Bebiendo a solas

Emma había tenido un día complicadísimo en la empresa. Manejar negocios muggle la irritaba mucho, pero la posibilidad de regular las nuevas tecnologías accesibles a esos inmundos era una ventaja para el club y por eso la respetaban aunque fuera mujer... y detestara las motocicletas. 

Se había ganado el lugar, primero, por ser de sangre pura, hija de una de las pocas familias que quedaban de ese tipo junto con su hermana mayor Adrianne y su hermano mayor Christian, quien estaba ingresado en San Mungo de manera permanente tras un encuentro con un Auror. A su hermana menor la había asesinado después de que ésta intentara chantajearla y no se arrepentía. A su padre también lo había asesinado y se arrepentía menos. Su madre había muerto por causas naturales. 

Segundo, se había ganado el respeto de los motoqueros anti-muggles por la fortuna de su familia cuando era apenas una cría recién salida del colegio, pero luego de haber renunciado a ésta y amasado una propia prácticamente desde cero utilizando su intelecto, Emma contaba con el respeto de 

Por último, su inteligencia y facilidad para inventar y reparar objetos mágicos y muggle por igual, la había llevado a la cima de una empresa desde la ruina más absoluta y era por esta habilidad que también se le tenía cierto aprecio.

Aún así, lo más importante en ella era que podía ser una asesina efectiva y discreta que ni tenía remordimientos ni causaba problemas después. Ella iba al grano y no dejaba que nadie le pasara por encima, sin importar cuánto poder tuviera esa persona. Se hacía respetar y querer... en especial por los hombres, gracias a sus encantos. 

En todo caso, había tenido un día espantoso en la compañía, rodeada de estúpidos que no entendían nada de las cosas más básicas y había quedado en encontrarse con alguien por negocios allí a las 8, por lo que, teniendo dos horas que matar, se instaló en la barra con una bebida en la mano a intentar relajarse antes de seguir haciendo negocios.

Ella llevaba varias horas tratando de ubicar a su marido. Había intentado enviarle una lechuza, contactarlo por métodos menos convencionales en el trabajo y hasta la red flu, pero todo había sido en vano. Cansada, dejó a los chicos con su mamá, como de costumbre y se fue a buscarlo por todos los lugares que solía frecuentar. 

Unos Aurors habían ido a su casa preguntando por él y quería avisarle, aunque en realidad lo hacía más para cumplir con sus deberes y que nadie la castigara, que por devoción a su esposo o por preocupación de lo que los Aurors pudieran querer con él. Después de todo, era una mujer egoísta y mientras no se metieran con ella, no tenía problema en desentenderse. Como casi siempre había logrado mantenerse al margen, los hombres no tenían ningún caso en su contra salvo el hecho de estar emparentada y casada con la gente con la que lo estaba, que no era evidencia de nada para alguien con un clean record. 

Cansada de dar vueltas, llegó al club a tomar algo, lo que en su caso quería decir ponerse totalmente del traste. De todas maneras Cole tenía que ir ahí más tarde, según había oído decir a su mamá, así que se decidió a esperarlo. 

Apenas entrar, reconoció a la rubia de inmediato y sonrió de manera amplia. Hacía rato que no tenía tiempo para su amiga de toda la vida. 

—¡Emma! ¡Tanto tiempo sin verte! —La saludó con un doble beso en las mejillas al estilo francés antes de saltar a ocupar la banqueta a su lado. —Oi, Tommy. ¡Sírveme lo de siempre! —Ordenó saludando al hombre también con una sonrisa enorme y algo sensual.

Giró sobre sí al escuchar la voz conocida, una media sonrisa curvando sus labios. —¡Anne! ¡Hola! —Reciprocó el saludo y luego volvió a sonreír de lado. —Es tu culpa después de todo, por no mantener las piernas cruzadas —le reprochó en broma, como hacía siempre. 

Ella era de sangre pura y muy orgullosa de serlo, pero amaba su estilo de vida y era demasiado egoísta como para resignarse a perderlo para continuar con el linaje sin una buena razón de por medio. Para empezar, quería encontrar el candidato perfecto. Eso quería decir uno que no fuera un tremendo estúpido... y Emma pensaba que todo el mundo era estúpido en comparación con ella, así que no se veía siendo madre muy pronto. 

Para continuar, era probable que se alquilara un vientre para no desfigurar el cuerpo del que estaba tan orgullosa con los cambios e incomodidades de la maternidad. Por último, un batallón de niñeras serían necesarias para ocuparse de las crías, porque ella no se ensuciaría las manos cambiando pañales. 

De momento, su relación con la maternidad y continuar con el linaje de sangre pura se había limitado a hablar con dos de los aliados del club: Matthew Rogers y Severus Dawson, que, trabajando en conjunto, lograron implantar cinco clones suyos en cinco esclavas muggle que tenía en su mansión. 

Según lo previsto, las quintillizas crecían bajo la constante mirada de tres niñeras y Emma se encargaba de impartirles el conocimiento académico únicamente, incluso a pesar de que aún fueran muy jóvenes para ser instruidas. Pero eso lo tomaba como un hobby. Había otras niñas de edad similar en sus clases, entre ellas, las hijas de su amiga y las del hermano de ésta, así como algunos hijos de otros miembros del club. Emma estaba organizando una especie de pre-escolar/primaria para magos en su tiempo libre.

Se dirigió a la barra directamente, donde se sentó junto a Emma tras saludarla como a una hermana. Era como se hacía entre las chicas del club.

—¡Dice la madre de quintillizos! —Le reprochó sin rencor, en tono de broma. Pidió Tommy lo de siempre y se quitó la cartera que dejó sobre su regazo. Estaba vestida con ropa clásica, antigua, del tipo que su madre hubiera aprobado de no ser por el uso excesivo de encaje y transparencias en los lugares menos apropiados. Así, daba la pinta de una cortesana, combinando su gusto para la ropa con lo que era correcto para alguien de sangre pura. Llevaba el cabello suelto y desordenado de manera sensual, como si realmente hubiera estado trabajando de cortesana.

—¿Has visto a Cole? Venía a buscarlo, pero prefiero quedarme tomando algo contigo si no te importa.

—Oh, no, querida. Que compartamos los mismos genes por el bien de la sangre pura no me convierte en madre —la corrigió. —Madre es la que cría, y para eso tengo tres niñeras bien pagas.

Agradeció a Tommie el trago y le indicó que lo pusiera en su cuenta antes de tomar un trago. Su mal humor parecía esfumarse en compañía de su amiga.

—No realmente. Hace días que no lo veo. Uno pensaría que tu sobre todas las personas sabría dónde encontrarlo —bromeó.

Admitió que había perdido la partida con una media sonrisa. —Las maravillas de tener una fortuna en lugar de un marido. ¡Y después quieren desmitificar la frase de billetera mata galán! —Continuó quejándose en broma. —Con el dinero hasta el galán te puedes comprar.

Rió de su propia broma.

—Suele ser el caso cuando los estúpidos Auror no vienen a golpear mi puerta. Basta que haya problemas para que se convierta en el hombre invisibile.