y entusiasmada, como si fuera una colegiala... y tal vez en ese momento estuviera fijada en esa edad, por la emoción que ver a Tarja y poder compartir con ella sus intimidades le generaba. 

—Gracias —dijo en cuanto vio que le servía su té favorito y el resto de su desayuno habitual. No se atrevió a tocar los scones porque estaba demasiado entusiasamada para comer. 

—Ayer por la tarde entré en la sala de profesores con la intención de tomarme un té y leer un libro tranquila en vista de que todo el mundo parecía tener planes para salir y estaba a medio camino de mi sillón favorito cuando me di cuenta de que Matt había estado ahí desde el principio, observándome. 

Había pronunciado esas palabras con el entusiasmo y la rapidez de una adolescente. 

—Dijo que no quería sobresaltarme, pero estoy segura de que pretendía mirarme mientras me creía sola. Tampoco podía moverse mucho porque tenía al niño dormido encima —explicó ya no tan entusiasmada.

—Por nada, querida —le dijo con naturalidad. Su sonrisa era sincera pero mucho menos efusiva, porque la gente de su país era mucho menos demostrativa y más reprimida.

Adivinó que si Fanny estaba en la sala de profesores, debía ser que creía que ella estaría ahí o que no habría nadie. Y Tarja había salido la noche anterior a acompañar a McFarland. Fanny lo sabía.

Por cómo venía la historia, más o menos pudo adivinar hacia dónde se dirigía y por eso la sonrisa no se esfumó de su rostro en ningú momento.

—¡No te puedo creer! —Dijo. Era una expresión figurada.

Se sorprendió al oír sobre el niño. No entendía a dónde podía llevar eso, que se había desviado de sus previsiones. La miró expectante, como pidiéndole que continuara. Ella también había abandonado su desayuno.

Le sonrió agradecida y comenzó a endulzar su té de manzanilla, revolviendo muchas veces para hacer tiempo y deshacerse de parte del estrés. 

—¡Lo sé! —Continuó con el mismo entusiasmo adolescente y en el mismo tono de confidencia que si se estuvieran contando algo en un pasillo para que no escuchara nadie más. 

—En todo caso, comenzamos a hablar sobre cosas sin importancia, le hice algunos comentarios sobre el niño y creo que en algún punto comenzamos a hacernos insinuaciones... tu sabes, porque los dos estábamos ahí solos cuando todos nuestros amigos habían salido... 

Tuvo que hacer una pausa para no ponerse a saltar en el asiento. No había tenido una amiga a quien contarle ese tipo de cosas con ese tipo de emoción desde su prima Lizzy.

—En algún punto me puse mal, me sentí dejada de lado, aburrida, encerrada... ¡hasta mis hijas tienen planes para el fin de semana y ni siquiera van a la primaria! —Intentó explicarse. —Entonces sucedió lo más inesperado...  ¡Me invitó a dar una vuelta por los terrenos! O más bien, diría que me obligó, porque yo no estaba muy de ánimo para salir... ¿¡Puedes creerlo!?

—Estoy intentando no darle muchas vueltas al asunto, pero espera a que acabe de contarte —la previno.

Escuchaba a Fanny con interés, el torso girado hacia su amiga y la vista fija en ella para no perderse ningún detalle.

Levantó las cejas por el tema de las insinuaciones y le dedicó a su amiga una mirada cómplice y acusatoria a la vez. Sabía que Fanny no quería que las cosas estuvieran mal entre ella y Matt y que, una vez disipado el enojo del momento, ella todavía lo quería, por más que insistiera en que no podía perdonarlo. Pero era evidente que le interesaba su ex si se ponía tan mal cuando lo veía con otra o así de entusiasmada de que le tirara onda.

Frunció el ceño en confusión, porque la historia parecía desviarse de su cauce natural y esperó a que su amiga continuara.

—En realidad sí... lo vi bastante preocupado por ti el otro día cuando las niñas discutieron... —admitió con cierta timidez. No quería interrumpir la historia. —Y, para serte honesta, no anda con buena pinta ultimamente. Siempre preocupado, siempre pensativo, callado. Es poco habitual en Matthew por lo que tengo entendido. No parece un hombre muy feliz con su vida. Tal vez él también está arrepentido —sugirió con tono de pregunta.

—Soy toda oídos —respondió con una sonrisa cómplice.

Fanny pestañeó sorprendida. Ella había notado que Matt se veía desmejorado últimamente, pero había atribuido tal cambio a su deseo de que la extrañara y no pudiera vivir sin ella, más que a la realidad. Que alguien más le confirmara que no era wishful thiknking resultaba novedoso para alguien acostumbrado a que siempre le corrigieran en todas sus teorías. Se la notó preocupada en cuanto eso sucedió, pero ante el pedido, tuvo que continuar con la historia que tenía suficiente encanto como para que no se explayara sobre sus miedos. 

—Pues resulta que después de poner al niño dormido en el carrito y encantarlo para que anduviera solo, bajamos a los terrenos y estuvimos caminando un rato largo. Hablamos muchísimo... como hacía años que no hablábamos —dijo pensativa. —Creo que no habíamos tenido una conversación así... tan privada, tan íntima, desde antes de la catástrofe —admitió sorprendida de darse cuenta de eso por primera vez. Claramente la lógica no era su fuerte. 


—Me llevó a sus lugares preferidos de los terrenos y me contó varias anécdotas de cuando era estudiante —dijo con una sonrisa afectuosa. —En un momento me abrazó... estuvimos a punto de besarnos pero justo aparecieron unos estudiantes y arruinaron el momento... ¡aún no sé si lo lamento o les agradezco! —Rió de su propia broma, nerviosa.

Tarja sonrió su sonrisa tímida y llena de empatía, feliz por su amiga, ya que en muchos aspectos era incapaz de sentir envidia... si bien en otros a veces le sucedía pero mayormente no. 

—Pues me alegra muchísimo que hayan podido tener un momento de conexión. ¿Quien sabe? Tal vez ahora puedan empezar a llevarse mejor. Dicen que donde hubo fuego... —Dijo en plan optimista, con una sonrisa cómplice y todo. Se sorprendió a sí misma. No recordaba laúltima vez que había estado hablando así con una amiga y se había sentido bien, como antes. Cuando su amiga Annie estaba viva. 


—¡Vaya! ¡Parece que ha sido una tarde de lo más productiva! —Bromeó de buena gana. No solía hacer ese tipo de comentarios salvo que tuviera mucha confianza. Pero con Stephanie se sentía cómoda y le recordaba un poco a Annie.