Madre preocupada

Matt se apareció frente a la casa de sus padres y golpeó a la puerta. Parecía preocupado y algo apurado, como quien se pasó todo el día trabajando mucho y apresuradamente y todavía no cayó en que el día laboral había terminado.

Había recibido una carta de su madre que lo preocupó. Era extraño que ella lo citara un sábado en lugar de un domingo, así que debía tratarse de algo serio. Tenía un porta bebés de tela enganchado en el pecho y a Revan colgando de él, envuelto en varias mantas para protegerlo del fresco de la noche otoñal.

Como siempre, mamá mafia Laurel estaba preocupada por la segridad de su familia. Era una constante paranoia en ella por haber formado parte del regimen de Voldemort... y cualquier otra secta o grupo anti-muggles que uno pudiera imaginar. Ahora, estaba convencida de que sus seres queridos corrían constante peligro (probablemente por las situaciones en que ella y su marido se habían metido a lo largo de los años, generando en los otros ansias de venganza) y tenía ocho ojos en todos lados antes de salir a la calle y demás.

Estaba sentada en el living esperando la visita desde antes de la hora pactada. Tenía la pava en el fuego y se levantó de inmediato para ir a abrir la puerta a su hijo. Llevaba puesto uno de sus ampulosos y apolillados vestidos negros llenos de puntillas, encajes y cuero negro, pero lo llevaba con dignidad, como si fuera el últmo grito de la moda. En una época en la que los mortífagos ya no andaban libres por la vida, debería haberse sentido una ridícula pero no era el caso.

—¡Matt! —Lo saludó exhaltada, con un abrazo. Miró por encima del hombro de su hijo para asegurarse de que no lo hubieran seguido. —Ven, entra enseguida —dijo con la altivez de siempre.

—¿¡Cómo vas a traer a Revan!? —Lo increpó cuando hubo cerrado la puerta detrás de él. —Siéntate. Te prepararé té —ordenó como siempre hacía con todo el mundo.

((JAJAJA mamá mafia. ?Me encanta!))

—¿Cómo estás, ma? —La saludó notándola extraña. —¿Pasa algo? —Quiso saber más preocupado que extrañado. Pensaba esperar más antes de hacerle ese tipo de pregunta, pero en vista de que su madre estaba en modo paranoia, que bien conocía de su niñez y otros momentos de su vida, según lo que estuviera pasando en la familia, no quiso esperar. 

Levantó las cejas y obedeció metiéndose dentro de la casa. —¿Podrías decirme qué está pasando? ¿Qué hicieron esta vez? —Demandó. Porque ella y su padre siempre andaban metidos en algún tipo de problema y ya le tenían la paciencia por el suelo.

—¿¡Y yo cómo iba a saber que estabas esperando visitas si no me das ningún indicio!? —Se defendió irritado. —Nada más me escribiste diciendo que viniera a verte. No tengo una niñera  disponible veinticuatro horas al día; ergo: traje a Revan —explicó mirando por entre las cortinas de la ventana con algo de aprensión. Una de sus manos ya sujetaba su varita.

—Pero si esto se va a transformar en una zona caliente yo me borro —le avisó de antemano.

((Es que no hay mejor manera de describirla.))

—Bien, mi amor —y ahí fue que le dijo que pasara rápido.

—Muchas cosas, pero nada por lo que tengas que preocuparte inmediatamente —le aseguró tomando la pava con una agarrader para servir el té en dos tazas muy ornadas que parecían tener siglos de antigüedad.

—Nosotros, nada, pero tu y esa chica andan causando unos revuelos... y no me refiero a solo dentro de la corte suprema del Wizengamot... —dijo con tono reprobatorio. —A tu tía no le gusta nada que la hayas metido a trabajar en Hogwarts —comentó como quien predice que algo va a ser problemático—. Piensa que tu votaste a favor de la creación de la nueva casa —especificó con una mirada elocuente.

—No, no va a transformarse en nada. Estamos solos y nadie más sabe que estás aquí —lo tranquilizó poniéndole un platito con la taza de té entre las manos. —Ahora siéntate —insistió haciendo lo mismo ella en uno de los sillones a los lados de la sala de estar. Había una mesa ratonera de por medio y un sofá detrás de Matt. ((Ya estuviste acá antes... no te voy a aburrir con la descripión de la casa. Buscá el tema viejo si te olvidaste cómo era))

—Será mejor que hables con ella para tranquilizarla antes de que decida tomar cartas en el asunto y la familia resulte perjudicada —le advirtió.

((Lo sé))

Las palabras de su madre no terminaron de tranquilizarlo, de hecho, lo pusieron más nervioso todavía y por eso es que comenzó a hacerle preguntas.

Cuando comenzó a hablar de "esa chica", primero no supo si hablaba de Jenna, o de Steph, pero enseguida le quedó claro y se sentó asumiendo que la cosa iba para rato, como solía ser el caso cuando su madre comenzaba a criticar a su ex por ser squibb. A él nunca le criticaba el haberse casado con ella que tenía fortuna, sino el no haberse deshecho de la mujer antes. Por eso tal vez había temido que los que habían ido a matarla hubieran estado allí esa noche por orden de ella. Matt adoraba a su madre, pero sabía el tipo de persona que era y no lo aprobaba.

—¿Cual de ellas? —Preguntó con tono cansado. Tenía dos y ninguna era precisamente una santa. Por cómo venía el tema, estaba seguro de que a ninguna de las dos le debía gustar nada de lo que estaba sucediendo en Hogwarts últimamente. —Pues sucede que no voté a favor de la nueva casa. Me parece una locura y un peligro para los demás estudiantes, pero en vista de que ya era un hecho consumado, no me costó nada estirar unos cuantos hilos para colocar a Steph ahí —explicó con un dejo de orgullo. Dejó la taza de té sobre la mesa ratona.

—Y, antes de que me digas nada: aunque estemos divorciados es la madre de mis hijas y la quiero viva. Gente como tú no tiene idea del impacto que los juegos de poder de los adultos y sus consecuencias tienen en los niños —le reprochó él que lo había vivido en carne propia —Ahora que todos los ex-mortífagos de tus amigos van a ir detrás de ella porque no fue enviada a Azkaban o San Mungo, prefiero tenerla donde pueda ponerle un ojo encima. —El tono de voz que usó indicaba que estaba listo a saltar a una discusión si su madre le daba pie para ello.

—La familia, la familia... ¡No somos una mafia italiana! —le dijo irritado, ya cansado de años de seguir escuchando sobre las ideas de su madre mucho después de haberse desligado del grupo racial del que formaba parte casi toda su parentela. —Y si alguien le pone un dedo encima a mis hijos por la razón que fuere, ya sea mi tía, tu o el Ministro de la magia, van a desear estar muertos mucho antes de que termine con ellos. Ya se lo dije la última vez que nos vimos. —Le dijo tajante— Si tanto te molesta lo que piense tu hermana habla tu con ella. ¿Por qué habría de escucharme a mí si esas dos arpías nunca escuchan a nadie?