Economía doméstica

Era un sábado a la tarde. El clima era decente para ser Escocia. Estaba nublado, fresco y amenazaba lluvia, pero todavía no estaba ni lloviendo ni nevando y eso en sí ya era toda una proeza.

Rose estaba sentada en uno de los bancos del patio interno. Llevaba una gastada pollera de lino negro, medibachas negras de lana y un sweater púrpura de cuello bote, debajo del cual se adivinaba una polera negra. Tenía la varita en una mano y, junto a ella, sobre el banco, algunos pergaminos que iba duplicando sistemáticamente con el hechizo "gemino", casi como si no pensara en lo que hacía. Claramente, su mente estaba en otro lado y eso lo había hecho ya tantas veces que no necesitaba ni pensarlo. 

La pila de pergaminos iba en aumento mientras que en la izquierda seguía habiendo uno solo.

Mo había salido a despejarse la cabeza. El aire húmedo de las mazmorras la tenía hastiada y las eternas insinuaciones de Simon para que dejara a su supuesto novio y se buscara un prospecto más interesante la tenían a punto de perder la paciencia, así que salió para no terminar hechizando a su amigo.

La decepción que el clima en el exterior le generó se tradujo en una cara de traste. Para frío y húmedo me hubiera quedado en la sala común tallando madera, pensó. Incluso si eso significaba terminar hechizando a Sy. ¿A quién querías engañar?  ¡Es el Reino Unido! ¿¡Qué esperabas en el otoño sino frío y húmedo!? Se reprochó mentalmente, considerando la idea de regresar por donde había venido. En ese momento extrañó levemente a ese supuesto novio que seguramente la hubiera entibiado con un brazo alrededor de sus hombros y un montón de historias graciosas sobre las cosas más inverosímiles, pero no se permitió admitir que Lancelot tenía un lado bueno.

La visión de Rose la hizo desistir. No conocía a la muchacha. Ni siquiera era de su año o su casa, pero lo que estaba haciendo le llamó mucho la atención. Parecía estar multiplicando los pergaminos y se acercó a observarla en silencio a un par de metros de distancia.

Perdida en sus pensamientos mientras llevaba a cabo esa tarea tan repetitiva, Rose no notó que alguien la estaba observando. Tenía la cabeza puesta en la noche en que había recibido el colgante que pendía de su cuello, suspendido sobre las piezas de papel al estar ella estirada hacia adelante, moviendo la varita y recitando el encantamiento en voz baja como un mantra. Algo murmurado entre dientes, casi.

Morwyn, que detestaba hablar con la gente que no conocía, había esperado que, con suerte, la chica notara su presencia y le dijera algo, pero al ver que no era así se sintió ofuscada. Ahora tendría que acercarse a hablarle y encontrar una excusa para hacerlo. Ni siquiera podía saber de qué casa era como para identificar si valía la pena o no el tomarse la molestia, porque estaba de "civil", como ella, que llevaba puesto un pantalón de sarga de lana y una camisa gastada debajo de un sweater bordó que tampoco era muy nuevo.

—Eh... disculpa —dijo con seguridad, midiendo cada palabra para parecer tímida y comedida cuando en realidad era todo medios para llegar a un fin. —...pero pensé que copiar bienes materiales era ilegal —la acusó con ese brillito en los ojos que a veces tienen los slytherin.

Rose levantó la vista de lo que estaba haciendo y salieron unas chispitas de su varita que no llegaron a ser un hechizo a causa de la interrupción. 

—Sí, dime —respondió con una sonrisa aunque no conocía a la chica. Rose siempre estaba de buen humor.


Sonrió aún más ampliamente. —Lo es si  piensas venderlos. Los objetos copiados con el hechizo "gemino" no tienen el valor del original... pero yo solo estoy copiando pergaminos para uso personal, así que no cuenta —explicó con tranquilidad, casi como si estuviera feliz de saber que había encontrado un agujero en las leyes por el cual podía ahorrarse unos knuts.

Forzó una sonrisa. Si iba a pedirle información no podía empezar con el pie izquierdo algo que, sabía, de todas formas no llevaría a ningún lado. 

Levantó levemente las cejas al escuchar lo que Rose decía y tuvo que suprimir una sonrisa de complacencia al enterarse de que podía ahorrarse, ella también, unos cuantos knuts en pergaminos para ella y su hermano.

—¿Y tiene algún patrón en especial este "gemino"? —Indagó con la intención de ahorrarse también el buscarlo en la biblioteca.

Sonrió divertida al ver a dónde apuntaba la otra chica con sus preguntas. Le causaba cierta gracia que no fuera al grano, como si ella fuera a guardar celosamente la información que estaba a disposición de todo el mundo.

—Tiene —respondió— ¿Por qué no me pides directamente que te lo enseñe? —dijo con una risita que ya no pudo evitar.

Puso mala cara. No le parecía que nada de lo que estuviera diciendo tuviera la más mínima gracia y no apreciaba que se le rieran en la cara. 

—Porque tal vez no quieras y, en ese caso, siempre puedo ir a buscar la información a la biblioteca —le dijo a la defensiva. Eso no respondía a la pregunta.

—El no ya estaba. Uno nunca pierde nada con preguntar —le dijo con la misma despreocupación que mostraba siempre. 

—Bueno, entonces ¿quieres aprender el hechizo o no? —preguntó sonando amistosa.

—No. Gracias. Para algo está la biblioteca —respondió altiva.
Luego se marchó.

Enarcó las cejas un momento y luego frunció el ceño, cruzando los brazos sobre el pecho. Aquella chica le parecía bastante desagradable, pensó. 

—Como prefieras —respondió viéndola marcharse. Tanto peor para ella si quería revolver la biblioteca buscando un hechizo en particular.

Mor revoleó los ojos por el aire que tenía la chiruza esa y siguió con lo suyo de lo más campante. No iba a dejar que eso le arruinara el día. Se fue a leer a otro lado. Ya encontraría otra manera de aprender lo que tenía en mente.