Orientación Vocacional

Rose había hecho su cursito de orientación vocacional el año anterior. También había asistido a la entrevistar personalizada con Turpin para discutir sus opciones, pero la verdad es que un año después, estaba en el mismo lugar en el que había comenzado: cero. No tenía de cuáles eran sus puntos fuertes. No había nada que le gustara particularmente hacer, ninguna carrera que le despertara el interés y la curiosidad que eran una de sus características más sobresalientes. Nada. 

Por eso, se había anotado en todas las materias que había venido haciendo hasta el momento y que había aprobado, para poder mantener sus opciones abiertas y por eso también tenía mucho menos tiempo libre que los otros alumnos que ya habían elegido una carrera y no estudiaban más las materias que no eran obligatorias. Había pedido entrevista con el jefe de su casa para pedirle consejo una vez más en esos tiempos complicados, no porque pensara que él fuera un buen jefe para Ravenclaw... porque no era el caso. Había tratado el tema de su abuso con frialdad casi clínica en su intento por no parecer desubicado y había acabado por parecer una persona sin corazón o tal vez simplemente desinteresado en ella y sus problemas. El apoyo emocional/sentimental que había conseguido de él tanto en ese momento como después del accidente que la había dejado sorda de una oreja era nulo y le parecía más material de bibliotecario que de consejero, pero necesitaba un consejo y él era la persona asignada a ella. No se le hubiera ocurrido romper las reglas, saltarse su autoridad y pedir audiencia con Williams directamente, aunque hubiera dado mucho mejores resultados. 

Con poco ánimo y aún menos esperanzas, pero sin una mejor idea de cómo solucionar su problema, golpeó a la puerta de Turpin en el día y horario acordados. "Soy yo, Rose Taylor." Anunció por las dudas. Había un dejo de desafío en su voz que le era ajeno. Rose solía ser respetuosa con sus profesores y de las reglas en general, si bien a veces hacía travesuras como cualquier adolescente, pero Turpin había perido todo el respeto de ella después de sus últimas dos audiencias.

Jax había estado consciente de la cita que tenía con su alumna esa mañana. Después se había entretenido con sus clases y los problemas que él y su prometida tenían, y se había olvidado del asunto por completo. 

Por eso, cuando los golpes en la puerta lo distrajeron de los pergaminos llenos de runas que estaba corrigiendo, le tomó un par de segundos el recordar el compromiso. 

"Adelante, adelante." Dijo enseguida, acomodando un poco el escritorio, que despejó con un movimiento de varita para tratar de no parecer tan colgado. La verdad era que el señor obsesionado con su trabajo ahora tenía tantos problemas personales que apenas podía prestarle atención a ser profesor y menos que todo los insignificantes asuntos de sus alumnos cuando la vida de sus hijos no natos estaba en juego cada momento de cada día. De hecho, había intentado corregir esas entregas lo más rápidamente posible para poder regresar junto a Tessa. No que pudiera hacer mucho por ella, pero se sentiría más tranquilo de tenerla bajo su supervisión. 

"Buenas tardes. Por favor, toma asiento." Pidió cerrando la puerta detrás de ella con magia. "Dijiste que querías hablarme sobre tus estudios." Hizo memoria. "Te escucho."

—Buenas tardes, profesor. —Rose entró en la oficina y caminó hacia el sofá al otro lado del escritorio, donde se sentó obediente. Estaba seria y contrita para lo que solía se su comportamiento habitual, ruidoso e histriónico. Nunca había tenido motivos para tomarse ninguna decisión seriamente en su vida. Ahora, toda su vida dependía de lo que fuera a elegir en los próximos meses. Era lógico que se sintiera perdida. —Disculpe que lo moleste.

—En realidad, necesito otra charla de orientación vocacional —comenzó—. Yo sé que tuve mi oportunidad el año pasado, pero seis meses después sigo tan perdida como en ese momento y la situación de mi familia no me permite el lujo de no comenzar a trabajar tan pronto como salga del colegio —explicó con una madurez que parecía fuera de lugar en ella. En realidad, Rose siempre había tenido esa capacidad analítica, pero prefería no utilizarla e ir por la vida siguiendo sus instintos y sentimientos sin detenerse a pensar. Así después acababa pagando las consecuencias. 

Esta vez, sin embargo, el tema era demasiado serio como para que lo tomara a la ligera incluso alguien como ella. 

—Necesito saber qué voy a hacer de mi vida ahora, no a fin de año. Seguir con todas las materias que aprobé para mantener mis opciones abiertas sonaba como una opción lógica el año pasado, pero el día tiene veinticuatro horas y si sigo así, no voy a poder aprobar ninguna por abarcar tanto. Necesito poder decidir cuáles dejar. Ahora que soy considerada discapacitada de nivel uno ((siendo 10 el máximo)), no puedo arriesgarme a reprobar materias importantes. 

Se quedó en silencio después de su exposición, aguardando la respuesta del profesor. Sabía que no tendría una solución mágica para ella, pero una parte de su cabeza —la que era infantil— lo deseaba así y casi que hasta lo esperaba.

—No es molestia. Por algo soy tu jefe de casa —le aseguró con su seriedad habitual. Claramente el tacto no era lo suyo. Aquello era casi como decirle: para escucharte me pagan, así que adelante.

Pestañeó sorprendido. Por alguna razón, pensó que el aire sobrio que su ruidosa estudiante había traído con ella al aula se debía a que quería volver a hablar del tema del abuso en la biblioteca, no de su futuro. Pensándolo con más detenimiento, la situación familiar de Taylor, por lo que decía su ficha, justificaba los temores de la muchacha, pero no parecía en absoluto el tipo de persona que se preocupa o decide hacerse cargo. Aquello tenía todo el potencial de convertirse en una sorpresa agradable, de esas que le devolvían la fe en el futuro de la humanidad mágica.

Oyó los argumentos de ella con creciente satisfacción y orgullo de que la chiquilla alborotadora pareciera estar pensando con la cabeza por una vez. Se le ocurrió que tal vez esa manera de mostrarse indiferente ante el mundo era su modo de defensa contra todo lo que había pasado y tendría aún que soportar si quería una vida mejor que la de sus padres. Asintió. Destilaba aprobación. 

Guardó silencio unos momentos cuando ella hubo terminado, buscando las palabras correctas. Si ella no sabía qué hacer de su vida, él no podía venir e imponerle una carrera o profesión por razones obvias. 

—Suena muy centrado y maduro. Me alegra que hayas llegado a la conclusión que te sugerí el año pasado. A veces uno tiene que tomar estas decisiones por cuenta propia. Lo mismo aplica a la elección de carreras, como ya te mencioné en esa oportunidad. 

Como sabás, no hay mucho que pueda hacer por ti, mas que hacerte algunas preguntas, más o menos las mismas que el año pasado, pero tal vez encuentres que las respuestas han cambiado en este tiempo.

Por ejemplo... idealmente, en un mundo perfecto, ¿dónde te verías en diez años? ¿haciendo qué?

Le puso cara de orto. Era brillante. Obviamente podía leer entre líneas el "para escuchar tus problemas de pendeja me pagan". No le gustó. Le parecía poco profesional. Si no podía ser soporte emocional de los alumnos, no tendría que ser jefe de casa. Pensó en elevar una queja al director, y guardó la idea para más tarde. Mientras, juntó coraje y le dijo lo que había ido a decirle. Tal vez por ser tan frío y analítico podía tener una respuesta a su problema a pesar de todo. No entendía qué podía verle Campbell a un tipo como ese estando los gemelos Nash a disposición, realmente. Y sí, los rumores volaban como fruta fresca.

Cuando él comenzó a hablar sintió que estaba intentando deshacerse de ella sin siquiera intentarlo y se intensificaron sus deseos de hablar con el director.

Había abierto la boca para protestar cuando él le soltó esa pregunta, que la dejó pensando. La verdad es que no se veía en ningún lado. Silencio. Continuó pensando. Diez años era mucho tiempo. Entonces tendría Veintisiete o veintiocho... casi treinta... No le interesaba ni casarse ni tener hijos, así que probablemente se veía trabajando... por descarte. Pero trabajando en qué era el tema.

—Trabajando —respondió a secas. Si él no se la ponía fácil, ella tampoco iba a cooperar y su respuesta era sincera de todas maneras.

Notó la mala onda de ella, pero lo atribuyó a que todos ellos eran adolescentes más o menos rebeldes y problemáticos comparados con él que había sido el muchacho más aburrido de todo Hogwarts... y en cierto modo lo seguía siendo.

—All right...—sopesó las posibilidades que es respuesta le daba mientras la miraba a los ojos para ver si lo estaba desafiando o había algo más. Con los chicos nunca se podía saber cuándo nada más estaban buscando pelear con un adulto para llamar la atención y demás. 

—¿Qué tipo de cosas te gusta hacer? ¿Cuáles son tus materias preferidas, por ejemplo? —continuó con el interrogatorio, intentando hacer la vista ciega a la mala predisposición.

Le sostuvo la mirada sin miedo. No estaba haciendo nada malo o que fuera contra las reglas. Nada más estaba buscando alguien que la guiara y tal vez un poquitíto más de la contención emocional que ese profesor en particular tenía para ofrecer. 

Las preguntas de él no la ayudaban en nada. Ella sabía qué cosas le gustaba hacer, pero no venían al caso con nada que pudiera darle dinero. 

—Cantar, bailar, saltar la soga, bordar, hornear galletas... —le dijo con tono de hastío. La pregunta era estúpida. Las cosas que le gustaban no podían ayudarla a hacer dinero, obviamente. Eso ya lo había pensado, pero no tenía pasta de cantante y nadie se ganaba la vida saltando la soga...

Ante la segunda pregunta se lo quedó mirando un momento, visiblemente incómoda. No quería responder a esa pregunta pero ¿cómo conseguir ayuda si no era sincera? 

—Runas... —masculló sin levantar la mirada de la mesa. Ahora el profesor iba a pensar que estaba ahí porque le tenía ganas. ¿Cómo podía ella saber que el profesor de runas le iba a preguntar cuál era su materia preferida? Ella se esforzaba en todas (salvo en astronomía) como para que se notara una diferencia obvia. —Encantamientos... —añadió también por lo bajo, como para no quedar como una idiota, sobre todo porque como esa no tenía mucha salida laboral, si la agregaba, no cambiaba gran cosa.

No debería haber venido, pensó lamentando la decisión tomada. Ahora quería salir corriendo pero eso no haría más que hacer parecer aún más obvio que le gustaba el hombre que tenía delante, que no podía parecerle más aburrido y desagradable.

Tomó nota mental de lo que ella le decía. Había un par de cosas en la lista de ella que le dieron la impresión de tener una salida laboral si ella sabía buscarle la vuelta. Claro que después de leer el expediente de la chica, lo más probable era que, si tenía media neurona como parecía tener, fuera a buscar algo más estable que las opciones que sus hobbies podían ofrecerle.

Él también se puso incómoda cuando ella lo hizo, malinterpretando lo que acababa de suceder como Rose pensó que lo haría, pero mantuvo la compostura y trató la situación con su habitual aplomo.

—No veo que nada te impida trabajar de traductora. Estás entre las mejores de mi clase y ninguna lengua parece resultarte difícil. Un traductor tan versátil no debería tener problema para encontrar muchas ofertas de trabajo en el mercado —dijo con toda la tranquilidad de quien ignora el elefante en la habitación.

—En tu caso particular, tampoco descartaría el quidditch. Eras una excelente jugadora. No entiendo qué te hizo dejar. Creo que hubiéramos ganado el último partido de estar tú en el equipo. Tienes material de profesional. Tal vez podrías postularte para algunas de las early trials... o ir a ver los entrenamientos de algún equipo. 

Eso era algo que no había sugerido la vez anterior para no desviarla de las opciones más convencionales con sueños de grandeza, algo que siempre prefería evitar, pero en el caso de ella, sabía que tenía posibilidades. Y si no había otras cosas que le gustaran...

Cuando notó que el profesor se puso incómodo, ella se sintió todavía más así, pero de ahí sacó coraje para enfrentarlo. Quería clarificar la situación antes de que él se quedara con una impresión equivocada de ella y de por qué lo había ido a ver, porque no estaba buscando una excusa para quedarse a solas con Turpin.

—Es que Runas Antiguas me gusta para pasar el rato, pero no me veo trabajando de eso. Si tuviera que dedicarle todo mi día acabaría por aborrecerlo enseguida —explicó haciendo su mejor esfuerzo por sostenerle la mirada aunque la verdad era que estaba transpirando como un cerdo. Había empezado a hablar con voz bastante baja, pero hacia el final ya había recobrado parte de su seguridad habitual. 

Levantó la cejas sorprendida de que le sugiriera algo relacionado con el Quidditch cuando ella jamás lo hubiera pensado. No se sentía al nivel de Mags como para postularse o siquiera pensar en hacerlo. —¿De verdad usted cree que tendría una oportunidad? Yo no me siento al nivel de Margaret o de la guardiana de Hufflepuff como para pensar en que algo así pueda ser una salida laboral —le dijo honestamente. Se sentía más tranquila ahora que habían cambiado de tema.

Asintió con seriedad. —A veces uno tiene que pensar en lo que le conviene y no en lo que le gusta, si no le quedan muchas más opciones abiertas... —comentó cuando ella dijo que se aburriría. Él sabía que su alumna se aburría enseguida de las cosas, la había visto anotarse y desanotarse de todos los clubes habidos y por haber en los últimos años. 

—Por supuesto que sí, de lo contrario jamás le recomendaría a un alumno algo tan... —cómo explicarlo— difícil de conseguir para que se haga ilusiones vanas. No soy ese tipo de persona, Taylor. 

—Me gustaría saber por qué dejaste el equipo, si no te importa compartir —como profesor, podía exigir la información, pero si esperaba que ella se abriera para poder ayudarla, claramente, tenía que nacer de ella.

Ella también asintió. —Lo sé. Ese sería como mi plan B —admitió— pero me gustaría tener un plan A que realmente me haga feliz... 

Y ella también sabía que nada la hacía feliz durante mucho tiempo.

Se sintió asombrada y halagada a la vez, pero no creía que él tuviera razón de todas formas. 

Bajó la mirada ante la pregunta. —Delacroix asumió el puesto de capitán y yo no quería tener que verlo toda las semanas, varias veces por seman —explicó con la mirada en el escritorio. —Desde que dejamos de salir hace dos años, me di cuenta del error que fue dejarlo, pero ahora él no quiere saber nada conmigo y yo no soportaría verlo y hablarle como si todo estuviera bien... y saber que no puedo tenerlo —confesó sabiendo que a alguien como él le parecería una excusa estúpida de seguro. "problemas de adolescentes".

—Pero si no me muestro en esta segunda mitad del cuatrimestre es poco probable que llame la atención de la manera debida como para conseguir un lugar en las tryouts —dijo lo que ella asumía que él estaba pensando al respecto. —¿En serio espera que vaya arrastrándome a pedirle un lugar en el equipo?

Enarcó las cejas sorprendido que después de tanto tiempo todo se siguiera remontando al estudiante que se había transferido unos años atrás desde Beauxbatons. 

Asintió con seriedad. —Exactamente. Sería un desperdicio no mostrar tus habilidades solo para no cruzarte con un ex novio. En distintos puntos de mi vida yo salí con dos de mis colegas... y no me ves cambiándome de trabajo sólo para evitarlas —y ese fue su intento por ser más accesible con la alumna.

—No, por supuesto que no. Nadie debería arrastrarse por nada ni por nadie. Pero creo que tu reemplazo no está a tu altura y que tampoco está tan interesada en el Quidditch como para negarse a ser persuadida. Después de la aplastante victoria de Slytherin, creo que nadie se opondrá a que regreses al equipo, si lo pides y explicas tus razones. Badge aún tiene otros tres años si quisiera lucirse... y eso si tuviera la mitad de capacidad que tu has demostrado estos años.

—Pero exploremos otras opciones... para tener un plan B —añadió para justificar su cambio de tema. No quería pasarse la tarde hablando de deportes. —Entiendo que estás en el club de costura. Si a demás, te gusta bordar, siempre hay compradores para vestidos de bebé o de niña de las flores y esas cosas. También está la posibilidad de ponerte una panadería si tanto te gusta hornear. Se podría expandir el horizonte más allá de galletas y pensar en una pastelería, si es que se te da bien. 

—Dime, ¿qué querías ser de mayor cuando eras chica?

Enarcó las cejas sorprendida de que él le estuviera contando algo tan personal, pero al mismo tiempo era justamente lo que necesitaba para confiar en él, que le demostrara que no era un profesor frío y sin sentimientos al que le importaba todo tres cuernos en la vida, sobre todo, los problemas de sus alumnos a cargo.

Abrió los ojos aún más sorprendida al escuchar la opinión que le merecía al jefe de su casa. No lo tenía por un fanático del deporte, pero aparentemente hombres eran hombres, por más amargos que parecieran. Eso lo hizo verse mejor a sus ojos, que al menos pudiera tener algo de ganas de que su casa ganara la copa.

—Supongo que tendría que hablar con Ed... —dijo con un suspiro cansado. No quería ni pensar en eso.

Asintió feliz de poder dejar el tema del quidditch atrás. —Soy bastante buena bordando, pero la verdad es que coser me cuesta muchísimo. Soy muy desprolija y aunque practicara, hay chicas que ya son mucho mejores que yo, así que no le veo mucho futuro comercial. Bordar por encargo es casi como lo que hace mi madre y no podría vivir de eso. Es casi explotación la cantidad de horas que hay que estar inclinada sobre el bastidor para conseguir unos pocos sickles.

—Y para ponerse una panadería hace falta capital... un terreno, un negocio... o al menos la capacidad de alquilar uno. Y yo tampoco tengo nada de eso —explicó.

—¿A demás de princesa? —bromeó— Jugadora de Quidditch, pero no me veo trabajando de eso. La cantidad de gente que se postula contra los que finalmente quedan seleccionados es... desalentadora por decirlo de alguna manera. Y creo que preferiría algo más estable considerando las circunstancias... A demás, dudo que vayan a tomar una jugadora sorda.

Asintió de manera sobria. —Comprendo. 

La dejó explayarse sobre la siguiente opción pero su rostro fue perdiendo seriedad a medida que la escuchaba, porque él tenía otra perspectiva sobre el asunto. —Es cierto. Tal vez ahora no tienes nada de eso, pero siempre puedes conseguir un trabajo temporal de otra cosa, tal vez traduciendo runas o en el Ministerio, para ahorrar el dinero que se requiere para una panadería —sugirió en tono más optimista.

El comentario le robó una sonrisa escueta. —Además de princesa —concedió. 

—Es cierto, pero a diferencia de la mayoría, Huckle, Ashby y tú tienen aptitudes para hacer realidad esos sueños ambiciosos... aunque implicaría hablar con Delacroix, que, si me lo permites, dudo que sea el fin del mundo. Es un chico de lo más comprensivo y dudo que se oponga a ayudarte si se lo pides. Especialmente tratándose de ti. 

—En fin... ¿alguna otra opción que podamos explorar?

Le llamó la atención que el profesor se mostrara tan comprensivo, pero después recordó los rumores de él y la profesora Campbell y comenzó a entender un poco más de cerca el por qué. 

Se mostró sorprendida y luego sonrió de manera comedida antes de asentir más animada.

—Es una buena opción. Supongo que podría llegar a hacer algo así. Soy buena ahorrando —admitió. Aunque antes no se le hubiera ocurrido pensarlo como una cualidad.


Se volvió a mostrar entre sorprendida e incrédula cuando Turpin le dijo que tenía oportunidades. Después de eso, que le hablara de Ed no le llamó tanto la atención. Reprimió un suspiro. No quería pensar en el tema de momento. 


—No estamos pasando nuestro mejor momento. Acabamos de acordar no volver a hablarnos, pero, honestamente, no creo que vaya a durar. Prefiero esperar y ver si decide acercarse él por su cuenta. Si lo hace, mencionaré el tema del quidditch, pero no seré yo quien vaya a romper nuestra promesa —dijo con firmeza. 



—No lo sé... ¿Qué tipo de trabajo se puede hacer en el Ministerio que me permita ahorrar dinero a demás de traducir runas? —Quiso saber.