Realization

Durante más de una semana, Bella había estado investigando por su cuenta sobre temas de medicina. Primero habían sido los libros muggle que había traído con ella desde su casa, pero después atacó también la biblioteca del colegio, por más que no hubiera muchos libros detallados sobre el tema que le interesaba. Al final, se había contentado con leer temas más o menos relacionados a lo que su preocupación e interés le demandaban y ahora se había quedado sin nada más para leer.

Estaba sentada en uno de los sillones más alejados del área popular de la sala común. Tenía cara de desdichada y lanzaba unos suspiros capaces de conmover hasta las rocas. La conversación que había tenido con Gipsy la semana anterior había sido bastante desalentadora. Enterarse de que había sido ella la que había estado pifiando al tintero y no que éste hubiera sido encantado, había sido un golpe bajo, que corroboraba su teoría. Lo que era más, a partir de ese momento un par de veces había vuelto a suceder lo mismo mientras ella miraba el tintero. Había jurado que la orden enviada a su cerebro había sido de mover la mano hasta el tintero que ella estaba mirando y así y todo, había terminado con la pluma en el aire a varias pulgadas de distancia, muy sorprendida.

Él había pasado esa semana en la suya, no prestándole a la chica de la biblioteca más atención que alguna mirada ocasional después de la desagradable conversación que habían tenido la vez pasada. Se había entretenido con su vida, leyendo libros sobre sus propios intereses y practicando quidditch con sus amigos. 

Ahora estaba sentado frente al fuego intentando secar sus ropas después de una sesión de entrenamiento bajo la lluvia con sus amigotes. Ellos también estaban ahí, calados hasta los huesos, intentando calentarse un poco. Al rato, el grupo se disolvió cuando algunos fueron a bañarse, otros decidieron cambiarse de ropa y, los más inteligentes que, como él, habían llevado una túnica de viaje para mojarse menos, se sentaron en algunos de los asientos más alejados del fuego a ocuparse de sus tareas.  

Ken en particular, estaba en un sofá dibujando un grupo de chicas que hablaba mientras bordaba junto al fuego, donde él había estado un rato antes.

En eso, una de las chicas que estaba bordando se rió de manera extremadamente fuerte y estridente y la sobresaltó, sacándola de sus pensamientos. Bella miró en la dirección general de todo ese bullicio y se sintió triste y sola. Ellas estaban todas juntas, riéndose felices de estupideces y podrían seguirlo haciendo indefinidamente mientras que ella... bueno, había días en que su maldición le pesaba más que otros.

Cuando estaba por apartar la mirada, notó una figura bajita sentada cerca del fuego. No lo había reconocido de inmediato por tener el cabello mojado y pegado al rostro, lo mismo que las ropas. Dudó un momento y se puso en pie para acercarse a Ken con lentitud.

"Calidum aer." Dijo apuntándole con la varita desde atrás. Un chorro de aire caliente salió de su varita y lo despeinó como lo hubiera hecho un secador de cabello muggle.

Ken frunció el ceño en desaprobación. Le molestaban las chicas tan ruidosas y gritonas. No le molestaban que parecieran felices, como a Arabella, pero sí que tuvieran que demostrarlo de maneras tan irritantes para el oído de la persona común, en tonos tan agudos.

Se sobresaltó al sentir el repentino viento caliente atacarle el cabello desde atrás y su mano buscó instintivamente la varita mientras que él giraba la cabeza con cara de gato mojado y malhumorado. La miró entre mechones de pelo que le cubrían el rostro y se sorprendió al encontrarse con que se trataba de esa chica. "¿Qué estás haciendo?" Le preguntó bruscamente, pasándose una mano por el cabello con torpeza, en un intento por despejarse el rostro.

La pregunta la tomó por sorpresa. No tenía respuesta. Había actuado sin pensarlo. Era una buena persona y solía ayudar a los demás. No había mucha más vuelta que darle al asunto que esa. 

"Estás todo mojado." Respondió con su aparente buen humor habitual, escondiendo su tristeza lo más profundamente que pudo para que él no lo notara. Quería disfrutar del tiempo que le quedara para vivir la vida lo más normalmente que pudiera. "Si no te secas te enfermarás." Explicó con calma y esa pequeña sonrisita simpática con que siempre regalaba a todo el mundo. Mientras tanto, continuó apuntándole al cabello con el aire que salía de la varita, con la misma buena predisposición que mostraba para limpiar el aula después de clase o para jugar a saltar la cuerda cuando las chicas de los primeros años lo sugerían.

La miró como gato enojado por decir cosas obvias. Le parecía tonto. Y ella volvió a hacerlo. "Tal vez por eso estoy sentado frente al fuego." Era una idea que tal vez fuera demasiado compleja para que ella la comprendiera sin ayuda, pensó despectivo.

El viento continuaba despeinándolo y él intentó nuevamente despejarse el rostro, esta vez con ambas manos. "Me estás despeinando." Protestó gruñón.

Bajó la mirada mostrándose desanimada durante un momento, pero luego volvió a mostrarse tan simpática como siempre, con su humor a prueba de todo. "Si te enfermas, ya no podrás jugar al quidditch." Le recordó pensando en cuánto tiempo podría ella tener la coordinación necesaria como para seguir practicando ese deporte, pero sin demostrar la tristeza y preocupación que sentía por dentro. 

"El otro día me hiciste un favor y me alcanzaste los libros que necesitaba." Le recordó utilizando la mano que tenía libre para sacudirle un poco el pelo y acomodárselo de manera que pudiera secarle zonas que todavía estaban mojadas, haciendo caso omiso a las protestas de él con el aplomo y la paciencia de una madre. "Ahora puedo hacer algo por ti y devolverte el favor." Explicó con una sonrisa. Ella era una de esas personas que siempre están de buen humor y que tratan a todo el mundo con su mejor ánimo y sonrisa aún en los peores días.

Ken dejó de protestar y bajó las manos para sostenerle la mirada un momento, buscando algún signo de que le estuviera tomando el pelo o fuera a burlarse de él. Si bien lo que decía era obvio, al menos tenía que admitir que tenía razón. Y no quería dejar de jugar al quidditch.

Volteó la cara hacia el frente nuevamente y dejó que ella le siguiera secando el pelo sin pronunciar palabra. Simplemente decidió quedarse callado hasta que ella terminara. Probablemente eso fuera la manera más rápida de quitársela de encima que seguir protestando. Era imposible discutir con alguien que siempre tenía buen ánimo y predisposición. También estaba el hecho de que entendía su predicamento.

Bella se sintió conforme de que él dejara de protestar y continuó con su trabajo con una sonrisa de triunfo hasta que todo el cabello de él estuvo completamente seco unos minutos después. Entonces rodeó el sofá y se le paró al lado. "¿Me puedo sentar?" Preguntó con la varita todavía en la mano. Era educada y delicada, frágil incluso y vivía teniendo accidentes varios, pero era la persona más incondicionalmente feliz que uno pudiera encontrar. 

"¿Por qué no fuiste a cambiarte como los demás?" Pregunto con curiosidad casi infantil.

Miró por el rabillo del ojo buscándola cuando dejó de tirarle aire caliente en el pelo. Tenía que admitir que era relajante que a uno le estuvieran tocando la cabeza y tirando aire tibiecito después de haber sido empapado por la lluvia de octubre. La vio venir y giró levemente el rostro hacia ella, luego asintió, con cara de nada. Se preguntaba qué querría hablándole cuando nunca habían cruzado más de dos palabras en años.

Ken se encogió de hombros. Luego, con un gesto leve, apenas un movimiento de manos,  le hizo notar el cuaderno en que había estado dibujando al grupo de chicas que aún continuaba riéndose a carcajadas mientras bordaba. 

Dibujar era tan sólo una excusa para poder pasar tiempo a solas. Se divertía jugando al quidditch con sus amigos, pero era un tipo callado. No le gustaba hablar con la gente, no quería encariñarse con la gente... y dibujar le daba la oportunidad perfecta.

Sonrió de manera sincera y se sentó junto a Ken en el sillón. 

El gesto de él captó la atención de sus ojos y enseguida prestó atención al dibujo en el cuaderno. Su sonrisa se amplió. "Es lindo tener un hobby." Admitió. "Eres bueno dibujando." Opinó con su inocente despreocupación habitual. Parecía casi demasiado obvio que por la cabeza de ella no pasaban grandes debates ni conceptos de astrofísica. 

Con la misma tranquilidad con que antes le había manejado el cabello, ahora le apuntaba al pecho con el mismo aire caliente con que le había secado el pelo. Imaginaba que si bien el fuego podría secarle las ropas, debía ser incómodo tenerlas puestas y que cualquier cosa que acelerara el proceso sería una buena idea.

Ken no entendía cómo esa chica podía sonreír todo el tiempo estando maldita. Con todas las cosas que le pasaban a diario, estaba más capacitada que el resto de la gente para comprender que la vida estaba llena de dolor y de pérdida. ¿Acaso no entendía que todo el mundo se moría y lo dejaba a uno solo? Que hasta los objetos inanimados encontraban la manera de lastimarlo a uno, como cuando ella se había raspado cayéndose de la escalera en la biblioteca.

Asintió todavía con expresión de nada. Siempre tenía cara de nada. Era bastante depresivo y poco expresivo. "¿Y tú, Thorne? ¿Tienes un hobby?" Le preguntó de la nada, con tono casi desinteresado. No la estaba mirando. Tenía la vista perdida en el fuego, viendo a través de las chicas que bordaban, embobado por el movimiento de las flamas.

No esperaba que siguiera con eso del aire caliente cuando se le sentó al lado, pero tampoco se quejó. Cerró su libro en resignación y lo dejó a un lado, para que no se le volaran todas las páginas.

Ella no podía entender cómo alguien como él, que tenía salud y amigos y podía hacer lo que quisiera podía estar siempre con cara larga y solo por ahí como si fuera el fin del mundo, cuando tenía todo por delante, pero no lo resentía por ello: le daba lástima. Siempre la gente que no apreciaba lo linda que era la vida le daba lástima. 

Asintió con una sonrisa de orgullo casi infantil. "Tengo un libro de hojas y hierbas secas de plantas medicinales." Cada vez que descubría alguna planta nueva en clase que tenía aplicaciones médicas tomaba una muestra, la secaba y la agregaba a su librito. 

Continuó trabajando en silencio un rato hasta que consideró que la ropa de él estaba lo suficientemente seca como para dejarlo en paz y guardó la varita. "¿Mejor?" Preguntó con su infalible optimismo.

Sus ojos rasgados se abrieron levemente más de lo normal por la sorpresa. No se la hubiera imaginado con ese tipo de hobby que requería tanta dedicación como investigación. La veía coleccionando piedritas o algo más simple. Se le había metido en la cabeza que ella debía ser medio tonta. Nadie que tuviera tantos probelmas podía andar tan feliz por la vida.

"¿Te gusta herbología?" Preguntó con algo menos de indiferencia que antes. El tema le había picado un poco la curiosidad.

Asintió y se forzó a sonreír de una manera que terminó viéndose extraña, no forzada, pero sí como si se sintiera avergonzado de que ella le hubiera estado dispensando ese tipo de cuidados que parecían tan íntimos para alguien cuyos padres eran poco demostrativos, rozando con lo frío. "Gracias. Tenía frío." Admitó volviendo a mirar al frente, a las llamas del fuego para evitarla a ella. Su optimismo lo lastimaba.

"Quiero ser medimaga." Dijo como si eso explicara su interés por la herbología, que no era más que indirecto. "Pero me gustan las plantas." Admitió, ella también con la mirada perdida, pero a diferencia de Ken, con una sonrisa, como si estuviera recordando algo placentero, tal vez mirando el cielo azul de un día de verano en lugar del cielorraso de la sala común. "Me gusta poder plantar algo y verlo crecer bajo mi cuidado." Añadió con cierto orgullo. 

Sonrió de manera cálida, entrecerrando los ojos. Sentirse apreciado le era lindo. "Me imaginé. Yo me mojo seguido. Hay ciertas plantas que secan mejor si se las recoge bajo la lluvia." Explicó balanceándose levemente hacia adelante y atrás en el sillón donde estaba sentada, como un pajarillo en la rama de un árbol.

Ken pareció molesto. "Eso es estúpido. La medicina va en contra de la selección natural." Dijo con la misma seriedad que había mostrado antes mas un poco de mal humor. Había esperado a que ella terminara de hablar, incluso sobre las plantas que se recolectaban bajo la lluvia antes de contestar.

Su mirada, aún perdida en el fuego. Tantos médicos en el mundo, tantos años malgastados estudiando para que no pudieran salvar a su hermano. Una pérdida de tiempo. Si era su hora, era su hora. No había por qué prolongar la agonía.

Entonces se volvió hacia ella, irritado. "Los seres humanos son los únicos animales lo suficientemente egoístas como para querer prolongar sus vidas inútilmente más allá de lo que les corresponde." La regañó. "Las plantas, por ejemplo, no tienen ese dilema." Eso las hacía más aceptables a sus ojos.

Arabella pestañeó y después frunció el ceño desconcertada. ¿Podía estarle diciendo eso en serio? ¡Era horrible! "¿Acaso tú no quisieras curarte si tuvieras una enfermedad grave, Knightley?" Preguntó indignada, pero sin perder la apariencia de calma. No estaba enojada, pero no podía comprender la lógica detrás de semejante razonamiento o por qué alguien querría decírselo a ella que, todos sabían, estaba maldita. ¿Qué le había hecho para ganarse su enemistad? Nunca le había hablado demasiado. ¿Era acaso ese el problema?

"O si se tratara de alguien que quieres. ¿No querrías que esa persona esté bien?" Tal vez por ese lado pudiera hacerlo razonar, aunque no parecía ser capaz de querer mucho a nadie si prefería las plantas a los seres humanos.

Estuvo quieto unos segundos, sin responder. Los ojos fijos en el fuego, perdido en los recuerdos más dolorosos para él. Negó lentamente con la cabeza algunas veces. "No realmente. No."

La pregunta de ella había dado en el blanco. Todo el problema con la muerte y la medicina había comenzado con el tema de su hermano, el que llegó a conocer. En el otro, el que él había reemplazado, ni pensaba, salvo tal vez para darse cuenta de que había algo mal en esa familia si los dos hijos estaban estudiando medicina y murieron en extraños accidentes durante viajes a la campiña a pescar o acampar. Y era un tema al que dedicaba mucho tiempo cada día: la muerte. No siempre tenía pensamientos suicidas, pero se encontraba a menudo pensando en la muerte en general, como concepto.

Otro largo silencio siguió a la pregunta de ella. Ken parecía más enojado que antes, pero por dentro se sentía turbado. Hablar con esa chica maldita siempre lo dejaba sintiéndose horrible por dentro. Para alguien tan sombrío como él, encontrarse con una persona llena de vida podía llegar a ser un choque enorme entre lo que era su realidad y lo que se daba cuenta que debía ser, así como lo era para todos los demás de su edad.

"¿Qué importa en realidad, Thorne? Cuando a alquien le llega la hora no hay nada que se pueda hacer y ni todos los medimagos del mundo pueden cambiarlo." Le espetó con amargura. Había girado el rostro hacia ella para dedicarle una mirada fulminante.

"¿Qué hay del instinto de supervivencia, entonces? Eso también es parte de la selección natural, Knightley. Que los animales no tengan medios para perseguirlo más allá de cierto punto es su limitación, no un mérito." Arguió frunciendo ella también el ceño. Estaba bastante molesta con toda esa conversación. ¿Le decía esas cosas horribles solamente para molestarla porque ella estaba maldita?

"Lo que dices es horrible." Le dejó saber elevando la voz un poco más de lo que hubiera querido. Se había puesto de pie al punto, lista para regresar a su rinconcito de siempre, o tal vez a su cuarto. Todavía no lo había decidido.

"Es solo un instinto, Thorne." Lo descartó con un movimiento de su mano. "No hay nada de noble en los instintos. Es sólo la manera en que una especie está programada." Terció secamente.

"Es tan solo la verdad. El que no te guste no la hace menos cierta." Contestó elevando un poco la voz él también, aunque no tanto como para causar una escena. Era lo último que necesitaba.

Le alivió verla ponerse de pie. Que se marchara cuanto antes y dejara de poner en realce todas las cosas que estaban mal en él, pero que hasta una maldita como ella todavía tenía funcionales.

Ella y Toff habían estado tirados en uno de los sillones, leyendo juntos pero en silencio, cuando Giz escuchó la voz de Bella levantarse por encima de las otras. Fue apenas un momento pero le bastó para preocuparla. Arabella era una chica tan tranquila y agradable que no se imaginaba qué podía llegar a alterarla. Se excusó con su compañero y caminó directamente hacia donde Ken y Bella estaban teniendo la conversación que fuera que estuvieran teniendo.

Miró a uno y después a la otra. Ella parada y él sentado. ¿Habrían estado discutiendo? Siempre había creído imposible discutir con alguien como ella. Era la chica más agradable que conocía. "¿Todo en orden, Bella?" Le preguntó con cautela, observando nuevamente al muchacho y luego a su amiguita.

Knightley no causaba problemas, siempre estaba metido en sus propios asuntos, podía ser que fuera una persona desagradable y nadie se diera cuenta porque no hablaba mucho. Ella no tenía manera de saberlo.

La llegada de Gipsy la distrajo de la conversación y enseguida recompuso su rostro en la sonrisa amigable de siempre antes de asentirle. "Sip. Mr. Knightley y yo sólo estábamos debatiendo." Explicó como si hubieran estado debatiendo sobre el clima que haría al día siguiente. Está en claro que nunca vamos a poder ponernos de acuerdo. Pensó irritada por dentro. 

"Disculpa si interrumpimos tu lectura." Parecía tan agradable como siempre. Había pasado tantos momentos horribles en hospitales, semanas enteras en cama, que apreciaba cada momento de los que estaba dando vueltas por ahí. "¿Nos vemos mañana en el club de costura?" Preguntó con entusiasmo. Ahora que estaba casi convencida de que pronto no podría volver a utilizar una aguja como correspondía, quería aprovehar a coser todo lo que pudiera, a correr y volar mientras pudiera, a hacer todo lo que poco a poco iría perdiendo la habilidad de hacer... si sus sospechas eran correctas.

Gipsy enarcó una ceja. No entendía de qué podían estar debatiendo dos personas que no parecían tener absolutamente nada en común. Obviamente, de prácticamente cualquier cosa. Las chances de que se pusieran de acuerdo sobre algo debían ser casi nulas. 

"No. Está bien. Ya necesitaba estirar las piernas de todas formas." Respondió de tan buen humor como ella. Dos personas con las que era fácil llevarse bien. Congeniaban de maravilla. 

Asintió con entusiasmo. "Seguro. Maggie no puede ir y me dejó a cargo... Tengo planeado un vestido con un cinturón de mostacillas a la cintura que...  bueno. ¡ya lo verás por ti misma!" Después de eso, se despidió de buen ánimo y regresó al sofá con Christoff, segura de que acababa de ser echada con mucho tacto. Estaba entre las cosas más extrañas de la semana. No recordaba que Arabella hubiera intentado quitársela de encima antes. Tal vez le gustara ese chico... ¿Pero no estaba ella saliendo con Clifford? ¿O eso había acabado después de la pelea en el último baile? 

Recordaba haberlos visto bien juntos, pero no podía precisar si había sido antes o después de dicha discusión.

Se mostró sorprendida pero enseguida dejó que el entusiasmo de Gipsy se le contagiara. "¡Buenísimo! ¡No puedo esperar a verlo!" Exclamó como siempre concentrándose en las cosas buenas de la vida. Entonces algo se le cruzó por la cabeza y le nubló el rostro por un momento. "Pero, Maggie está bien ¿No?" No fuera cosa que la pobre chica estuviera sufriendo... pero Gipsy parecía demasiado buena persona para ser tan insensible.

Después de que Gipsy se marchara, echó una última mirada a Knightley y se marchó hacia el dormitorio de las chicas.

"Sí, sí. No es nada importante ni grave. No te preocupes." Le aseguró antes de regresar con su no-novio. 

Aún así, se había quedado con una sensación rara, por lo que decidió parar la oreja a pesar de que pareciera estar leyendo su libro de nuevo. Se sintió levemente decepcionada al ver que su amiga se marchaba hacia el dormitorio de las chicas.

Cuando finalmente la curiosidad de chusma le ganó, volvió a excusarse con Toff y se dirigió al muchacho que había causado toda la conmoción. 

"¿Qué es lo que sucede con Thorne?" Le preguntó haciendo un poquito de abuso de su autoridad de prefecto. No parecía enojada, pero tampoco amistosa. Tenía los brazos cruzados y todo. "Es una chica delicada de salud. Será mejor que no vuelvas a alterarla si no quieres problemas."