Las clases del día habían terminado, pero en el mes y pico que llevaban de clases, la mochila de Cass se había ido llenando de basura innecesaria. Unos pergaminos arrugados que después tiraría al cesto por aquí, un par de tinteros con tintas de colores para resaltar los títulos por allá, una docena de plumas en caso de que alguna se arruinara de manera irreparable o alguien necesitara una prestada... Los libros de todas las materias, hasta las que no tenía ese día... El pobre bolso era un caos y las costuras estaban a punto de explotar.
Por eso Cass se había arrodillado en el suelo junto a una de las mesitas y había desperdigado los contenidos de su mochila sobre ésta. Viendo el desorden, resultaba increíble que todo eso hubiera sido contenido en el mismo lugar sin un hechizo expansor de cavidades internas, pero era el caso.
Ahora intentaba discernir qué iba a quedarse y qué no, mientras hablaba con ella misma en voz alta como si hablara con otra persona... y también se contestaba.