Jane había pasado por el mismo proceso que una jovencita cansada de su antiguo novio. Se había encantado con Luce cuando él le había salvado la no-vida y aquellos primeros meses de idilio habían sido mágicos, pero ahora que comenaba a pensar racionalmente y a encontrarle todos los peros tanto al muchacho como a la relación, su humor comenzó a agriarse de tanto estar encerrada en las mazmorras por culpa de el trabajo que él le había conseguido.
Era consciente de que ahí estaba a salvo de todo, de que en realidad debería estar agradecida, pero como buen escorpioncito, una vez que está de malas con alguien, le llevaba bastante tiempo el poder perdonar y calmarse... si es que alguna vez lo conseguía.
Sabía que ellos dos se venían distanciando, pero también pensó que necesitaba el tiempo a solas para calmarse y ver las cosas objetivamente otra vez. De lo contrario lo vería y le ladraría y lo mandaría a freír cucarachas.
La lechuza que le envió en cuanto consideró que estaba lo suficientemente bien preparada mentalmente para esa charla había sido concisa, pero ella no vio necesidad de más palabras. No sabía si estaba yendo al encuentro para reconciliarse o para cortarle, pero estaba segura de que sería una noche decisiva.
Con sus sentidos agudizados y habilidades especiales, trepó por el costado de la casa hasta la azotea, donde se paró silenciosamente detrás de él. Parecía tan tranquilo e inocente ahí solo con su telescopio que sintió tener que interrumpirlo. Era como si al estar finalmente fuera del maldito castillo y la mala influencia que ejercía sobre su ánimo, ella volviera a ser la mujer enamorada que él había conocido tiempo atrás.
Lo observó largamente en silencio y finalmente se le acercó por detrás, apoyando una mano fría en su hombro con cierta dulzura. El viento de la noche le había quitado gran parte del enojo que llevaba un mes acumulando y ahora que lo veía, no tenía nada de ganas de gritarle lo que había planeado. —Luce...—murmuró confundida acerca de sus propios sentimientos.