Infierno en el mercado

Era un día de mercado. El pequeño pueblito mágico bullía de actividad. Residentes y visitantes se agolpaban en la plaza central, cubierta hasta el último centímetro de puestos de todo tamaño. Los había elaborados y coloridos, e improvisados y endebles. Sus ocupantes compraban y vendían desde verdura y otros comestibles a los artículos mágicos importados más impensados. También había una buena cantidad de artesanos locales exponiendo sus creaciones. 

Ike había asistido a la reunión de la secta secreta la noche anterior, junto al el resto de sus malvivientes colegas. Los más viejos y sabios del clan familiar de la supremacía de la sangre pura lo habían decidido. El ataque se llevaría a cabo ese día y a él le había tocado un papel importante. Las instrucciones habían sido dadas en privado a cada agente del caos, como él gustaba de llamarlos en su cabeza, por lo que desconocía quién sería su compañero.

Esperó en el punto acordado, a unos doscientos metros del mercado, pretendiendo admirar los libros en la librería local. 

((Sentite libre de tomar licencia creativa siendo que vamos de cero jajaja))

Cuando se cargaba con una misión dormir pasaba al segundo plano. Era consciente que era cuando mejor descansada debía de estar, pero con tantos detalles por pulir se originaban nuevas obligaciones. Las instrucciones habían sido claras y concretas, pero el hecho de trabajar con compañía entorpecía todo. Siempre había creído que para que la encomienda resultara exitosa se debía trabajar con cautela y sola. Sin más, me coloque mi capa oscura para escabullirse por aquel pueblado que tanto repudio le tenía.

Fue fácil dar con él. Lo examine con la mirada aún sin acercarme. No parecía ser un novato sino todo lo contrario y eso sin dudas era ventajoso. -Si buscas algo digno de leer temo decirte que no estas en el sitio correcto- Comente al aire una vez estando a su lado. Lo observe de reojo manteniendo una expresión tan seria como la del contrario.

-¿Qué haremos?- Le susurré al oído. A vista de cualquier curioso podría creerse que no eramos más que una simple pareja susurrándolos cursilerías al oído. Sonríe irónica ante aquel pensamiento que pronto se esfumo. Me mantuve pegada a su lado sin pizca de nerviosismo o de sentirme intimidada, ya que después de todo ésta no era ni la primer ni última misión que debía cumplir.

Ike, en cambio, era un tipo de lo más sociable. Le gustaba trabajar en equipo y ayudar a los demás para que después le agradecieran y le dijeran lo indispensable que era para la causa. Exactamente el tipo de psicópata en el que todo el mundo confía porque parece tan simpático que es imposible que sea malo. 

Una sonrisa de lado se dibujó en sus labios ante aquél comentario. Muy cierto era en caso del alto medimago, que pasaba sus horas libras con la nariz metida en un libro, porque torturar muggles aparentemente estaba prohibido por el ministerio. —¿Tienes alguna recomendación para estas vacaciones de invierno? —bromeó al pasar.


—Creo que sus palabras exactas fueron: crear una distracción lo suficientemente importante para que a nadie se le ocurra pensar en proteger el Ministerio por un par de horas. —Le respondió por lo bajo, quitándole pelusa imaginaria del hombro en un gesto desenvuelto, para seguir con el acto. —Hmm... ¿Incendio, un ahorda de inferi o algo más teatral? 

Hacía meses que no tenía acción y la idea de dejar de andar escondiéndose en el anonimato de la sociedad mágica lo tentaba tortuosamente.