Sorpresa

Tarja había estado ocupada en esas dos semanas. Se había tenido que crear una casilla postal temporal en la oficina de correos del pueblo y enviar una lechuza a la profesora McFarland desde allí, para que no sospechara que quien había sido cómplice a insultarla, ahora buscaba comprarle un par de gatos.

Había elegido del catálogo de fotos que la mujer le había enviado y luego había pagado una suma de dinero para que un deliveryboy fuera a buscar la caja con los gatitos a la casa de la profesora en su nombre. Había dado un nombre falso y accedido a pagar el dinero que se hubiera ahorrado con sólo encarar a su colega y pedir disculpas, después de todo, seguro que no se negaba a un buen negocio, como cualquier otra persona. Pero ella era tímida y prefirió dar toda esa vuelta para conseguir el famoso gatito para su sobrina, por la que estaba dispuesta a casi todo, salvo tal vez a dar la cara frente a Katherine McFarland, aparentemente. Se repitió que lo importante era el resultado y no el medio, que era tan inocente que ni siquiera servía para decir que el fin lo justificaba.

Acababa de ir a buscar la caja de gatitos a la oficina postal y ahora se había sentado en el patio interno a descansar de su caminata por los terrenos, y a esperar a su sobrina. Le había mandado una lechuza desde la oficina postal, diciéndole que la esperaba en el patio interno inmediatamente, pero que no se trataba de nada grave.

Mientras esperaba, con la enorme caja abierta sobre su regazo, observaba cómo los dos gatitos jugaban entre ellos de manera cómicamente feoz, como si aquello pudiera realmente ser serio.

((Elegí alguna de las fotos que te mandé, así puedo elegir yo también una para el mío. Y perdó por el cuelgue. Laz me dijo del malentendido. Perdón. Pensé mal.))

Giselle bajó al patio llena de entusiasmo, y muy jovial. Lo cual en ella se manifestaba como una caminata simple, lenta y una tímida sonrisa en el rostro. Algo tan sutil, que posiblemente si alguien notó su presencia, de seguro no notó su sonrisa. Se escurrió por los pasillos empujada por la curiosidad. Las tareas y exámenes, la habían mantenido ocupada y lejos del despacho de su tía.

Entornó los ojos al salir a la luz del sol, y miró alrededor en busca de Tarja, y la vio sentada con una enorme caja en el regazo. Caminó un poco más rápido hacia ella.

¿Habría recibido algo de sus padres? ¿Había encontrado esa caja en algún lado?

_Hola, tía -la saludó alegremente mientras se acercaba.

Se frenó justo delante de ella al ver los gatitos jugando. Se llevó las manos a la boca, sorprendida, como si quisiera contener una exclamación inapropiada.

_¡No... puede... ser! ¿Cuándo...? ¡Creí que...!

Ninguna palabra o frase parecía ser suficiente, así que simplemente, dejó escapar lo que había pensado.

_¡Demonios!

Estaba azorada.

Tarja la estaba esperando pero no la estaba buscando con la vista. Los gatitos tenían toda su atención en el momento. Eran demasiado espectáculo como para quitarles la vista de encima.

La voz de su sobrina la hizo saber que había llegado y levantó la mirada hacia ella con una sonrisa exultante poco habitual en alguien tan calmo como ella. Quiso saludarla, pero lo único que le salió fue reír por lo bajo, con cierta picardía. Se habían salido con la suya a pesar de las diferencias que ella tenía con la otra profesora. Tenían sus gatitos mestizos.

Dentro de la caja, había dos, un típico kneazle tigre y otro igual, pero albino.

Spoiler:

"¿El normal o el albino?" Fue lo único que le preguntó, todavía con aire triunfal. Había pocas cosas buenas en su vida tranquila, así que las disfrutaba al máximo.

Sus manos fueron directo al albino, pero se detuvieron en el aire. Fueron hacia el otro, y cuando estaba a punto de tomarlo, dudó nuevamente. Los dos eran demasiado lindos. Dejó caer las manos.

_Y supongo que quedarme con ambos sería mucho pedir -bromeó con seriedad. Sabía que Tarja comprendería el gesto.

Miró el pequeño tigre marrón. Se le antojó cálido y vivaz. Ese sería su gato. Lo tomó en brazos y le sonrió.

_¿Cómo los conseguiste? -fue lo primero que logró preguntar.

La indecisión de su sobrina la hizo reír un poco. Debía estar demasiado emocionada si era incapaz de pensamiento racional y de tomar una decisión. Aunque entendía que era una difícil, casi imposible. Ella misma tenía problemas para decidirse al hacerse la misma pregunta. ¿El normal o el albino?

"Sería contra las reglas de la escuela, me temo." Tenía la cabeza levemente girada hacia un lado y una sonrisa enorme en los labios. Ya no recordaba la última vez que había tenido motivo para entusiasmarse. Tal vez no tendría hijos, al paso que iba, pero al menos podía tener un gato y ser feliz con eso, incluso si quería decir entrar en el canon de solterona con gatos.

Ella había estado mirando secretamente al albino con un destello de parcialidad desde un principio, o hubiera elegido simplemente, dos mestizos tigre, pero prefería que su sobrina tomara la decisión.

Cuando Giselle tomó al tigrecito, ella metió la mano en la caja y comenzó a irritar al otro moviendo su índice, dándole algo para atacar. Apretó los labios cuando un colmillito pequeño y filoso se le clavó en él, pero no sacó la mano. -Este va a dar trabajo.- Pensó.

((Ok. Ahora somos oficialmente fashion. Los tigrecitos estos están muy de moda en el foro este año jajaja. Hay por lo menos tres personas más que los tienen por mascotas. Pero está bien. Con una profesora que los vende de repente estando en el colegio, tiene sentido.))

Volvió a sonreír de manera amplia antes de contestar. Estaba demasiado orgullosa de todas las maniobras que le habían evitado hablar con su colega. "Es increíble lo que se puede conseguir evitar con una casilla de correo anónima, el sistema de compra por catálogo, y un par de delivery boys!" Explicó con orgullo, entre risitas.

"Todo con tal de evitar una confrontación."Confesó. Sabía que de todas las personas del mundo, su sobrina comprendería el punto.

Asintió, apreciando la sinceridad de su tía. No le gustaba cuando le disfrazaban las cosas, por "ser una niña". Otro pensamiento apareció en su cabeza.

_¿Pero si te ve con el gato, no sabrá que fuiste tú? ¿Crees que los reconozca? -inquirió mientras jugueteaba con su nueva mascota.

Ya tenía parte de su mente en el trabajo de pensar nombres. Le era muy difícil, pero le daba algo de pena tener esta cosita hermosa ahí en sus brazos, y no tener cómo llamarlo. Recordó que Laz había bautizado al suyo "Nemo", y el primer nombre que pensó fue "Kinslayer". Con una sonrisa pícara en los labios, se preguntó si no sería una ironía demasiado salvaje.

_¿Debo mantenerlo medianamente escondido? -preguntó saliendo de su ensimismamiento.

((IEEEEI I'm fashion!))

Se sintió un poco decepcionada de que Giselle no compartiera su triunfo, pero sabía que no podía esperar demasiado entusiasmo de su parte, incluso cuando había motivo para ello. Tarja en cambio, podía llegar a mostrarlo, pero la vida tranquila que llevaba se lo limitaba desde ese lado.

Tal vez en otro momento se hubiera sentido más inclinada al temor, pero después de su victoria rotunda y el efecto que los gatitos tenían sobre ella, Tarja se sentía superpoderosa por primera vez en años, desde que había descubierto que no tenía que aprender inglés para hablarlo. Le habían regalado un anillo con una enorme piedra negra que siempre llevaba puesto y era lo que le permitía comprender y manejar el idioma que de otra manera le resultaría un montón de ruido.

"¿Y admitir que una extranjera de Hufflepuff es más inteligente que ella? No lo creo." Sonreía al recordar las palabras de Tessa, sobre que en algún momento tal vez ella también fuera capaz de demostrarle a la gente como Katherine que ella era una persona inteligente, a la que no se le pasaba por encima fácilmente y que debía ser respetada. Esa idea la hizo sentirse bien con ella misma. Tal vez incluso la mujer ahora la respetara por haber sido lo suficientemente ingeniosa como para burlarse de ella en su cara.

"No creo que eso sea necesario, pero si te deja más tranquila." Se encogió levemente de hombros. "Yo no pienso hacerlo." Declaró levantando a la gatita albina de la caja y dejando ésta a un lado para poder acomodar al animalito en su regazo. "Los compré legalmente. No tengo nada de qué avergonzarme." O al menos, necesitaba oírlo.

"¿Ya sabes cómo lo llamarás?" Le preguntó con curiosidad. Ella ya se había decidido. Desde el momento en que había elegido un tigrecito albino del catálogo sabía que, si su sobrina no lo elegía le pondría Kuu por la diosa de la luna en la mitología finlandesa.

Ladeó un poco la cabeza, pero no dijo nada. No estaba de acuerdo con la situación, pero no quería decepcionarla. En su idea, "no avergonzarse de la situación" hubiera implicado enfrentarla valientemente y vencer. Comprar los gatos a escondidas y luego mostrarlos era como decir "mira, los conseguí de manera evasiva", y sí era un motivo de vergüenza. Pensó un poco más. No, no lo era. Porque no necesariamente la evasión venía de la mano del temor, a veces, era simplemente, búsqueda de paz.

Se sintió un poco más conforme con ese último razonamiento, y luego regresó a la conversación.

_No lo sé -respondió-. Hay un par de nombres que me gustan, pero ninguno concuerda con la cara de él -agregó señalando a su gato.

Lo miró, sonriente. Todavía no podía creer cuando lindo y tierno era.

_Creo que esperaré hasta que encuentre un nombre que sea indicado -aseveró. El asunto era importante. No quería cometer errores.

En los años que tenía de convivir con ella misma y con su personalidad, Tarja había llegado a conocer sus propios límites y a tomar placer en los pequeños triunfos que podía conseguir dentro de los límites de quien era. Esperaba que, con suerte, su sobrina aprendiera a ir mucho más allá de los estrechos límites dentro de los que ella se manejaba, o bien encontrara alguna manera de ser feliz dentro de ellos, porque sabía que la otra opción era un camino muy solitario y triste.

La miró como si lo que acababa de decir fuera algo especialmente interesante, algo que no se le hubiera ocurrido por sí misma. "¿Qué tipo de cara es esa?" Preguntó con curiosidad, aunque parecía algo divertida por el enfoque que ella le había dado.

Asintió. Si ella no estaba segura, sería mejor que no tomara ninguna decisión apresurada.

Giselle dejó escapar una risita. No era propio de ella. A lo sumo, en la cúspide de su expresividad, llegaba a sonreír. Pero se sentía especialmente contenta. Acercó su cara a la de su mascota aún en brazos. Parecía algo receptivo a ese acercamiento, pero precavido, ya que le apoyó sus diminutas patitas en la cara.

Era un poco como ella, pensó, dejaba que se le acerquen sólo hasta cierto punto.

Le sonrió a Tarja, en silencio. Esperaba que ella entendiera la enorme gratitud que sentía, sin necesidad de decirlo. Era una comunicación que le parecía más sincera que las palabras, y menos limitada.

_Se siente como si nunca más volviera a estar sola -expresó tímidamente.

A su tía no se le escapó el exceso de expresividad que Giselle estaba exhibiendo. Sonrió profundamente complacida. Pensó en esa conversación donde ella le había preguntado en su inocencia cómo podía saber si su gesto iba a ser bien tomado por la otra persona o no, por más buena intención que una tuviera. Recordó su respuesta y sabía que eventualmente ella acabaría por llegar a la misma conclusión: que uno tenía que tomar un salto de fé. Seguir sus instintos y confiar en que la otra persona disfrutaría el regalo o, al menos sabría apreciar el gesto, la intención detrás de éste.

"Cuidado con las garritas en la cara." Advirtió en tono de madre. Era lo primero que había pensado al ver las patitas del gatito en el rostro de Giselle. Sus dedos aún dolían tras probar lo que esos pequeños colmillitos podían hacer sin querer.

Tarja le devolvió la sonrisa con complicidad y un cariño inmenso. Sabía que ninguna hija que pudiera llegar a tener sería tan preciosa para ella como la muchacha que tenía en frente. Y eso suponiendo que en algún momento de su vida encontrara el hombre adecuado. Pensó en Tessa, comprometida y a punto de tener en algunos meses, los hijos del hombre que ella aún amaba. Y así y todo intentaba ser una buena amiga para ella aunque le rompiera el corazón.

La sola idea la desanimó. Ella sabía que ninguna cantidad de gatos la haría sentirse acompañada en ese momento, pero logró tragarse sus angustias y poner buena cara como lo haría una madre devota. "Entonces el regalo supera mis expectativas." Sonrió al volver a pensar en cosas más felices.

Bajó la mirada al tigrecito albino que se empeñaba en sacar la patita por un hueco pequeño en la caja. "Creo que la llamaré Kuu." Decidió.

Notó un repentino desánimo en el rostro de su tía. Su primer impulso fue de preguntarle que le ocurría, pero temió que se tratara de esos amores sufridos de los adultos que ella no podía entender. De ser así, le hubiera resultado imposible darle alguna respuesta que fuera de ayuda, ya que dar consejos o consuelo, estaba muy fuera de su alcance.

Cuando Tarja le dijo el nombre de su mascota, se sorprendió.

_¿Cómo se te ocurrió tan rápido?

Giselle, falta de espontaneidad, sabía que tardaría mucho tiempo en encontrar nombre para su ya amado gatito.

Sonrió con tranquilidad. Era una pregunta justa y ella, una persona casi tan espontánea como su sobrina. "No lo sé, fue lo primero que me vino a la mente cuando la vi en el catálogo." Esos arranques de inspiración no solían ser la norma en ella, pero hasta la persona más ordinaria puede tener un destello de genialidad cada tanto.

"Decidí que si no la elegías me la quedaría en lugar de devolverla. De todas formas ya tenía el nombre pensado y me viene bien la compañía." En especial ahora que tenía varios motivos de preocupación o desánimo en su escueta vida social no familiar. "Solo espero que no se me cuelgue de las cortinas." Sonrió. Tenía muchas en su estudio y el dormitorio de la torre de adivinación.

Enarcó la cejas, sorprendida. Estaba tan entusiasmada de tener algo de compañía, que no se había puesto a pensar en los cuidados que debía tener a la hora de educar a su mascota. En su casa no la dejaban tener animales, y desde algún rincón ingenuo de su cabeza, se había hecho la idea de que los gatos venían con la educación por default.

_Claro... -dejó escapar.

Se preocupó un poco, pero temía expresar su inquietud. No quería verse irresponsable ante su tía, manifestando que no tenía idea de cómo hacer que el pequeño felino no rompa los edredones y encortinados de su habitación.

_Yo no...

No terminó la oración, sumida en sus pensamientos.

"¿Quién puede decirle que no a esta cosita?" Sostuvo la gatita en dirección a Giselle como para probar su punto. 

Esta vez fue su tía quien enarcó las cejas y la miró de manera inquisitiva, esperando que continuara. 

"Por supuesto que no es nada que un par de hechizos no pueda arreglar, pero me imagino que tener que hacerlo constantemente puede llegar a ser irritante." Añadió después. Estaba eso y el hecho de que los hechizos reparadores nunca habían sido su fuerte.

Miró la gatita que su tía le mostraba, y no pudo evitar sonreír. Fue como si la gata hubiera hecho un gesto enternecedor para enfatizar las palabras de Tarja, pero seguramente lo había imaginado.

Cuando fueron mencionados los hechizos reparadores, se preocupó aún más. Giselle no era buena con ningún tipo de hechizo. Se sintió nerviosa, sin poder manejar la situación. Miró al gatito que llevaba en brazos, sintiéndose tonta e irresponsable. ¿Cómo había pedido algo de lo que no podía hacerse cargo?

Tuvo miedo. ¿Y si mejor lo devolvía? Tal vez no estaba lista para tener un gato. Con la cabeza aún inclinada hacia abajo y los cabellos negros cayendo espesos sobre su cara, espió a su tía, esperando que no se hubiera dado cuenta de su repentino temor.

O tal vez no. Los Kneazle eran unas criaturas de lo más inteligentes para ser animales, y de pequeños resultaban toda una delicia; cada pequeño gesto una gracia en sí. 

Tarja se quedó pensando en sus pergaminos y cortinas durante un rato, así como en los manteles de las muchas mesas de adivinación que tenía tanto en su oficina, como en su dormitorio y en su aula. "Supongo que no vendría mal una redecoración de los espacios del castillo que me fueron asignados." Estaba parcialmente hablando con ella misma. "Es eso o aprender a utilizar los hechizos reparadores." Bromeó. 

Tal vez era algo de familia, pero Tarja tampoco había sido nunca demasiado buena aprendiendo ese tipo de encantamientos. Era demasiado tranquila y cuidadosa para que las cosas se le anduvieran rompiendo a diestra y siniestra. No podía recordar la última vez que le había sucedido algo que involucrara una torpeza semejante.

Salió de su repentino ensimismamiento.

_¿No habrá alguna poción? -preguntó-. Si las hay para silenciar lugares, debe haberlas para endurecer telas. No tendrías que redecorar.

Meditó unos instantes. Tampoco sería agradable sentarse en cojines de ladrillo. A menos que la poción hiciera que las telas fueran resistentes, sin dañar su flexibilidad. Por más que era una idea loca, no le parecía tan imposible.

_Tal vez deberíamos investigarlo.

Le gustaban mucho las horas de lectura silenciosa en compañía de su tía.

((Convencidísima de haberlo respondido. Me pasa por intentar a las 3am))

Tarja lo pensó un momento. No quiso corregir a su sobrina sobre que la poción era para silenciar objetos ruidosos y no lugares. Su mente le decía que ese tipo de problemas entraban dentro del campo de soluciones con hechizos, pero tal vez hubiera alguna poción que supliera los encantamientos. "A decir verdad, nunca se me ocurrió buscarlo." Parecía sorprendida de sí misma. "¡Y eso que soy pésima con los hechizos de reparación!" Había cierta jocosidad en su tono y en su mirada al decir aquello. 

"Le echaré un ojo la próxima vez que visite la biblioteca." Prometió. Ella era de la clase de gente que se ocupaba. 

"Tu al menos puedes pedirle a tus compañeras de habitación que arreglen el desastre o te enseñen el hechizo." Ella, en cambio, estaba más sola que un perro y ahora era oficial. Hasta tenía gato para probarlo. Al menos parecía estarlo tomando con humor.

La voz de su tía diciendo "¡Y eso que soy pésima con los hechizos de reparación!" se repitió un momento en su mente. Admiraba el modo simple y sencillo en que su tía llevaba a cabo la autocrítica. Giselle en cambió, se sentía completamente humillada consigo misma al encontrarse un error, o una imperfección, y aún peor cuando alguien más lo descubría. En cambio Tarja no, simplemente podía compartir esas cotidianeidades con tranquilidad, y hasta cierta gracia.


Ladeó la cabeza al escuchar el comentario sobre sus compañeras de habitación. Trató de no mostrar su intranquilidad, y agradeció internamente ser tan inexpresiva. Ni siquiera sabía los nombres de sus compañeras de cuarto, y rara vez había tenido algún intercambio con ellas.


Le resultaba imposible la idea de pedirles ayuda, más si el simple hecho de hacerlo le implicaba admitir una falencia ante otra persona. No, no lo haría.


_Supongo que me las arreglaré -intentó, para que no sonar tan contrariada.

Años de terapia habían enseñado a Tarja a ser menos autocrítica y comprender que nadie es perfecto. Internamente, continuaba sintiéndose mal por sus errores, pero demostrar la mortificación no haría sino ponerla en una posición aún más aislada del resto de la gente. Y había una edad en la cual, si uno no hacía un esfuerzo, comenzar a hacer nuevas amistades resultaba imposible. La resignación a ser una solterona había llegado, pero todavía tenía cierta esperanza respecto a su vida social.

"Hmm..." Tarja sacó su varita con la mano que no sostenía a Kuu y murmuró un conjuro. 

Dentro de su despacho, una mano invisible sacó una carpeta llena de legajos de un cajón. La carpeta voló por los aires y salió por la ventana abierta de la torre de adivinación hasta depositarse junto al asiento que Tarja ocupaba. "Veamos..."

En algunas de las solapitas podían reconocerse los apellidos de los compañeros de año de Giselle. Pasó apresuradamente varias de los folios hasta que encontró un par en los que se detuvo. Sus movimientos eran torpes, con su conentración dividida entre manejar el gatito y los papeles. "Creo que Miss Ronan tiene un híbrido de Kneazle también." Comentó al pasar, con una sonrisa leve. Si no se atrevía a preguntar, al menos podría observar lo que hacía la otra chica para que su mascota no destrozara el lugar. 

Era poco común en ella revisar los ficheros de alumnos que no fueran de su casa, pero aún así los tenía disponibles, como el resto de los jefes de casa para que, ante cualquier emergencia, se pudiera responder de la manera más adecuada.

((Perdón, te contesté ayer después de una eternidad de colgar este tema -así que doble perdón- y justo se me borró el mensaje y me mufé.))

Escuchó a su tía con atención, y luego meditó unos instantes lo que decía para analizarlo bien. ¿Acaso esperaba que con la excusa de la mascota, fuera a hablarle así como si nada a una compañera con la que poco y nada había hablado?

_¿Kathleen Ronan? -inquirió casi por reflejo.

La había visto únicamente en la fiesta de bienvenida, y habían hablado más que nada de la vida de otras personas. Le había parecido una chica sociable y divertida, pero para nada interesante. No se imaginaba manteniendo con ella una charla a solas.

_Si supones que sería buena idea que fuera a hablar con ella usando a este chiquitín como excusa, no me queda otra que pensar que estás haciendo bien la tarea que te dejaron papá y mamá.

Le pareció el mejor modo de responder sin dar una negativa rotunda, pero tampoco afirmar algo que sabía que no haría.

((No pasa nada es re frustrante cuando pasa eso. Vas a tener que acostumbrarte a copiar los mensajes antes de mandarlos... como hacíamos en los viejos tiempos en que el servidor del foro era una garcha muy inestable))

—Si —dijo con una sonrisa. El que pudiera ubicar ya por nombre a algunas de sus compañeras la hacía sentir que en algún punto Giselle debía estar empezando a encajar, o al menos a intentarlo, que habría hecho algo de sociales en el tiempo que llevaba allí.

El comentario le robó una leve risa nasal, pero se le notaba la resignación en el rostro. Tenía la consciencia tranquila porque lo había intentado, pero no porque se lo hubieran encargado como tarea sus jefes o familiares, sino porque le parecía que era lo mejor en esa situación. Por más superficial que la chicaen cuestión pudiera ser, cosa que ella en particular desconocía, no estaba en la lista de los problemáticos, así que no debía ser tan mala influencia y eso era lo que la había llevado a hacer la sugerencia.

—Si yo estuviera haciendo un cuarto de las cosas que tus padres me encargaron, mi querida niña... no notarías que te has cambiado de escuela —bromeó con tranquilidad, casi sin sonrisa. Era como que había algún pensamiento más en su mente opacándole la posibilidad de estar contenta.

((Cuando salga de la enfermería o termine de hablar con toodos sus amigos ahí en la cama, usted me debe una explicación de lo que la puso en ese estado, jovencita))

((JAJAJAJAJA, no. Giselle no se lo diría a Tarja porque quiere ser la hija perfecta para ella. Y a ojos de Giselle, que Tarja lo supiera la sacaría de ese esquema. Va a decir que no sabe, o que no puede recordarlo.))

Rió con complicidad. Le gustaba saber que su tía se ponía de su lado. Al mismo tiempo, que lo hiciera silenciosamente, sin decir nada, la hacía ver todavía más misteriosa que de costumbre. Porque sin importar la confianza que se tuvieran, Tarja siempre había sido un gran misterio para ella.

_¿Qué más te han dicho? -acomodó el Kneazle en su brazos. Por más que fuera pequeño, comenzaba a pesarle. Miró hacia el piso pensando si bajarlo un poco era buena idea, o si se iría corriendo inmediatamente.

((Entonces me debe una evasiva (?) =P))

Ella acompañó la risa de su sobrina con una sonrisa propia mientras jugaba ausentemente con Kuu. 

Dio un leve respingo en un momento en que la gatita, que le había estado mordisqueando el enorme anillo que llevaba desde que se había mudado a Inglaterra, pasó a morder dedo, pero no dijo nada e intentó disimularlo.  Sin embargo, ya no permitió que el animalito le mordiera más nada. 

—¡Uf! ¿Tienes algo que hacer esta tarde? Puede llevar un par de horas —bromeó. 

—Tu sabes —dijo con tono más serio—, lo de siempre. Nada de maquillaje, las faldas por el suelo, nada de música satánica, a la cama a las ocho... —enumeró con un encogimiento de hombros.

Pareció recordar algo y no precisamente algo agradable. 

—En lo que sí estoy de acuerdo es en que tengas tu charla de orientación vocacional con el jefe de tu casa —dijo evitando mirarla. Apretó los labios. Sabía lo que Giselle pensaría de ese encuentro y no le agradaba la idea de contrariarla, pero le parecía algo importante. En especial porque quería que ella pudiera elegir lo que quería para su vida en lugar de hacer lo que le impusieran... y sin guía, dudaba que la muchacha supiera siquiera por dónde empezar.