A paredes sordas, charlas de camilla.

Al día siguiente, la perspectiva que tenía de sí misma había mejorado un poco. Había sido una crisis, obviamente, pero había tenido demasiado tiempo para pensar, y eso le gustaba. Los ruidos de la enfermería eran escasos y levemente escalofriantes. Sumirse dentro de sí misma le resultaba una mejor opción.

Le habían traído ropa interior limpia y un camisón. Después de bañarse, lenta y cuidadosamente, se sentía mejor. Si bien seguía teniendo miedo de que de un momento a otro su cuerpo fuera a desgarrarse, el agotamiento y el frío se le habían pasado.

Se había puesto a llorar en el baño, porque por unos minutos estuvo segura de que cuando el agua caliente hiciera contacto con su piel, comenzaría a despellejarla. Tuvo que darse un buen rato de pensar racional y lógicamente antes de dar el paso. Y cuando lo dio, fue sujetando fuertemente el amuleto que tenía pendiendo del cuello con una mano, y con la otra tocar el agua y retirarla rápidamente.

Recién cuando vio que nada sucedía se animó.

Estaba en la cama, limpia, fresca y sola. Mantenía los brazos un poco levantados frente a su cara, y los miraba de cerca. Miraba las marcas que le habían quedado luego del episodio, agudas líneas que trazaban caminitos por su cuerpo. Se dio cuenta de que muchas de ellas no las había notado. Sentía el dolor ramificarse por su cuerpo, pero pensó que era solo dolor, y no que las heridas parecían telarañas en su piel.

Lo primero que había pensado era qué diría su madre cuando la viera, si volvía a verla. Seguramente la acusaría de irresponsable antes de saber qué había sucedido, y acusaría a los ingles de salvajes y negligentes por dejar que a una alumna le ocurra algo así.

Pero cuando se libró del tormento de los pensamientos de su madre dentro de su cabeza, se dio cuenta de algo muy peculiar... a ella le gustaban sus cicatrices. Nunca se había golpeado, caído ni lastimado. La vida conservadora de su familia era así de aburrida. Esas cicatrices, esas marcas resultantes de su aventura, le causaban... fascinación. Y si hubiera sido una persona expresiva, habría sonreído con triunfo al mirarlas.

Eran finas, pero notorias. Surcaban su piel de porcelana con atrevimiento en diferentes direcciones. Se tocó el cuello. Hasta ahí llegaba la más aventurada. Además, después de bañarse le habían quedado algo enrojecidas, y cuando el color se fue, les dejó un aspecto un poco más extraño. Parecía que emitían cierta luz. No visible al ojo humano, pero ella fantaseaba con que si fuera alguna criatura mágica, por ahí las vería brillando como los destellos que el sol deja en el piso de una piscina a través del agua.

Estaba maravillada.

El día anterior parecían irradiar oscuridad. ¿Tendría que ver con su estado de ánimo? ¡Ojalá que sí! Le encantaría enojarse y que se manchen de tinieblas. Tal vez no, tal vez era la maldición declinando... no lo sabía con exactitud, y no quería quitarse el colgante del cuello para ver qué sucedía.

Escuchó la puerta abriste, y rápidamente metió los brazos bajo la sábana y se tapó hasta el cuello.

Rose había tenido su dosis de enfermería unos días atrás, pero en su caso había estado tan visitada y concurrida la cosa que había sido ridículo e irritante. Sobre todo, porque no tenía nada "grave" y lo único que quería era estar sola. Claro que cuando tu accidente ocurre frente a toda la clase de Alquimia, la noticia se esparce como pólvora. ((Así que si Giselle toma Alquimia como optativa seguro sabe que Rose tuvo un accidente en la última clase y se fue toda ensangrentada pero después volvió a la sala común y siguió con su vida)).

Desde entonces, había buscado una oportunidad de hablar con alguien. Le habían sucedido demasiadas cosas importantes en poco tiempo como para no necesitar una charla. Pero sus amigas estaban todas preocupadísimas por los primero exámenes más o menos importantes del año... ella ya había hecho un desastre en pociones, y se había matado estudiando (o, en su caso, leyendo) como posesa para las otras materias para olvidarse de todo. 

Luego encontró un momento libre y se hizo una falda con los restos de tela del vestido que había hecho con Giselle y la buscó para mostrársela, pero no la halló en el gran salón a la hora de la cena el viernes por la noche. Extrañada, la esperó en la sala común, pero no llegó tampoco a dormir, aunque Rose se había quedado hasta tarde ahí sentada junto a las brazas moribundas. 

Cuando la chica no bajó a desayunar comenzó a preocuparse seriamente y preguntó a sus dos amigas si no la habían visto y, cuando faltó al almuerzo, se encaminó a la enfermería a ver si tal vez no podía averiguar ahí sobre su paradero. Temía otro ataque de muertos vivientes, pero estaba segura de que se hubiera enterado por la actitud de los profesores. Había un par que actuaban de manera extraña, pero no estaban todos en un estado frenético, así que no podía ser. 

Entró en la enfermería ya sin esperanzas. Como no la había encontrado en la biblioteca, ni la sala de lectura ni la sala común...

—¿Hola? —preguntó dubitativa. Vio un biombo y caminó hacia él, rogando que no apareciera un tipo de sexto semi desnudo a querer hacerle levante. Con su suerte, podría sucederle.

Tenía puesta una pollera azul oscuro con algunos bordados de cuentas grises cerca del ruedo que a veces brillaban en plateado a la luz. Arriba, una camisa también azul y un sweater bastante gastado. Traía la mochila al hombro, como siempre. Nunca salía de la sala común sin ella.

No hacía tanto frío como para que se tapara hasta el cuello, pero tampoco quería que se viera la cicatriz para no responder preguntas. Se le ocurrió que tal vez era mejor bajar la sábana y ocultarla rápidamente. Lo hizo al tiempo que escuchaba una voz saludar.

_¿Rose? -preguntó.

Qué extraño. Había estado pensando justo en ella esa misma mañana. Se sentía sola, y deseaba algo de compañía que la distrajera. Ya había tenido suficiente tiempo para pensar, y hablar consigo misma le estaba resultando agotador. Que recordara la jovialidad de Rose, lo bien que le haría en ese momento, y que horas después apareciera, parecía demasiado afortunado como para ser una simple casualidad.

—¡Giselle! —Exclamó al reconocerle la voz. Sonaba entusiasmada y había usado un tono que cualquier enfermera hubiera reprobado para un lugar lleno de enfermos. 

Se apresuró a darle la vuelta al biombo y se detuvo a los pies de la cama. 

—¡Así que aquí estabas! ¡Y yo buscándote por toda la sala común desde ayer! —Continuó con esa jovialidad que era típica de ella. —Si tenías agendado enfermarte, podías haber dejado una nota —bromeó de camino a la silla que había junto a su cama, donde se sentó sin siquiera pedir permiso.

—Bueno... ¡cuéntamelo todo! ¿Cómo alguien tan tranquilo terminó todo un día en la enfermería? —Seguía diciendo como si fuera que estaban hablando de chicos o la última anécdota con un profesor. No le iba eso de sentir lástima por los pacientes. 

Entre las cosas nuevas que tenía Rose ese día, a demás de la pollera que se había hecho con las sobras del vestido que habían cosido juntas, estaba una especie de collar o gargantilla de tiritas de cuero trenzado, del que pendía un diente de dragón enano... algo que realmente supuestamente no existía en el mundo mágico. O eso pensaban los especialistas. Pero por la forma, era inequívocamente un diente de dragón, el colgante menos femenino que uno pudiera imaginar.

Giselle miró a Rose, aún sorprendida de que alguien en el colegio hubiera notado su ausencia. Pensó que la única persona persona que se podría habría dado cuenta, sería Laz. Era una grata sorpresa que Rosa la hubiera estado buscando.

Se sintió un poco avergonzada de su apariencia. Debía estar aún algo demacrada por todo lo sucedido. Rose, en cambio, lucía muy bien. La recorrió un poco con la vista, notando una falda que conocía bien, y que hasta estaba usando un collar. Dudaba que se lo hubiera puesto para visitarla.

Cuando le preguntó cómo habías llegado ahí, se sintió algo abrumada de tener que revivirlo nuevamente. Para no ser descortés, decidió estirar el momento todo lo que pudo.

_Es una larga historia... -introdujo- ¿Es la pollera que estabas haciendo hace unos días? -agregó para desviar el tema.

Rose le sonrió con todo el buen humor que la caracterizaba, como si ahí no hubiera pasado nada, ni en la oreja de ella ni en el cuerpo de su amiga, y simplemente se hubieran desencontrado por mucho estudio o malos timings.

Abrió la boca para decir que no estaba apurada, casi saltando un poquito en la silla donde estaba sentada, pero entonces Giselle cambió de tema. —¡Sí! ¡Es la que hice con lo que me sobró del vestido! ¡Me moría por mostrártela y no te encontraba por ningún lado! —explicó.

Le agradó el ánimo que Rose traía. Le resultaba refrescante. Pero algo de eso le parecía muy lejano, como si fuera de otra vida. Y no podía alejar ese pensamiento de la cabeza, mientras examinaba la nueva falda de Rose.

_Te ha quedado realmente bien. Ni siquiera se nota la parte que estaba al revés y tuvimos que descoser -la felicitó.

De todos modos, algo en el modo de hablar de Rose le llamó la atención. Le resultaba poco creíble que la muchachita recorriera todo el castillo solo para mostrarle eso... era algo que podía esperar, pensó. Aunque seguramente la curiosidad había sido un gran motor.

_¿Pero era para eso únicamente que querías verme? -se atrevió.

—Gracias. 

Rió por el comentario de la parte que estaba cosida al revés y se levantó de la silla para dar una vuelta sobre sí, haciendo que la pollera girara con el vuelo del corte de la tela y las mostacillas brillaran a la luz de la enfermería. —Hice un tremendo desastre, pero creo que no quedó mal... y con las cuentas suma mucho. 

Inocente como podía ser a veces, se la quedó mirando confundida un momento, como si no entendiera que había un doble sentido o que se estaba esperando algo más de ella. Estaba bastante segura de que Giselle no podía saber de lo que había sucedido con Ed y de que lo de Alquimia lo habría visto si estaba en esa clase, cosa que no recordaba en ese momento. 

—¿Te molesta? —Preguntó volviendo a sentarse, algo decepcionada. —Estaba pereocupada... Somos amigas. ¿O no? —Ahora parecía desinflada.

Que Rose pudiera cambiar de ánimo con tanta velocidad, le resultaba muy cofuso. Tras que no era buena con las relaciones interpersonales, pasaba de sentirse cómoda, a sentirse a la defensiva con cada cambio de gesto de su amiga.

_No, no me molesta para nada -se apresuró a decir, acompañando su frase con un movimiento de la mano-. Es solo que estás tan arreglada y tan bien vestida que parecía que en realidad ibas a otro lado. 

No sabía qué más agregar para que quedara bien claro que estaba contenta con la visita. Aguardó los efectos de su aclaración.

Rose había estado aguantando la respiración y la soltó a modo de suspiro aliviado cuando Giselle le aseguro que no era así. —Menos mal —admitió con una sonrisa leve, como si se sintiera tonta. 

Bajó la mirada cuando le dijo eso. Ya no parecía tan animada como cuando había entrado. 

—Supongo que necesito verme bien para levantarme el ánimo... tu sabes... cosas de chicas —se refería a la necesidad de arreglarse para una cada tanto, para verse bien y sentirse bien con una misma. Hizo un gesto con la mano para restarle importancia. 

—Pero todo el mundo tiene días en que lo necesita. Tú, por ejemplo, tan pálida... podrías usar un poco de maquillaje —comentó con un aire más resuelto, más parecido al que tenía habitualmente.

Metió mano en su mochilita, la que usaba cuando era fin de semana, y sacó un pequeño compact con varios colores de sombra. Miró a Giselle y le sonrió como si hubiera algo de complicidad en ellas dos y una cajita de maquillaje. —¿Qué dices?

Giselle abrió los ojos de par en par. En pocas ocasiones en su vida, había usado maquillaje. Y en todas, había necesitado ayuda de alguien.

_Realmente no sé cómo usar todo eso -comentó antes de que Rose tuviera tiempo de abrir el pequeño paquete-. No sé maquillarme.

No lo dijo como para cortar el momento a Rose, y esperaba que no lo tomara de esa manera, pero le parecía un poco vergonzoso pensar en maquillarse mal y que alguien la viera.

Rose le sonrió como si le entusiasmara lo que acabara de escuchar. Ahora tenía un proyecto nuevo: maquillemos a Giselle.

—Bueno, nunca es demasiado tarde para aprender —respondió ella todo entusiasmo y sonrisitas.

Sacó la varita, agrandó el espejito que había sacado de la cartera hasta que pudo ponerlo a los pies de la cama, adherido con mágia a ésta par que no se cayera, y lo acomodó como para que su amiga pudiera verse con comodidad. Ahora tenía cerca de un metro cuadrado de espejo para hacerlo.

Se acercó a sentarse junto a ella en la cama en lugar de la silla y le mostró el compacto. —Esta es la base... se pone abajo de todo para eliminar granitos e impurezas de la piel y emparejarla. Esta otra —señaló— es la sombra, que va en los párpados. Estos son los rubores para las mejillas y pómulos...

Hizo una pausa. —Hay más cosas, pero no las tengo encima —dijo rápidamente. La verdad es que se le habían acabado y no podía pagar comprarse cosméticos nuevos. Esos habían sido un regalo.

Con algo de inseguridad, alzó su mano hacia la base, como para darle tiempo a Rose de dejarle en claro si pensaba maquillarla ella, o si le diría qué tenía que hacer.

Tampoco quería moverse con brusquedad, si el cabello se le movía a un costado, dejaría al descubierto la cicatriz que intentaba ocultar. Al pensar en su cuello y ocultarlo, instintivamente miró el de Rose.

_¿El collar es nuevo? -preguntó, tomando finalmente el compacto de la base y abriéndolo para ver el tono.

Rose también estaba evaluando esa misma cuestión. No sabía si intentar enseñarle o esperar a que lo hiciera ella misma primero. —¿Quieres intentarlo? Puedo mostrarte cómo hacerlo y después tu lo copias —Ofreció.

No se había maquillado para ir a verla, pero por eso tenía la pintura encima. Pensaba que si no la encontraba, tenía tiempo de ponerse algo de color en el rostro antes de subir a la sala común donde la vería todo el mundo... y Ed. Bueno, eso y el hecho de que le daba mucha fiaca adivinar la contraseña de la sala común cada vez que se olvidaba algo, así que, como muchos Ravenclaws, salía siempre con la mochila de la abuela de McGuiver encima para no tener que regresar hasta la hora de dormir.

—Es una historia larga... —respondió por el tema del collar, pero mostrándose repentinamente seria y sin la hiperactividad común en ella. —¿Tienes tiempo? —añadió a modo de broma para suavizar el ambiente.

Tomó la almohadilla de la base, la apretó un par de veces sobre la misma y cerró los ojos antes de comenzar a pasársela por la cara de manera más o menos pareja. Cuando terminó, se miró al espejo y emparejó lo que faltaba utilizando los dedos. —Ahora la sombra... —continuó volviéndose a tomar el pincelito. Había varios tonos para los ojos pero variaban entre el celeste, un par en la gama del azul, un gris y el negro. Ella tomó un celeste intermedio y se lo aplicó con cuidado. Cerraba un ojo y miraba con el otro, la boca abierta como indefectiblemente pasa cuando una hace ese tipo de cosas.

—Por último, el rubor —explicó tomando otra almohadilla distinta con la que hizo algo similar a la base, pero de manera más discreta y solo en los pómulos y mejillas. De éste tenía solo dos tonos de rosa. —El truco —dijo mientras trabajaba— es aplicar poco maquillaje, que parezca natural.

Cabía aclarar que era un truco que a ella todavía le costaba muchísimo aprender aunque estaba convencida de que lo había hecho, como casi toda chica de su edad.

Se volvió hacia Giselle cuando consideró que había terminado y le sonrió. —¿Qué te parece? ¿Quieres intentarlo? No te vendría mal un poco de color. ¡Pareces un vampiro! —bromeó de buena gana. No sabía lo que eran los góticos.

Sonrió con picardía cuando Ro le preguntó si tenía tiempo, quiso continuar su broma, pero no se le ocurrió nada divertido que aportar.

_Sí, creo que estaré aquí un buen rato, me vendría bien con qué entretenerme.

Prestó atención mientras Rose se maquillaba. No le interesaba tanto aprender, pero ya que su amiga se tomaba la molestia de enseñarle, sentía que le faltaría el respeto si no aprendía. Cuando terminó y le preguntó si quería intentarlo, asintió con simpleza y tomó primero la base que era lo que ella había utilizado primero. Cerró los ojos, y comenzó a esparcírsela por la cara. Había visto que Rose luego se miraba y la emparejaba con los dedos, pero Giselle, por más que se miraba con detenimiento, no lograba distinguir si estaba o no pareja. No se atrevió a preguntar, y siguió con la sombra. Tomó el pincelito, y eligió el color gris por pensar que si no tenía color, llamaría menos la atención. Cerró un ojo, tal como lo había hecho su amiga, y se acercó el pincel.

Dudó unos instantes. No recordaba en qué parte del párpado y en qué orden Rose había utilizado la sombra. En su momento no le había parecido completo, pero ahora que estaba por hacerlo, se daba cuenta de que no debía pintar todo hasta la ceja. Pero si no lo hacía, ¿cuál era el límite imaginario que marcaba hasta dónde pintar? Miró a Rose, llena de dudas, pero no se animó a preguntar. No quería que pareciera que se había despistado o que no era capas de entenderlo.

Pero por otro lado, pasaban los segundos y todavía no había pintado nada. No supo qué hacer.

Le devolvió la sonrisa con complicidad y después la transformó en una mueca de quien se toma con mucha soda algo bastante amargo antes de decir:

—Bueno entonces yo te voy a dar con qué enrtetenerte. Pero primero, lo primero.

La observó mientras se maquillaba con la base y asintió aprobatoriamente.
—Bien —siguió alentándola.

Luego la vio dudar con las sombras y estaba a punto de ofrecer un consejo cuando Giselle se decidió por el gris. Pensó que tal vez un color más claro le hubiera dado mejor semblante considerando la pinta de zombie que tenía, pero después recordó que siempre había visto a su amiga vestida de negro y pensó que, en realidad, debía ser una elección bastante moderada de su parte el no elegir el negro.

Al ver que no continuaba, volvió a hablar con resolución, como siempre, como si no tuviera un problema en el mundo —Es difícil poder pintarse con la visión de un solo ojo —admitió— pero te acostumbrarás. A mí me resulta más fácil comenzar cerca del lagrimal... pero sin pintarlo —se apresuró a agregar— y después irlo deslizando por el párpado a lo largo.

Cerró los ojos y le acercó el rostro para que pudiera ver lo que ella había hecho con el azul, pintando hasta donde el pliegue superior del párpado creaba una línea que delimitaba dos áreas bien marcadas: arriba y abajo.

Se sintió cómoda de que Rose se tomara su falta de aprendizaje con tanta naturalidad. No la estaba juzgando ni evaluando, solo le estaba mostrando algo que sabía hacer. Relajó los hombros, y miró los ojos de su amiga, cerrados cera de ella. Al parecer no se había alejado mucho de la parte de las pestañas.

Decidió pintar poco, suave y de manera horizontal. Comenzó por el lagrimal, y fue yendo hacia el otro lado sin salir de la línea de las pestañas.

_Me vendría bien con qué entretenerme -aseveró-. ¿Y hasta adónde llego? ¿Hasta donde terminan las pestañas? -con la tranquilidad de Rose, se había sentido lo suficientemente valiente como para consultarle algo sin sentirse tonta.

La observó mientras se pintaba, preguntándose qué tipo de vida llevarían en Finlandia para que a las jovencitas de casi mayoría de edad no se les diera ni la menor inclinación a arreglarse o maquillarse, o elegir colores menos funerarios. Claro que no pensó que tal vez su amiga fuera la excepción.

—Si te gustan los dramas, te vas a dar una panzada, pero si prefieres las historias románticas, me temo que te vas a llevar una decepción —profetizó como quien habla de un libro que le está recomendando a alguien.

—Eh... —lo pensó un momento, había tantos estilos— Sí —dijo finalmente, con seguridad— empecemos por lo más discreto. Hay otros estilos que implican distintos colores y pintar con los más suaves  hasta casi debajo de la ceja y los más oscuros más allá de las pestañas... pero ni yo los entiendo —confesó con una sonrisa. Apenas si había empezado a maquillarse ese año a decir verdad. Antes, vivía desalineada y a cara lavada, con el pelo largo y suelto por todos lados.

Mientras se maquillaba obedientemente el segundo ojo, pensó un poco sus palabras. Rose estaba haciendo demasiado preámbulo para contar lo que le había pasado. Eso le daba a pensar que era realmente difícil hablar del tema para ella. Quería hacerle saber que no se tenía que sentir presionada de hablar, pero no quería que sonara a que no quería escucharla.

Desconocía cual era el nivel sutil que separaba ambas situaciones. Supuso que tal vez decirlo con calma y sonrientemente, pero también sabía que de ella sólo saldría algo inexpresivo y monocorde. Después pensó que tal vez era mejor no decirle exactamente lo que estaba pensando, sino tal vez disfrazarlo un poco. Se había terminado de maquillar el segundo ojo y todavía no había dicho una palabra.

Tal vez le convenía más decir que la notaba triste, que decirle que no hablara si no quería. Aunque tal vez decirle que sonaba triste era algo agresivo. Pasaba el tiempo sin que hubiera dicho nada, así que decidió arriesgarse.

_Te noto un poco... apagada.

Instantáneamente se arrepintió de haber dicho eso. Rose se había puesto bonita, y seguramente lo tomaría a mal. Se encogió de hombros, avergonzada.

En realidad, Rose no le había contado el último cotilleo de su vida amorosa porque no quería distraerla de algo que requería tanta precisión como maquillarse, en especial para alguien que recién estaba aprendiendo, pero era muy cierto que estaba apagada. 

—¿Un poco nada más? —Rió de manera nasal, con esa forma de reírse de ella misma que tenía siempre— Tal vez debería anotarme en el club de teatro y dedicarme a eso. Debo tener talento —ironizó aún a costa de sí misma.

Abrió la boca como para comenzar a contarle la historia y se acordó de su padre y las palabras que le habían quedado dando vueltas en la cabeza... entonces no supo por dónde comenzar, si por el accidente, o por el chico. 

—¿Recuerdas a Ed? ¿El chico que me gusta, ese con el que te comenté que salía hace dos años? —Fue el mejor preámbulo que encontró. —Bueno —continuó independientemente de que le hubieran respondido—, pues resulta que la semana pasada vino a verme a la enfermería a escondidas después de mi accidente en clase de alquimia. Se coló aquí a medianoche y me trajo torta de chocolate... —comentó con la mirada perdida en las sábanas blancas que cubrían el cuerpo de su amiga, como si estuviera viendo la película en su cabeza, lo cual era probable. 

—Conversamos un rato sinceramente, como hacía mucho que no lo hacíamos y confesó que todavía me quiere, pero que no va a estar conmigo porque la vez pasada le rompí el corazón... pero después de eso comenzó a besarme y todo se puso confuso... —prefirió no entrar en detalles sobre lo que había sucedido en la enfermería esa noche. No porque Giselle fuera muy nuevita en eso de los chicos, sino porque no quería quedar como su madre. —Y luego me dejó su colgante, el que siempre ha llevado al cuello desde que lo conozco y se marchó. 

—Al día siguiente Kat nos acusó y los dos hicimos de cuenta que no sucedió nada, para que ella no le vaya con el cuento a la novia... y desde entonces que he pasado a ser absolutamente nadie en su vida nuevamente. Antes, al menos peleábamos, nos tirábamos onda en broma entre insulto e insulto... Ahora no existo. —Se llevó una mano al collar de manera instintiva. Quedó colgada un momento y después volvió a ser la Rose despreocupada de siempre. —Y ahí tienes tu historia dramática —añadió como si hubiera sido el final de la historia de fantasmas alrededor del fogón.

Giselle ordenó un poco sus pensamientos. Había terminado de ponerse sombra en los ojos, pero no había seguido maquillándose para prestar toda su atención a Rose. No sabía mucho de chicos, como para darle una perspectiva experimentada de lo que había sucedido. Apeló a la lógica, que nunca la había traicionado.

_No creo que seas nadie en su vida -comenzó. No quiso pensar en si estaba bien o no darle esperanzas, porque sabía que no encontraría respuestas dentro de su cabeza. No sabía qué era correcto o no en esas situaciones-. Muchas veces escucho a las personas decir cosas que no parecen ser coherentes con sus actitudes. Como si su discurso se peleara constantemente con su modo de ser. En este caso, él dijo que no va a estar contigo porque le rompiste el corazón. Esa es la conclusión a la que él llegó mentalmente. Pero, emocionalmente, se fugó a la noche fuera de horario para darte una torta y besarte. Sobretodo besarte. Eso quiere decir que en su vida significas mucho, pero que tiene sentimientos encontrados. Por un lado, el miedo a sufrir y por otro lado, lo que siente por vos.

Se sintió cómoda de haber sonado convincente. No estaba segura de que los enamoramientos funcionaran de ese modo, pero sí sabía lo que era querer una cosa y tener que hacer otra por ser "correcta". Creía que tal vez la situación fuera aplicable a esto.

Por un momento, ella también se olvidó del maquillaje y se concentró en la conversación. Pero Rose tenía el período de atención de un nene de cinco años y se distraía con la menor mosca que volara.

La mueca de Rose puso en duda la premisa de que fuera alguien en la vida de Ed, pero no interrumpió a su amiga, al menos, hasta que ésta habló de besarse. Ahí no pudo evitar ponerse levemente roja y sonreír con picardía de oreja a oreja —Y bastante más que besarme... —admitió más porque no se lo pudo aguantar y necesitaba contarle todo a alguien que porque se hubiera olvidado de su resolución anterior de no parecerse a su madre. A su culpa, la apaciguó diciendo que alguien que acababa de llegar del extranjero no tenía por qué saber de dónde sacaba el dinero Miss Marianne Taylor.

Soltó una risita tonta que no pudo contener. Había sido como el mejor momento de su vida y en el segundo peor momento de su vida, lo que no tenía mucho sentido y era confuso, cuando mínimo.

Mientras Giselle continuaba hablando, la tontera se le fue pasando hasta que Rose volvió a ser una persona normal. —No lo sé, Gi... dudo que vaya a dejar a la novia por mí después de todo lo que pasó y lo de las actitudes que contradicen sus palabras: yo tabién lo noto, pero no quiero hacerme esperanzas, salvo...

Dudó. Se quedó pensando seriamente un momento. No quería decir algo que la hiciera verse como una tonta supersticiosa, pero ¿cómo no contarle eso que era casi tan importante como lo otro?

—Salvo que mi papá me dijo algo cuando vino a verme después de mi accidente. Me dijo que la alquimia es magia negra, que por eso hace treinta años que no se enseñaba en esta escuela y que uno tiene que tener concentración total al utilizarla para evitar accidentes... como yo, que por un descuido no voy a poder volver a escuchar de un oído —le dijo con seriedad, aunque no había nada de pena por ella misma en su voz o el modo en que hablaba. Rose no era el tipo de persona que se deja derrotar sino el que siempre saca fuerzas de algún lado mágico para seguir

—Y cuando estaba por activar el círculo de transmutación tuve la pésima idea de pensar que hubiera preferido estar... ¡no te rías! —la atajó de antemano— ...estar viviendo felizmente con Edward antes que haciendo ese estúpido ejercicio cuando podía bien suplirse con un simple "reparo". Y poof. De repente no más audición.

Hizo otra pausa. Se mordía el nudillo del pulgar, nerviosa.

—Eso quiere decir que pagué el precio ¿verdad? Entonces tal vez... —chasqueó la lengua contra el paladar— pero después de esa noche en que él hizo eso tan inesperado, me ignora categóricamente, así que tal vez no funcionó después de todo. No sé mucho de cómo funciona la alquimia más allá del justo intercambio... —confesó. Podría haber ido a la biblioteca a leer al respecto, pero la verdad es que temía lo que pudiera encontrar ahí. —¿Tu crees que ésta sea del tipo de maldición de magia negra que es vinculante? —levantó la mirada para buscar los ojos de Giselle con miedo.

_No dije que fuera a dejar a su novia por ti -rectificó-. Solo dije que no creo que seas nadie en su vida. Creo que eres alguien. Creo que significas algo. Ahora, qué hará el con ese algo, me es imposible de prever porque casi no lo conozco.

Escuchó atentamente el asunto de la Alquimia, y enarcó las cejas. En su colegio anterior sí se estudiaba esa asignatura. No existían los prejuicios que había en Hogwarts respecto de las artes oscuras, posiblemente, porque en su país los estragos realizados por los seguidores de Voldemort no habían sido tantos.

_Siendo lo que me cuentas, entonces sí podría ser la magia negra el vinculante. Sobretodo si te quedaste sorda de un solo oído, sin dañara el otro. Todo parecería indicar que sí es eso -hizo una pausa, intentó retomar su escaso aprendizaje sobre maquillaje, pero como no recordaba qué más debía hacer, agregó-. De todos modos, solo el tiempo lo dirá Rose. Creo que si quieres adelantar pensamientos al respecto, no deberían ser si es o no. Sino, en caso de que fuera ese el vinculante ¿qué harías? ¿Lo aceptarías sabiendo que el motivo de sus sentimientos es magia y que no nacieron de él?

No le gustaba decepcionarla, suponía que Rose esperaba otra respuesta por el miedo que reflejó su rostro. Pero no le salió algo diferente.

Soltó una leve risa nasal con dejos de ironía. —Yo lo conozco hace tres años y también me es imposible predecirlo. Esa es la gracia con Ed: uno nunca sabe con qué va a salir. 

A otras les podía sonar a inestabilidad emocional, pero a ella, que se aburría enseguida de todo, esa inestabilidad le resultaba divertido, casi como irse en una aventura por la selva

—Oh, no. Él no hubiera salido lastimado. El trabajo práctico lo estaba haciendo con Kat y ella está perfectamente. 

En lugar de desanimarla, los interrogantes de Giselle la hicieron sonreír con cierto orgullo. —No lo sé, porque la alquimia tampoco tiene tanto que ver. Quiero decir, la química estaba ahí desde antes. Estoy segura de eso. No puede ser que me hable de la manera más casual hasta que en algún punto conectamos en un nivel superior y entonces pone toda la distancia del mundo y se enfurruña como gatito chiquito y empieza a hablar de la novia o a intentar irritarme. 

Sintió que eso no terminaba de explicar bien la situación, todas las cosas que había hecho por ella y las conversaciones que habían tenido. —Quiero decir, si él realmente no sintiera nada por mí como dice, el precio tendría que haber sido muchísimo mas alto —al menos eso era lo que la lógica y lo poco que había aprendido en clase le decían—, pero desde que cometí el error, me ignora peor que nunca, como si realmente hubiera surtido el efecto contrario. Entonces ¿por qué estoy pagando el precio?

Suspiró. —Mi padre quiere que vaya a ver a un colega de él que se especializa en este tipo de... magia —dijo por no decir que era un tipo de lo más turbio. —Pero no sé si realmente quiero hacerlo. Al margen de Ed... bueno... —se mordió el labio inferior, dudando— mi padre no es una buena persona... para hacerla corta. No quiero terminar peor por involucrarme con sus amigos o acabar como otro de sus experimentos humanos.  

Enterarse de que había estado años haciendo experimentos con un chico que se había raptado del hospital donde trabajaba haciendo creer a todos que el muchacho estaba muerto había sido un duro golpe para ella.

((Edité arriba la frase ambigua, por si querés editar))

Giselle no entendió los sentimientos que Rose intentaba describirle. Pero sí entendía que tipo de malestar podría ser lógicamente consecuentes de ellos. Y también comprendía el planteo de Rose, que de hecho le pareció correcto: si Ed no hubiera sentido nada, el precio hubiera sido más alto.

_¿Dices que, si Ed no te hubiera estado queriendo en secreto todo este tiempo, tendrías que, por ejemplo, haber quedado sorda de ambos oídos? -lógicamente tenía sentido, pero Giselle no estaba segura de que la Alquimia pudiera valuar el precio correcto del amor. Igualmente no lo dijo porque ya dentro de su cabeza le sonaba tonto.

Pensó en lo siguiente que dijo Rose. Ella mencionaba cosas sobre lo que su padre quería hacer y que ella no quería, si esto era así, entonces no ir le implicaría el problema que le causa el conflicto. Preguntó:

_¿Y qué pasaría si no fueras? ¿Te haría algo? ¿Te puede obligar de algún modo?

((Gracias =))

Asintió. Giselle siempre tenía esa capacidad de resumir sus choclos hiperactivos en una sola frase coherente que la fascinaba.  

—Sip —dijo primero; luego se contradijo— no,  eso y la vista como mínimo... No sé, un brazo, una pierna... el hígado... 

En realidad, estaba segura de que lo había sacado baratísimo para lo que tendría que haber sido una mutilación bastante severa... pero entonces, si él la quería tanto ¿porqué se negaba a estar con ella? ¿Tanto miedo podía tener de salir mal parado nuevamente?

Suspiró. —No lo sé. Mi familia no es muy normal, Gi... —Dijo con tono cansado, como siempre que hablaba de su casa o sus padres. No estaba segura de querer explicar todo aquello. De seguro sería juzgada. Ella tenía muchísimos amigos antes de que se supiera lo de su padre... y posteriormente lo de su madre. Entonces, su mundo se redujo a Kat y Chloe, y luego la otra Chloe y ahora Giselle e, intermitentemente Ed. No quería volver a perder a nadie más.

—Podría raptarme y experimentar conmigo —aventuró sin entrar en detalles sobre lo que se sabía sobre su padre. Si su amiga había leído algo al respecto, lo que dudaba, porque había sido hacía tres años y en otro país que no era el suyo, seguro se lo haría notar.

—Ya me amenazó con que mis hijos van a salir deformes... y viste cómo esas amenazas pueden convertirse en maldiciones sin querer...  ¡Qué bueno que al menos nunca tendré hijos de todas formas! —Intentó levantarse el ánimo.

Giselle dio un respingo, levemente desconcertada. Rose cambiaba de tema demasiado rápido y no la podía seguir. Suponía que tenía muchos datos faltantes, pero no estaba segura. Tal vez había expresiones coloquiales del inglés que no dominaba, o tal vez Rose lo decía de verdad y no era una forma de decir.

A medida que la veía saltar de un tema a otro con agilidad, se le ocurrían muchas preguntas que hacer, pero en ese momento de repentino desconcierto, solo atinó a pronunciar una:

_¿Quién demonios es tu padre?

Para tranquilidad de Giselle, era un mal común que la gente no pudiera seguirle el tren de la conversación salvo tal vez Gipsy o Kat que eran igual de aceleradas. A Mags y a Chloe tenía que repetirles todo mil veces.

La manera en que Giselle preguntó eso la hizo ponerse a la defensiva, al menos en cuanto a la postura física y parte de su expresión facial, pero internamente sabía que no era defendible desde ningún punto de vista. Si ella misma tenía constantes conflictos para mantener al hombre alejado de ella.

—Nigellus Nutter —dijo con una mirada que advertía que era mejor no empezar a juzgarla a ella por esa nueva información. —Y créeme que no es por elección mía.

Estaba contrariada. Quería que ella supiera que había servido tres años en Azkaban por tráfico de órganos, secuestro y experimentación en humanos, para no tener que explicárselo ella misma, pero al mismo tiempo, quería que no lo supiera para nada y no tener que darle explicación alguna. 

Había habido muchas notas al respecto tres años atrás en los diarios de Inglaterra, pero no sabía si la noticia había trascendido el país y, en todo caso, ella misma se había pasado por alto sin querer la corta nota que había salido en el diario al respecto el día de su liberación temprana por buena conducta.

Al ver la reacción de Rose, supo que se había metido en terreno complicado. Rose había cambiado de aspecto repentinamente, como si algo en ella se hubiera apagado completamente. Se dio cuenta de que tal vez sin el "demonios" hubiera sonado mejor, pero había sido víctima del asombro. Se recordó a sí misma, durante varios días después de eso, que esa era la razón por la que siempre medía cuidadosamente sus palabras.

_Disculpa -dijo inmediatamente-. No fue el tono indicado. Es solo que no estoy acostumbrada a que alguien me diga que su padre experimentaría con su hijo. Pero no porque lo considere bueno o malo, sino porque rara vez he visto al mío. en algunos recuerdos tengo que completar su rostro con lo que se de fotos. Un hombre de negocios. Siempre tuvo mucho dinero y muy pocas explicaciones sobre de dónde lo saca -ladeó la cabeza-. Pero por tu manera medio incompleta de hablar de él, supuse que tal vez es famoso y debería conocerlo, por eso pregunté quien era. Lo siento ¿estoy hablando mucho?

Estaba tan apurada porque Rose la comprenda y no la tome a mal, que no se había dado cuenta de la cantidad de palabras que estaba soltando. Tras varios segundos de escuchar su voz de manera ininterrumpida, se sintió incómoda y se quedó callada repentinamente, aguardando una reacción.

—No, no es eso —le aseguró todavía ofuscada. No estaba molesta con ella, simplemente el tema de su familia la ponía en ese humor negro del que después tenía trabajo para salir. Sonrió con una ínfima risita nasal por el tema de los experimentos. —Lo sé, pero no es nada personal. Creo que experimentaría con cualquiera por igual, sin preferencias —explicó.

Escuchó la descripción del padre de Giselle pensando en que debía ser la primera confesión personal que le escuchaba hacer de su familia. Si hablaba de ellos tan poco como ella misma, no debía ser una familia agradable, imaginó. Sus otras amigas hablaban libremente de sus padres, como chicos normales. 

También pensó que si no decía de dónde sacaba la plata era mejor que ella no lo supiera. Ro había aprendido eso del modo duro y pensó que dentro de todo, Giselle la había sacado barata. A veces un padre ausente es mejor que un mal ejemplo borracho y violento... entre otras cosas. Pero no le dijo eso para no ponerla mal. 

Negó con la cabeza de manera vehemente, sacudiéndola varias veces. —Para nada. Solo es raro escucharte hablar de tu familia —le dijo con una sonrisa leve— pero en el buen sentido —su sonrisa se ensanchó. 

—Y mi padre sí es famoso... pero no en el buen sentido —volvió a usar la misma frase para mayor énfasis. Giró el torso para rebuscar en su carterita y sacó un cuadernito violeta con adornos y cintas azules. Se lo veía abultado de manera anormal, como si muchas fotos y recortes estuvieran pegados en las páginas. No era un diario: era un scrapbook. 

Pasó con rapidez varias páginas que contenían fotos, recortes de diario doblados para que entraran en el formato más pequeño, páginas de revistas porno que estaban reducidas de la misma manera y entre eso había fotos de amigos, de ella cuando formaba parte del equipo de quidditch y otras mil estupideces como cintas de cabello, collares. Iba pasando rápidamente una colección de collages visuales de su vida, o al menos, de los últimos siete años. Cuando encontró la página que buscaba aún estaba cerca de la mitad del libro. 

Desplegó una nota y le tendió el Scrapbook. Era el artículo del profeta del día en que su padre había sido condenado y se explicaban los cargos y la sentencia, que había zafado del beso del dementor por falta de evidencia conclusiva, testimonios contradictorios, etc. En la página opuesta a esa, estaba la madre de Rose con muy poca ropa en lo que a todas luces era una revista para hombres.

Por la cara que tenía, Rose parecía la siguiente condenada al beso del dementor. Se le caía la cabeza de entre los hombros en una posición encorvada, pero su mandíbula estaba tensa en un último resto de orgullo personal, porque ella era diferente. Guardaba todos esos recordatorios horribles junto con los buenos recuerdos para nunca perder el norte y no convertirse en ese tipo de persona jamás.

Se sintió más cómoda al entender que el humor de Rose se debía al tema de conversación en sí, y no a que ella lo hubiera estropeado todo. Agradeció internamente que se lo dejara claro. También se sintió mejor de ver que Rose mostraba interés por lo poco que decía de sí misma, y esa sensación quedó por encima de lo mal que solía sentirse cuando contaba algo personal.

La comodidad, igualmente, le duró muy poco. cuando Rose comenzó a mostrar su scrapbook con todas las cosas que había dentro, sus ojos se detuvieron en unas imágenes que le causaron particular impacto. Eran imágenes pornográficas, y de revistas para hombres. Giselle sabía cosas sobre sexo por haber leído la teoría, pero nunca había estado ni remotamente cerca de vivir una situación similar, y tampoco había visto siquiera una imagen de una mujer desnuda. El único cuerpo que conocía en esas condiciones, era el suyo.

Enrojeció en las mejillas rápidamente y sintió calor repentino. Se puso nerviosa y esperó que se le pasara rápido, o Rose empezaría a hacer preguntas. Tomó el scrapbook que ella le tendía, y leyó diagonalmente el anuncio tratando de concentrarse en la condena del padre de Rose y no en las imágenes que había visto antes. El calor de su cuerpo y de su rostro comenzó a reducirse.

_Oh... -comenzó mientras leía, y sus ojos pasaban rápidamente por los renglones. Cuando terminó de leer, la miró a los ojos y agregó-. No tenía idea. Y supongo que cualquiera que te conozca no lo imaginaría... eres tan... diferente a esto.

Desde el momento en que Giselle había preguntado por su padre, Rose supo que la tranquilidad iba a durar poco. Por lo que había visto de la chica en ese corto tiempo, había mas de una cosa en su scrapbook que podía incomodarla, pero ella había preguntado y nadie se había tomado siquiera el trabajo de pedir su versión de los hechos. Todos se habían conformado con lo que los diarios y revistas ofrecían de sus padres. 

—Me alegra saber que la noticia no llegó a Finlandia —Ironizó con una media sonrisa de resignación. Sonaba a la Rose de tres años antes, la que se pasaba el día lloriqueando por los rincones junto con Del, que había perdido a su hermana. 

Rió también en tono sarcástico, como riéndose de ella misma. —Sí... eh... no. Ya quisiera. En realidad, me conozcan o no, todos se quedaron con lo que dijeron en el diario y lo que aparece en las revistas, así que para el colegio, salvo un par de personas, yo soy mitad científico loco, mitad puta. —Hizo una pausa breve—. Por eso siempre me esforcé por ser diferente a todo eso... pero no quiero olvidarlo... supongo que tener estos recortes me ayuda a mantener las cosas en perspectiva cuando me siento agobiada —confesó sonando, exactamente así.

Asintió con interés sincero.

Su vida había sido completamente diferente, pero entendía a veces la necesidad de diferenciarse de sus padres y mantener una perspectiva propia. Pero al menos, vía lechuza, había tenido una tía que le era como un hada madrina. Se preguntó cómo había sido para Rose. No quería preguntar porque temía que ella se enojara, pero realmente quería saber.

_Rose... -comenzó.

hizo una pausa de varios segundos, tratando de ordenar sus palabras y cuidando que suenen lo mejor posible.

_Quiero hacerte una pregunta, es muy personal, y no me ofenderé si no quieres contestar, pero... ¿cómo fue crecer... entre todo... eso? -señaló vagamente el scrapbook.

Casi que tembló al escucharla decir su nombre. No sabía con qué le podía salir, pero no debía ser nada bueno si acababa de ver lo peor de ella y su familia. 

La miró a los ojos con temor, pero con suficiente valor y orgullo también como para sostenerle la mirada ahí donde otro la hubiera evitado. Esperó a que continuara hablando. 

Negó con la cabeza, dándole lugar a que preguntara. Después de haberle mostrado todo eso, lo sorprendente era que tuviera una sola pregunta para hacerle. 

Cuando oyó de qué se trataba, enarcó una ceja, giró la cabeza hacia un lado y soltó un "je" nasal bastante irónico. —¿A demás de tortuoso? 

La pregunta era retórica, pero, tras una breve pausa, se puso a elaborar la verdadera respuesta. 

—Todo esto se desató hará tres años y medio... pero siempre fue difícil vivir en casa. Considerando que mi vieja lo dejó todo apenas salir de la secundaria para convertirse en la amante de su profesor, que estaba casado y con dos hijos, es fácil adivinar por qué el dinero nunca alcanzaba para nada aunque él fuera un medimago y estuviera de viaje de negocios tres semanas al mes —Explicó con una mueca de asco. 

—Mi vieja, que apenas si había aprobado la mitad de las materias, trabajaban limpiando El Caldero Chorreante y Las Tres Escobas, pero cuando se descubrió el fraude de mi viejo... —suspiró— bueno, con él en la cárcel para pasarnos el poco dinero que podía birlarle a su familia legítima ella tuvo que encontrar otras maneras de hacer dinero para que mi hermanito y yo siguiéramos en Hogwarts, como ya viste... —Nuevamente, la expresión en su rostro era de asco, de furia, impotencia. 

—Y todo el mundo me dejó de lado por el escándalo que se armó. De no haber sido por Edward... que en ese momento se transfirió desde Beauxbatons, yo no sé qué hubiera hecho para soportarlo...  —Y eso explicaba en gran parte su obsesión con el francés.

Giselle apenas notó que Rose estaba volviendo al tema "del chico que le gustaba", porque en su cabeza eso era todo lo que podía interpretar. Se quedó pensando en el modo en que Rose habló de su madre, y se le ocurrieron más cosas que preguntar al respecto, algunas de las cuales le daban un poco de vergüenza.

Se armó de valor nuevamente, pensando que Rose estaba siendo permeable a hablar del tema.

_¿Has sentido... odio? ¿O has guardado rencor? ¿Cómo... cómo pudiste sobrellevarlo? -de algún modo, más que el maltrato ajeno o el contexto, lo que le interesaba a Giselle realmente, era cómo era el mundo interior de Rose.

Por muy educada que fuera, por mucha instrucción sobre valores familiares que hubiera recibido, Giselle había conocido sentimientos fuertes de frustración y amargura que le daban mucha culpa. Porque sabía que no eran los sentimientos correctos a sentir por los padres, que desean lo mejor para uno. Necesitaba saber si era la única a quien le pasaba.