Antes de las pruebas

El primer verano que había pasado en casa de los Moxley lo había llenado de experiencias que jamás olvidaría. La gran mayoría de ellas nuevas y altamente satisfactorias. Fuera de ciertos implementos tecnológicos, el Quidditch y sus nuevas variantes le habían llamado mucho la atención.

Le había costado mucho aprender a volar tranquilamente en la granja, puesto que en su castillo en Finlandia nadie había dejado ningún tipo de escoba para que practicara. Por tanto, cual grandulón con miedo a las bicicletas, John y Lex habían tenido que tener mucha paciencia para indicarle los movimientos y maniobras más sencillos para poder jugar entre los tres en las tardes luego de los trabajos que también cumplían juntos.

Llegando el final de las vacaciones Lex aseguraba que Toff tenía una cierta habilidad nata, o intuición o vaya a saber qué, que hacía que pudiera anticiparse muy bien a los movimientos del contrincante a pesar de su tamaño. Incluso dos bateadores experimentados como ella y John la tenían a veces complicada para intentar golpearlo, y cuando lo hacían su musculatura le permitía no perder el equilibrio tan facilmente.

Ese sábado se encontraba en el campo de Quidditch esperando cruzarse con algún conocido que le indicara cómo aplicar para pertenecer al equipo de Hufflepuff. No les había dicho nada a sus amigos porque quería mantener la sorpresa y también porque quería realmente aprovechar su último año en el colegio. Su tío le había dicho que en vez de esconderse de los demás se mostrara más abierto, puesto que era un chico muy simpático cuando le permitía al resto del mundo ingresar en su círculo de confianza.

Lex y John también le habían dicho lo mismo, por supuesto, pero ahora parecían estar tan dispersos que no había podido consultarles al respecto y siendo que su único adulto a cargo no solía dar malos consejos, decidió probar suerte y ver qué podría pasarle.

Maw también acababa de llegar al castillo después de un verano tan agitado como emocionalmente agotador. Las secuelas físicas de sus "vacaciones", todavía debían ser tratadas varias veces por día con pociones para que no supuraran y sinceramente, lo único que quería era estar sola. Ya no se sentía como ella. Todo su mundo había cambiado y ahora su adorado novio la detestaba, estaba felizmente con otra que, para peor, sabía que era mejor mujer que ella. Sus padres estaban muertos, lo mismo que su hijo y sus amigas... bueno, eran el único sostén que tenía en ese momento.

Junto con la carta de Hogwarts indicando la lista de los útiles necesarios para su siguiente año lectivo, había recibido la noticia de que sería la nueva capitana del equipo de quidditch de Hufflepuff, pero a decir verdad, que se cumpliera el sueño de su vida no le había reportado nada de alegría. Ahora tendría más oportunidades de tener que salir en público y poner buena cara cuando sólo quería encerrarse en su cuarto a llorar.

En todo eso pensó durante un rato, sentada en un banco del patio interno, hasta que ya no soportó la actitud derrotista y se forzó a levantarse. Comenzó a caminar sin rumbo fijo. Sus pies la llevaban inconscientemente hacia el campo de Quidditch donde nadie la buscaría. No tan temprano en el año de todas formas y aún no le había dicho a nadie que había sido nombrada capitana.

En eso estaba cuando pasó por al lado de alguien que, por una fracción de segundo confundió en su visión periférica a causa del tamaño. El segundo había bastado para causarle una taquicardia desbocada, pero enseguida reconoció al primo de Lex y respiró aliviada. Eso le recordó que era la nueva capitana del equipo y que tendría que empezar a reclutar cazadores.

—Hola —lo saludó con una sonrisa leve que podía parecer tímida cuando en realidad era desanimada. En otro momento de su vida, tal vez lo hubiera saludado exhaltada, como vivía constantemente hasta ese verano. —¿Tienes un momento? —Preguntó teniendo en cuenta que tal vez el chico quisiera estar a solas como ella. Pero si no le hablaba cuando lo encontraba a solas ¿cuando? No quería enviar a Lex a hacer el trabajo sucio por ella. Estaba segura de que pronto desearía haberlo hecho. Lo poco que había tratado al primo de Lex era de lo más tímido y ella, que tampoco era un despliegue de personalidad, temía lo que pudiera resultar del encuentro, pero tenía que aprender a controlarse si ahora iba a tener a todo un equipo a cargo. El solo pensar en eso le hizo un nudo en el estómago de los nervios. Ese día no había desayunado tampoco. Desde que había vuelto de la casa de sus abuelos que casi no comía y estaba flacucha, ella que siempre había tenido al menos siete u ocho kilos de más.

En su búsqueda de alguien conocido había dejado de prestar atención al camino que venía del castillo, por lo que no la vio hasta que ella le habló de la nada. El sonido de una voz femenina por un instante le crispó los pelos de la nuca, pero al darse vuelta y verla como estaba sintió casi de inmediato un nudo en el estómago.

No sabía decir por qué, por empatía, la leve tristeza en sus ojos, el tono de voz algo alicaído, el tono de piel, o tal vez fuera el aroma poco saludable que tenía lo que lo hizo ablandarse y dejar de lado la timidez que normalmente lo reinaba. Recordaba bien a Maureen porque era la novia de su mejor amigo John, aunque en el viaje hacia el colegio se había enterado que ya no estaban más juntos. No sabía si era ésto lo que la tenía mal, o cualquier otra cosa, pero ciertamente no era la Maureen que el tenía en su memoria.

—Hola Maureen— su tono de voz no era vivaz ni elocuente, pero tampoco quería parecer hosco, se suavizó un poco más y continuó.
—Sí claro, ¿te sucede algo?— la pregunta se le escapó de los labios sin poder refrenarla. Lo que estaba pensando o sintiendo por ella había ganado a todo instinto de recato o pudor. El tono de su voz indicaba una pregunta genuina y preocupada, típica de una persona que no sabe ocultar sus sentimientos.

Se quedó algo más tranquila de saber que él parecía estar de buen ánimo para conversar o que, al menos, no había puesto cualquier excusa para evitar hablar con ella. Tal vez esa conversación no acabara tan mal después de todo, pensó. Su corazón comenzaba a recuperar el ritmo normal después del susto que se había llevado al pensar que esa figura enorme era la de John.

—No, no. Nada —se apresuró a decir mientras se acomodaba un mechoncito de cabello detrás de la oreja. Vamos, Maw, ¡no seas cobarde! Se dijo.

—En realidad, sí. —añadió mostrándose algo más animada para compensar su patética actuación superior. Hasta logró una sonrisa—. Resulta que me nombraron capitana del equipo de Quidditch... —comenzó bajando la mirada y jugueteando con un hilito que se le había salido para afuera del sweater negro que llevaba puesto, el que siempre le había ajustado y que de repente le quedaba enorme.

—Andamos necesitando un cazador y me preguntaba... —aún no lo miraba a los ojos— ... bueno, Lex siempre dice que fuiste un buen alumno... —comentó evitando hablar de John porque su recuerdo era muy doloroso.

No le parecía que su contestación hubiera ameritado que fuera ella quien se pusiera en evasiva, así que no tenía idea de cómo reaccionar a lo que acababa de pasar. Estaba demasiado acostumbrado a ser quien mirara hacia otro lado, bajara la cabeza o siemplemente se hiciera el desentendido.

Trató de mantener una sonrisa calma, pero a  la legua se notaba que la situación, fuera del comienzo sencillo, distaba de resultarle cómoda. Como resultado, sus labios se torcieron en algo que parecía ser una sonrisa, pero terminaba por rebotar en uno de los lados, con una especie de tic que no llegaba a ser controlado o intencional.

—Eeehh, felicitaciones por el cargo! — dijo tratando de sonar convincente sin estar seguro de lograrlo. Ahora que quien había tenido la iniciativa era ella, toda su resolución y empuje comenzaban a flaquear y su personalidad introspectiva y tranquila ganaba la pulseada.

—Lex suele ser muy exagerada... — comenzó a decir para excusar a su prima y sus dichos y no ponerle tanta expectativa  a algo que sabía podía ser un fracaso absoluto.

—¡Ah, gracias! —dijo igualmente nerviosa. No tenía idea de qué estrategias podía pensar para los partidos, si es que alguna, porque no se creía en posición de liderar a nadie. Era buena atajando, pero ahí terminaba su lista de virtudes. —La verdad es que fue una sorpresa... —dijo en un tono que daba a entender que no tenía ni dea de dónde empezar a hacerse cargo de ser la capitana.

—Sí, pero es mi mejor amiga y le conozco los tonos —la defendió de manera inmediata, como le salía siempre— y no creo que estuviera exagerando en este caso... —lo espió un momento antes de regresar a su hilito del sweater —pero comprendo si no quieres probar para el puesto que quedó bacante. Solo pensé... no importa —se desdijo desinflada. Se sentía como una tonta. Debería haberse quedado con que era John y haber mantenido la distancia.

Al mismo tiempo, no se le antojaba bien darle oportunidad a los jugadores más jovenes cuando los mayores tenían más experiencia, más masa física con qué soportar impactos y, a demás, menos oportunidades de jugar en el equipo que los que aún les quedaban varios años de cursada.

Recordaba haberla visto en la posición de guardián cuando iba a ver los partidos de John y Lex y ciertamente le había parecido que hacía un muy buen trabajo. Esto le dio lugar a felicitarla nuevamente, pero esta vez con un poco más de convicción. — Yo no lo hubiera considerado tanta sorpresa. John y Lex son buenos golpeando cosas y causando caos, pero un guardián tiene la mejor óptica de todo el campo de juego y puede dirigir mejor a su equipo. Y tú eres una muy buena guardiana—  puso mucho énfasis en ésta última oración porque lo creía de verdad y porque un líder sin autoestima no puede ayudar mucho a sus subalternos (o al menos eso había leído en muchos de sus libros de estrategia bélica y demás).

Le sorprendió un poco que Maw saltara a la defensiva tan vehemente y que se apagara casi al instante con lo que solamente pudo alzar las cejas e inclinarse un poco hacia atrás por el comentario. Luego, entendiendo qué era lo que estaba pasando, se apresuró a cortarla en su negativa.
—No, no, no no. No es que quiera no probar. Todo lo contrario, me gustaría probar. Es solo que no quiero molestarte cuando estabas tranquila, y además no tengo escoba, y tampoco he jugado nunca en un campo real de quidditch y me falta mucha práctica... — la lista podía haber continuado durante mucho tiempo, pero eran todas excusas que Toff se ponía constantemente para no probar cosas nuevas, o evitar ser el centro de atención de cualquier tipo de situación.

Esta vez ella enarcó las cejas. No pensaba que él hubiera reparado en su juego y mucho menos que la considerara muy buena guardiana. La verdad es que era excelente, pero tenía menos autoestima que un gusarapo y eso no había hecho más que empeorar durante el verano. De hecho, el poder curarse del todo la espalda antes de poder volar cómoda en escoba iba a ser un problema si no quería que nadie ser diera cuenta de cómo había sido lacerada y maldita.

Se puso roja de inmediato y enroscó el hilito con más violencia alrededor de su dedo índice para volver a desenradarlo. —Bueno, sí... hay una mejor visibilidad del campo —tuvo que admitir para decir algo, porque el silencio iba a ser insoportable de lo contrario —Pero de ahí a que pueda planear una estrategia y dirigir gente... ¡En mi vida duré más de diez movidas en el ajedrez! —Explicó a modo de queja.

Levantó la mirada de inmediato cuando él dijo que no era que no quisiera probarse para cazador. Había algo de esperanza en su rostro y una parte infinitesimal del entusiasmo enfermizo que siempre había mostrado por el quidditch, pareció retornar a ella.  —Eso dicen todos —lo contrarió ahora algo más recuperada de la vergüenza ante la perspectiva de verlo volar. No quería perder esa oportunidad que se le antojaba única y que después no quisiera saber nada... porque dudaba que se quisiera exponer a probarse frente a todo el colegio mirando y ella... tampoco, por lo que se le ocurrió hacer las pruebas privadas. Después de todo tenían una sola posición a llenar. Tal vez nadie lo notara si ella no hacía un gran evento del asunto.

—En realidad estaba aburrida —medio inventó sobre la marcha. Era algo cierto. Si algo la hubiera entretenido y distraído no hubiera estado triste pensando en sus problemas. Pero últimamente todo lo hacía a desgano. Nada la motivaba y pensaba en John todo el tiempo, así como antes no lo hacía ni cuando lo tenía en frente. Era del tipo de tonta que necesitaba perder algo para valorarlo.

—Yo tengo una escoba, si no te importa mostrarme lo que puedes hacer. No soy muy buena cazadora, pero creo que podría arreglármelas para hacerte la segunda —propuso. 

Una vez que empezaba a hablar de quidditch era fácil perderla y que no parara de hablar,  olvidando cualquier enemistad, vergüenza o problema que pudiera tener. Era como un perro detrás de un hueso.

Ahora que la veía un poco más, esta actitud le parecía totalmente ajena a ella misma. Si mal no recordaba, ella solía reírse mucho y ser muy efusiva. John muchas veces se había quejado de que no podía encontrarla o que siempre estaba haciendo esto o aquello, aunque tal vez era un novio resentido tergiversando los hechos... no podía estar seguro.

—El ajedrez no es un deporte físico como lo es el quidditch. Está muy bien ser un estratega de tablero y pensar 20 jugadas adelante, pero difiere totalmente con viajar en una escoba a 90 kilómetros por hora, tratando de esquivar Bludgers, jugadores o atajar una Quaffle... bueno al menos es mi opinión— por mucho que le gustaran los libros y la historia, Toff era más bien un muchacho de hacer. Podía estudiar mucho o poco, pero siempre tendía más a las actividades prácticas que a lo intelectual. Sus reacciones rápidas o aciertos se daban más que nada por instinto o reflejos que por pensamiento analítico.

Con respecto a su invitación para probarse en ese momento no pudo mucho más que asentir con la cabeza. La estaba escuchando, pero mentalmente se imaginaba cayéndose, haciendo algún mal giro o cualquier otro tipo de bochorno. Aún así, la vocecita de su tío en su cabeza seguía insistiendo con que se animara, después de todo, qué tan malo podía ser?

—Eeehh... bien. Te muestro. Qué hago?— preguntó mirando un poco hacia atrás en general tratando de abarcar la cancha sin poder pensar en algo que llamara la atención o demostrara cualquier cosa.

Efectivamente, Maurie se había convertido en una sombra de la persona que solía ser y estaba apagada como si le hubieran quitado el motor que le generaba la motivación de hacer todas las estupideces con que ella y Lex se entretenían tanto desde primero... o para ser justas, desde tercero, cuando dejaron de pelear como perro y gato para hacerse mejores amigas.

Ladeó la cabeza considerando la idea que le habían presentado. —Bueno sí. Eso es cierto —tuvo que admitir—, pero aún así no sé... ¡me da tanto miedo! —Confesó porque él era el mejor amigo de John y se sentía inofensivo. —Tal vez sea cuestión de acostumbrarme a la idea... —y rogó que fuera eso, aunque estaba segura de que jamás sería lider nata como otra gente que mandaba a los demás de aquí para allá sin el menor problema, incluso careciendo de autoridad.

—Pues, déjame que convoque mi escoba para que puedas practicar y ya me encontraré yo una decente entre las del colegio —propuso más animada. La idea de volar, de volver a sentir el viento en la cara la animó bastante.

—Accio escoba —dijo tras sacar la varita y hacer una pequeña floritura. La del colegio debería buscarla a mano porque no tenía en mente la que quería. Algo después, su escoba, modelo nuevísimo del año anterior, llegó volando y ella la sujetó con una mano para pasársela a Christoff. —Quítate el óxido de encima mientras voy a buscar una para mí —sugirió con una sonrisa. Visiblemente más animada ante el prospecto de volar. Eso siempre le cambiaba el ánimo.

Se marchó en busca de las pelotas y una escoba decente.

Ese tono de voz y esa actitud le eran tan extraños en ella que deseó que fuera la misma de antes. A pesar de que le pareciera ruidosa, o tal vez molesta a veces, era la Maureen que había conocido y le sentaba mucho más que la que tenía ahora en frente y como no podía hacer que volviera con su amigo John, porque no era de su incumbencia, tal vez podía levantarle el animo.

—Seguro que sí!— le sonrió desde su altura mostrando una sonrisa enorme, llena de dientes perlados levemente más grandes en los caninos. — Creo que es solo cuestión de ladrar  un poco y hacer que te hagan caso, y si alguno se rebela me dices y lo arreglo.— acto seguido puso una cara un tanto gruñona, para parecer más matón de lo que era sonriendo y le lanzó un típico puñetazo en el hombro de los que se dan los amigotes.

A unos pocos centímetros de golpearla realmente (muy pocos centímetros) frenó con una expresión levemente desorientada y retiró el puño lentamente. No supo qué decir y la verdad pensaba ir a buscarse una escoba del colegio, pero ante la que se acababa de mandar decidió hacerle caso ciego.

—Sí, tú busca la escoba y yo espero aquí... ehhh... te espero...— Seguramente se veía muy gracioso de afuera, el grandulón mirando un poco al vacío con su puño cerrado a mediana altura. En su cabeza, no podía creer que había estado a punto de golpear a la ex novia de su mejor amigo. Una mujer! Qué estaba pensando? O tal vez no estaba pensando nada.

El estar hablando de quidditch, que para ella siempre había sido un mundo aparte en que todo estaba bien porque ella era una estrellita, la ayudó a mejorar su ánimo y mostrarse un poco más similar a cómo él la conocía. Por eso le había dado algunas indicaciones respecto de la escoba y demás.

Le devolvió la sonrisa con cierta... no pereza, pero de manera más apagada, como quien hace mucho que no sonríe y está haciendo sus primeros intentos de volver a hacerlo, aunque de manera sincera. La sonrisa del muchacho era tan de corazón que le resultaba contagiosa.

Su sonrisa se ensanchó divertida mientras él describía lo simple que era. —La parte de ladrar es la que se me complica un poco —dijo a pesar de que John seguramente le hubiera contado una versión muy distinta de ella a Toff. Rió apenas. —Sería mejor si ningún miembro del equipo termina con un ojo negro antes de que siquiera empiecen los partidos —añadió también en tono de broma. Se sentía más animada hablando de quidditch y el chico parecía bastante amistoso como para que le costara hablarle, como últimamente que le costaba hablar con todo el mundo, hasta con Lex.

Se había quedado esperando el puñetazo que no llegó y no pudo evitar largar una risa sincera. ¡Hacía tanto que no se reía! Ya no lo recordaba. —¿Qué? ¿No vas a pegarme proque soy una chica? —Le dijo con tono de desafío, incitándolo a que le pegara. —Oh, vamos, Christoff. Estamos en el 2004, no en el 1004 y te sorprendería lo que puede llegar a aguantar la hermana menor de un bateador —añadió con una leve nube enturbiándole el rostro nuevamente. Extrañaba a Kieran todos los días, incluso tantos años después de su muerte. Tal vez por eso amaba el quidditch, la hacían sentirse cerca de su hermano, como si él la estuviera cuidando siempre que se subía a una escoba. Había sido Kieran quien le había enseñado a volar.

—OK. Pero te quiero encontrar arriba de la escoba en lo posible...—respondió al marcharse.

Regresó unos quince minutos después con una barredora que no estaba tan baqueteada y más o menos podía llegar a una velocidad relativamente decente... si bien no tenía ni la maniobrabilidad ni las comodidades de su escoba. Delante suyo flotaba la caja con las pelotas. Las bludgers la hacían temblar, pero ella la abrió y sacó la quaffle, que le lanzó a Toff.  —Ok —comenzó subiéndose a la escoba— veamos qué puedes hacer... comencemos con algo simple, algunos pases...  déjame ver cómo vuelas —se le ocurrió sobre la marcha.
((Avisá si quedó muy largo y edito))

Escuchó su comentario con agrado, ya que no se había tomado a mal la broma y además había conseguido que sonriera un poco iluminando su semblante.
—Ojos morados siempre hay en los partidos de quidditch... —añadió con una sonrisa cómplice tratando de mantenerse lo más relajado posible, aunque si lo hubiera conocido se habría dado de lo mucho que le estaba costando a estas alturas.

—Ehh... no sé... — fue lo único que pudo articular luego que ella se burlara del incidente del puñetazo. Seguro que para cualquiera habría sido levemente incómodo, pero no hubiera pasado a mayores. En cambio Christoff estaba librando una batalla interna que había conseguido apagar casi el resto de su persona. Si le había dicho algo después o se había ido prácticamente no lo registró.

Tal vez esto de estarse aflojando era algo que necesitaba, pero eran muchos años de tener ciertas voces en la cabeza. No como una patología esquizofrénica, sino más bien los recuerdos de cosas que decían sus padres o todas las lecturas de morales antiguas. No teniendo ningún tipo de figura adulta a la que recurrir en una parte integral de su desarrollo, este tipo de enseñanzas habían sido no solo una guía sino también un sostén.

A la mente le vinieron recuerdos de corridas por los bosques. Alimentarse de carne cruda hasta poder hacer fuego. Pasar hambre, tener la ropa sucia, hablar con los animales constantemente para poder escuchar algún tipo de voz. Llegado un cierto punto se había cansado de no tener respuestas y había pasado a dejar los diálogos solo en su cabeza.

Los únicos vestigios de humanidad que quedaban en sus terrenos eran el castillo, los libros, los recuerdos... y esos recuerdos habían sido destrozados cuando regresó aquella primera mañana luego de transformarse y se encontró con una imagen que intentaba borrar constantemente. Aún hoy le daba escalofríos. En aquel entonces le había tomado más de una semana entrar al castillo y tratar de ser valiente. Y aún así, trataba de mantenerse alejado de ciertos lugares y habitaciones.

Perdido en estos recuerdos, no notó que ella volvía, preparaba la caja con las pelotas o que incluso se había subido a la escoba.

Rió brevemente, de manera nasal, al recordar más de un moretón vergonzoso que se había hecho jugando quidditch pero que ella había exhibido con orgullo posteriormente —Son heridas de guerra —lo corrigió en broma. Su ánimo iba mejorando de a poco. —Pero preferiría que no nos restaran puntos por violencia de todas maneras... —Sobre todo porque lo más probable era que si se peleaba con alguien fuera con John, pero todavía lo quería lo suficiente como para no querer verlo lastimado, menos por su mejor amigo.

Lo miró divertida pero no acotó nada más, porque lo notó un poco introspectivo y ahí pasó a darle las indicaciones y a marcharse. 

Cuando regresó y vio que sus palabras estaban siendo ignoradas, al igual que las indicaciones que le había dejado antes, se subió a la escoba y la detuvo frente a él, para mirarlo a la cara casi desde la misma altura. —Eh... hola. Quidditch. ¿Recuerdas? —Lo molestó un poco, como hubiera hecho la vieja Maureen, pero sin toda la hiperactividad y el sarcasmo. Estiró la mano ofreciéndole la quaffle. 

—Quiero verte volar alrededor del campo con la pelota antes de intentar unos pases —Repitió en vista de que no le estaban dando mucha bola. Era importante ver si el muchacho era capaz de manejar la escoba con una sola mano, sosteniendo la pelota y maniobrar en las curvas y giros necesarios para dar una vuelta completa al campo. Por eso le había dado su escoba que respondía mejor. Ella, que tenía más experiencia, podía arreglárselas sobre una barredora, pero quería ver todo el potencial del que Christoff era capaz con una escoba de anteúltimo modelo.

Recién cuando ella se le apareció al nivel de la cara pareció volver a la tierra y por un leve instante se preguntó qué estaría haciendo y porqué Maureen le volaba cerca. Inmediatamente después se acordó que quería probar para el equipo y que casualmente la nueva capitana le estaba ordenando ciertas cosas para ver si tenía aptitud.

Asintió con la cabeza bastante rápido y montó a la escoba más rápido aún. No sabía si era por una cuestión de respeto, de miedo, de querer salir volando de ahí o lo que fuere.

La escoba que Maureen le había prestado era realmente muy nueva. Al menos él no había tenido nunca una tan nueva entre sus manos. Las que disponían en la granja de los Moxley eran poco más que carcachas que se caían a pedazos, pero a fines prácticos y académicos servían bastante bien.

El desconocimiento de su nueva montura, los tiempos que ameritaban las curvas o la aceleración, incluso el hechizo acolchonador que tenía parecía que todo estaba muy nuevo y "aceitado". Sólo restaba hacer un par de vuelos de prueba a una velocidad normal, para luego ir gradualmente acelerando hasta lo máximo que pudiera llegar a controlar sin perder el manejo seguro de la escoba. Con esto en mente, tomó vuelo y comenzó a circundar la cancha.

El miembro 'Christoff Romuald' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

#1 '10 Caras' :


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#2 '10 Caras' :


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#3 '10 Caras' :

Cuando Christoff se subió a la escoba a tal velocidad enarcó una ceja preguntándose cuándo alguien tan enorme se había vuelto tan ágil, sobre todo después de no haber hecho nada al respecto en todo el tiempo que ella se había ausentado. 

Mientras él se alejaba, ella se elevó casi verticalmente y se posicionó en una de las esquinas del campo de juego, cerca de los postes donde generalmente ella jugaba. Desde allí estaba segura de poder ver mejor las maniobras de él para evaluarlas desde el punto de vista que más a menudo tenía del campo de juego. Cualquier otro le hubiera resultado extraño. Era o esos aros o los opuestos.

Lo miró volar con un poco de indecisión. No parecía lo mejor que había visto, pero intentó tener en mente que estaba manejando una escoba que le era extraña y seguramente todavía no se habría acostumbrado a cómo respondía una de primerísima línea, haciendo caso más a un simple toque o movimiento que a una maniobra hecha y derecha, que hubiera resultado excesivo.

(( jajaa, it was deliberate! it was deliberate!))

Cuando un joven tímido y relativamente introvertido intenta impresionar a una mujer con algo en lo que es relativamente habilidoso, por lo general las cosas no suelen salir tan bien como se darían en un ambiente librado de stress. Ahora bien, Toff no pretendía impresionar a Maureen, o al menos no tratando de ganarse su afecto o admiración romántica, sino más bien para que pudiera apreciar su habilidad como jugador.

No solo Christoff no era muy habilidoso con la nueva escoba, sino que además estaba más que oxidado. Tal vez no había hecho un total bochorno, pero se dio cuenta al instante que tendría que tomarse un par de días para poder domar la fuerza y agilidad necesarias para poder maniobrar comodamente su nueva montura.

De a poco y con cuidado intentó virar para acercarse hacia donde estaba Maureen, con una expresión un tanto insegura. No tenía miedo de caerse o errar garrafalmente, pero sí esperaba ser más grácil como para merecer un lugar en el equipo.

—Disculpa la torpeza, esta escoba es mucho más sensible que la rama peluda que tenía en mi casa— le dijo tratando de escusarse, sin estar seguro que ella era capaz de escucharla a la distancia a la que se encontraban.

((Yeah, sure ;))

Lo observó con ojo crítico. Maureen podía tener mucho tacto, pero no era muy objetiva de los labios para adentro. Ciertamente no estaba impresionada en ningún nivel, pero aún recordaba la primera vez que ella había tomado "prestada" la escoba de su hermano mayor, un modelo mucho más rápido y sensible que el que a ella le dejaban manejar... y casi había acabado estrellándose contra una ventana del segundo piso de la casa de sus padres. Sonrió con tristeza ante el recuerdo. Extrañaba a su hermano y sentía la injusticia de que, a demás de sus padres, hubiera tenido que perderlo a él. Ahora solo le quedaban su prima y sus abuelos, y eran el trío de mortífagos más recalcitrantes que uno pudiera pensar... ¡si hasta la habían mantenido cautiva y drogada durante el verano!

Se acercó a Christoff cuando lo vio ir hacia ella, encontrándolo a mitad de camino. 

—¿Qué sucede? —Le preguntó preocupada. 

—Oh, ya veo. Entonces tal vez quieras probar con las escobas de la escuela —comentó con una risa nasal que daba a entender su opinión sobre esas cosas que apenas podían ser llamadas escobas. —Bajemos así podemos cambiar —sugirió y comenzó un descenso en picada que parecía casi suicida y que la hizo gritar de emoción y adrenalina. Necesitaba eso para quitarse de la cabeza los recuerdos feos.

Pudo notar un cierto tono de decepción, o algún otro sentimiento no tan apreciativo en la voz de Maureen, confirmando lo que ya había pensado de su vuelo incial. Aún así, no estaba dispuesto a rendirse inmediatamente, aunque tampoco tenía ganas de lesionarse ya mismo tratando de imitar la pirueta que la capitana acababa de realizar.

En cambio, prefirió un ángulo un poco más abierto que le diera la posibilidad de tomar un poco más de confianza con la escoba, tratando de ir a una velocidad lo suficientemente elevada como para permitirle llegar casi al mismo tiempo que ella al piso. Obviamente llegaría después, pero al menos tenía la intención de bajar con algo más de gracia y no parecer un inepto del inicio al fin de la maniobra.

Una vez en el suelo desmontó mientras la escoba aún avanzaba un poco, haciéndola girar luego sobre el eje de su brazo y terminando por acuñarla bajo su axila para luego entregársela a Maureen. Seguramente con una escoba de la escuela pudiera maniobrar un poco más cómodo y demostrar mejor su valía.