Cenizas quedan

Dave acababa de llegar de USA. Había intentado seguir viviendo en esa casa llena de fantasmas y trabajando en el mismo lugar de siempre, pero la rutina lo estaba consumiendo sin su mujer ni sus hijos ahí para levantarle el ánimo.

Mike estaba cada vez más grande e independiente para querer pasar tiempo con su padre biológico y padrino, Liz se había convertido en su obsesión y Gabe era un fantasma que perseguía noche y día, hiciera lo que hiciera. Se había volcado a la bebida y no sabía cómo continuar viviendo, por qué levantarse todas las mañanas para trabajar de algo que no le gustaba, en un país que no era el suyo y en una casa llena de recuerdos pero no de afectos.

Un día había pedido el pase a Hogsmeade, hecho las valijas y emprendido el largo viaje de regreso a su tierra natal, con la esperanza de encontrar algo de refugio en su abuelo, lo último que le quedaba de familia.

El departamento de Aurors lo había contratado enseguida y, por ser el nuevo, lo habían asignado a hacer las rondas en Hogwarts ya que Marduk, el director, había pedido Aurors para reforzar la seguridad del castillo después de que algunos hechos extraños ocurrieran como ataques a lechuzas, cartas que se perdían, vagabundos que desaparecían... Los tiempos eran oscuros en su tierra natal y Dave entró al castillo que una vez había sido su hogar.

La nostalgia lo inundó de inmediato y por completo mientras caminaba hacia la oficina del director.

Ella había escapado de USA tras separarse de Dave sin decirle palabra sobre su paradero. Con la idea de cambiar de aire, se había mudado a Inglaterra e intentado amoldarse a la comunidad mágica de allí, trabajando para el Ministerio como Auror. Ella también había sido asignada a Hogwarts, pero no sin antes pasarse un cierto tiempo trabajando en la oficina. Recién cuando comenzaron los problemas y surgió una posibilidad de hacer algo menos sedentario se ofreció a ocuparse del colegio. Conociendo su historia, nadie protestó y ella pasó meses viviendo en el castillo y haciendo las guardias del castillo junto con Henry James y los profesores.

Luego le habían diagnosticado esa falla renal porque su médico allá en USA le había dicho que ya podía parar con el tratamiento de aquella vieja maldición y ella había sido lo suficientemente estúpida como para hacerle caso. Para cuando se sintió lo suficientemente mal como para hacerse un chequeo, el problema era terminal y ella se deprimió extremadamente, porque se sentía sola, en un país que le era extraño y odiado, donde la gente la detestaba... y se iba a morir como un perro... sin compañía, sin amigos, sin familia y sin el hombre que amaba a su lado. 

Así de oscuros eran sus días desde que se había enterado de su enfermedad. No le había comentado a nadie al respecto y aunque parecía tan animada como siempre frente a la gente, cuando nadie la veía, Lizzy lloraba copiosamente, resignada a su destino y a todas las cosas que ya no podría hacer en vista de que le quedaban unos seis meses de vida. 

Sin embargo, aprovechaba cada oportunidad que tenía para reírse de estupideces como siempre y pretender estar bien, por lo que venía caminando por el pasillo con Matthew, riéndose de alguna anécdota que él le venía contando mientras hacían la ronda. 

"Eso no puede ser cierto. ¡Estás exagerando!" Lo acusó tentada. Caminaba junto a él de una manera bastante confianzuda y parecía cómoda en compañía del rubio.