Nobleza obliga

Morwyn detestaba los bailes. Le parecían una pérdida de tiempo. Si los demás querían ir: que fueran. Ella tenía que estudiar y ocuparse de perseguir a su revoltoso hermanito para que hiciera lo mismo y pudiera tener un futuro decente en el mundo. Porque claramente no iban a heredar ni dinero ni títulos de nobleza. ¡Si apenas tenían para comer! 

Se había puesto su discreto vestido de lino celeste, el cual resaltaba entre los demás por parecer casi de campesina en medio de la opulencia del baile. Realmente no le importaba. Nicole le había arreglado el cabello y el maquillaje y ella se lo había permitido para que dejara de insistirle con estupideces, de modo que tenía un peinado algo medieval y un maquillaje ligero. 

Esperó a Lance en el hall de entrada, intentando poner una mueca que demostrara la animación que todos sentían y que ella apenas era capaz de fingir a medias. 

—Buenas noches —lo saludó al verlo. Sonrió porque era imposible no sonreírle. El huroncito no tendría muchas luces, pero destilaba honestidad y buena voluntad a una milla, como una pequeña cantidad de hidrógeno muy condensado fisionándose en un sol diminuto. Se sintió menos nerviosa con él allí, pero no lo iba a aceptar. ¡Si hasta lo comparaba con un montón de hidrógeno! Le quitaba todo el encanto que pudiera tener.

Él no tenía nada en contra de los eventos sociales, salvo tal vez la falta de una pareja que le gustara para ir a éstos. Ahora que tenía hasta eso, se sentía incapaz de disfrutarlo. Tenía la mente fija en disfrutar lo que pudiera de la noche, aunque sólo pudiera tener a Mo para él a base de mentiras, disfrutaría el tiempo que podía pasar a su lado por la razón que fuera. Pero llevar eso a la realidad no era tan fácil. 

Llegó al hall de entrada nervioso, vestido en su mejor túnica de gala, que era apenas de mejor calidad que el vestido de ella, y en tonos marrones. Como el buen actor que era, entró sonriendo y su sonrisa se ensanchó al verla a ella, iluminándole todo el rostro como el sol que Morwyn se negaba a comparar con él. Realmente era una visión capaz de enternecer a cualquiera porque era un muchacho tan cálido, honesto y sincero que costaban no quererlo.

—Buenas noches —le devolvió el saludo. —Estás impresionante —dijo él que siempre la había visto con el uniforme y desarreglada. Por humilde que fuera el vestido, para él el cambio era muy notorio. Sintió que se le aceleraba el pulso. —¿Crees que estás lista para enfrentar a todo el colegio? —Le preguntó algo nervioso, aunque la presencia de ella lo hacía sentir capaz de enfrentarse a casi casi cualquier cosa.

Involuntariamente, la sonrisa de ella también se ensanchó al ver la de él. El muchacho no sería brillante, pero sabía cómo caer bien, de eso no cabía duda. Incluso ella, que era una amarga estaba ahí, sonriendo y toda emperifollada para él. Sintió nervios ante la idea de entrar al gran salón y estar frente a todo el colegio así vestida. Era su primer baile y se aferró del brazo de él para sentir algo más de confianza y sobre todo, de estabilidad. Nunca había usado tacones antes de ese día y apenas si podía caminar sin tropezarse. 

—Muchas gracias. Tú también te ves... bien —dijo pensando en la palabra "civilizado". —Creo que estoy todo lo lista que se puede estar para enfrentar al colegio viéndome como un pavo real —rió brevemente de puro nervio, algo poco común en ella. Apretó más el brazo de él y asintió. —Lista. Vamos.


¡El suspenso es mucho peor! Pensó.

Rió para ocultar que el comentario lo había herido. 

—No me halagues tanto. ¡Me vas a hacer sonrojar! —Se burló con su carisma habitual. 

—No —la corrigió señalando con un movimiento de cabeza a una chica que pasaba—. Eso es un pavo real. 

La muchacha tenía puesto un vestido colorido, brillante y con cuentas de colores bordadas en toda la tela. 

—Creo que para ser el hijo del posadero y la chica de las hierbas medicinales estamos más que bien. Cualquier otra cosa hubiera sido ridícula —opinó sinceramente.

Comenzó a caminar hacia dentro del salón de baile llevándola del brazo. Estaba nervioso pero no se le notaba.

Sonrió por la broma del muchacho, consciente de lo mal que debía haber sonado. Luego rió por lo bajo al escuchar el comentario acerca del vestido de esa otra chica. Tenía que admitir que el muchacho, a demás de tener carisma, era muy gracioso. Comprendía por qué todo el mundo lo quería. Resultaba difícil detestarlo cuando no se ponía en víctima. Disfrutaba esa clase de comentarios agudos. Era una de las cosas que más le gustaban de Sy.

Le dedicó una mirada de aprobación. —Absolutamente. Ella es vecina nuestra y mira lo tonta que se ve con toda esa gasa encima cuando sus padres ni siquiera pueden llegar a fin de mes. Nunca voy a comprender la necesidad de la gente de aparentar más de lo que son —opinó quejosa como simpre.

Se aferró al brazo de él con más fuerza al entrar al salón, contenta de tener a alguein a su lado ya que tenía que estar en una situación social, de esas que detestaba.