La injusticia de ser la menor

Wendy era la menor de las hijas de su madre. También era menor que la chica con la que aparentemente se estaría mudando durante las vacaciones de Navidad, si es que el juicio salía a favor de Theresa, que era lo más probable, considerando toda la evidencia. 

Estaba furiosa. Estaba harta de que la trataran como a una bebé. Nicole se la pasaba diciéndole que era una nena, que era infantil, que le faltaba un buen hombre... que ya vería cuando estuvieran a solas viviendo juntas... que si le tocaba algo en la habitación que compartirían, la hechizaría... su hermana tenía suficientes problemas con su complicado embarazo y el juicio como para preocuparla con esas cosas y llevaba toda una vida de odiar al futuro marido de ésta como para acudir a él. Para peor, su jefa de casa era, precisamente Theresa, así que no había manera en que ella pudiera encontrar paz. 

Caminaba por la rivera del lago pateando piedritas con furia, las cuales iban a volar a muchos metros de ella.

Él venía de correr. Llevaba puesto el equipo deportivo de su equipo de quidditch preferido y estaba totalmente transpirado. Tenía una toalla al cuello con la que se secaba el pelo mojado de transpiración, aunque el resto de él también estaba bastante empapado. 

En eso andaba cuando se cruzó con una de sus compañeras y la vio medio decaída. Se le acercó con cierta preocupación y se detuvo a su lado.

—Lo que sea que te pase, dudo que las piedras tengan la culpa —bromeó— y no vaya a ser que encuentres una más dura que tu zapato y te rompas un dedo del pie —continuó en plan de broma.