Roses familiares

Giselle circundaba el castillo en uno de sus usuales paseos que tenían la finalidad de alejarla de la gente, cuando no soportaba más tantas voces a su alrededor.

Y allí estaba ella, cruzando el puente y tarareando una canción, cuando nuevamente vio a Lyra yendo en la dirección contraria. Como ya se habían visto, sabía que no tendría otra alternativa que pasar junto a ella. Dar media vuelta y caminar a paso acelerado sólo serviría como provocación.

Como no tenía ganas de hacer demasiado del asunto, al pasar junto a Lyra la saludó con una simple inclinación de la cabeza.

Lyra ya había visto a Giselle desde el otro lado del puente a lo lejos. Siguió caminando a paso sereno y seguro hasta que estuvieron cara a cara. No esperaba que la saludara, así que se sorprendió un poco cuando ella inclinó la cabeza en señal de saludo.

Su cabeza pensó cientos y cientos de formas de saludarla y devolverle lo de la última vez, donde ella se había quedado con la última palabra. Sin embargo, era apenas la segunda vez que se veían en el colegio y no quería empezar tan bruscamente, así que se limitó lanzar una respuesta cortante típica de su prima:

-Te saludaría y te preguntaría como estás, pero es tema tuyo y evidentemente no me incumbe ni siquiera aunque solo intentara ser cortés -dijo, con su media sonrisa orgullosa- Así que, a partir de ahora nos veremos tanto en el colegio como en las vacaciones -río, teniendo en cuenta que Giselle todavía estaba en "éxtasis".

No le importaba tanto que su prima no le agradara su presencia, de todos modos, ella sí tenía amigos con quienes divertirse y charlar. Durante el poco tiempo que se veían en los veranos, había intentado que Giselle fuera un poco más sociable, pero le resultó imposible y se rindió. A pesar de todo, no podía evitar divertirse con sus conversaciones y peleas. La manera que Giselle tenía para defenderse le resultaba interesante, muchas veces exagerado porque olvidaba que no todas las personas les agrada que les hablen así, pero tenía que admitir que nunca había podido responder a sus comentarios de la misma manera que ella lo hacía. Siempre le ganaba en ese sentido y le quebraba el orgullo, y no le gustaba para nada, pero no se lo daría a entender jamás.

_¿Estuviste practicando esa frasecilla desde entonces? ¡Qué decepción! Pensaba que algo de cerebro tenías -reprochó simplemente.

_No, no tengo tiempo para practicar qué contestarte porque tengo una vida social ¿sabes? -replicó rápidamente, frunciendo un poco el ceño, pero acabó por sonreír levemente. Amaba recordarle eso.

_Y, sí... con algo tenías que complementar tanta carencia mental -dijo monótonamente.

_Prefiero tener alguien con quien hablar, antes que pensar mucho y no compartir mis ideas con nadie que quiera escucharlas -contraatacó.

_Decir que "prefieres" indicaría que puedes hacer ambas cosas, y... no creo que hayas pensado alguna vez -respondió mordazmente.

_Te sorprenderías mucho, pasa que nunca llegas a conocer a la gente -respondió hábilmente.

_Hablas como si supieras todo sobre mí. Pero no me explico como crees que lo sabes, si tú misma admites tener conciencia de que no comparto mis cosas con la gente.

_Es verdad, no te conozco, aunque siempre quise hacerlo y no me diste oportunidad.

Suspiró. La discusión no tenía mucho sentido y, de todos modos, sabía que no ganaría. Pero otra vez, el orgullo no la dejaba admitirlo. Seguiría allí hasta que no le quedara más que decir.

_No fui lo. Lo que ocurrió fue que te fue muy difícil burlarte de mi y conocerme al mismo tiempo. Tal vez tendrías que haber hecho lo segundo primero, y en tal caso, hacer lo primero, segundo.

_No todo tiene un orden, Giselle -dijo un poco más molesta.

¿Por qué le echaba a ella la culpa de que no se llevaran bien? Lyra no lo podía entender. Si era Giselle la cortante y antisocial, ¿cómo podía ser que la culpable fuera ella? De pequeña había intentado conocerla y llevarse bien, después de todo era su prima, pero siempre la rechazó. ¿Por qué? Solo Giselle debía saber la respuesta y Lyra dudaba que se la fuera a decir.

Ya se estaba quedando sin argumentos y, si en algo tenía razón su prima era que ella pensaba más, y Lyra no tanto. No había tenido una infancia en la que le enseñaran tantas cosas. Cuando iba a la casa de sus tíos en el verano, siempre veía a Giselle cociendo, tocando el violín o leyendo. ¿Y ella? Nada. Eso sí que era algo que envidiar, a veces la hacía sentir un poco inútil.

_Esto ya no tiene sentido, chau -se despidió algo enojada, quebrándose el orgullo, pero se retiró sin demostrarlo caminando derecha y segura, pero no dejaba de pensar que sí tenía cosas que envidiar de su prima, no como creía antes.

Giselle no respondió al saludo de su prima. Permaneció inmóvil mientras la miraba alejarse. Luego suspiró, y continuó su camino cruzando el puente.

Lyra era desenvuelta y traviesa. Seguramente nunca entendería cuánto daño le había hecho. Tal vez sólo intentaba atraer su atención, tal vez sólo reclamaba compañía. Pero todo lo que había conseguido era que además de todo lo que debía hacer para satisfacer a sus padres, además, su entorno pretendiera que fuera agradable, sociable, alegre y graciosa. Todas las cosas que no era.

Su prima la recordaba constantemente esa sensación de que siempre le faltaría algo, siempre habría algo que haría mal, siempre habría algo en lo que sus padres y tío podían desaprobarla. Su debilidad. Aquello que ni bajo práctica podía dominar. Cualidades que no tenían partituras que pudiera leer y entender. Y por sobretodas las cosas, Lyra era la libertad que ella nunca había tenido. Y eso era algo que no podía perdonarle.