Formas y figuras

Rob era una chica callada. Nunca decía demasiado, ni siquiera en confianza. También pasaba bastante tiempo sola. No se atrevía a hablar con los demás. Tenía una relación lo bastante buena con sus compañeros como para desenvolverse bien en clase y era simpática cuando se le hablaba, pero no buscaba empezar conversaciones.

Estaba tirada en uno de los sofás de la sala común, con las botas en un apoyabrazos y la cabeza en el otro. Miraba por un telescopio con cara de ida y sus movimientos eran lentos y algo torpes. Cada tanto, se reía sola.

Lyra era una persona que no podía evitar relacionarse con la gente, y no soportaba la soledad, aunque fueran solo unas horas. Estaba sentada estudiando de un libro en el sillón contiguo al de Rob. La concentración y voluntad de estudio tampoco eran lo suyo; finalmente se cansó y levantó la vista. Se fijó en Rob unos segundos antes de hablar, sonrió en cuanto la vio reírse sola.

_Entiendes el mundo a tu manera, eso es genial -comentó, manteniendo la misma sonrisa agradable.

Estaba tan perdida en su propio mundo que tardó un par de segundos en dejar el caleidoscopio de lado y girar el rostro hacia Lyra. Tenía el ceño fruncido en un esfuerzo por comprender qué la habría llevado a decir eso. "¿Tu crees?" Se limitó a preguntar.

Le ofreció el caleidoscopio mágico estirándolo hacia ella. "¿Quieres intentarlo?" Por ser mágico, se trataba de una versión especialmente más psicodélica que el muggle. Las formas se unían y diversificaban como si de acuarela se tratara. Otras veces, parecían agua y aceite, separándose en miles de burbujas contiguas pero sin juntarse.

La reacción de Rob no le sorprendió. Estaba acostumbrada a las personas que no tenían tanta facilidad para relacionarse con la gente como ella, gracias a su prima Giselle, que era experta en cortar el rosto a la gente.

Extendió el brazo y tomó el caleidoscopio que Rob le ofrecía. Nunca antes había mirado por uno, así que en cuanto se lo llevó al ojo derecho, dejó escapar una exclamación de asombro. Agarró su varita que estaba en la media de su pie derecho, y pronunció «Lumus!». Dirigió el caleidoscopio hacia la punta de su varita, y vio como la única luz se multiplicaba en cientos, cambiando de colores y moviéndose.

_Es increíble -afirmó, devolviéndole el caleidoscopio- ¿dónde lo conseguiste?

La observó con cierta curiosidad. Un rato antes se había preguntado cómo se vería mirando por el tubito ese. Ahora tenía la oportunidad de imaginárselo viéndola a ella.

Acomplejada como estaba, se sintió fea imaginándose haciendo lo mismo que Lyra. En su delirio, la veía a ella toda glamorosa y perfecta y se imaginaba a sí misma como un gusanito.

"Mi mamá." Musitó con una sonrisa vaga. No parecía la persona más animada del mundo. Desde que se había enterado de la muerte de su amiga muggle, no había hecho más que estar desinflada por los pasillos. "Todavía piensa que soy una niña." Explicó. No sonaba como si le molestara, realmente. Era simplemente una explicación.

Sonrió al ver una respuesta más positiva que la anterior.

_Bueno, yo preferiría que mi madre me regalara eso y no estos guantes -comentó, mientras sacaba de su mochila que estaba tirada en el suelo, unos guantes rosa chillón. Se los lanzó por el aire a Rob para que los viera mejor- también hacen ruido si los aprietas, horrible -agregó con una mueca avergonzada.

Aquellos guantes se los había regalado antes de empezar el colegio. A pesar de su facilidad para relacionarse, si había algo que Lyra no podía hacer bien era mentir, o en aquél caso, fingir. Aún así, su madre pareció convencerse con la actuación. A la primera salida a Hogsmade, se compró otros guantes, pero tuvo que traer aquellos sí o sí porque sino su mamá los encontraría en la habitación cuando limpiara.

Luego pensó un poco más en Rob. Estaban la misma casa, el mismo curso, y aún así la veía poco y nada; prácticamente no se conocían. Su mirada perdida y misteriosa le daban curiosidad.

Levantó la mirada a la mención de los guantes. Intentó atraparlos, pero su torpeza hizo que le cayeran encima después de reobtar en sus manos con las que pensaba atraparlos.

Hizo una mueca de desagrado. "Ugh! Rosa... ¡por dios!" Protestó con cierto desagrado. "¿No puedes teñirlos con magia?" Preguntó todavía horrorizada mientras los apretaba para que hicieran ruidito. Le recordaban a un juguete para perros.

Sacó la varita y les apuntó con determinación. "Silencio." Murmuró el hechizo en latín y volvió a apretar los guantes que ya no chillaban con cara de alivio parcial. Sonrió un poco.

Se relajó cuando Rob logró que los guantes no chillaran más. Los observó un segundo y luego volvió a mirar a Rob. trataba de recordar porqué no los había teñido en vez de gastar dinero en otro par.

_Oh, ya recuerdo -exclamó, levantando las cejas y abriendo un poco más sus ojos grises- sí los había teñido, pero luego mi madre preguntó por ellos, siempre está bastante encima mío así que pensé que lo mejor sería mantenerlos así y fingir que los uso en el colegio, total, una vez aquí ya no me ve más -regresó la vista a los guantes- a mí me gusta el rosa, pero no ESE, uno más clarito tal vez.

La mamá de Lyra, si bien le dejaba la libertad suficiente para salir con amigos y esas cosas, cuando estaban en la casa no la dejaba en paz ni un minuto. Es de esas madres que tratan de forzar la relación, y ser también amigos de sus hijos. Eso no le molestaba a Lyra, porque amaba a su madre y no solía criticarla por nada, pero le gustaba tener sus momentos de paz a pesar de ser tan sociable. «Todos necesitan estar solos aunque sea un ratito» pensó.

Rob hizo una mueca. "La mía piensa que gastar dinero es la solución lógica para la depresión. ¡Padres!" Resumió con exasperación propia, como si ella tuviera sus propios problemas con los suyos. Escuchó el resto de la explicación de Lyra, tratando de imaginarse el tipo de vida de familia que llevaba con una madre así. "¿A quién podría gustarle este rosa?" Preguntó con otra mueca, más cercana a una sonrisa. Parecía algo más animada de tener una distracción.

"¿Tienes hermanos?" Preguntó con cierta curiosidad. Se había incorporado en el sillón.

Sonrió. La verdad que no podía imaginarse a nadie que le gustase ese rosa. Se sorprendió por la pregunta. Casi nadie le preguntaba por la familia, y los pocos que sí eran lo que sabían de su prima Giselle y tenían curiosidad.

_No, aunque siempre quise tener una hermanita -amplió la sonrisa- sería mas fácil lidiar con mi mamá con una. Pero si tengo una prima, está en séptimo, Ravenclaw -añadió, con una mueca- no nos llevamos muy bien.

La relación entre Lyra y Giselle nunca fue buena, desde pequeñas. Su prima era todo lo contrario a ella; seria, cortante, obediente y ordenada hasta la demencia. Siempre peleaban, y desde que transfirieron a su prima a Hogwarts, las cosas no había mejorado tampoco.

Rob le devolvió la sonrisa con cierta timidez de fondo. "Yo también." Admitió. Soltó una risita por el comentario de lidiar con la madre más fácilmente. "Eso dice mi hermano." Concordó con ella, con tono levemente divertido.

Hizo memoria intentando ubicar a la persona de la que Lyra le hablaba. No tenía muy en cuenta a los de séptimo más allá de los amigos de su hermano, así que no consiguió reconocer a quién se refería su interlocutora. "Supongo que es mejor tener una prima con la que no te llevas bien que nada de nada." Pensó en voz alta, intentando imaginarse cómo sería tener una relación cercana con sus primos.

_Sí -afirmó con una media sonrisa- hay que admitir que nuestras peleas son algo divertidas. Te la puedo presentar, no es muy difícil encontrarla; blanca como papel, de pelo negro como la noche... -hizo una pausa, y empezó a reír de la nada- si te pones a pensarlo, es como describir a Blancanieves, sin el humor, gracia y delicadeza, claro.

Giselle no tendría esa personalidad de no ser por la crianza que tuvo. Lyra siempre se lo recuerda a sí misma para no volverse loca cuando discute con ella; "No es su culpa, lo tiene inculcado" se repetía.

Ante la colorida descripción de Lyra, Rob consiguió hacer memoria. Creía recordar una muchacha solitaria con pinta de pocos amigos vagando por los rincones sola. "Creo que la ubico..." Dijo pensativa. Temía estarla confundiendo con alguien más, aunque después recordó que esa persona había egresado el año anterior. Su rostro se mostró más convencido y sonrió de manera cómplice por la broma de Blancanieves.

Parecía a punto de acotar algo cuando Lyra disculpó a su prima con la excusa de la educación. "Somos lo que nos hacen ser..." convino con una mueca ladeada de resignación. En el fondo sintió algo de pena por la prima incluso sin conocerla. Sus padres la dejaban ser ella misma aunque no tuviera demasiada personalidad, y lamentaba la idea de pensar en una familia más estricta.

-Muy cierto -afirmó, con cierto asombro.

"Siempre las personas más calladas tienen alguna frase profunda que no dicen" pensó, recordando a su prima nuevamente. ¿Tendría ella también pensamientos profundos detrás de esa máscara de indiferencia? Se preguntó de repente cómo sería ella de haber recibido la misma educación que su prima. Le dio escalofríos y tembló un poco.

-¿Has hablado con ella? -preguntó con interés.

Le sonrió de manera amistosa y después de un par de segundos apartó la mirada y la paseó por la sala común sin demasiado interés en lo que hacía, como buscando algo entretenido que comentar. 

Fijó la mirada en Lyra al oír nuevamente su voz y después sacudió la cabeza un par de veces. "En caso que no lo hayas notado, no soy la Señorita Popularidad." Bromeó. "Eso de hablar con la gente que no conozco no se me da bien. Sobre todo cuando parecen tan poco accesibles... ¡sin ofender!" Se apresuró a agregar.