Entran dos...

"Necesitaba comprobar algunas otras cosas. Hasta que no te gradúes en medicina, agradecería que me dejaras trabajar." Le dijo con seriedad, de manera seca, pero sin apartar la vista del paciente. 

Se sorprendió cuando vio ocurrir la transformación, pero no se espantó como su colega. No era la primera vez que había visto ocurrir algo así. Trabajando con Aurors, ese tipo de cosas tendían a pasar bastante seguido, aunque en general se trataba solo de profecías pequeñas y sin importante, sobre todo cuando tenían la desgracia de tener al psíquico del departamento en su grupo de trabajo de campo.

Intentó recordar lo que se decía, pero se concentró en lo importante: tratar al paciente.

Durante los últimos ratos, la mente de Giselle era lo único que había estado presente, de algún modo. No podía mover su cuerpo, pero sí podía sentir y entender lo que ocurría. Sin embargo, el dolor de las heridas y el cosquilleo ardiente de la sangre saliendo de ellas, la hacían sentir al borde de la locura. Como si su mente también estuviera a punto de ceder.

Lo que la mantenía firme, dentro de las posibilidades, era saber que Tarja estaba junto a ella. Cuando esta se retiro, aún con la promesa de volver, la invadió el desasosiego.

Aunque aún estaba Laz, sabía que estaba tan mal como ella y necesitaba saber, antes de morir, que él se repondría... que estaría bien.

Acusó el oído y permaneció pendiente de las conversaciones, tratando de enterarse qué ocurría con Laz.

Sintió una contracción extraña dentro de su pecho, que la sacó de su concentración.

"¿Qué fue eso?" pensó.

No tuvo tiempo de responderse, porque sintió un nuevo tirón. Su cuerpo se contraía en contra de su voluntad, y sus ojos amenazaban con salir de sus cuencas. Una nueva dureza, esta vez más duradera y tan fuerte que sus dientes se apretaron hasta rechinar. Su cuerpo cedió, dando paso a un sudor frío y una espuma de sabor metálico en la boca. Sus músculos se contraían violentamente, y Giselle estaba tan frágil, que sentía muchísimo dolor en cada fibra de su piel.

Sin embargo, sintió un halo de liberación cuando sus puños se apretaron estrujando la sabana debajo de ella... porque se habían movido, a pesar de la parálisis.

Un nuevo espasmo muscular le contrajo los pulmones, una y otra vez. Sentía que no podía respirar, que se ahogaría... lenta y silenciosamente.

Cuando sintió que había hecho todo lo posible por el muchacho, que parecía estar estable y al borde del despertar, Chase se levantó con la intención de ir a ver a su otro paciente. 

Rodeó el biombo que escondía a Giselle y se sentó en su cama como lo había hecho con el chico. Esta vez, no intentó experimentar con ella. No tuvo tiempo. Al llegar la vio convulsionando como había estado su anterior paciente y se apresuró a pasarle el amuleto alrededor del cuello. Si quería tratar lo que sea que la chica tuviera, que no parecía ser exactamente lo mismo a juzgar por las rajaduras en su piel marmólea y la sangre que manaba de éstas ahí donde estaban expuestas; lo principal era congelar el maleficio. Después ya vería. 

Colocar el amuleto en ella dio más trabajo considerando las sacudidas que la invadían, pero finalmente lo logró y pudo sentirse más tranquilo cuando notó que las convulsiones cesaban ((ahí modeé un poco. Cualquier cosa avisá)).

Luego, se inclinó sobre ella para examinar sus heridas. La temperatura no le pareció anormal. En todo caso, era lo opuesto a lo que había demostrado el chico tanto en temperatura como en presión arterial y eso no tenía sentido, puesto que compartían el síntoma de las convulsiones. Pensó en una combinación de maldiciones, donde una la compartían y tal vez las otras no. El tratamiento para ella debía ser algo diferente, pensó confundido. No había visto un caso semejante en su carrera, si bien el de Lazarus había sido más común dentro de su experiencia. 

Intentó varios hechizos de sanación de heridas y tuvo que verter varios frascos de distintas pociones sobre los tajos y heridas de Giselle antes de que sintiera que estaba acercándose a algún tipo de cura, pero después de media hora de trabajo, consiguió que la piel de ella recobrara parte de su elasticidad y volviera a ser una extensión de piel sin rasgar. ((Cicatrices o no y lo demás lo dejo a criterio tuyo, de hecho, si querés que edite, avisá.

Entre lo poco que comprendió sobre lo que sucedía al otro lado del biombo, Giselle parecía estar teniendo algún tipo de ataque. Él no era consciente de que, poco antes, su propio cuerpo había reaccionado de manera similar, pero se sentía extraño. Aún lo envolvía un frío sepulcral, pero desde el colgante que por alguna razón llevaba al cuello y que no era ninguno de los que habitualmente se ponía, una sensación de calidez irradiaba al resto de su cuerpo, más fuerte en el pecho y la cabeza, y más leve en las extremidades. Seguía siendo mejor que morirse de frío por todos lados. 

Él también aguzó los sentidos para intentar comprender qué sucedía con Giselle y en un punto intentó levantarse para ir a ver, pero sintió que alguien se lo impedía, manteniéndolo en cama. ((Quien quiera XD))

—¿Qué le sucede a Giselle? ¿Se va a poner bien? —Preguntó frenéticamente intentando incorporarse en la cama.

Matt, que se había quedado atrás para no tener que presenciar lo que sea que le tuviera que hacer a la chica en vista de lo mucho que se había impresionado con el muchacho y de que ella parecía estar convulsionando de la misma manera, mantuvo al chico en cama cuando se despertó y comenzó a intentar levantarse. 

—Oi, tranquilo —le ordenó con voz de mando— apenas acabas de regresar del borde de la muerte. Yo que tú me estaría quieto. —Las palabras podían sonar a broma, pero la mirada que le dirigió fue mortalmente seria. 


—No lo sé, pero hasta recién nos preguntábamos lo mismo acerca de tí. Será mejor que te relajes y dejes trabajar al médico. —Nuevamente, el tono era de orden.

((JAJAJA, Laz. Por un momento creí que estábamos viendo el regreso de Somebody y Somebody Else. Chasen todavía no sé si hay o no cicatrices, necesito que Giselle se mira a sí misma para ver si las ve o no. Estoy loca, lo sé. Pero bueno, es lo que hay.))

Giselle abrió y cerró los ojos numerosas veces. Algo se sentía diferente, pero no sabía qué. Quería moverse, pero temía intentar hacerlo y que nuevamente su cuerpo no respondiera. No quería pasar por esa decepción, sería demasiado duro en ese momento.

Pero algo, como una voz en su conciencia le susurraba que se desperece, que estire el cuerpo. De por sí, abrir y cerrar los ojos no le había demandado demasiado esfuerzo. ¿Y si...?

No.

Primero trataría de reacomodar los últimos recuerdos que tenía antes de la conmoción. ¿Había llegado a desmayarse? No estaba segura, todo había sido demasiado confuso. Creía que no. Había escuchado la vos de Laz, o al menos la había imaginado. quería girar a verlo, pero aún no quería enfrentarse a la respuesta de si podía moverse o no.

Necesitaba saberlo.

Bueno, pero podía esperar un poco más.

Aunque lo hiciera, ¿con qué fin?

Debía hacerlo.

"Bueno, a la cuenta de tres..." pensó "Uno, dos, tres".

Su mente le ordenó a su cuerpo la orden de que gire la cabeza. Casi la sintió recorrer cada nervio, y tras lo que pareció una eternidad, si cabeza se giró hacia un lado con lentitud y un poco de esfuerzo. ¡Pero giró!

Giselle sintió rápidamente como su cara se preparaba para la catarsis. Sentía en su nariz y sus ojos que lloraría, y lo hizo. No podía creerlo. Simplemente no podía. Era como si minutos antes hubiera comprendido y estado completamente segura de que no podría moverse de nuevo. Siguió llorando. Miraba a Laz a través de sus lágrimas, y por más que no fuera perfecto, por más que estuviera demacrado por la enfermedad y el cansancio, por más que la preocupación se reflejara en él, por más que recién se conocieran, le pareció la imagen más hermosa del mundo.

((En realidad no dijiste que estaba visiblemente preocupado, pero como se incorporó de golpe y preguntó por ella, visualicé que así era. Cualquier cosa chillá, pegame, y edito.))

Nash trabajó sobre la chica con seriedad clínica, una expresión preocupada en su rostro y manos rápidas, que parecían volar hacia los objetos necesarios sin necesidad de que sus ojos lo supervisaran. 

Cuando los tratamientos comenzaron a ser más superficiales y a ocuparse de las heridas menores, su ceño se fue relajando aunque no lo hizo del todo en ningún momento. Tomó una muestra de la sangre de ella en algún punto de lo que hacía, pero todo fluía tan rápidamente que era difícil seguirlo si uno estaba conmocionado o no sabía de medicina. 

Cuado finalmente acabó el tratamiento, se levantó de la cama y sus utensilios se guardaron con un movimiento de varita en el maletín, dejando todo como lo había encontrado. Pasó al otro lado del biombo y fue directo hacia Rogers, buscando la mirada del profesor con la suya. Parecía mortalmente serio. —Te espero afuera. 


Salió de la enfermería bastante preocupado y sabiendo que del castillo debería ir a ver a su jefe. Los Aurors, tendrían trabajo esa noche.

Se quedó con el muchacho para evitar tener que ver la repetición del proceso que lo había alterado tanto, pero con la justificación de estarlo supervisando, como Tarja hacía con la chica. 

—Si me entero que te levantaste de la cama te quedas en el castillo para las vacaciones de Navidad a entretener a mis hijas como castigo mientras juego al ajedrez —Le advirtió al muchacho antes de marcharse con su colega, feliz de poder dejar atrás aquél lugar nefasto. 


Con suerte, ahora llegaran las respuestas y, si tenía mucha suerte, Jax, y él podría desligarse de cualquier responsabilidad con todo eso que no era asunto suyo. ((Thread aparte para Matt y Chase bye bye))

((Adieu. Muchos tenkius.))

Tarja había estado sollozando como una mujer con poca capacidad de controlar sus emociones durante todo el tratamiento. En algunos momentos lloraba con más fuerza que en otros, pero estaba más allá de los nervios destrozados y estrujaba un pañuelo empapado en lágrimas y transpiración con toda la locura de que se acusa generalmente a las mujeres histéricas y poco calmas. Nadie lo hubiera esperado de alguien que generalmente era tan neutro y tranquilo como ella, pero ciertamente era una máquina de preocupaciones y llantos esperando a desatarse. 

Recién cuando el médico se marchó y su sobrina pareció recobrar... algo que no supo definir. Tal vez el brillo en la mirada, el color en la piel o algo que sólo el sexto sentido puede definir, pudo volver a actuar como una persona relativamente normal y no como la madre de Elizabeth y Jane Bennet. 

La vio lagrimear y girar la cabeza, lo que le arrancó otro sollozo, pero esta vez de alivio. Hubiera deseado poder lanzársele encima, tan poco demostrativa como era y todo, pero no lo hizo. No después de lo que sólo moverla había producido. 

—Estoy aquí, querida —indicó al ver que ella giraba la cabeza en la dirección incorrecta. —Todo va a estar bien. El médico que trajeron es muy capaz. Todo va a estar bien.

El llanto de una mujer al otro lado del biombo había contribuido al estado nervioso de Laz en cuanto recuperó la conciencia. Lo primero que había hecho al despertarse había sido recordar que estaba ahí porque había traído a Selle en un estado casi inconsciente. Por eso su desesperación por asegurarse de que estuviera bien. Alguien llorando no podía ser una buena señal y no se imaginaba que la jefa de su casa pudiera ser tan maricona. 

Por el costadito del biombo llevaba a ver la cabecera de la otra cama, pero no mucho más, ya que los implementaban en caso que los pacientes no estuvieran del todo vestidos. 

Aunque Matt no le permitiera moverse, la observó sacudirse y luego calmarse y sintió frío de nuevo, pero esta vez fue la presión que le bajaba de golpe al pensar que se había muerto. Recién al sentir que la mujer se calmaba y dejaba de llorar en lugar de ponerse peor, consiguió tranquilizarse, manejando el asunto por el lado lógico. Si realmente se hubiera muerto, Varanen estaría pegando unos alaridos que se oirían hasta en las mazmorras, imaginó para calmarse. 

Finalmente, el médico pasó junto a su cama, ignorándolo como él hizo con las amenazas de Rogers, a quien le sostuvo la mirada de manera desafiante a pesar de que se veía ojeroso y demacrado como si llevara meses de enfermedad y no sólo unas pocas horas. Su palidez aún parecía la de la profesora vampírica, pero ya no tenía labios violeta ni parecía tan tan muerto. Solo una versión más goth de lo que él hubiera querido. 

Sostuvo la mirada de Giselle un momento, sorprendido de encontrarla llorando. —¿Tan mala cara tengo que te pones a llorar del espanto? —Bromeó con una voz rasposa, cansada, pero que aún así intentaba sonar valiente y animada a pesar de todo. Lo que Varanen debería haber estado haciendo en lugar de llorar como una magdalena, la reprendió en su cabeza. 

Luego la tía habló y volvió a mirar el techo para darles cierta privacidad. Seguramente no tenía ganas de verlo y lloraba arrepentida de haber ido a ese lugar con él y acabar de esa manera por su culpa. Pero él y su orgullo no iban a dejar que lo vieran afectado por cosas tan mundanas... sobre todo después de lo mucho que tenía para pensar sobre lo que les había sucedido en la casa de los gritos.

No llegó a entender el chiste de Laz, porque le costaba procesar oraciones largas. Fue, para ella, como si él hubiera hablado en otro idioma.

Al escuchar la voz de su tía, giró nuevamente la cabeza. Lo hizo con lentitud aunque se daba cuenta de que no le resultaba tan difícil, porque tenía demasiado miedo de que su cuerpo se desgarrara nuevamente. No sentía dolor, pero si la impresión, el miedo.

Estiró una mano para tomar la de su tía. En realidad quería abrazarla, pero se sentía muy débil.

La miró. Ese día y en ese momento, entendió realmente lo mucho que la quería. Había sido más madre para ella que su madre real. Por más que durante muchos años no se hubieran visto. En cada carta que se enviaban, las palabras cargaban y contenían mucho más sentimiento. Incluso, aunque Giselle no tuviera mucho que contar y Tarja censurara sus frustraciones amorosas. En esas cartas, en simple pergamino, Tarja había estado siempre para ella. Como ahora, en la cama de la enfermería, en la noche más terrible de toda su vida.

Pero Giselle no lo comprendió en palabras, no. No podía pensar de esa manera. Estaba sintiendo. Estaba realmente sintiendo lo mucho que la quería. Sin lógica, sin análisis, sin proceso.

Sintió, por primera vez en su vida, que podía sentir.

((Tarja, les bastardeé un pasado del que no hablamos jamás, medio teniendo en cuenta las actitudes de Tarja hacia ella, si te parece mal lo edito.))

((Me parece perfecto. Un poco de retcon* en estas situaciones no viene mal. Uno podría argüir que no queda otra jaja))

Ella también temió que se volviera a rasgar la delicada piel de su sobrina y no le quitó los ojos del cuello hasta que no dejó de mover la cabeza. Recién cuando se cercioró de que no parecía haber más riesgo de fisuras pudo calmarse un poco, pero le tomaría días recuperarse de la impresión y el estrés de todo lo que acababa de suceder... Aún no sabía que en un par de días, su eterno enamorado la invitaría a su casamiento... con otra mujer. Sí, las cosas aún podían ponerse peor para ella, pero de momento, se sintió aliviada. 

El gesto de Giselle le entibió el pecho e intensificó las ganas que tenía de tirársele encima y estrujarla, pero que nuevamente contuvo por razones obvias. Ella siempre había tenido en claro que quería a Giselle más que a ninguna otra persona en el mundo, porque para ella era como la hija que no había tenido y, estaba segura de que si tuviera una hija cualquiera, no la querría tanto como amaba a esa muchacha pálida y apática que ahora le tomaba la mano.

Tarja apoyó su otra mano sobre la de ella y le sonrió con los ojos anegados en lágrimas nuevamente. —Intenta descansar, mi niña. Ya tienen una muestra de tu sangre. Van a poder encontrar qué causó todo esto cuando la analicen. No te preocupes por nada... —continuaba susurrándole mientras acariciaba esa manito tan querida para ella. 


En realidad, no tenía la certeza de nada de lo que había dicho, pero necesitaba desesperadamente oírlo. Así se quedó otra hora más, hasta que se aseguró no sólo de que su sobrina dormía, sino de que estaba fuera de peligro. 


Salió unos minutos a conversar con Jax en voz baja al hall de la enfermería para no despertar a los pacientes y le resumió como pudo lo que acababa de vivir. Por ser él, y porque ya no salían, usó toda la fuerza y el coraje que le quedaban para no largarse a llorar como enferma nuevamente. Se hubiera muerto de vergüenza si él la hubiera visto antes. 


Explicado eso, regresó a la cama junto a su niña mientras que él se ocupaba de la burocracia de Giselle y, si tenía suerte convenciéndolo ((en el tema que ya abriré con Jax)), tal vez hasta el de Laz también. 


Recién cuando la enfermera la echó al terminar temprano el horario de visitas por la llegada de la hora de las curaciones según las indicaciones de Nash, se marchó de allí. Sin nada mejor que hacer, se entretuvo con sus obligaciones, dedicándole sólo una pequeña parte de su atención al trabajo, puesto que su cabeza seguía en la enfermería con Giselle. Deseó tener amigos para poder consultarles qué se hacía en esos casos, si conocían algún otro especialista... pero sus amistades se limitaban a una squibb y la profesora de pociones, a quien prefería no ver por el dolor que le causaba su relación con Jax. 


Esa noche no pegó un ojo y regresó a la enfermería apenas fue horario permitido, pero esa es otra historia (( =P))

((¿Cierra acá?))

((Sip))